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martes, 3 de agosto de 2010

EGON SCHIELE, LA CONSCIENCIA DE LA MUERTE; THE AWARENESS OF DEATH

EGON SCHIELE, LA CONSCIENCIA DE LA MUERTE; THE AWARENESS OF DEATH








LA CONSCIENCIA DE LA MUERTE

En cada autorretrato de Egon Schiele, contemplamos el alma del pintor abierta en canal. No es un cuerpo lo que escrutan nuestros ojos, sino un alma convertida, por el magistral pincel del artista vienés, en algo sólido, en algo dolorosamente palpable. Sin duda, nos sentimos impactados por la textura rugosa, leñosa, incluso mineral, de su piel. Su cuerpo no está formado de carne, sino de una materia que parece desprovista de vida. Es, de alguna manera, una carne mustia, seca, consumida, envejecida, anémica, achacosa, desnutrida, morbosa, débil, etc. En fin, estamos ante un cuerpo, si no muerto, casi muerto. Una carne impregnada de muerte. Un muerto viviente. Cada autorretrato de Egon Schiele se nos aparece como un muerto viviente. No es su cuerpo, sino su alma la que se está muriendo. El mismo artista, consciente de esta muerte que lo corroe íntimamente, escribió: “Todo está muerto, mientras está vivo”. Si todo está muerto, mientras está vivo, debemos deducir que lo muerto y lo vivo son una sola cosa, luego la vida es una ilusión, un espejismo que sólo logra engañar a los más ingenuos. No es este el caso de Schiele, quien se ha dado cuenta de la omnipresencia de la muerte en todo ser vivo, por eso mismo se representa a sí mismo como si en lugar de estar compuesto de carne, estuviera formado de madera o de cartón, de algo más bien inerte, en pleno proceso de descomposición. Su piel se está descomponiendo, como una rama arrancada del tronco, como una hoja de girasol caída del árbol. Eso es la piel del vienés, materia orgánica en descomposición. Pero no olvidemos, que lo que contemplamos sobre el lienzo no es su cuerpo, sino su alma. Su alma es la que se pudre, la que se agota, la que se vacía de vida, la que se siente perecer. Es un alma que sabe que se muere, un alma que no cree en Dios, y, que, por lo tanto no espera la resurrección. Un alma angustiada ante su inminente extinción. Un alma que se retuerce, que hace muecas ridículas, que mira asustada, desconcertada, horrorizada. La mirada de los rostros de Schiele es la mirada de los locos. Su alma se pudre, se degenera, enferma, pierde el control sobre ella misma, enloquece, hace muecas insólitas, gestos raros, poses absurdas. Es el alma de un demente. Un alma que ya no piensa, un alma tan vacía de razón, que sólo se mueve por instinto. Y, sin embargo, aún conserva suficiente lucidez como para anhelar vivir eternamente. Quiere eternizarse, pero sabe que se pudre, y por ello se angustia, se retuerce de rabia impotente, de dolor agónico. No acepta su propia muerte y en un acto de desesperación, se plasma sobre el cuadro, `porque ilusamente cree que por el poder del arte se divinizará, se hará eterna. Un nuevo espejismo que lejos de consolarla, todavía le recuerda más amargamente su absurda fugacidad.

THE AWARENESS OF DEATH ( a clumsy translation)

In each self-portrait by Egon Schiele, we look at the painter's slit open soul. It’s not a body what our eyes scrutinize, but a soul changed, by the Viennese master artist's brush, into something solid, something painfully palpable. No doubt, we are shocked by the rough, woody, even mineral texture of their skin. His body is not composed of flesh, but of a matter that seems devoid of life. It is, somehow, a withered flesh, a dry, consumed, aged, anaemic, sickly, malnourished, morbid, weak flesh. In short, we have a body, if not dead, almost dead. A meat impregnated with death. A living dead. Each self-portrait by Egon Schiele appears to us as a living dead. It is not his body but his soul what is dying. The artist himself, aware of this death which erodes him intimately, wrote: "Everything is dead while it is alive." If everything is dead, while alive, we must conclude that the dead and the living are one thing, then life is an illusion, an illusion that can only fool the most naive people. This is not the case of Schiele, who has realised of the pervasiveness of death in all living things, that's why he represents to himself as if instead of being composed of flesh, were made of wood or cardboard, something rather inert in the process of decomposition. His skin is decomposing, as a branch torn from the trunk, like a sunflower leaf that fell from the tree. That is the skin of Schiele: decaying organic matter. But do not forget that what we see on the canvas is not his body but his soul. His soul is the one which is rotting, which is exhausted, which is empty of life, which feels as it was perishing. It is a soul which knows that it dies, a soul which does not believe in God, and that therefore does not expect the resurrection. An anguished soul before its imminent extinction. A soul that twists, a soul that makes ridiculous grimaces, that looks frightened, bewildered, horrified. The look on the faces of Schiele is the look of the insane people. His soul is rotten, degenerate, sick, it loses control over herself, he becomes crazy, makes unusual grimaces, rare gestures, absurd poses and so on. It is the soul of a madman. A soul which does not think. A soul so empty of reason, which only moves by instinct. And yet, it still retains enough lucidity as to desire to live forever. It wants to be endless, but he knows that rots, and therefore distress, writhing in impotent rage, agonizing pain. It does not accept his own death and, in desperation, wants to be expressed itself on canvas, 'because, easily deceived, it believes that, by the power of art, will become eternal. A mirage that, far from comforting Schiele, still it reminds him, in a spine-chilling way, his absurd brevity.














. El cuadro, un genial autoretrato de Egon Schiele, describe el estado del alma de Carles cuando recuerda su fea convivencia. El cuadro está en el Museo Leopold de VIENA




Carles y David sentados en un banco frente al Museo Leopold de Viena. Afortunadamente también hay momentos felices en la vida
Estamos en agosto. Se acerca esa fecha fatal que tan malos recuerdos me trae. El día de mi cumpleaños. De ese día guardo el peor recuerdo de Norberto. Nunca en mi vida me hubiese imaginado que Norberto se hubiese atrevido a perpetrar algo tan feo. Llevábamos algunas semanas tensas, cada uno viviendo en sitios separados. La última vez que me había escrito me contó que yo era un “agobio” para él. Le agobiaba porque me había atrevido a preguntarle si nuestra convivencia ( UNA CONVIVENCIA HECHA A SU CONVENIENCIA) se iba a acabar en setiembre o no. Se lo pregunté a raíz de la forma tan intempestiva con la que se fue de mi piso y que ahora no voy a relatar. Baste decir que nuestra convivencia era más bien antinatural, y que por más que me esforcé en encontrarle un sentido, no fui capaz: ¡¡¡tan rotundamente absurda era¡¡¡ A causa de esa absurdidad que tanto me angustiaba le formulé la anterior pregunta.
A pesar de todo, y debido a mi idiota ingenuidad, esperaba una felicitación por su parte. Cuando fue su cumpleaños, recibió de mi una inesperada felicitación, que según me dijo le hizo muy feliz. A lo mejor fue la única que recibió. En todo caso, gracias a esa felicitación pude saber su comprometida situación personal, y sin dudarlo le ofrecí mi ayuda. Mi felicitación le cambió de alguna manera la vida, porque su intención era regresar a su país. No seré yo quien magnifique el valor de esa felicitación, pero si Norberto es capaz de ser honesto y objetivo, reconocerá que le emocionó grandemente.
De todas maneras, la gratitud no es la virtud principal de Norberto, al menos para conmigo,y cuando llegó el turno de mi cumpleaños no recibí ninguna felicitación digna, a pesar de que Norberto conocía perfectamente mi fecha de cumpleaños. Aunque diciendo lo anterior miento ligeramente, porque sí que recibí un mail que decía lo siguiente: regalo pa todos los que no tienen Facebook. Literalmente tal cual. Ese mail contenía un video sobre una versión gay del sueño de una Noche de verano. ¿Eso es una felicitación o una chirigota? Juzguen ustedes mismos. Gracias a mi felicitación recibió una ayuda inestimable que le hizo, según me narró, emocionarse sinceramente, y en cambio cuando le llegaba su turno de corresponder a mi gesto, me respondía con la anterior extravagancia, por decir algo. Pero así es Norberto. Ese día mi fe en él cayó por los suelos. Cuando le escribí para censurarle su olvido con un mail titulado “memoria selectiva”, me lo devolvió con las siguientes palabras: “mail devuelto sin leer. Si deseas algo llámame”. Con esa frialdad insólita correspondió a todo lo que hice por él. Así de agradecido es Norberto. Ni que decir tiene que su forma de actuar me sumergió en una tristeza inmensa y sórdida. Nunca me hubiese creído que alguien que se llena la boca hablando de san Francisco de Asís, se comportase conmigo con tan poca sensibilidad moral, con tanto egoísmo y orgullo. Tanto le costaba escribir: " Carles, muchas felicidades". Pues por lo que se ve sí.Pero tampoco no me cogió por sorpresa su desprecio, porque Norberto nunca daba NADA a Carles .
Si yo no hubiese sido una persona con tanta inexperiencia y con tanta ingenuidad, el comportamiento de Norberto no me hubiese afectado en lo más mínimo. Pero yo creí en él cuando me dijo que profesava amor por lo espiritual, creí como un estúpido en su fe. Su pecado más grave ha sido no compadecerse de esa inexperiencia e ingenuidad. Pero es que él, como bien me dijo, no soporta a las personas sin experiencia. Sin lugar a dudas un prejuicio muy cristiano el suyo.
No me felicitó, y tampoco, por supuesto, me regaló nada. Aunque durante nuestra convivencia me “regaló” su ropa vieja, que no era de mi talla, un reproductor de DVD usado que ya hace muchos meses que dejó de funcionar, un reloj usado, tazas para que él tomara su mate, cuencos para que él se sirviera su ensalada, etc. En fin, esa clase de regalos que sólo se pueden hacer si uno tiene mucha confianza en la otra persona, pues de lo contrario, es de lo más normal que tales regalitos se puedan interpretar más bien como una desconsideración. Mejor no regalar nada a obsequiar cosas feas y usadas. Pero Norberto presumía de sus “regalos”, hasta el punto que me decía, literalmente, “cuando yo me vaya, te puedes quedar con mis “regalos” porque no me los pienso llevar” ¿Se puede ser más cínico? No lo creo. Norberto me contó que él hacía regalos muy generosos a FERRAN (ropa de marca muy cara), mientras que éste le correspondía con birrias, como un lapicero que tenía encima de su escritorio. Se olvida Norberto de lo que Ferran hizo por él. ¿Eso no tiene ningún valor? Norberto puede confundir a María Amalia, a Diego, porque son mansos, pero sus inexactitudes no cuelan para mí, porque, gracias a Dios, aún dispongo de un mínimo de criterio y de algo de imparcialidad.
En fin, pronto se cumplirá un año de un hecho que me entristeció enormemente. Hoy sólo conservo de él un recuerdo sórdido que inunda toda mi alma de tristeza. ¿Cómo pude alojar en mi casa a una persona así? Me hago muchas veces la misma pregunta. Una persona capaz de agradecer a un ser superior por los bienes proveídos, pero incapaz de agradecérselos a su PRÓJIMO.

A pesar de todo hay que confiar que algún día Norberto practicará con el ejemplo, y que dominando su orgullo será capaz de seguir el camino marcado por Jesús, ése a quien dice admirar.
Estoy seguro de que en un futuro próximo, saltará una chispa de HUMILDAD en el interior de él que incendiará su alma; y entonces, mis ojos, deslumbrados ante tal resplandor, se sentirán aliviados por toda la oscuridad EGOISTA que Norberto derramó en ellos.