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jueves, 15 de noviembre de 2012

NORBERTO, DIEGO, MI PADRE Y LA CENICIENTA


            NORBERTO, DIEGO, MI PADRE Y LA CENICIENTA

            Muchas veces me pregunté, durante mi convivencia con el argentino, por qué tuve una actitud tan indulgente hacia él, cuando resultaban más que obvias sus desconsideraciones hacia mi persona, su falta de empatía. ¿Cómo fue posible que tardara tanto tiempo en darme cuenta de que se aprovechaba de mí sin la menor delicadeza? Cualquier persona mínimamente cabal se hubiera percatado del abismo que había entre los dos, así como de la casi nula voluntad de corresponder a mi gesto de generosidad por su parte.

LA PROYECCIÓN PSICOLÓGICA

Estos días, tras reflexionar sobre mi irrazonable comprensión hacia la brusquedad o fingimiento del argentino, he encontrado una explicación a mi poca inteligente forma de obrar. Creo,  aún a riesgo de equivocarme mucho, que proyecté sobre el “desvalido argentino” la figura de mi padre enfermo.

CÓMO SE PUEDE ENTENDER LA PROYECCIÓN EN TÉRMINOS PSICOLÓGICOS?

Voy a dar unas definiciones que se ajustan bien al caso de mi convivencia con el argentino.

1.-  La proyección es un mecanismo de defensa en que  los deseos inconscientes correspondientes a una situación relacional del pasado se reactivan y transfieren (proyectándolos) a una nueva constelación de relaciones presentes.

2,. Se proyecta  la figura del padre. Y el amor u odio, que éste genera, es trasladado a una figura que en tales órdenes debiera ser inocua. De este modo, el amor o el desdén que una persona puede encontrar en los otros, no es necesariamente un atributo del otro, sino propio. Lo interno se pone afuera.

3.- Lo que vemos en los demás nos dice mucho de nosotros mismos. El exterior actúa como un espejo para nuestra mente, en él vemos reflejadas diferentes cualidades o aspectos de nuestro propio ser. Cuando observamos algo que no nos gusta de alguien y sentimos desagrado y rechazo, sin duda esto indica que de alguna manera ese aspecto que nos desagrada existe en nuestro interior. Es nuestra inconsciencia, ayudada por la proyección psicológica, lo que nos hace pensar que el defecto sólo existe “ahí fuera”, en esa otra persona.

LA ENFERMEDAD DE MI PADRE

Mi padre sufre desde unos 10 años (en concreto desde la muerte de su madre) una fuerte depresión que en los momentos más álgidos lo deja totalmente abatido. Es una enfermedad estacional, suele afectarle en verano, y desaparece durante el resto de meses. Es una depresión tremendamente dañina, que le destruye todos los ánimos, dejándolo en una situación desoladora, que sin lugar a dudas me conmueve profundamente, entristeciéndome mucho. Entonces bien se puede decir de él que es un ser incapaz de dar NADA a los demás.

LAS PALABRAS DEL ARGENTINO QUE HICIERON QUE INCONSCIENTEMENTE PROYECTARA LA FIGURA DE MI PADRE SOBRE ÉL.

He aquí las palabras del argentino (enviadas por mail) que desencadenaron en mí dicha proyección:

n      Estoy en un momento en que nada de lo que me rodea me gusta.
n      Tengo un … que me destruyó los ánimos.
n      Estoy obviamente muy deprimido
n      El mar me trae otras ideas que bienestar…
n      Me acosa casi a diario ( lo del acoso del arquitecto es de una injusticia brutal, un delirio más del argentino que no es ahora el momento de tratar, pero entonces creí en lo que decía)

LA INCONSCIENCIA DE LA PROYECCIÓN

A partir de ese momento proyecté  en Norberto a mi padre sufriente. El sufrimiento de uno lo identifiqué con el del otro.
Fue un error tremendo. Porque ya desde el primer día debía de haberme quedado muy claro que el argentino no pasaba por ninguna depresión. Estaba algo triste pero nada más. También me tenía que haber quedado muy claro que el argentino experimentaba hacia mi persona pulsiones agresivas que le impedían ser agradable o comprensivo conmigo.
Norberto estaba aceptablemente alegre y aunque conmigo se hacía un poco el “abatido”, con los demás se mostraba sorprendentemente animado y con muchas ganas de dar. Era un tipo muy egoísta que practicaba la peor de las discriminaciones hacia mi persona. Pero por culpa de esa proyección no me daba cuenta de su desprecio, e intentaba siempre ser comprensivo con sus desconsideraciones y exclusiones. En el fondo, quiero decir inconscientemente, no mostrarme indulgente con el argentino era como no mostrarme indulgente con mi padre.

EL ESCUDO PROTECTOR

Desde el momento en que el argentino entró en mi piso, algo en mí lo recubrió como de una aureola protectora, de un escudo, de una barrera, que impedía que volcara sobre él mi frustración, mi desengaño, mi rabia o mis dudas. Todo se lo perdonaba. A pesar de su poca complicidad hacia mí, a pesar de su brusquedad, de sus improperios, intentaba siempre ver el lado positivo, intentaba ser comprensivo, intentaba siempre justificarle con peregrinas razones, etc.

EL RESQUEBRAJAMIENTO DEL ESCUDO

Poco a poco, y por culpa de los muchos golpes endosados por el argentino, ese escudo protector se fue resquebrajando irreversiblemente. Sin lugar a dudas, el peor golpe fue cuando el argentino no tuvo la dignidad  de felicitarme, por orgullo, con ocasión de mi cumpleaños. Luego, otro golpe tremendo fue cuando me negó la palabra, etc.     
Cada vez, pues, el argentino estaba menos protegido ante los reproches que salían de mi inconsciente. Cada vez más el argentino aparecía ante mi consciencia como “un aprovechado sin sentimientos”. Un AUTISTA MORAL QUE SÓLO BUSCABA SU FELICIDAD SIN TENER EN CUENTA LOS SENTIMIENTOS DE LOS DEMÁS.  

EL FINAL DE LA PROYECCIÓN: DIEGO.

Sin lugar a dudas, el día en que el argentino, acompañado de Diego, se colocó a mi lado en la zona oscura de la disco se evaporó para siempre la proyección antes mencionada. Ese día, el escudo protector con el que Norberto me resultaba más soportable se rompió en mil añicos. Realmente fue un shock para mí comprobar con toda crudeza como aquel que, de la forma más miserable me había negado la palabra, se estaba divirtiendo junto a otra persona. Si me había negado la palabra, no es porque se encontrase mal, sino porque pasaba olímpicamente de mí, porque le importaba una mierda mi  caridad. Ese día dejé de ver en él a mi padre. Ese día sólo percibí un MONSTRUO ORGULLOSO, QUE SE HABÍA APROVECHADO DE MÍ INEXPERIENCIA Y QUE ADEMÁS NO TENÍA LA MÍNIMA DECENCIA HUMANA DE sentirse incómodo POR SU COMPORTAMIENTO EGOISTA.

NORBERTO Y LA CENICIENTA

Ese día de la disco, igual que en el cuento de la cenicienta, tras el final del hechizo, cuando en el reloj dieron las 12 de la NOCHE,  la carroza se había convertido en una calabaza, los caballos en ratones y la princesa en una criada sucia.
Ese día Norberto se convirtió para mí en UN IMPOSTOR que traicionaba sin el menor sonrojo las enseñanzas de CRISTO. Una persona psicológicamente turbia, quien camufla sus turbiedades mediante “ROLLOS ESPIRITUALES”.
 Ese día sentí asco por haber compartido mi vida con un tipo que por culpa de la soberbia ocultaba sus inseguridades y miedos. Una especie de planta carnívora que devora los corazones de los que sin practicar adulaciones gratuitas se han interesado por él, incluso le han tendido la mano en momentos muy difíciles.
ESE DÍA ME SENTÍ SOBRECOGEDORAMENTE DEFRAUDADO POR NORBERTO.

NORBERTO, DIEGO MI PADRE Y LA CENICIENTA


            NORBERTO, DIEGO, MI PADRE Y LA CENICIENTA

            Muchas veces me pregunté, durante mi convivencia con el argentino, por qué tuve una actitud tan indulgente hacia él, cuando resultaban más que obvias sus desconsideraciones hacia mi persona, su falta de empatía. ¿Cómo fue posible que tardara tanto tiempo en darme cuenta de que se aprovechaba de mí sin la menor delicadeza? Cualquier persona mínimamente cabal se hubiera percatado del abismo que había entre los dos, así como de la casi nula voluntad de corresponder a mi gesto de generosidad por su parte.

LA PROYECCIÓN PSICOLÓGICA

Estos días, tras reflexionar sobre mi irrazonable comprensión hacia la brusquedad o fingimiento del argentino, he encontrado una explicación a mi poca inteligente forma de obrar. Creo,  aún a riesgo de equivocarme mucho, que proyecté sobre el “desvalido argentino” la figura de mi padre enfermo.

CÓMO SE PUEDE ENTENDER LA PROYECCIÓN EN TÉRMINOS PSICOLÓGICOS?

Voy a dar unas definiciones que se ajustan bien al caso de mi convivencia con el argentino.

1.-  La proyección es un mecanismo de defensa en que  los deseos inconscientes correspondientes a una situación relacional del pasado se reactivan y transfieren (proyectándolos) a una nueva constelación de relaciones presentes.

2,. Se proyecta  la figura del padre. Y el amor u odio, que éste genera, es trasladado a una figura que en tales órdenes debiera ser inocua. De este modo, el amor o el desdén que una persona puede encontrar en los otros, no es necesariamente un atributo del otro, sino propio. Lo interno se pone afuera.

3.- Lo que vemos en los demás nos dice mucho de nosotros mismos. El exterior actúa como un espejo para nuestra mente, en él vemos reflejadas diferentes cualidades o aspectos de nuestro propio ser. Cuando observamos algo que no nos gusta de alguien y sentimos desagrado y rechazo, sin duda esto indica que de alguna manera ese aspecto que nos desagrada existe en nuestro interior. Es nuestra inconsciencia, ayudada por la proyección psicológica, lo que nos hace pensar que el defecto sólo existe “ahí fuera”, en esa otra persona.

LA ENFERMEDAD DE MI PADRE

Mi padre sufre desde unos 10 años (en concreto desde la muerte de su madre) una fuerte depresión que en los momentos más álgidos lo deja totalmente abatido. Es una enfermedad estacional, suele afectarle en verano, y desaparece durante el resto de meses. Es una depresión tremendamente dañina, que le destruye todos los ánimos, dejándolo en una situación desoladora, que sin lugar a dudas me conmueve profundamente, entristeciéndome mucho. Entonces bien se puede decir de él que es un ser incapaz de dar NADA a los demás.

LAS PALABRAS DEL ARGENTINO QUE HICIERON QUE INCONSCIENTEMENTE PROYECTARA LA FIGURA DE MI PADRE SOBRE ÉL.

He aquí las palabras del argentino (enviadas por mail) que desencadenaron en mí dicha proyección:

n      Estoy en un momento en que nada de lo que me rodea me gusta.
n      Tengo un … que me destruyó los ánimos.
n      Estoy obviamente muy deprimido
n      El mar me trae otras ideas que bienestar…
n      Me acosa casi a diario ( lo del acoso del arquitecto es de una injusticia brutal, un delirio más del argentino que no es ahora el momento de tratar, pero entonces creí en lo que decía)

LA INCONSCIENCIA DE LA PROYECCIÓN

A partir de ese momento proyecté  en Norberto a mi padre sufriente. El sufrimiento de uno lo identifiqué con el del otro.
Fue un error tremendo. Porque ya desde el primer día debía de haberme quedado muy claro que el argentino no pasaba por ninguna depresión. Estaba algo triste pero nada más. También me tenía que haber quedado muy claro que el argentino experimentaba hacia mi persona pulsiones agresivas que le impedían ser agradable o comprensivo conmigo.
Norberto estaba aceptablemente alegre y aunque conmigo se hacía un poco el “abatido”, con los demás se mostraba sorprendentemente animado y con muchas ganas de dar. Era un tipo muy egoísta que practicaba la peor de las discriminaciones hacia mi persona. Pero por culpa de esa proyección no me daba cuenta de su desprecio, e intentaba siempre ser comprensivo con sus desconsideraciones y exclusiones. En el fondo, quiero decir inconscientemente, no mostrarme indulgente con el argentino era como no mostrarme indulgente con mi padre.

EL ESCUDO PROTECTOR

Desde el momento en que el argentino entró en mi piso, algo en mí lo recubrió como de una aureola protectora, de un escudo, de una barrera, que impedía que volcara sobre él mi frustración, mi desengaño, mi rabia o mis dudas. Todo se lo perdonaba. A pesar de su poca complicidad hacia mí, a pesar de su brusquedad, de sus improperios, intentaba siempre ver el lado positivo, intentaba ser comprensivo, intentaba siempre justificarle con peregrinas razones, etc.

EL RESQUEBRAJAMIENTO DEL ESCUDO

Poco a poco, y por culpa de los muchos golpes endosados por el argentino, ese escudo protector se fue resquebrajando irreversiblemente. Sin lugar a dudas, el peor golpe fue cuando el argentino no tuvo la dignidad  de felicitarme, por orgullo, con ocasión de mi cumpleaños. Luego, otro golpe tremendo fue cuando me negó la palabra, etc.     
Cada vez, pues, el argentino estaba menos protegido ante los reproches que salían de mi inconsciente. Cada vez más el argentino aparecía ante mi consciencia como “un aprovechado sin sentimientos”. Un AUTISTA MORAL QUE SÓLO BUSCABA SU FELICIDAD SIN TENER EN CUENTA LOS SENTIMIENTOS DE LOS DEMÁS.  

EL FINAL DE LA PROYECCIÓN: DIEGO.

Sin lugar a dudas, el día en que el argentino, acompañado de Diego, se colocó a mi lado en la zona oscura de la disco se evaporó para siempre la proyección antes mencionada. Ese día, el escudo protector con el que Norberto me resultaba más soportable se rompió en mil añicos. Realmente fue un shock para mí comprobar con toda crudeza como aquel que, de la forma más miserable me había negado la palabra, se estaba divirtiendo junto a otra persona. Si me había negado la palabra, no es porque se encontrase mal, sino porque pasaba olímpicamente de mí, porque le importaba una mierda mi  caridad. Ese día dejé de ver en él a mi padre. Ese día sólo percibí un MONSTRUO ORGULLOSO, QUE SE HABÍA APROVECHADO DE MÍ INEXPERIENCIA Y QUE ADEMÁS NO TENÍA LA MÍNIMA DECENCIA HUMANA DE sentirse incómodo POR SU COMPORTAMIENTO EGOISTA.

NORBERTO Y LA CENICIENTA

Ese día de la disco, igual que en el cuento de la cenicienta, tras el final del hechizo, cuando en el reloj dieron las 12 de la NOCHE,  la carroza se había convertido en una calabaza, los caballos en ratones y la princesa en una criada sucia.
Ese día Norberto se convirtió para mí en UN IMPOSTOR que traicionaba sin el menor sonrojo las enseñanzas de CRISTO. Una persona psicológicamente turbia, quien camufla sus turbiedades mediante “ROLLOS ESPIRITUALES”.
 Ese día sentí asco por haber compartido mi vida con un tipo que por culpa de la soberbia ocultaba sus inseguridades y miedos. Una especie de planta carnívora que devora los corazones de los que sin practicar adulaciones gratuitas se han interesado por él, incluso le han tendido la mano en momentos muy difíciles.
ESE DÍA ME SENTÍ SOBRECOGEDORAMENTE DEFRAUDADO POR NORBERTO.