NORBERTO,
DIEGO, MI PADRE Y LA CENICIENTA
Muchas
veces me pregunté, durante mi convivencia con el argentino, por qué tuve una
actitud tan indulgente hacia él, cuando resultaban más que obvias sus
desconsideraciones hacia mi persona, su falta de empatía. ¿Cómo fue posible que
tardara tanto tiempo en darme cuenta de que se aprovechaba de mí sin la menor
delicadeza? Cualquier persona mínimamente cabal se hubiera percatado del abismo
que había entre los dos, así como de la casi nula voluntad de corresponder a mi
gesto de generosidad por su parte.
LA PROYECCIÓN PSICOLÓGICA
Estos días, tras reflexionar
sobre mi irrazonable comprensión hacia la brusquedad o fingimiento del
argentino, he encontrado una explicación a mi poca inteligente forma de obrar.
Creo, aún a riesgo de equivocarme mucho,
que proyecté sobre el “desvalido argentino” la figura de mi padre enfermo.
CÓMO SE PUEDE ENTENDER LA
PROYECCIÓN EN TÉRMINOS PSICOLÓGICOS?
Voy a dar unas definiciones que
se ajustan bien al caso de mi convivencia con el argentino.
1.- La proyección es un mecanismo de defensa en
que los deseos inconscientes
correspondientes a una situación relacional del pasado se reactivan y
transfieren (proyectándolos) a una nueva constelación de relaciones presentes.
2,. Se proyecta la figura del padre. Y el amor u odio, que
éste genera, es trasladado a una figura que en tales órdenes debiera ser
inocua. De este modo, el amor o el desdén que una persona puede encontrar en
los otros, no es necesariamente un atributo del otro, sino propio. Lo interno
se pone afuera.
3.- Lo que vemos en los demás nos
dice mucho de nosotros mismos. El exterior actúa como un espejo para nuestra
mente, en él vemos reflejadas diferentes cualidades o aspectos de nuestro
propio ser. Cuando observamos algo que no nos gusta de alguien y sentimos
desagrado y rechazo, sin duda esto indica que de alguna manera ese aspecto que
nos desagrada existe en nuestro interior. Es nuestra inconsciencia,
ayudada por la proyección psicológica, lo que nos hace pensar que el defecto
sólo existe “ahí fuera”, en esa otra persona.
LA ENFERMEDAD DE MI PADRE
Mi padre sufre desde unos 10 años
(en concreto desde la muerte de su madre) una fuerte depresión que en los
momentos más álgidos lo deja totalmente abatido. Es una enfermedad estacional,
suele afectarle en verano, y desaparece durante el resto de meses. Es una
depresión tremendamente dañina, que le destruye todos los ánimos, dejándolo en
una situación desoladora, que sin lugar a dudas me conmueve profundamente,
entristeciéndome mucho. Entonces bien se puede decir de él que es un ser
incapaz de dar NADA a los demás.
LAS PALABRAS DEL ARGENTINO QUE
HICIERON QUE INCONSCIENTEMENTE PROYECTARA LA FIGURA DE MI PADRE SOBRE ÉL.
He aquí las palabras del
argentino (enviadas por mail) que desencadenaron en mí dicha proyección:
n
Estoy en un momento en que nada de lo que me
rodea me gusta.
n
Tengo un … que me destruyó los ánimos.
n
Estoy obviamente muy deprimido
n
El mar me trae otras ideas que bienestar…
n
Me acosa casi a diario ( lo del acoso del arquitecto
es de una injusticia brutal, un delirio más del argentino que no es ahora el
momento de tratar, pero entonces creí en lo que decía)
LA INCONSCIENCIA DE LA PROYECCIÓN
A partir de ese momento proyecté en Norberto a mi padre sufriente. El sufrimiento
de uno lo identifiqué con el del otro.
Fue un error tremendo. Porque ya
desde el primer día debía de haberme quedado muy claro que el argentino no
pasaba por ninguna depresión. Estaba algo triste pero nada más. También me
tenía que haber quedado muy claro que el argentino experimentaba hacia mi
persona pulsiones agresivas que le impedían ser agradable o comprensivo conmigo.
Norberto estaba aceptablemente
alegre y aunque conmigo se hacía un poco el “abatido”, con los demás se
mostraba sorprendentemente animado y con muchas ganas de dar. Era un tipo muy egoísta
que practicaba la peor de las discriminaciones hacia mi persona. Pero por culpa
de esa proyección no me daba cuenta de su desprecio, e intentaba siempre ser
comprensivo con sus desconsideraciones y exclusiones. En el fondo, quiero decir
inconscientemente, no mostrarme indulgente con el argentino era como no
mostrarme indulgente con mi padre.
EL ESCUDO PROTECTOR
Desde el momento en que el
argentino entró en mi piso, algo en mí lo recubrió como de una aureola
protectora, de un escudo, de una barrera, que impedía que volcara sobre él mi
frustración, mi desengaño, mi rabia o mis dudas. Todo se lo perdonaba. A pesar
de su poca complicidad hacia mí, a pesar de su brusquedad, de sus improperios,
intentaba siempre ver el lado positivo, intentaba ser comprensivo, intentaba
siempre justificarle con peregrinas razones, etc.
EL RESQUEBRAJAMIENTO DEL ESCUDO
Poco a poco, y por culpa de los
muchos golpes endosados por el argentino, ese escudo protector se fue resquebrajando
irreversiblemente. Sin lugar a dudas, el peor golpe fue cuando el argentino no
tuvo la dignidad de felicitarme, por
orgullo, con ocasión de mi cumpleaños. Luego, otro golpe tremendo fue cuando me
negó la palabra, etc.
Cada vez, pues, el argentino estaba
menos protegido ante los reproches que salían de mi inconsciente. Cada vez más
el argentino aparecía ante mi consciencia como “un aprovechado sin sentimientos”.
Un AUTISTA MORAL QUE SÓLO BUSCABA SU FELICIDAD SIN TENER EN CUENTA LOS
SENTIMIENTOS DE LOS DEMÁS.
EL FINAL DE LA PROYECCIÓN: DIEGO.
Sin lugar a dudas, el día en que
el argentino, acompañado de Diego, se colocó a mi lado en la zona oscura de la
disco se evaporó para siempre la proyección antes mencionada. Ese día, el
escudo protector con el que Norberto me resultaba más soportable se rompió en
mil añicos. Realmente fue un shock para mí comprobar con toda crudeza como
aquel que, de la forma más miserable me había negado la palabra, se estaba
divirtiendo junto a otra persona. Si me había negado la palabra, no es porque
se encontrase mal, sino porque pasaba olímpicamente de mí, porque le importaba
una mierda mi caridad. Ese día dejé de
ver en él a mi padre. Ese día sólo percibí un MONSTRUO ORGULLOSO, QUE SE HABÍA
APROVECHADO DE MÍ INEXPERIENCIA Y QUE ADEMÁS NO TENÍA LA MÍNIMA DECENCIA HUMANA
DE sentirse incómodo POR SU COMPORTAMIENTO EGOISTA.
NORBERTO Y LA CENICIENTA
Ese día de la disco, igual que en
el cuento de la cenicienta, tras el final del hechizo, cuando en el reloj
dieron las 12 de la NOCHE, la carroza se
había convertido en una calabaza, los caballos en ratones y la princesa en una
criada sucia.
Ese día Norberto se convirtió
para mí en UN IMPOSTOR que traicionaba sin el menor sonrojo las enseñanzas de
CRISTO. Una persona psicológicamente turbia, quien camufla sus turbiedades
mediante “ROLLOS ESPIRITUALES”.
Ese día sentí asco por haber compartido mi
vida con un tipo que por culpa de la soberbia ocultaba sus inseguridades y
miedos. Una especie de planta carnívora
que devora los corazones de los que sin practicar adulaciones gratuitas se han
interesado por él, incluso le han tendido la mano en momentos muy difíciles.
ESE DÍA ME SENTÍ
SOBRECOGEDORAMENTE DEFRAUDADO POR NORBERTO.