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domingo, 26 de mayo de 2013

LA EPIFANÍA DE DAVID Y CARLES

DAVID Y CARLES: LA EPIFANIA.

El último fin de semana estuvimos juntos, muy juntos. No me esperaba nada de parecido, pero supongo que las circunstancias encarrilaron las cosas para que ocurrieran del modo en que ocurrieron. Realmente no sabría muy bien definir el sentimiento que se apoderó de mí, mientras estaba junto a David. Le dije que era “triste pero bonito”. Lo que en principio tenía que ser un puro trámite, se acabó convirtiendo en algo más profundo.
Hablamos de nuestras cosas, cara a cara, como se debe hablar. Expusimos nuestros puntos de vista. Nos sinceramos como hacen los que se quieren.
Sin lugar a dudas, esos días estuvimos los dos estremecidos, casi sobrecogidos, porque bien sabíamos los dos que cuando ese fin de semana llegara a su final, las cosas ya nunca más volverías a ser como habían sido. Eso no significa que ninguno de los dos supiéramos muy bien cómo iban a ser a partir de entonces las cosas. Lo único que sabíamos, y por eso estuvimos tan “raros”, tan “trastornados”, tan desconcertados, es el cambio substancial que presentíamos… Era la incerteza que se avecinaba lo que nos producía a los dos, al menos a mí sí, esa terrible sensación de desamparo. Estábamos como asustados, como inseguros, como angustiados, porque el futuro nos producía un tremendo recelo. Hubiéramos querido eternizar el presente, hacer que ese fin de semana no se hubiera acabado nunca… Pasar la eternidad acurrucados en el piso… Como si no entendiéramos por qué las cosas debían de cambiar ni por qué teníamos que romper la magia de esos momentos vividos durante ese fin de semana.
En mi ingenuidad, propuse una solución que pretendía alargar en el tiempo nuestra unión. Una solución que me causa miedo, porque en el caso de realizarla, muy bien sé que las cosas nunca volverán a ser como han sido. Sentí la vertiginosa sensación de que mi vida estaba a punto de dar un cambio radical, y eso me sobrecogió mucho. Tanto si la solución se lleva a cabo como si no, tendré que hacer frente a retos y a situaciones  muy complicados.

TIEMPO DE REFLEXIÓN

Estamos en estos momentos en período de reflexión. Tanto David como yo sabemos que las cosas ya no pueden ser como fueron.
Dos alternativas, pues, se imponen. Aceptar o rechazar la solución que propuse.
Si David la rechaza, se abre ante nosotros una triste separación, un final absoluto de lo que fue nuestra muy “peculiar” convivencia. Aunque, y creo no equivocarme, siempre quedará entre los dos una inmensa amistad que a buen seguro se irá consolidando con el tiempo. Porque David será para mí el Amigo Inmortal.
Si David la acepta, entonces ante nosotros se abre paso, de forma inquietante, un reto para los dos. Una  nueva forma de entender la convivencia que creará tensiones y también satisfacciones.

La finalidad de mi propuesta es la de aumentar el tiempo de convivencia de una forma muy significativa y también darle mucha mayor consistencia a la relación. Tanto una cosa como la otra implica que sepamos vivir sin preocuparnos, excesivamente, por lo que los demás digan o piensen de nosotros.

Me gusta entender la convivencia como algo que se va desarrollando por etapas, con la voluntad de converger hacia una unión total. Es decir, como si fuera un organismo vivo que tiende a su pleno desarrollo.

SENTIDO DEL CAMBIO

Atendiendo a las formas de ser muy particulares, tanto de David como mías, siempre he creído que la relación que estableciéramos los dos se tendría que adaptar a nuestros caracteres. No se trataría tanto, pues, de imitar las relaciones que normalmente establecen la mayoría de parejas, sino de ser capaces de crear una a imagen y semejanza de nosotros.

EL VACÍO DE DAVID.

Yo me imagino mi vida envejeciendo al lado de David, y esta idea no me repugna, nace de lo más profundo de mi corazón, y siento que mi ser se adhiere a ella, la consiente y la admite sin especial incomodidad. Si no creyera que David es una persona que merece la pena, jamás hubiera concebido una propuesta como la que le he ofrecido, porque nunca suelo prometer lo que no podré cumplir.

LA EPIFANÍA

En los bellos momentos de confraternización vividos por los dos este último fin de semana sentí, con estremecedora nitidez, la manifestación de algo profundo que emergía para conmovernos. Una especie de sobresalto sentimental que casi nos inmovilizó el uno junto al otro, como si ambos tuviéramos el presentimiento de una unidad que hubiera sido fraguada en el principio de los tiempos. Una unidad amenazada, que está a punto de romperse y que sin embargo se resiste a ser divida. Esa fuerza de cohesión, de querer permanecer, es la que sentí, con toda elocuencia, el pasado fin de semana, mientras estábamos tendidos, los dos juntos, sobre el sofá. La voluntad de unidad.
 La pregunta sería por qué esa voluntad de unidad debe ser aniquilada por una simple distancia, por qué ese sentimiento tan espiritual de unidad debe ser vencido por un alejamiento tan material como el que imponen 150 km? Una distancia tan insignificante no debería representar ninguna dificultad para una fuerza de unidad espiritual como la que se reveló ese domingo por la tarde.

LA LIBRE ELECCIÓN

A pesar de lo bella que pudiera parecer dicha voluntad de unión, de nada valdría si no fuera deseada y suscitada por cada una de los dos. Si esa voluntad naciera en David, no porque él la quisiera así, sino porque yo se la inculcase o  se la fomentara, no sería ni bella ni admirable. Sería, en el mejor de los casos, una farsa, una mentira piadosa que acabaría por crear la peor de las frustraciones. La voluntad de unión debe nacer de forma espontánea, no forzada, en cada uno de los dos, por propia decisión, y no porque otro la haya impuesto. Es decir, David debe querer permanecer junto a mí, no porque yo se lo implore, sino porque él así lo quiere. Si por ejemplo se quedara porque mis lágrimas le conmovieran, esa decisión por quedarse no sería ni sincera ni honesta, sería un autoengaño sentimentaloide. No se  quedaría por convicción, sino por lástima hacia mí. De la misma manera, lo que vale para David también vale para mí. Cada uno de los dos debe tomar, lo más libremente posible, la decisión final y esa decisión debe de expresar lo que el corazón quiere.

EL DESAFÍO DEL ESFUERZO.


¿Cómo uno puede lograr que esa voluntad de unión experimentada con total claridad ese domingo triunfe sobre los obstáculos? Sin lugar a dudas por el esfuerzo. Sin esfuerzo nada de duradero ni de grande se consigue. Muchas personas no tienen ese sentido del esfuerzo, y ante la primera dificultad ya se desinflan. Sin embargo, los que consiguen disciplinar sus almas, para que éstas sobrepasen los obstáculos, se acercan, pese a los constantes sacrificios y sinsabores, a la felicidad. No puede haber mayor felicidad, ni plenitud de vida, que la conseguida al constatar que por el esfuerzo de uno mismo se ha llegado, tras muchos sufrimientos, a la meta soñada.

NORBERTO: LA OSTENTACIÓN DE LA FELICIDAD

NORBERTO :  LA OSTENTACIÖN DE LA FELICIDAD

ESTADO CIVIL: COMPLETAMENTE FELIZ:


Hay personas que disfrutan exhibiendo impúdicamente ya sean sus riquezas, pongamos por caso un porsche rojo  último modelo, un vestido de  Versace, un collar de rubíes, un rolex de oro, ya sean su envidiable posición social, su plenitud anímica, etc. Con tan poco ejemplar comportamiento buscan, sin lugar a dudas, sentirse superiores a los demás, alabarse a sí mismos, difundir a los cuatro vientos la plenitud de sus vidas. Son unos egocéntricos incurables, y en el fondo, unos pobres hombres. Necesitan de alguna forma que su prójimo los envidie, y a la vez, hacerlo sentir un desgraciado. El sentido de sus vidas se reduce a esta inmoral ostentación de  lo que creen que los hace superiores respecto a los demás, que los hace sentirse unos elegidos, unos seres privilegiados por la Fortuna o por el mismísimo Dios.
Norberto es uno de esos hombres que necesita restregar su felicidad, sea cierta ésta o no,  por la cara de los demás. Por lo que se deduce a partir de sus palabras, su felicidad es, AHORA mismo, plena, sin sombra alguna que la enturbie.
Bien cierto es que no se sabe de entrada si esa felicidad se refiere exclusivamente a su vida sentimental, o por el contrario, abarca a toda su esfera existencial.
Si es lo primero (y todos los indicios así lo corroboran), habría que decirle que no es muy elegante no mencionar, ni de forma colateral, a la persona que, por derecho propio,  contribuye explícitamente a esa felicidad.  Porque parece que la única cualidad de esa persona sea la de hacerle feliz, como si resultara sólo admirable o buena por lo que produce en el otro y no por su ser mismo. Es decir, se la trata como medio y no como fin. En general, tal efusión temperamental me trae a la memoria aquello de “ FElIZ a más NO PODER con mi CUCHI CUCHI”, reveladoramente al poco de pronunciar tales palabras la relación con el CUCHI CUCHI se fue al CARAJO. Pero hombre de Dios, no sería más correcto decir:  razonablemente feliz con mi CUCHI CUCHI, humildemente feliz, buenamente feliz, estoy bien con mi pareja, me va bien…  Así, incluso Norberto, que ya es decir, `parecería humano ante los ojos de los demás. Pero no, como siempre, intenta camuflar la frustración sentimental de su pasado valiéndose de una afirmación que además de ser una cursilería es una inexactitud petulante. Lamentablemente, el pasado no se puede borrar, por eso mismo debería servir para que todos fuéramos  más prudentes y menos vanidosos de cara al futuro. Si llevara 25 años conviviendo con la misma persona, quizás estuviera algo justificada semejante elocuencia efusiva. Bien pudiera ser que aquel que ha tenido tantas parejas, y semiparejas, a lo largo de la vida, haya acabado por mitificar el momento presente,  consciente de que cuando menos se lo espere ese presente se disolverá irremediablemente, dejando tras de sí una estela dolorosa.

Si es lo segundo, habría que decirle al argentino que no tiene vergüenza torera. Cómo diablos alguien que ha dejado un recuerdo áspero  en tantas personas puede ignorar dicho malestar? No tiene acaso memoria para saber lo que hizo en su pasado más reciente? Le importa un bledo sus muchas desconsideraciones a su prójimo? Pues probablemente así sea.    
Si en estos momentos vive muy feliz, bien lo podría expresar con mayor discreción y humildad. No olvidando nunca de dónde viene, quién ha sido, cómo ha tratado a muchos que le abrieron sus puertas de buena fe… todo esto no ha prescrito: continua existiendo en su memoria y en la memoria de los que padecieron “sus malos rollos”. Aunque él afirme, manipulando a Santa Teresa, que TODO SE PASA, la verdad es que nuestros actos, buenos o malos, se graban de forma indeleble en nuestros corazones, y allí se quedan para siempre.
La verdad es que esta obsesión del argentino por alardear de su felicidad es bastante morbosa. Siempre que puede resalta, hasta extremos un poco patéticos, que es uno de los hombres más felices. Parece que siga las instrucciones de algún libro de autoayuda. Sin lugar a dudas es evidente que con esta forma de obrar se quiere dar ánimos a sí mismo para que así le suba la autoestima. En fin, un modo de autoengañarse como cualquier otro. Quizás se ensalce a sí mismo, porque no tiene a nadie más que lo ensalce. En el fondo, esa obsesión por sentirse el ser más feliz del mundo revela una alma muy acomplejada, que tiene miedo de aparecer desgraciada ante los demás, porque tal vulnerabilidad sería intolerable para su ilimitada SOBERBIA. Por orgullo, y no por convicción, creo que afirma que es completamente feliz.
Se mire como se mire, siempre resulta muy poco elegante que uno se diga de sí mismo que es el más guapo, el más listo, el más bueno, etc… Hace falta ser un creído, un prepotente para ir por la vida magnificándose sin mesura a sí mismo…

Pero cómo diablos puede ser completamente feliz quien dice de sí mismo que  A VECES LO HACE FATAL. Si uno es  consciente de sus propias limitaciones por lógica y por decencia no puede sentirse completamente feliz.

Yo mismo no podría decir de mí mismo que soy completamente feliz. Sin ir más lejos el recordar mi convivencia con el argentino es siempre una fuente de tristeza que me impide lograr una felicidad plena. Por supuesto hay otros muchos recuerdos y vivencias, a parte de esa desgraciada convivencia, que tampoco me permiten conseguir dicha plenitud.
Además, si yo fuera completamente feliz, ello significaría que soy absolutamente insensible ante las penalidades de los demás, que me importan un comino que mis seres amados lo pasen mal. En el mundo hay demasiada injusticia como para que una pueda ignorarla y sentirse completamente feliz.
Quizás el argentino que sólo se preocupa de su yo, sea absolutamente indiferente al sufrimiento de los demás. Dios mío, qué forma más insolidaria y lamentable de ser¡¡¡ Le da igual que existan personas que estén tristes, que no tengan qué comer, que sufran malos tratos, que duerman en plena calle, etc. Todo eso le da igual porque él es completamente feliz, nada le turba, vive encerrado en sí mismo, es, pues, UN COMPLETO AUTISTA, UN EGOCÉNTRICO IMPENITENTE…
En rigor, solo Dios es completamente feliz, porque nada le falta. Cualquier humano, por su misma esencia limitada, no puede ser plenamente feliz. 
"Solo en Dios se calmará su sed de infinito, logrando, entonces sí, la plena felicidad, la BEATITUD. Quien no antepone nada al amor de Dios será la persona más dichosa, ya que en Dios está nuestra felicidad."
SE COMPARA ACASO CON DIOS O CON CRISTO? Cristo fue el hombre más feliz porque no le negó nada a Dios olvidándose de sí mismo, preocupándose por los demás.  Alguien se puede imaginar que Norberto se olvide de sí mismo, aunque sea para agradar a Dios. Es poco creíble que el argentino deje a un lado su YO para preocuparse por los demás. Antes preferiría morir, pasar hambre, pasar miseria que olvidarse de su YO.
Todas sus connivencias místicas suenan falsas. Cómo es posible que aquél que lo dio todo para y por su carne ahora renuncie a ella para relacionarse con asociaciones místicas.

En fin, para él la felicidad es como un reloj de oro, algo que se tiene para exhibir ante los más desgraciados y su pareja, en lógica correspondencia con lo anterior, la tienda donde se compra dicho reloj.