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domingo, 6 de marzo de 2016

DAVID, EL ETERNO INSATISFECHO



DAVID, EL ETERNO INSATISFECHO



Ayer pasé un día feliz con David en Tarragona. Hacía un fuerte viento, pero tampoco nos importó mucho, pues los dos estábamos a gusto paseando por la ciudad. Cuando llegamos delante del mar, nos hicimos unas cuantas fotos.

Hoy mirando esas fotos, se me ha ocurrido pensar que quizás David se sienta sin rumbo, porque siempre esté insatisfecho. Nunca tiene el sentimiento de la plenitud, porque en su manera de ver las cosas, siempre le falta algo. La ausencia de lo que le falta, le inquieta, incluso lo agobia, empujándolo a buscar eso que le falta.  Gran parte de sus energías se consumen en esa búsqueda, lo cual normalmente lo acaba dejando exhausto y con una desagradable sensación de vacío. En general no va hacia lo que tiende su propia naturaleza, sino hacia lo que él considera que debería tener, creando una especie de conflicto consigo mismo. Ya se sabe que el corazón dicta una cosa y la razón otra, siendo a veces muy difícil decidirse por una o por la otra. Sea como sea, el deseo de cada uno es casi tan inmenso como el mar, o incluso más, y nada lo puede saciar, como bien saben los budistas, por lo cual siempre a uno le quedará la sensación de frustración, no conformándose con lo que tiene: ahora que tengo esto quiero lo otro, y así sucesivamente…

Eso no quiere decir que uno no deba esforzarse por conseguir sus propias metas, lo único que significa es que si esa búsqueda lo agobia en lugar de ilusionarlo, dicha búsqueda no le conviene.

Uno puede decir: porque no tengo lo que necesito estoy triste, o bien, estoy buscando con ilusión lo que me falta, en el segundo caso, la persona que busca se sientre realizada, aunque no encuentre lo que busca, por el contrario, en el primer caso, se siente a la vez frustrada y decepcionada consigo mismo.

Todo lo anterior me hace pensar en San Francisco de Asís quien presumía de su voto de pobreza, diciendo aquello de: Me basta un poco de agua y unas cuantas fresas para elevarme, como las alondras, hasta los cielos.

De vez en cuando, uno tiene que sentirse satisfecho con lo que tiene, aunque sea poco y malo, porque si no sabe valorar lo poco, tampoco sabrá valorar lo mucho, corriendo toda la vida como un fantasma insaciable tras lo que cree que le falta, pues por mucho que tenga nunca lo va a tener todo, porque todo solo lo puede tener DIOS, en el caso de que exista.

LAS GANAS DE OFENDER DE NORBERTO



LAS GANAS DE OFENDER DE NORBERTO

A continuación transcribo, traducido al castellano, el primer parágrafo del mail que envié a Norberto, y que provocó, de alguna manera, el final abrupto de la convivencia.


“Que tal, Norberto?
Tu visita inesperada me ha hecho cuestionar unas cuantas cosas. En general, la vivencia de esta tarde sonaba casi a un adiós definitivo. De alguna manera intuía que vendrías a Lleida hoy (como no respondiste al SMS suponía algo oculto), por lo que a las cuatro ya estaba en mi piso. Aunque mi intuición era que dejarías las llaves en el buzón y te irías sin verme. Afortunadamente, me has entregado las llaves (el símbolo de todo lo que te he dado estos meses) en la mano (la mano tendida). Para mi gusto, sin embargo,  te has ido demasiado deprisa; es natural tanta celeridad pues no pensabas encontrarme en el piso, pero a estas alturas te conozco tan bien que yo sí que estaba casi seguro de que vendrías. No olvides que según Rilke, la tarea del poeta es convertir lo visible en invisible, y eso es lo que yo he hecho contigo, y con el resto de personas y cosas que he conocido.”

Hasta aquí el primer parágrafo. Tras leerlo el argentino lo tildó de delirio poético. Pero ¿por qué? Porque yo había intuido que el argentino vendría al piso? ¿Eso es un delirio? Eso, en todo caso, no pasa de ser un pronóstico.
Si, en cambio, hubiera dicho: voy a ir al piso a esperar que venga el Rey de España o Papa Noel. ESO SÍ que sería un DELIRIO¡¡¡¡¡ Pero suponer que acudirá la persona con la que convivo no es ningún delirio. Ciertamente hay que reconocer que esa persona no venía a mi piso desde hacía casi dos semanas, pero también es verdad que yo me había ido una semana de viaje, por lo tanto, lo más probable era que el argentino viniera, puesto que aún trabajaba para la señora inválida. Por lo tanto, teniendo en cuenta las circunstancias y el contexto, mi afirmación de que: yo creo que hoy vendrá Norberto a mi piso, aunque no me haya dicho nada, es equivalente a la de: YO CREO QUE MAÑANA VA A LLOVER. Así que eso ya no tiene nada de delirio. Pero en cambio, sí que tiene que ver con la necesidad del argentino de presentarme ante su propia persona como un perturbado mental, un ser con delirios. Así podía justificar mejor el no despedirse de mí o el negarme la palabra o el despreciarme, etc.

Sí que tiene razón cuando dice que el texto tiene un sesgo poético. Si, es verdad: y qué hay de malo en ello. Cuando digo que las llaves del piso que él me entregó ese mismo día era el símbolo de todo lo que le había dado, pues es una forma poética de decir que esas llaves abrían las puertas del piso a través del cual fue posible ofrecerle toda mi ayuda. Esas llaves, que él me exigió, eran más que unas simples llaves. Pero se diga de una manera u otra, lo que se quiere decir es lo mismo.
En esos momentos, yo consideré que si me devolvía las llaves era porque quizás  ya no tuviera la intención de volver al piso nunca más. Eso es un delirio? Qué sintió tiene devolver unas llaves, si uno quiere volver. Es obvio que no quería volver más. Aunque como es tan previsor, tampoco descartaba del todo el volver algún día, porque como la vida da muchas vueltas, a lo mejor las cosas se le volvían a complicar mucho, y en ese caso no le quedaría más remedio que volver. Pero esta era para él la posibilidad más remota. Lo más probable es que las cosas le fueran en Barcelona aceptablemente bien como para no tener que volver nunca más a pisar mi piso: y como Norberto estaba tan completamente seguro de que eso iba a ser así, por eso me devolvió las llaves ese día.

Lamentablemente, no se le pasó nunca por su cabeza que yo me adelantara a sus intenciones, sugiriéndole aquello de que “como la convivencia no ha ido del todo bien, mejor concluirla como amigos”. Pero esto en ningún caso era un desprecio para él, sino todo lo contrario, precisamente porque lo apreciaba, no me parecía justo que la falta de afinidad entre los dos acabara por enemistarnos. Pero él iba a la suya, como de costumbre y optó por obrar unilateralmente, porque según él, todo pasa.

Por otro lado, yo soy poeta, he escrito libros de poesía y la leo con frecuencia: así que es de lo más lógico que mis textos estén impregnados de ideas poéticas.

En fin, que es un delirio suponer que vendría a mi piso, pero NO ES UN DELIRIO SUPONER QUE EN LAS PLEYADES HAY UNOS ANGELES DE LUZ QUE VELAN POR NOSOTROS