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viernes, 4 de mayo de 2012

NORBERTO VUELVE A LLEIDA

Puedo casi asegurar que Norberto, o alguien muy afín a él, ha estado en Lleida esta primera semana de mayo. Pero como no lo he visto con mis propios ojos, no puedo afirmar al cien por cien que haya visitado Lleida. En todo caso, mi percepción no se basa en una corazonada ni en un delirio, sino en  un dato objetivo que se podría presentar ante cualquier instancia oficial. No sé si la visita se debe a motivos laborales o turísticos, lo único que estoy en condiciones de afirmar es que, indirectamente, tiene algo que ver conmigo, aunque sea muy indirectamente, y es natural que así sea.



Tras conocer el dato objetivo que acabo de mencionar, mi imaginación ha comenzado, tal como es su costumbre, a, por decirlo de alguna forma, desbordarse. Entre otras cosas, me  he preguntado a mí mismo: ¿qué se me habría pasado por la cabeza, si por aquellas casualidades de la vida, lo hubiera visto, al argentino, pasear, desde la habitación de mi piso, por la calle. Seguramente, mi memoria me habría devuelto los recuerdos de la primera semana  que el argentino  pasó en Lleida, en mi piso. Seguramente habría evocado algunos episodios vividos que por aquel entonces, y debido a mi inexperiencia y mi buena fe no supe entender, y que ahora, tras saber todo lo que sé, les puedo dar una nueva interpretación.

EL ARGENTINO Y LOS LADRONES


En particular, me viene a la cabeza un episodio vivido durante la primera o segunda noche en que el argentino pernoctó en mi piso. Lo voy a relatar brevemente. Para hacer más agradable la estancia del argentino, se me ocurrió ir a buscar a la biblioteca un libro sobre Buenos Aires, ilustrado con muchísimas fotos. Después de cenar, lo hojeamos conjuntamente. El argentino, visiblemente ilusionado, iba comentando los distintos lugares bonaerenses que tan bien conocía. Sus ojos brillaban especialmente, sin duda iluminados por la nostalgia que invadía toda su alma. Me resultó muy enternecedor verlo hablar sobre edificios, parques, fuentes… con  verdadero amor. De repente, cuando aún estábamos por la mitad del libro, Norberto me dijo: “ Carles, mañana continuaremos mirando el libro, ahora tengo sueño y me quiero ir a la cama”.  Por mi parte, estuve hojeando en solitario el libro una media hora, pasada la cual, me fui a dormir. Una vez en la cama,  dispuesto ya a cerrar los ojos para soñar, oí unos ruidos extraños en la habitación de al lado, donde dormía el argentino. Después de unos segundos de vacilación, descubrí que esos sonidos correspondían al móvil del argentino, quien con gran premura debía estar tecleando un mensaje para alguien.
La verdad es que apenas nos conocíamos, por lo cual mi primera reacción fue la de caer presa del pánico. Tuve la terrible sensación de que el argentino se estaba comunicando con alguno de sus compinches para avisarlo de que yo estaba dormido, dándoles a entender así  que ya podían venir para robarme todo lo que pudieran. Hoy reconozco que fue un presentimiento realmente demencial,pero prometo que por aquel entonces me llegó a paralizar de miedo. No tenía ni ánimos para levantarme de la cama. Me quedé agazapado bajo las sábanas, esperando a que los cómplices de Norberto entraran en mi cuarto y me golpearan sin contemplaciones. Así, imaginado atrocidades y desgracias, me estuve un buen rato hasta que caí rendido por el sueño. Al día siguiente, tras comprobar que nada malo había ocurrido, respiré con gran alivio. E inmediatamente, procedí a efectuar un barrido por todo el piso para certificar que nada había sido sustraído. De camino al trabajo, eché una ojeada a los mensajes de mi móbil que había permanecido apagado toda la noche. Para mi sorpresa, hallé uno que decía lo siguiente: Carles, muchas gracias por el lindo detalle del libro”. Y algo más que no recuerdo. Es decir, el mensaje que Norberto había estando tecleando se lo había enviado, no a ningún compinche, sino a mí.  Entonces me di cuenta de que mi móvil permaneció apagado durante toda la noche y que por eso no lo oí sonar.
Me quedé como si me hubiesen hipnotizado, flotando en una mar de sensaciones insólitas que estaban a punto de hacerme zozobrar. Tras recuperarme de mi asombro, me embargó una sensación de alivio tan fenomenal que me hizo sentir muy feliz. Me sentí algo avergonzado por las extravagancias a las cuales había dado crédito y me reí del miedo que había experimentado la noche anterior. A partir de ese día ya no volví a sentir ninguna desconfianza hacia Norberto ni nunca más volví a imaginar complots o cosas raras de esas. Al menos en ese sentido no tenía  nada que temer de él.
Dominado por la euforia que acabo de describir, no me hice ninguna pregunta sobre el sentido de ese mensaje del argentino. La verdad sea dicha, no sé si le contesté algo o no. Sólo sé que me sentí muy aliviado y que me dije a mí mismo que no valía la pena dar más vueltas a algo tan irrelevante y, en parte,  tan ridículo y absurdo.

ALGUNAS PREGUNTAS INDISCRETAS



Hoy, en cambio, que conozco más bien a Norberto, doy a lo ocurrido otro sentido.


En primer lugar me hago las siguientes preguntas:


1.- Si no tenía sueño, ¿por qué el argentino se fue a dormir?


2.- ¿Por qué el argentino no acabó de hojear el libro junto a mí?


3.- ¿Por qué esperó a que estuviera en la cama, desvestido, para enviarme su mensaje?


4.- ¿Por qué, tras enviar el mensaje, se fue a buscar el libro para hojearlo, durante un buen rato, en su habitación? A lo mejor se estuvo dos horas despierto en plena noche hojeándolo.


5.- ¿Qué sentido tiene enviar ese mail a  horas tan intempestivas, cuando a la mañana siguiente nos teníamos que ver y me podía dar las gracias si así lo consideraba oportuno?


6.- si hubiera oído mi móvil, ¿le hubiera contestado algo o no?


7.- En caso de responderle, ¿qué le hubiera respondido?


Es difícil saber cuáles eran las intenciones últimas del argentino para obrar así. Pero de lo que no me cabe duda es de que con ese mensaje, buscaba una respuesta por mi parte, a poder ser una respuesta inmediata. Y si  estoy convencido de lo anterior, más lo estoy de que Norberto se debió sentir muy decepcionado, incluso irritado, porque no le respondiera nada.


Si hubiera oído sonar el móvil, estoy seguro de que no le hubiera respondido nada. Porque la verdad, no le hubiera encontrado ningún sentido a que alguien, que estaba a tan sólo dos metros escasos de mí, me enviara a la una de la noche un mensaje como ese. al fin y al cabo, sólo se trataba de un libro que había pedido prestado de una biblioteca. Algo del todo insignificante, que para mi no tenía ningún valor.


Hoy sé que con ese mensaje el argentino buscaba afecto, como mínimo afecto y quien sabe si algo más.


Ese mensaje, suena a proposición, a quien tira la caña para ver lo que pesca. Una forma como cualquier otra de probarme. De otra manera, no le veo  sentido alguno.


Hoy en día, si alguien me enviara un mensaje como ese se me ocurrirían distintas formas de responderlo. Por ejemplo podría decir:


“Si pudiera, me gustaría tener un detalle contigo cada día”…

Pero entonces no le contesté nada, cómo diablos iba a contestar a alguien que me había dicho que “ No tenía nada que dar porque no tenía ánimos”.  Me hubiera parecido un contrasentido y una falta de respeto "tontear" a altas horas de la noche con quien había confesado que le "habían destruído los ánimos".


Hoy también sé que esa frase del “ Ahora no tengo ánimos para dar NADA”, era una forma como cualquier otra de cubrirse las espaldas. Si por lo que fuere le hubiera interesado dar, hubiera dicho, “ ya te dije que Entonces no tenía ánimos, pero ahora sí que los tengo”.

Si no le hubiera interesado, hubiera dicho: “ ya te dije que no tenía nada que dar”. En fin, una más de sus INCOHERENCIAS:

Por mi parte tuve muy claro que sus vivencias con Ferran marcaban un límite que nunca debía ser traspasado. Sólo con la imaginación podía ser traspasado. Porque si se traspasaba, ambos caeríamos de pleno en un abismo.

Ahora, a toro pasado, considero que lo más lamentable es que sin traspasar para nada ese límite, nos arrojamos, de mutuo acuerdo, al abismo.

Verdaderamente es una lástima que dos personas que el azar une tan caprichosamente  acaben así. Pero, qué le vamos a hacer.

 En fin: Hágase tu VOLUNTAD, así en la tierra como en el cielo.