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miércoles, 20 de enero de 2016

CALLES DE PLASENCIA














LA NUEVA VIDA SENTIMENTAL DEL ARGENTINO



LA NUEVA VIDA SENTIMENTAL DEL ARGENTINO

Norberto se aplica aquello de Año nuevo, vida nueva. La verdad sea dicha: da exactamente lo mismo proponerse un cambio  durante la primavera que durante el invierno, pero, por lo visto, son muchos los que dominados por ideas supersticiosas consideran que si ese cambio se realiza justo cuando empieza un  nuevo año, dicho cambio tendrá más posibilidades de ser exitoso. Bueno, eso es tan probable como lo contrario. No hay ningún argumento sólido que demuestre que los cambios llevados a cabo a final de año serán más efectivos que los llevados a cabo a mitad de año. En fin,  que es igual de supersticioso creer que  un gato negro trae mala suerte que creer que los  cambios se deben hacer al inicio el año.

Pero lo relevante no es la determinación del argentino de cambiar su vida sentimental este año, sino que diga públicamente que la vida sentimental que llevaba hasta hace poco se podía considerar una “ gilipollez obsesiva” o algo por el estilo.

Si me ha llamado la atención la anterior frase no es porque me parezca ni bien ni mal, que haga lo que le dé la gana respecto a la cuestión amorosa, faltaría más. Sino porque  llama a sus supuestas inclinaciones castas, “ gilipolleces”. La castidad no es una gilipollez, pero es evidente que el argentino vuelve por los caminos trillados de siempre, y es que la cabra siempre tira al monte. En mi opinión, el argentino es una especie con tendencias monásticas, que siempre acaba comportándose como lo haría cualquier ateo. Siempre nos da gato por liebre. Es un errante, y a lo largo de la vida ha pasado alternativamente de la castidad a la prosmicuidad, sin acabar de encontrar el sabio punto medio. Ya en mi convivencia con él me apercibí de ello. Siempre me pareció de lo más ilógico que aquél que presumía de sus convicciones religiosas, acabase optando por formas de vida que hubieran disgustado profundamente a San Francisco o Santa Teresa. Pero allá cada uno con sus incoherencias.

Uno podría pensar que tras lo vivido con el Diego, se le quitaron las ganas de emprender una nueva vida sentimental, pero eso no es cierto, porque tan pronto como  pisó la nueva ciudad donde habita ahora, dejó escrito que deseaba encontrar lo más rápido posible pareja. Sin embargo, no lo consiguió, porque se le hizo la luz, y prefirió seguir la senda de los monjes o eso al menos  supongo yo: la senda de los marcianos de luz. Pero ahora el errante se ha aburrido de su vida franciscana o pleyadiana o dígase como se quiera, y desea dar alguna alegría al cuerpo o al corazón, que quizás al cuerpo ya se la daba, porque dónde irás buey que no ares.

Pero eso, como ya he dicho, me la trae floja; lo relevante es que proclame que su voluntad  de no rehacer su vida sentimental se debía a GILIPOLLECES MANIÁTICAS, así tal cual. De donde se deduce que el argentino   se deja guiar por paranoias o manías obsesivas que no sabe cómo controlar. Al menos así lo reconoce él mismo. Y en eso hay que darle la razón, porque los marcianos de luz, las energías que no se pueden medir, los cursos de milagros, el Feng shui… no son sino paranoias propias de seres iluminados. Lo mismo que sus inclinaciones a la castidad o su rechazo a la vida sentimental. El mismo reconoce lo que muchos otros ya sabían: que de tan obvio causa vergüenza confesarlo.

Pero si el reconocimiento de sus paranoias o manías me parece tan relevante es porque es la primera vez que admite que tales manías son patólogicas. Hasta ahora asumía que se dejaba llevar por los malos rollos, de la misma manera que hay gente que prefiere el color azul o que no soporta a los perros, manías sin consecuencias psicológicas, pero ahora da un paso adelante y reconoce que sus manías tienen una base más o menos patológica, aunque sean inofensivas para los demás, por eso las clasifica de chorradas. Sea como sea, es obvio que le incomodan mucho. Más aún. Le disgustan profundamente.

Asumiendo esas manías, es mucho más fácil entender porque se comportó de forma tan anómala conmigo. Su YO no domina a esas manías, sino que es al revés, esas manías dominan a su yo. Teniendo en cuenta lo anterior resulta mucho más fácil entender porque abandonó mi piso de la forma incomprensible en que lo hizo. Estaba cegado por sus manías, luego no podía pensar con lucidez. Lo recordaré toda mi vida. El argentino se había acogido a mi caridad y vivía entre Lleida y Barcelona.

Tras una semana en Estambul, regresé a mi ciudad, lo cual fue comunicado al argentino, quien no respondió a mi sms. Como era mi costumbre tras el viajé, decidí alojarme en casa de mis padres, pero un sexto sentido me decía que el argentino estaba en Lleida, así que obedeciendo a ese presentimiento fui a mi piso, convencido de que aunque el argentino no me había dicho nada, acudiría al piso. Así fue. A las 4 de la tarde apareció por allí. Muy inquieto y nervioso. En primer lugar no se esperaba encontrarme allí y en segundo lugar estaba tan excitado, porque había sido despedido diplomáticamente de su trabajo en Lleida. Sin trabajo, para él ya no tenía sentido volver a Lleida, así que me devolvió las llaves del piso. A pesar de que yo le dí dos regalos turcos, él no me preguntó nada sobre mi viaje. No le interesaba en lo más mínimo. Me explicó lo de su despido, que él interpretó al revés, diciendo que era él quien había decidido no continuar; se bebió un vaso de agua y se fue.

Tras reflexionar sobre lo ocurrido, le envié un mail diciéndole que sería conveniente poner punto y final a nuestra convivencia. Porque qué sentido tenía prolongar una convivencia que no complacía a ninguno de los dos.  Yo esperaba sinceramente que el argentino estaría totalmente de acuerdo con mi propuesta. Pero para mi sorpresa, el argentino me envío un mail comunicándome lo disgustado y asombrado que estaba por mi absolutamente improcedente mail. Yo no daba crédito a lo que leía.

El argentino arremetió contra mi mail, porque lo había escrito sin tener en cuenta su estado de total agotamiento. Pero qué agotamiento? Limpiar una hora una casa y pasear otra hora más un perro? Se quejó de lo cansado que era para él viajar en tren. Des de cuando viajar en tren es pesado? Casi cuatro horas de viaje. Yo he hecho en muchas ocasiones el mismo trayecto entre Barcelona y Lleida y no me he cansado en absoluto. El trabajo en Barcelona? Pero si se pasaba la noche mirando Internet en el hostal. Si tenía sueño atrasado en el tren lo podía recuperar. Excusas y malas excusas. Siempre la misma forma de comportarse: si le decía cosas agradables, se enfadaba porque las decía con fines torticeros, si no le decía nada, también se enfadaba, porque lo ignoraba. Así que hiciera lo que hiciera, él siempre  se disgustaba conmigo.


No entendí para nada su reacción a mi mail, sobretodo porque yo estaba totalmente convencido de él estaría completamente de acuerdo; si no: porque me entregó las llaves?

El mail era un recordatorio para indicarle que las cosas había que hacerlas bien. No se podían devolver unas llaves de la misma manera como se devuelve una caja de cerillas. No tenía derecho a hacer una entrega tan fría de llaves, incluso tan desalmada. Era obvio que esa entrega de llaves simbolizaba el final de una etapa. Era evidente que la convivencia no satisfacía a ninguno de los dos, y que solo servía para generar fricciones, luego que mejor que aprovechar mi mail para poner punto final de una forma digna y honesta. Pues NO, el argentino no pudo resistirse a criticar mi propuesta y a cambio, qué ofreció? Cuál fue su propuesta? Nada, no propuso NADA. Se limitó a denigrar mi propuesta y aquí paz y allá gloria. Pero qué le costaba hacer un poco bien las cosas? Yo, sinceramente, no lo puedo entender. Si alguien hubiera hecho por mi, lo que yo hice por Norberto, es que no podría descansar en paz hasta agradecer y volver a agradecer semejante gesto. Pero el argentino PASA DE TODO. El a lo suyo. Ya entonces su único interés estaba en idear cómo podría dedicarse en el futuro a lo que hace ahora: es decir, a vivir descansadamente a costa de los crédulos. Seguramente se pensó que yo también era un crédulo de esos a los que engaña. Pues le salió el tiro por la culata. Pero hombre de Dios, cómo se te pudo ocurrir la ridícula idea de no mostrarte nada agradecido conmigo.

Entonces no lo entendí, pero hoy me resulta más sencillo entenderlo. Estoy convencido de que el propio argentino juzgaría su comportamiento como de “chorrada maniática”. Curiosamente, entonces afirmó que mi mail era eso, una especie de chorrada maniática, o como lo dijo él, “un delirio poético”.

Y mira que se lo puse fácil. Ese mail lo dejaba todo claro para acabar la convivencia de la forma más amistosa posible, pero él, dominado por su soberbia y por su desprecio hacia mi persona,  lo rechazó. Ese día, perpetrando una tal indignidad, Norberto se convirtió en una de las personas más lamentables que  he conocido. Tanto Dios, tantos rezos, tano San Francisco, tanta Santa Teresa para acabar obrando como el peor de los ateos. En fin, cuántos disgustos nos hubiéramos ahorrado, si él hubiera sabido estar a la altura de las circunstancias.