LA HABITACIÓN DE NORBERTO
Estas últimas semanas, dedico gran parte del tiempo a decorar el piso que
mis padres tienen en Lleida. Hasta hora vivían en el campo, pero por motivos de
orden práctico, han decidido trasladarse temporalmente a la ciudad. Allí tienen
un piso que estaba por reformar. Tras la oportuna reforma, tocaba decorar las habitaciones, una de las
cuales ha de ser la mía. Para decorarla he decidido colgar tres cuadros de Miró
en sus paredes, de los cuales solo he tenido que comprar dos, porque el otro ya
lo tengo en mi piso, por lo cual solo me hace falta trasladarlo de un lugar a
otro. Pero entonces queda un hueco en mi
piso: cómo lo voy a llenar.
Tardé un poco en encontrar la pintura ideal; de hecho, la idea final fue el
resultado de una serie de casualidades. En un principio, había decidido decorar
el dormitorio de mis padres con cuadros de Frida Kahlo. Había uno que me
gustaba especialmente, el titulado, La Columna Rota. Sin embargo, a mi madre no
le gustó, así que no tuve más remedio que reemplazarlo por otro. Elegí unos
cuadros japoneses clásicos que fueron del agrado de mi madre; ahora bien, qué
haría con el cuadro de Frida Kahlo, no podía tirarlo¡ Al instante, se me iluminó
el cerebro. Lo colocaría en mi piso, justo en el lugar que había ocupado el Miró.
El cuadro iba que ni pintado a posta, porque allí, en esa habitación, había
dormido Norberto. Por consiguiente, el cuadro de La Columna Rota simbolizaría
de alguna manera el paso del argentino por mi piso.
EL MOTIVO DE LA ANALOGÍA.
Norberto siempre alardea del dolor que este blog le ha ocasionado, pero
calla sobre el dolor que su comportamiento creó en mí. Ese dolor bien puede
compararse a esos clavos del cuadro de Frida, hincados en la piel sin dejar
ningún rastro de sangre. No es un dolor evidente el que causan, sino más bien
un dolor invisible, espiritual. Un dolor causado en el alma antes que en el
cuerpo. Un dolor que no se olvida. Sin lugar a dudas, lo que ocasiona el dolor
de la mujer representada en el cuadro es la rotura de su columna vertebral,
para apuntalar a la cual existe un corsé de acero que circunda el cuerpo. Resulta
muy tentador identificar esa columna rota con la convivencia entre Norberto y
yo, que también estaba rota. E incluso este blog puede compararse a ese corsé
de acero que impide que la columna se acabe de desmoronar, ya que si ésta se
derrumbara, arrastraría con ella todo el cuerpo hacia la total desintegración. Sin
embargo, y por efecto del corsé, todo se mantiene en un equilibrio
angustiosamente estable. El precio que se debe pagar por mantener en pie
semejante estructura es el dolor simbolizado por los clavos. O el dolor o la
nada: esa es la disyuntiva. O lo que viene a ser lo mismo: es imposible
renunciar a los recuerdos dolorosos que la vida nos trae sin renunciar a
nosotros mismos.