LAS PALABRAS QUE CONTRARIARON AL ARGENTINO..
Fueron unas palabras que escribí, ya hacia el final de la
convivencia, para leérselas.
He aquí las palabras:
“yo sé que pasarán
los años y que no me enamoraré nunca de otra persona, porque cada vez me doy
más cuenta de que ése no es mi destino. Tendré sexo con muchas, pero nunca
amor.”
En su momento, las anteriores
palabras expresaban una verdad absoluta. Hoy, en cambio, han quedado
completamente desfasadas, pues no se
ajustan en modo alguno a la realidad de los hechos. Eso es así, porque se
basaban en una presunción que ha resultado ser a todas luces falsa, a saber, la
de que “es mi destino que no me enamore
de otra persona”. Mi
situación sentimental actual es una prueba incontestable de que me equivoqué al
hacer ese pronóstico. Y sin embargo, cuando lo formulé creía en él a pies
juntillas. Aunque también es cierto que al cumplir los cuarenta años me sentí
con las fuerzas necesarias como para intentar cambiar mi situación sentimental.
Pero una cosa es imaginar y otra muy distinta llevar a cabo lo que uno imagina. Creía que
había alcanzado una seguridad económica que me permitía encarar de otra manera
mi vida. Sin esa voluntad de cambio, jamás se me hubiera ocurrido iniciar una
convivencia con un extraño. Creía, y en eso no me equivoqué, que esa
convivencia, tanto si salía mal como si salía bien, me serviría para romper el
hielo, para darme un bagaje con el cual no empezar mi nueva andadura con las
manos vacías. Sin lugar a dudas, y a las pruebas me remito, los hijos de
Narciso no son los mejores compañeros de viaje, pero ese sí que era mi destino, el de iniciar mi camino de
la mano de un argentino narcisista y, para más INRI, de ascendencia fálica.
CÓMO INTERPRETÓ NORBERTO ESAS
PALABRAS
Aunque yo no tengo la capacidad
de sondar el pensamiento del argentino, al menos en lo referente a su
interpretación de las anteriores palabras, creo que no me equivocaría mucho si
las relacionara con otras en que él se refería a mí de la siguiente forma: “
Carles, el psicópata catalán”. Realmente se cubrió de gloria, porque esa
afirmación demuestra bien a las claras que no sacó mucho provecho de su paso
por la Universidad, que, por cierto, no fue precisamente corto. Pero quien lo
conoce bien, sabe de sus limitaciones para asimilar objetivamente frases o
ideas que no se ajusten a su credo o a su forma de entender la vida. Necesita
manipularlo todo, no sé si conscientemente o no, no sé si como una medida en
defensa propia, necesita embutirlo todo en los rígidos moldes a través de los
cuales aprehende la realidad, o más bien, la deforma para que le sea afín, porque sólo tolera lo que le es afín.
EL SENTIDO QUE NORBERTO DIO A MIS
PALABRAS
Sin lugar a dudas, las interpretó
en el sentido de que yo era un psicópata en potencia, pues es sabido que estos
perturbados son incapaces de sentir amor por nadie. Supongo que, desde su
arrogante superioridad narcisista, debió sentir lástima por mi persona y, a la
vez, se debió sentir muy orgulloso de sí mismo porque él sí que es “capaz de
experimentar en toda su plenitud el amor hacia otra persona”, porque es obvio
que si él lo piensa así, debe ser así. Da igual lo que crean otros, y todavía
da más igual de que mi convivencia con él demuestre sin paliativos lo
contrario. Yo soy “un perturbado” que necesita de tratamiento urgente, y por lo
tanto, lo que piense o sienta no tiene validez para los “hombres normales y
sensatos” como el argentino.
¿CUÁL ES EL VERDADERO SENTIDO DE
MIS PALABRAS?
La frase no afirma que yo no tuviera capacidad de amar a alguien,
sino que, por las circunstancias que fueran, había decidido no consumar esa
capacidad, es decir, no ejercerla, lo que es muy distinto. Es decir, había
renunciado a tener una pareja. Al menos hasta ese momento había decidido eso,
hoy he decidido otra cosa, y lo había decidido así porque los perjuicios que,
en mi opinión, me podría comportar ejercer dicha capacidad de amar superaban
con mucho a los beneficios. Ya me imagino que alguien tan poco empático como el
argentino, no será capaz de entender esta forma de obrar, pero eso sólo demuestra que sus limitaciones no son
inferiores a las mías.
Para que se entienda mejor lo que
quiero decir con lo anterior, voy a narrar una anécdota que me aconteció hace
dos semanas para ilustrarlo.
MIS GANAS DE SER PADRE
Estaba en la sala de profesores de mi instituto,
haciendo guardia, es decir, tenía que atender todas eventualidades que se
produjeran durante esa hora. Así, si faltaba un profesor, debía reemplazarlo, o
si algún alumno sufría algún percance debía ocuparme de él. Pues bien, ese día
un niño de doce once años recibió un pelotazo en su brazo derecho que le
producía un dolor tremendo. El profesor de educación física, entró en la sala
donde estaba y me dijo que tenía que llevar a ese alumno, llamado David, a un
centro médico para que lo examinaran, porque a lo mejor tenía alguna fractura.
Sin muchas ganas, porque bien sabía que esas visitas se pueden alargar varias
horas, decidí hacerme cargo del alumno lesionado. Como a penas podía moverse,
llamé a un taxi para que nos trasladara hasta el hospital. Allí nos esperamos
una hora, y cuando la doctora nos atendió, nos dijo que necesitaba una
radiografía y como en ese hospital no se hacían, nos mandaba a otra clínica.
Allí, un conserje, tras hacer una consulta, nos dijo que teníamos que volver al
día siguiente, a pesar de que en el papel que le entregamos indicaba que David tenía
un “trauma urgente”. Por supuesto le dije que de allí no nos moveríamos hasta
que no examinaran a David. Tras un tira y afloja, fuimos recibidos por un
médico, quien tras mirar la correspondiente radiografía no diagnosticó nada
grave. Sólo una inflamación. Sin embargo, todos estos hechos acabados de
relatar me dejaron indiferente. Lo que realmente me impresionó es el
sentimiento que se me despertó hacia ese alumno. Para decirlo en pocas
palabras, se despertó el instinto de paternidad. Sentí en todo momento la
necesidad de velar por ese alumno, no como si fuera algún extraño, sino como si
fuera algo propio. Alguien a quien en realidad tenía mucho afecto, y eso a
pesar de que no lo conozco, pues nunca le he dado clases de nada. Todo ese
desvelo mío hacia David, se vio, de alguna forma recompensada cuando el
conserje se dirigió a una enfermera con las siguientes palabras: ESTE ES EL PADRE, que trae al chico que …”.
Aunque me sentí íntimamente complacido, corregí rápidamente al conserje, especificándole
que era un profesor y no el padre. Sin lugar a dudas, el sentimiento que se me
despertó en mí, venía suscitado en gran parte por la forma de ser de ese chico:
educado, responsable, obediente, humilde, sincero, respetuoso… en fin, el hijo
que todos los padres quisieran tener. Tan bien me sentí con él, que al volver
al instituto, preferí en lugar de tomar un taxi, hacerlo a pie, para permanecer
más rato con él y así prolongar la sensación de “sentirme como un padre” un
poco más. Toda esta anécdota ilustra muy bien que una cosa es tener el
sentimiento de querer ser padre y otra muy distinta la posibilidad de
ejercerlo, de llevarlo a la práctica. En mi caso, el sentimiento lo tengo,
porque lo pude experimentar en primera persona a raíz del incidente narrado,
pero en cambio, mis actuales circunstancias hacen casi imposible que lo pueda
ejercer. Por lo tanto, e igual que otros muchos en similares condiciones,
renuncio a mi capacidad de ser padre.
Con lo de la pareja pasaba lo
mismo. No es que no tuviera ese sentimiento, sino que no tenía la
predisposición para ejercerlo. Y eso no implicaba tampoco traumas irresolubles,
porque ese sentimiento, y como bien lo saben los freudianos, se puede sublimar.
En mi caso se sublimaba a través de la poesía. Y por qué no podía consumar mi
amor hacia otra persona? A continuación lo voy a aclarar de una manera velada.
MIS PALABRAS, LA HOMOSEXUALIDAD Y
TCHAIKOVSKY
No me cabe la menor duda de que
mis palabras están muy influenciadas por las que Madame Von Meck dedicó al gran
compositor, que son las siguientes:
Madame Von MECK le pregunta:
¿Ha vivido alguna vez un amor verdadero?
TCHAIKOVSKY le responde:
Si usted me pregunta que si he experimentado una felicidad completa
en el amor, entonces le respondería que no, no, no… pero si usted me pregunta
que si he sentido la fuerza inconmensurable del amor, entonces le respondería
que sí, sí.
No hay que ser especialmente
listo para darse cuenta de que la señora Von Meck lo que quería saber con su
pregunta era si Tchaikovsky había tenido alguna vez pareja o no. Pero en lugar
de preguntarlo directamente, prefirió hacerlo de una forma más sinuosa. El
compositor ruso le respondió honestamente, con la máxima sinceridad de la que
fue capaz. Podía haber maquillado los hechos, pero eligió decir la verdad, que
no era otra que la de que nunca había tenido una pareja. Pero como la
sinceridad no está reñida con la claridad, agregó, para despejar cualquier
duda, que él sabía lo que era el sentimiento del amor, porque lo había conoció
en propia carne, tal como testimonia de la forma más elocuente su música. Dicho
lo cual, no hay que ser demasiado perspicaz para saber el motivo por el cual
Tchaikovsky se abstuvo de tener pareja. Su homosexualidad fue el obstáculo
insalvable que le impidió compartir su vida con una persona de la cual estuviera
enamorada. Y sin embargo, tal como atestiguan sus cartas, tuvo sexo con muchos
hombres.
Reconozco que la respuesta de
Tchaikovsky es mucho más brillante que mis palabras, porque con calculada
perspicacia se cubre las espaldas, dejando caer que el problema no es él sino
sus circunstancias.
CÓMO ENTENDÍA TCHAIKOVSKY EL AMOR?
El video de abajo, donde Robert se enamora de Iolanta (una chica ciega), es la mayor prueba de que el genial compositor no mintió al afirmar que conocía la fuerza del amor. La música empieza muy sosegadamente, pero a medida que el aria progresa se va animando, hasta llegar al apoteósico clímax final, en que Iolanta, que no sabía nada del amor, comprende toda la potencia de ese sentimiento. Tan bien lo comprende que acabará recuperando, gracias a la fuerza del amor, la visión.
NORBERTO Y MI VIDA SENTIMENTAL
NORBERTO no hizo absolutamente
NADA para animarme a tener pareja ni se molestó en regalarme los oídos con
algunos de sus consejos. Desde el mismo origen de la convivencia, me resultó
palmario su falta de empatía con mi
persona. Antes al contrario, su táctica fue la de desanimarme, la de
despreciarme, la de rebajar mi autoestima, así, no tuvo el menor reparo en
dedicarme las siguientes palabras:
“raro, ruidoso, NO SABES DORMIR, NO SABES CONVIVIR, etc.” De
la misma manera que en el caso de Ferran, toda la culpa correspondía al
catalán, el cual, y según el argentino, debido a su manera de ser, nunca
disfrutaría de una vida amorosa plena. En mi caso, no hacía falta ni que me
molestara en intentar buscar una pareja, porque como no sabía convivir, era
evidente que nadie accedería a ser mi pareja y en el caso de que algún “
incauto “ accediera, no duraría ni una semana, porque horrorizado ante mi
manera de ser, huiría al galope. Aunque parezca imposible que alguien se dirija
así a la persona a quien le debería estar eternamente agradecido, el argentino
no tuvo el menor empacho en hacerlo. Hoy, que sé como es, comprendo que con
esas palabras despectivas intentaba levantarse a sí mismo la autoestima, a la
vez que absolverse de sus errores sentimentales del pasado, dando a entender
que la culpa de sus rupturas se debían a los otros. Él nunca asume sus
imperfecciones, y tiende a mirar a los que no considera afines, es decir, a los
que no le devuelven la imagen de sí mismo que él espera, como auténticos
enemigos, de los que hay que huir lo más rápidamente posible.
LA “SENSACIONAL “ RESPUESTA DE
NORBERTO A MIS PALABRAS.
Ni que decir tiene que uso el
adjetivo “sensacional” de forma irónica, incluso mordaz, porque la respuesta
del argentino a mis palabras fue del todo decepcionante. Se limitó a observar:
“Carles, ya tienes 41 años”.
Sólo eso. Una respuesta que por
su burda obviedad causa indiferencia. Se podrían haber aportado infinidad de
comentarios, pero el argentino se limitó a decir sólo eso. Y además lo dijo en
un tono verdaderamente frío. En verdad, hubiera preferido no decir nada, pero
entendió que hubiese sido una falta de respeto mantenerse callado. Su respuesta
se basa en unos sobreentendidos que estaban fuera de lugar. Habiendo estudiado
psicología, se podía haber explayado en sus comentarios, pero como le parecía
una pérdida de tiempo malgastar su energía conmigo, fue lo más lacónico que
pudo. Como él consideraba mi caridad algo superfluo, no se sentía en lo más mínimo obligado a ser
agradecido. LA RESPUESTA DEL ARGENTINO DEMUESTRA tajantemente LA DISTANCIA
INFINITA QUE HABÍA ENTRE LOS DOS. Ni que decir tiene que, al constatar la
sangre fría con que el argentino despachaba el asunto, el alma se me cayó al
suelo. SENTÍ QUE yo no le importara nada, LO CUAL, FRANCAMENTE, ME ENTRISTECIÓ
MUCHO. La verdad es que no parecíamos humanos, sino seres que sólo se movían
por los intereses más mezquinos. No hubo nada de solidaridad entre nosotros.
Ya
lo sabía, entonces, que ya tenía 41 años, cómo diablos no iba a conocer mi
propia edad, pero por qué debía de sobreentender las palabras del argentino?
Por qué no me dedicaba un poco de su tiempo? Por qué no me hablaba desde la
igualdad y desde el respeto? No entendió que dando esa respuesta causaba una
triste impresión? Se consideraba mejor que yo? Le daba vergüenza compartir su
existencia conmigo? Su respuesta no demostraba nada de afecto, sino tan sólo la
voluntad de acabar lo más rápido con algo que le molestaba o que le aburría. No
hay duda que tras mis palabras esperaba un gesto por parte de él, pero lo único
que recibí fue, desgraciadamente, NADA, o lo que es lo mismo: " Carles, ya tienes 41 años".
MI APRECIO POR NORBERTO
Alguien en su sano juicio puede
llegarse a creer que si no hubiera sentido aprecio por el argentino me hubiera
atrevido a revelarle semejantes intimidades que no me dejaban en buen lugar. Le
estaba confiando mis miserias, a él, que siempre ocultó las suyas, que solía
dar las culpas a los demás, que siempre quería transmitir una imagen de falsa
seguridad y de saber vivir la vida. Por qué ese día no abrió su corazón y me
mostró su lado más vulnerable y generoso, su verdadera naturaleza? Se pensaba, quizás, que
no me daba cuenta de sus miserias? Se creía acaso que me iba a burlar de ellas?
Se creía que lo iba a despreciar? Al contrario, si se hubiera mostrado más
humano ante mis ojos hubiera sido como una bendición el tenerlo a su lado.
LAS MISERIAS DE NORBERTO
Que nunca se olvide Norberto que
fueron sus miserias, las que él me contó en sus mails, lo que hizo vibrar a mi corazón. Si yo no
hubiera amado esas miserias, jamás le habría abierto la puerta de mi hogar. Y
que fue su falta de humildad y de empatía lo que provocó que mi corazón se
ausentara, y con él toda mi alma, porque aunque físicamente me encontraba junto
a Norberto, espiritualmente estaba alejado, muy alejado, casi había entre
nuestras almas la misma distancia que debe haber entre Lleida y Buenos Aires, si no más..