STATCOUNTER


martes, 8 de agosto de 2017

RENE DESCARTES, EL PADRE DEL RACIONALISMO

EL VICIO DE NORBERTO CICIARO

Hace pocos días leí el Tratado de las Pasiones, escrito por Rene Descartes, uno de los hombres más importantes de toda la historia. No solo fue un filósofo excepcional, que inauguró la filosofía moderna, sino que como matemático descubrió la geometría analítica, que revolucionó la historia de la ciencia.
Con atención leí su hermoso Tratado, que con tanta maestría examina las pasiones humanas. Como no podía ser de otra manera me llamó la atención su punto de vista sobre la ingratitud. La verdad sea dicha, me bastó leerlo para considerar que cada palabra suya se puede aplicar al Norberto. Sobretodo cuando afirma que la ingratitud no es un defecto sino un vicio. Una falta de virtud. Una falta de ética imperdonable. Aplaudo a Descartes cuando afirma que los ingratos son “arrogantes que piensan que todo les es debido”. No solo eso, sino que odian la ayuda percibida. Yo lo puedo decir, porque Norberto fue un desagradecido. Ni un adiós fue capaz de dar en señal de agradecimiento.


Art. 193. Del agradecimiento.

El agradecimiento es también una especie de amor provocado en nosotros por alguna acción de la persona por quien lo sentimos, y con la cual creemos que nos ha hecho algún bien, o al menos que ha tenido la intención de hacérnoslo. Contiene, pues, los mismos ingredientes que el favor, y además se funda en una acción que nos conmueve y a la que deseamos corresponder: por eso tiene mucha más fuerza, principalmente en las almas un poco nobles y generosas.

Art. 194. De la ingratitud.
En cuanto a la ingratitud, no es una pasión, pues la naturaleza no ha puesto en nosotros ningún movimiento que la suscite; es solamente un vicio directamente opuesto al agradecimiento, en tanto que este es siempre virtuoso y uno de los principales vínculos de la sociedad humana; por eso este vicio es propio únicamente de los hombres brutales y sumamente arrogantes que piensan que todo les es debido, o de los estúpidos que no reflexionan en los beneficios que reciben o de los débiles y abyectos que, sintiendo su imperfección y su miseria, buscan bajamente la ayuda de los demás y, una vez obtenida, los odian, porque, no queriendo o no pudiendo pagársela, y figurándose que todo el mundo es mercenario como ellos y que no se hace ningún bien sino esperando la recompensa, piensan que les han engañado.