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Promocionar una terapia o medicamento sin eficacia demostrada es una estafa.
Un fraude que, aunque llegue a poner en peligro la vida de los
pacientes, durante años ha quedado impune ante la ley. Esto se debe a
que actualmente las pseudociencias juegan en un terreno resbaladizo en
el que confluyen las ambigüedades legales, el escaso compromiso de las administraciones y la falta de pensamiento crítico entre
los ciudadanos. De ahí que vender infusiones para revertir el
párkinson, derivados de la lejía para curar el autismo o extraños
mejunjes contra el cáncer no acostumbre a tener consecuencias penales.
Los imperios económicos creados por los
charlatanes pseudocientíficos se sustentan, por inverosímil que parezca,
en un limbo legal. Y es que aunque todos ellos sostengan que pueden
curar cualquier tipo de enfermedad, ninguna de sus empresas está
registrada dentro del ámbito sanitario. De ahí que evadan el
cumplimiento de los requisitos que dicta la ley para proteger a los pacientes de eventuales malas praxis médicas.
Hecha la ley, hecha la trampa. Bajo esta premisa ni siquiera el peso de la legislación -
en la que se estipulan todas las medidas necesarias para evitar la
promoción de productos, actividades o servicios sanitarios engañosos
para el usuario (Real Decreto 1907/1996)- sirve de freno para estos fraudes sanitarios.
Este sentimiento de impunidad del que gozan las pseudociencias ha
llegado a tal extremo que se promocionan a plena luz del día. Para darse
cuenta de ello tan solo hace falta adentrarse en internet en busca de
un remedio contra cualquier enfermedad para encontrarse con cientos de
charlatanes pseudocientíficos.
Terapias al margen de la ley
"La legislación debería actuar de manera preventiva,
evitando que sea tan fácil embaucar a las personas que están en una
situación de vulnerabilidad. Pero aquí el principal problema es que las
administraciones no están actuando como deberían para frenarle los pies a
esta gente", explica Fernando Frías, abogado y socio fundador de Círculo Escéptico, una de las principales asociaciones dedicadas a la denuncia de las prácticas pseudocientíficas.
En este caso, la responsabilidad recae en las administraciones autonómicas y locales,
los principales organismos que podrían tomar medidas para evitar la
propagación de prácticas que supongan un peligro para la salud pública.
Pero sin embargo, "las autoridades llevan años evitando entrar en este
tipo de conflictos porque tienen miedo de todas aquellas actuaciones que
puedan ser interpretadas como límites a la libertad de expresión", añade Frías. De ahí que hoy en día se sigan celebrando actos como el de la semana pasada en Balaguer, en la que se promocionaba el uso de derivados de la lejía para curar el autismo.
Pseudociencias en el banquillo
En la mayoría de los casos, las pseudociencias campan a sus anchas
aprovechándose de aquellos pacientes en situación más vulnerable. Y en
las pocas ocasiones en que estas estafas llegan a los tribunales, la
condena es mínima. En 2014, el juicio contra el falso antitumoral Bio-Bac se
saldó con una pena de 4 meses y 15 días para el principal acusado y con
la absolución de todos los demás implicados. Hace tan solo unos meses,
el curandero del joven que abandonó la quimioterapia para tratarse con remedios alternativos también quedó absuelto de un delito de intrusismo y homicidio por imprudencia grave.
"Los juicios contra este tipo de estafas son complicados.
Muchas veces no hay pruebas suficientes para poder tirar adelante una
acusación y acaba siendo la palabra de uno contra el otro. En los casos
más graves la víctima ha fallecido, lo que paradójicamente hace que sea
más difícil que se dictamine a favor del paciente", comenta Frías.
De víctimas a culpables
Pero la que quizás es la parte más triste de toda esta historia es la culpabilización de los pacientes que,
encontrándose en una situación de extrema vulnerabilidad, caen en manos
de terapeutas pseudocientíficos. "En estas estafas se considera que la culpa es de la víctima por
caer en el engaño", explica el abogado. Y es a partir de esta premisa
como los juicios dan un giro y para situar en el foco del discurso a los
pacientes.
"En los juicios se argumenta que las terapias alternativas no matan,
que si la gente muere es por el desarrollo de sus enfermedades y que si
un paciente decide de propia voluntad dejar un tratamiento avalado para
ponerse en manos de un charlatán es su culpa", argumenta Frías. Un
discurso que, según explica el abogado, es fruto de una profunda falta de sensibilidad y pensamiento crítico que, una vez más, acaba por darle vía libre a las pseudociencias.
Batalla desigual
Pero algo está cambiando. El movimiento escéptico está sumando
apoyos, por lo que cada vez son más las personas que se están atreviendo
a denunciar este tipo de prácticas. Pero una vez más, la batalla contra
las pseudociencias se desarrolla en un terreno profundamente desigual. "Los que denunciamos este tipo de conductas nos
estamos arriesgando muchísimo. Sabemos que en muchos casos solo por
mencionar determinados nombres ya nos estamos jugando una denuncia",
explica Vicente Prieto, presidente de Círculo Escéptico.
"El problema está en que nos enfrentamos a empresas que facturan millones y
que harán lo que sea necesario para preservar su modo de vida,
empezando por amenazar y denunciar a todo el que se interponga en su
camino. No luchamos contra creencias, luchamos contra negocios",
concluye Frías. De ahí la gran paradoja: los que denuncian se arriesgan
a ser denunciados por los aquellos que se tambalean en los limbos
legales."