DAVID, EL ETERNO INSATISFECHO
Ayer pasé un día feliz con David en Tarragona. Hacía un fuerte viento, pero
tampoco nos importó mucho, pues los dos estábamos a gusto paseando por la
ciudad. Cuando llegamos delante del mar, nos hicimos unas cuantas fotos.
Hoy mirando esas fotos, se me ha ocurrido pensar que quizás David se sienta
sin rumbo, porque siempre esté insatisfecho. Nunca tiene el sentimiento de la
plenitud, porque en su manera de ver las cosas, siempre le falta algo. La ausencia
de lo que le falta, le inquieta, incluso lo agobia, empujándolo a buscar eso
que le falta. Gran parte de sus energías
se consumen en esa búsqueda, lo cual normalmente lo acaba dejando exhausto y
con una desagradable sensación de vacío. En general no va hacia lo que tiende
su propia naturaleza, sino hacia lo que él considera que debería tener, creando
una especie de conflicto consigo mismo. Ya se sabe que el corazón dicta una
cosa y la razón otra, siendo a veces muy difícil decidirse por una o por la
otra. Sea como sea, el deseo de cada uno es casi tan inmenso como el mar, o
incluso más, y nada lo puede saciar, como bien saben los budistas, por lo cual
siempre a uno le quedará la sensación de frustración, no conformándose con lo
que tiene: ahora que tengo esto quiero lo otro, y así sucesivamente…
Eso no quiere decir que uno no deba esforzarse por conseguir sus propias
metas, lo único que significa es que si esa búsqueda lo agobia en lugar de
ilusionarlo, dicha búsqueda no le conviene.
Uno puede decir: porque no tengo lo que necesito estoy triste, o bien,
estoy buscando con ilusión lo que me falta, en el segundo caso, la persona que
busca se sientre realizada, aunque no encuentre lo que busca, por el contrario,
en el primer caso, se siente a la vez frustrada y decepcionada consigo mismo.
Todo lo anterior me hace pensar en San Francisco de Asís quien presumía de
su voto de pobreza, diciendo aquello de: Me basta un poco de agua y unas
cuantas fresas para elevarme, como las alondras, hasta los cielos.
De vez en cuando, uno tiene que sentirse satisfecho con lo que tiene,
aunque sea poco y malo, porque si no sabe valorar lo poco, tampoco sabrá
valorar lo mucho, corriendo toda la vida como un fantasma insaciable tras lo
que cree que le falta, pues por mucho que tenga nunca lo va a tener todo,
porque todo solo lo puede tener DIOS, en el caso de que exista.