COMPARANDO A NORBERTO CICIARO CON SIMONE. LA INCOHERENCIA TRAMPOSA CONTRA
LA COHERENCIA HONESTA.
Esta mañana, hablando con Simone no he podido dejar de recordar el
infortunado caso del argentino; uno me ha llevado al otro, de la misma manera como la luz hace pensar
en la oscuridad y el frío, en el calor. Tenía ante mí a Simone, un italiano que
encarna, de alguna forma, la antítesis del argentino.
Y a pesar de las diferencias, son muchas las similitudes. La más importante
de todas: que los dos han buscado formas no convencionales para encarrilar sus
vidas. Los dos, además, practican una extroversión llena de sentido del humor
que pronto consigue atraer a los demás. Así mismo, los dos desprenden una
sensualidad que parece ilimitada, predisponiéndolos a enrollarse con el primero que pasa.
Pero mientras que en el caso del italiano, todo lo anterior se desarrolla
según una coherencia admirable; en el caso del argentino, todo, así lo siento
yo, tiene lugar siguiendo pautas deshonestas.
Los dos tienen carreras universitarias, y los dos las han dejado de lado para empezar
una vida menos normal, menos previsible.
Uno abandona la gran ciudad para vivir en un pueblecito rodeado de vaquitas. El
otro deja la ciudad de Diego para residir en una gran metrópoli donde abunden
los cándidos y los pobres de espíritu, tan fáciles de engatusar. Los dos tienen
alquiladas habitaciones. El uno en una casa del Pirineo, donde está la escuela
de pastores, el otro quizás en algún feo suburbio. El uno regresa a la naturaleza, y
el otro no sé a dónde diablos va o regresa…
Pero mientras en uno la sensualidad es sana, comprensible e incluso digna,
pues como regresa a la naturaleza, deja que ésta sea su
maestra, y de la misma manera que en la época de celo los animales desean
aparearse, él hace lo mismo, sin dejarse dominar por cortapisas religiosos, dado que si nunca antes los ha obedecido, menos ahora. Qué comentarios más subidos
de tono hacía Simone y cómo se iluminaba su cara cada vez que algún chico majo se acercaba al
puesto donde vendía sus quesos.
En el caso del argentino, su sensualidad es indigna y tramposa, porque
aunque suele decir que se somete a la voluntad de Dios en lo que respecta al
Amor, confunde adrede la palabra de Aquel, pues la Biblia es muy clara al
respecto. Dios es, ciertamente, el Dios del Amor, pero no el de la promiscuidad;
confundir lo uno con la otro es propio de embaucadores. Está escrito en el Nuevo
Testamento, Dios es el dios del AGAPE (que es la palabra griega para referirse al amor fraternal), y no del EROS ( que es la palabra griega para referirse al amor sexual o sentimental), es decir, del Amor
Fraternal, que no sexual, eso es lo que está escrito en la Biblia. El
argentino, torticeramente, confunde el AGAPE con la PROMISCUIDAD, porque es
incapaz de someter su voluntad a la de Dios y le da igual una cosa que la
contraria, mientras no contradiga los deseos de su YO. Porque siendo evidente que su
YO tiende hacia la promiscuidad, o tendía, no sé lo que hace ahora, se deduce
que al afirmar que su Dios bendice el sexo libre y sin trabas entre los
humanos, lo que está haciendo es convertir a su YO en su propio Dios, ya que
todo el mundo sabe que el Dios de los cristianos no aprueba la promiscuidad,
aunque sí la sexualidad dictada por el amor duradero y no por el arrebato de
una sola noche. ¿Por qué no sigue el ejemplo del italiano que se abandona a la
sensualidad sin engañar a nadie ni caer en contradicciones religiosas?
Sin embargo, lo peor viene cuando se considera la manera de ganarse la vida
de cada uno de ellos. Uno lo hace gracias al esfuerzo de sus manos y con la colaboración
de unas vacas que que están agradecidas porque las ordeña. El otro lo hace
engatusando a pobres desdichados. Es, este último, un proveedor de efecto placebo, mejor dicho,
un comisionista del efecto placebo. No vende queso, sino que vende efecto
placebo, pero en lugar de ser honesto y reconocer que da efecto placebo, dice que él produce
energía espiritual, que está en contacto con marcianos, que los toltecas eran
una civilización pacífica, etc. ¡Qué forma tan poco honrada de ganarse la
vida¡¡¡
LA INCOHERENCIA TRAMPOSA HECHA CARNE
Si insisto tanto en que el argentino hace trampa, es por la simple razón de
que conmigo también hizo trampa. PRECISAMENTE, PORQUE CONMIGO FUE TRAMPOSO
SIGUE SIÉNDOLO CON LOS DEMÁS. ¿Dónde irás buey que no ares? En fin, que la
cabra siempre tira al monte, en este caso, al efecto placebo.
Porque me molestó que me engañara, (“tengo los ánimos destruidos, estoy muy
deprimido”, y reía y bailaba como un bufón, etc.), me irrita que engañe a los demás y
por eso, y con mis limitados medios, no me canso de denunciarlo.
En todo caso, cuando llegue el momento de mi jubilación, y me disponga a
escribir una especie de novela sobre lo
vivido con el argentino, para lo cual voy acumulando materiales en este blog,
partiré, para definir al Norberto, de su irreprimible tendencia a caer en
incoherencias que tienen siempre como fin salvar a su Yo de cualquier
reproche. Aunque según él, no es su Yo quien está equivocado al afirmar que Dios quiere la
Promiscuidad, sino que están equivocados los que afirman lo contrario, es
decir, Jesús, San Pablo, San Agustín y el mismo San Francisco de Asís.
Además, no me cabe la menor duda de que con la imposición de manos, el
argentino pretende imitar a los santos, para obtener así el reconocimiento de
los que son supuestamente curados o aliviados por él, cosa que halaga sobremanera a su
soberbio EGO. Pero mientras San Francisco curaba supuestamente con el poder de
Dios, él lo hace por el efecto PLACEBO. Y cómo bien decía un sabio: no es lo
mismo JODER que JODERSE.
EL CONSULTORIO DE SAN FRANCISCO DE ASÍS
Se imaginan que San Francisco hubiera abierto un consultorio para la
imposición de manos. Se imaginan que en la entrada de dicho consultorio un
cartel advirtiera de lo siguiente: DE 9 A 12 DE LA MAÑANA Y DE 4 A 9 DE LA NOCHE, SAN
FRANCISCO HACE MILAGROS A TRAVÉS DE LA IMPOSICIÓN DE MANOS”. Pues todo el mundo
creería que en lugar de un santo, es un estafador.
Para curar, Dios creó a los médicos. Para llevar por la senda del Bien,
Dios creó a los santos. No mezcles, argentino, churras con merinas. En fin,
zapatero a tus zapatos. O lo que es lo mismo: Norberto a tus norbertadas…