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viernes, 15 de agosto de 2014

NORBERTO Y EL MILAGRO DE SAN FRANCISCO EN LLEIDA



NORBERTO Y EL MILAGRO DE SAN FRANCISCO EN LLEIDA

Recuerdo, con entrañable nostalgia, los momentos vividos en Asís. Todo es tan sencillo y bueno allí. Incluso algunas cosas son indeciblemente bellas. Entre las cuales las pinturas de Giotto y de sus ayudantes, mediante las cuales, y en número de 28, se narra la vida del Poverello. Son, sin lugar a dudas, una de las cimas del arte universal.

28 escenas donde se representan algunos de los momentos más cruciales de la biografía del santo de Asís, como el Milagro del Crucifijo de San Damiano, la Renuncia de los Bienes Materiales, la Confirmación de la Regla por el Papa, el Sermón a los Pájaros, San Francisco recibe los Estigmas, Muerte y Ascensión  de San Francisco, etc.

SAN FRANCISCO CURA AL ENFERMO DE LLEIDA, fresco pintado por GIOTTO y discípulos en la Basílica de San Francisco de ASÏS


Pues para mi sorpresa, entre esas escenas había una titulada Curación de un Hombre de Ilerda, así, tal como suena, de ILERDA, es decir, de LLeida. Pues así se dice en latín. Según el genial pintor Giotto, entre las cosas más importantes que realizó el poverello hay que incluir su milagro en Lleida, y para que así conste, lo pintó en la Basílica de San Francisco de Asís para que todos los peregrinos que acuden allí lo contemplen.



¿ CUAL ES LA ÚNICA COINCIDENCIA ENTRE NORBERTO CICIARO Y SAN FRANCISCO DE ASÍS?



Pues solo se me ocurre una: que los dos han estado en Lleida. El santo estuvo allí para hacer el bien mientras que el argentino para hacer no sé muy bien qué.





¿POR QUÉ HIZO UN MILAGRO SAN FRANCISCO EN LLEIDA CUANDO YA HABÍA FALLECIDO?



Por supuesto no lo hizo para ganarse el cielo, pues ya estaba en él, ni tampoco para aumentar su felicidad, porque siendo un bienaventurado, nada le podía reportar mayor felicidad que ver cara a cara a Dios, que ese es el privilegio de todos los bienaventurados. Luego, por qué lo hizo? La respuesta nos la da San Buenaventura en su Leyenda Mayor: “A medida que crece la fama del milagro, va acudiendo presuroso el pueblo entero que, comprobando en un prodigio tan evidente el poder de las llagas de San Francisco, se llena de admiración y gozo a un tiempo y glorifica con grandes alabanzas al portador de las señales de Cristo.” Es decir, lo hizo para ser glorificado en la tierra. Por el mismo motivo creó Dios al hombre: para ser glorificado. Tal deseo de ser glorificado no tiene que verse como una vanidad, sino como una voluntad de reciprocidad. Si alguien hace algo por los demás sin que reciba nada a cambio, sin que esa acción no produzca el menor efecto en los demás, mejor no haberla hecha.




EL PORQUÉ DE MI OBRA DE CARIDAD CON NORBERTO.

Tenía previsto recibir una importante cantidad de dinero por un motivo indirectamente relacionado con el argentino, por eso me pareció justo compartir con él  un poco de esa cantidad. Mi previsión de recibir ese dinero no era ningún delirio, pues en otras ocasiones lo había recibido, aunque en las anteriores veces por motivos que no tenían ninguna relación con el argentino. Por eso mismo, le ofrecí dos maneras para materializar esa caridad:

1.- Puedes venir a Lleida y estar en una de mis casas.

2.- Puedo yo ir a Barcelona para entregarte periódicamente pequeñas ayudas.



A pesar de todo, no lo tenía muy claro. Solamente cuando alguien muy relevante me aseguró que recibiría dicho dinero decidí ofrecer mi caridad.

Hay que aclarar que al principio yo nada sabía de la difícil situación por la que pasaba el argentino, pero a pesar de eso, ya barruntaba cómo podría agradecerle ese dinero que de alguna manera estaba relacionado con él. No lo tenía muy claro, pero todo se fue aclarando cuando por casualidad descubrí su fecha de nacimiento, que coincidía con la fecha de un curso muy importante que tenía que hacer. Para no olvidar qué día empezaba el curso, había colgado en mi habitación tres folios con dicha fecha. Cada vez que entraba, veía la fecha, e indirectamente pensaba en el cumpleaños del argentino. Cuál  no fue mi sorpresa al conocer su difícil situación¡¡¡ Sentí el deber moral de hacer una obra de caridad…



MIS PREVISIONES NO SE CUMPLIERON


Finalmente, no recibí el dinero. El 22 de mayo me enteré que no lo recibiría. Sin embargo, decidí continuar, no sin algunos titubeos, mi obra de caridad. Pero ya no fue lo mismo, porque de alguna manera a partir de entonces la convivencia con el argentino adquirió mucha más importancia que no la caridad. No sabía encontrarle ningún sentido a esa convivencia, lo cual cada vez me inquietaba más. Él simpre iba a la suya, y a mí me prestaba muy poca atención. Lo más importante para él era que se cumplieran sus objetivos.




EL GRAN ERROR DEL ARGENTINO

Fue sin duda confundir la convivencia con la caridad. Debía de haberlas sabido diferenciar. Que la convivencia no funcionara bien no implica que la obra de caridad no funcionara, porque bien sabe él que siguió funcionando igual que el primer día. La convivencia funcionó mal porque el argentino me discriminó respecto a los demás desde el primer día y eso es algo difícil de asumir. Además, y eso es lo más importante, nunca constaté que el argentino tuviera los ánimos destruidos, sino más bien lo contrario. No  tenía la depresión de mi padre. Estaba normal de ánimos.



SE IMAGINAN SI EL HOMBRE DE LLEIDA A QUIEN CURÓ SAN FRANCISCO LE HUBIERA NEGADO LA PALABRA A ÉSTE.



Eso hizo Norberto conmigo, y eso es lo que más me dolió de todo. Por soberbia y por no querer perder su tiempo negó la palabra a quien le ayudó.

Que hizo el enfermo de Lleida, cuando fue curado por San Francisco: “Sintiéndose sano y prorrumpiendo alegremente en alabanzas de Dios y de San Francisco, llamó a su mujer.” “«No temáis y no creáis que es falso lo que veis, porque San Francisco acaba de salir de este lugar y con el contacto de sus sagradas manos me ha curado totalmente de mis heridas».”

Que hizo Norberto: pues negarme la palabra y apartarme para siempre de su vida.




MI DECEPCIÓN, SEMEJANZA CON EL MILAGRO DE LLEIDA

Yo también pensaba que Norberto estaba enfermo, la depresión es una enfermedad terrible, lo sé porque mi padre la ha padecido, a intervalos, durante diez años. Pero en verdad Norberto no padecía depresión, a pesar de que me dijo que estaba “muy deprimido”. Creí que mi caridad tendría el poder de la curación, pero no había nada que curar.



LA SANTA VOLUNTAD DEL ARGENTINO

El argentino está acostumbrado desde muy joven a hacer su voluntad, desque se fue a una temprana edad de casa de sus padres. Pero hacer la santa voluntad no siempre es acertado ni tampoco te hace ser mejor persona.




CÓMO SERÍA LA VIDA DE NORBERTO SI HUBIERA SIDO AGRADECIDO.



Aunque sea especular por especular, creo que su vida sería más auténtica. No hay la menor duda de que San Francisco, de conocerlo, le hubiera censurado su forma de entender el sexo, su ilegítima manera de confundir el amor sexual con el amor fraternal, es decir, el agape con el eros, pero se lo hubiera censurado bondadosamente. ¿Hubiera sido esa crítica justa una razón para despreciar a San Francisco, para darle la espalda?

Quizás el corazón del argentino no hubiera necesitado terapias orientales para sentirse en paz. Sus propios actos le hubieran bastado para sentirse en paz consigo mismo y con los demás.







DESCRIPCION DEL MILAGRO DE SAN FRANCISCO EN LLEIDA



La narración de dicho milagro se puede encontrar en La Leyenda Mayor, la biografía más fiable del poverello, redactada, ni más ni menos que, por San Buenaventura, él mismo santo y uno de los mayores filósofos de la Edad Media, franciscano ejemplar que llegó a ser Ministro General de la orden francisca, nacido en 1221, antes de que muriese San Francisco. La Leyenda Mayor es, por otra parte, como todos los estudiosos del arte saben, la obra en que se basó Giotto para pintar los inmortales frescos de la Basílica de San Francisco de Asís.



A continuación, el milagro de Lleida tal como lo cuenta San Buenaventura:



“En la ciudad de Lérida (cf. 3 Cel 11-13), en Cataluña, tuvo lugar también el siguiente hecho. Un hombre llamado Juan, devoto de San Francisco, atravesaba de noche un camino donde acechaban para dar muerte a un hombre que ciertamente no era él, que no tenía enemigos. Pero el hombre a quien querían matar le era muy parecido y en aquella sazón formaba parte de su acompañamiento.

Saliendo un hombre de la emboscada preparada y pensando que el dicho Juan era su enemigo, le hirió tan de muerte con repetidos golpes de espada, que no había esperanza alguna de que recobrase la salud. En el primer golpe le cercenó casi por completo el hombro con el brazo; en un segundo golpe le hizo debajo de la tetilla una herida tan profunda y grande, que el aire que de ella salía podría ser bastante para apagar unas seis velas que ardieran juntas. A juicio de los médicos, la curación era imposible porque, habiéndose gangrenado las heridas, despedían un hedor tan intolerable, que hasta a su propia mujer le repugnaba fuertemente; en lo humano no les quedaba remedio alguno.

En este trance se volvió con toda la devoción que pudo al bienaventurado padre Francisco para impetrar su patrocinio; ya antes, en el momento de ser golpeado, le había invocado con inmensa confianza, como había invocado también a la Santísima Virgen.

Y he aquí que, mientras aquel desgraciado estaba postrado en el lecho solitario de la calamidad y, velando y gimiendo, invocaba frecuentemente el nombre de Francisco, de pronto se le hace presente uno, vestido con el hábito de hermano menor, que, al parecer, había entrado por la ventana. Llamándole éste por su nombre, le dijo: «Mira, Dios te librará, porque has tenido confianza en mí». Preguntóle el enfermo quién era, y el visitante le contestó que él era Francisco. Al punto se le acercó, le quitó las vendas de las heridas y, según parecía, ungió con un ungüento todas las llagas.

Tan pronto como sintió el suave contacto de aquellas manos sagradas, que en virtud de las llagas del Salvador tenían poder para sanar, desaparecida la gangrena, restablecida la carne y cicatrizadas las heridas, recobró íntegramente su primitiva salud. Tras esto desapareció el bienaventurado Padre.

Sintiéndose sano y prorrumpiendo alegremente en alabanzas de Dios y de San Francisco, llamó a su mujer. Ella acude velozmente a la llamada, y al ver de pie a quien creía iba a ser sepultado al día siguiente, impresionada enormemente por el estupor, llena de clamores todo el vecindario. Presentándose los suyos, se esforzaban en encamarlo como si se tratase de un frenético. Pero, él, resistiéndose, aseguraba que estaba curado, y así se mostraba.

El estupor los dejó tan atónitos, que, como si hubieran sido privados de la mente, creían que lo que estaban viendo era algo fantástico. Porque aquel a quien poco antes habían visto desgarrado por atrocísimas heridas y ya todo putrefacto, lo veían alegre y totalmente incólume. Dirigiéndose a ellos el que había recuperado la salud, les dijo: «No temáis y no creáis que es falso lo que veis, porque San Francisco acaba de salir de este lugar y con el contacto de sus sagradas manos me ha curado totalmente de mis heridas».

A medida que crece la fama del milagro, va acudiendo presuroso el pueblo entero que, comprobando en un prodigio tan evidente el poder de las llagas de San Francisco, se llena de admiración y gozo a un tiempo y glorifica con grandes alabanzas al portador de las señales de Cristo.

Justo era, en verdad, que el bienaventurado Padre, muerto ya a la carne y viviendo con Cristo, diera la salud a aquel hombre mortalmente herido con la admirable manifestación de su presencia y con el suave contacto de sus manos sagradas, ya que llevaba en su cuerpo las llagas de Aquel que, muriendo por misericordia y resucitando maravillosamente, sanó, por el poder de sus llagas, al género humano, que estaba herido, y medio muerto yacía abandonado.”