NORBERTO Y EL MILAGRO DE SAN FRANCISCO EN LLEIDA
Recuerdo, con entrañable
nostalgia, los momentos vividos en Asís. Todo es tan sencillo y bueno allí.
Incluso algunas cosas son indeciblemente bellas. Entre las cuales las pinturas
de Giotto y de sus ayudantes, mediante las cuales, y en número de 28, se narra
la vida del Poverello. Son, sin lugar a dudas, una de las cimas del arte
universal.
28 escenas donde se representan
algunos de los momentos más cruciales de la biografía del santo de Asís, como el
Milagro del Crucifijo de San Damiano, la Renuncia de los Bienes Materiales, la
Confirmación de la Regla por el Papa, el Sermón a los Pájaros, San Francisco
recibe los Estigmas, Muerte y Ascensión
de San Francisco, etc.
SAN FRANCISCO CURA AL ENFERMO DE LLEIDA, fresco pintado por GIOTTO y discípulos en la Basílica de San Francisco de ASÏS |
Pues para mi sorpresa, entre esas
escenas había una titulada Curación de un Hombre de Ilerda, así, tal como
suena, de ILERDA, es decir, de LLeida. Pues así se dice en latín. Según el
genial pintor Giotto, entre las cosas más importantes que realizó el poverello
hay que incluir su milagro en Lleida, y para que así conste, lo pintó en la
Basílica de San Francisco de Asís para que todos los peregrinos que acuden allí
lo contemplen.
¿ CUAL ES LA ÚNICA COINCIDENCIA
ENTRE NORBERTO CICIARO Y SAN FRANCISCO DE ASÍS?
Pues solo se me ocurre una: que los
dos han estado en Lleida. El santo estuvo allí para hacer el bien mientras que
el argentino para hacer no sé muy bien qué.
¿POR QUÉ HIZO UN MILAGRO SAN
FRANCISCO EN LLEIDA CUANDO YA HABÍA FALLECIDO?
Por supuesto no lo hizo para ganarse el cielo,
pues ya estaba en él, ni tampoco para aumentar su felicidad, porque siendo un
bienaventurado, nada le podía reportar mayor felicidad que ver cara a cara a
Dios, que ese es el privilegio de todos los bienaventurados. Luego, por qué lo
hizo? La respuesta nos la da San Buenaventura en su Leyenda Mayor: “A medida que crece la fama del milagro, va
acudiendo presuroso el pueblo entero que, comprobando en un prodigio tan
evidente el poder de las llagas de San Francisco, se llena de admiración y gozo
a un tiempo y glorifica con grandes alabanzas al portador de las señales de
Cristo.” Es decir, lo hizo para ser glorificado en la tierra. Por el mismo
motivo creó Dios al hombre: para ser glorificado. Tal deseo de ser glorificado
no tiene que verse como una vanidad, sino como una voluntad de reciprocidad. Si
alguien hace algo por los demás sin que reciba nada a cambio, sin que esa acción
no produzca el menor efecto en los demás, mejor no haberla hecha.
EL PORQUÉ DE MI OBRA DE CARIDAD CON NORBERTO.
Tenía previsto recibir una importante cantidad de
dinero por un motivo indirectamente relacionado con el argentino, por eso me
pareció justo compartir con él un poco
de esa cantidad. Mi previsión de recibir ese dinero no era ningún delirio, pues
en otras ocasiones lo había recibido, aunque en las anteriores veces por
motivos que no tenían ninguna relación con el argentino. Por eso mismo, le
ofrecí dos maneras para materializar esa caridad:
1.- Puedes venir a Lleida y estar en una de mis
casas.
2.- Puedo yo ir a Barcelona para entregarte
periódicamente pequeñas ayudas.
A pesar de todo, no lo tenía muy claro. Solamente
cuando alguien muy relevante me aseguró que recibiría dicho dinero decidí
ofrecer mi caridad.
Hay que aclarar que al principio yo nada sabía de
la difícil situación por la que pasaba el argentino, pero a pesar de eso, ya barruntaba
cómo podría agradecerle ese dinero que de alguna manera estaba relacionado con él.
No lo tenía muy claro, pero todo se fue aclarando cuando por casualidad descubrí
su fecha de nacimiento, que coincidía con la fecha de un curso muy importante
que tenía que hacer. Para no olvidar qué día empezaba el curso, había colgado en mi habitación
tres folios con dicha fecha. Cada vez que entraba, veía la fecha, e
indirectamente pensaba en el cumpleaños del argentino. Cuál no fue mi sorpresa al conocer su difícil
situación¡¡¡ Sentí el deber moral de hacer una obra de caridad…
MIS PREVISIONES NO SE CUMPLIERON
Finalmente, no recibí el dinero. El 22 de mayo me
enteré que no lo recibiría. Sin embargo, decidí continuar, no sin algunos
titubeos, mi obra de caridad. Pero ya no fue lo mismo, porque de alguna manera
a partir de entonces la convivencia con el argentino adquirió mucha más
importancia que no la caridad. No sabía encontrarle ningún sentido a esa
convivencia, lo cual cada vez me inquietaba más. Él simpre iba a la suya, y a mí me prestaba muy poca atención. Lo más importante para él era que se cumplieran sus objetivos.
EL GRAN ERROR DEL ARGENTINO
Fue sin duda confundir la convivencia con la
caridad. Debía de haberlas sabido diferenciar. Que la convivencia no funcionara
bien no implica que la obra de caridad no funcionara, porque bien sabe él que
siguió funcionando igual que el primer día. La convivencia funcionó mal porque
el argentino me discriminó respecto a los demás desde el primer día y eso es
algo difícil de asumir. Además, y eso es lo más importante, nunca constaté que
el argentino tuviera los ánimos destruidos, sino más bien lo contrario. No tenía la depresión de mi padre. Estaba normal
de ánimos.
SE IMAGINAN SI EL HOMBRE DE LLEIDA A QUIEN CURÓ
SAN FRANCISCO LE HUBIERA NEGADO LA PALABRA A ÉSTE.
Eso hizo Norberto conmigo, y eso es lo que más me
dolió de todo. Por soberbia y por no querer perder su tiempo negó la palabra a
quien le ayudó.
Que hizo el enfermo de Lleida, cuando fue curado
por San Francisco: “Sintiéndose sano y prorrumpiendo alegremente en alabanzas
de Dios y de San Francisco, llamó a su mujer.” “«No temáis y no creáis que es
falso lo que veis, porque San Francisco acaba de salir de este lugar y con el
contacto de sus sagradas manos me ha curado totalmente de mis heridas».”
Que hizo Norberto: pues negarme la palabra y
apartarme para siempre de su vida.
MI DECEPCIÓN, SEMEJANZA CON EL MILAGRO DE LLEIDA
Yo también pensaba que Norberto estaba enfermo, la
depresión es una enfermedad terrible, lo sé porque mi padre la ha padecido, a
intervalos, durante diez años. Pero en verdad Norberto no padecía depresión, a
pesar de que me dijo que estaba “muy deprimido”. Creí que mi caridad tendría el
poder de la curación, pero no había nada que curar.
LA SANTA VOLUNTAD DEL ARGENTINO
El argentino está acostumbrado desde muy joven a
hacer su voluntad, desque se fue a una temprana edad de casa de sus padres. Pero
hacer la santa voluntad no siempre es acertado ni tampoco te hace ser mejor
persona.
CÓMO SERÍA LA VIDA DE NORBERTO SI HUBIERA SIDO
AGRADECIDO.
Aunque sea especular por especular, creo que su
vida sería más auténtica. No hay la menor duda de que San Francisco, de
conocerlo, le hubiera censurado su forma de entender el sexo, su ilegítima
manera de confundir el amor sexual con el amor fraternal, es decir, el agape
con el eros, pero se lo hubiera censurado bondadosamente. ¿Hubiera sido esa crítica
justa una razón para despreciar a San Francisco, para darle la espalda?
Quizás el corazón del argentino no hubiera
necesitado terapias orientales para sentirse en paz. Sus propios actos le
hubieran bastado para sentirse en paz consigo mismo y con los demás.
DESCRIPCION DEL MILAGRO DE SAN
FRANCISCO EN LLEIDA
La narración de dicho milagro se
puede encontrar en La Leyenda Mayor, la biografía más fiable del poverello,
redactada, ni más ni menos que, por San Buenaventura, él mismo santo y uno de
los mayores filósofos de la Edad Media, franciscano ejemplar que llegó a ser
Ministro General de la orden francisca, nacido en 1221, antes de que muriese
San Francisco. La Leyenda Mayor es, por otra parte, como todos los estudiosos
del arte saben, la obra en que se basó Giotto para pintar los inmortales
frescos de la Basílica de San Francisco de Asís.
A continuación, el milagro de
Lleida tal como lo cuenta San Buenaventura:
“En la ciudad de Lérida (cf. 3 Cel 11-13), en
Cataluña, tuvo lugar también el siguiente hecho. Un hombre llamado
Juan, devoto de San Francisco, atravesaba de noche un camino donde acechaban
para dar muerte a un hombre que ciertamente no era él, que no tenía enemigos.
Pero el hombre a quien querían matar le era muy parecido y en aquella sazón
formaba parte de su acompañamiento.
Saliendo un hombre de la emboscada preparada y
pensando que el dicho Juan era su enemigo, le hirió tan de muerte con repetidos
golpes de espada, que no había esperanza alguna de que recobrase la salud. En
el primer golpe le cercenó casi por completo el hombro con el brazo; en un
segundo golpe le hizo debajo de la tetilla una herida tan profunda y grande,
que el aire que de ella salía podría ser bastante para apagar unas seis velas
que ardieran juntas. A juicio de los médicos, la curación era imposible porque,
habiéndose gangrenado las heridas, despedían un hedor tan intolerable, que
hasta a su propia mujer le repugnaba fuertemente; en lo humano no les quedaba
remedio alguno.
En este trance se volvió con toda la devoción que
pudo al bienaventurado padre Francisco para impetrar su patrocinio; ya antes,
en el momento de ser golpeado, le había invocado con inmensa confianza, como
había invocado también a la Santísima Virgen.
Y he aquí que, mientras aquel desgraciado estaba
postrado en el lecho solitario de la calamidad y, velando y gimiendo, invocaba
frecuentemente el nombre de Francisco, de pronto se le hace presente uno,
vestido con el hábito de hermano menor, que, al parecer, había entrado por la
ventana. Llamándole éste por su nombre, le dijo: «Mira, Dios te librará, porque
has tenido confianza en mí». Preguntóle el enfermo quién era, y el visitante le
contestó que él era Francisco. Al punto se le acercó, le quitó las vendas de
las heridas y, según parecía, ungió con un ungüento todas las llagas.
Tan pronto como sintió el suave contacto de
aquellas manos sagradas, que en virtud de las llagas del Salvador tenían poder
para sanar, desaparecida la gangrena, restablecida la carne y cicatrizadas las
heridas, recobró íntegramente su primitiva salud. Tras esto desapareció el
bienaventurado Padre.
Sintiéndose sano y prorrumpiendo alegremente en
alabanzas de Dios y de San Francisco, llamó a su mujer. Ella acude velozmente a
la llamada, y al ver de pie a quien creía iba a ser sepultado al día siguiente,
impresionada enormemente por el estupor, llena de clamores todo el vecindario.
Presentándose los suyos, se esforzaban en encamarlo como si se tratase de un
frenético. Pero, él, resistiéndose, aseguraba que estaba curado, y así se
mostraba.
El estupor los dejó tan atónitos, que, como si
hubieran sido privados de la mente, creían que lo que estaban viendo era algo
fantástico. Porque aquel a quien poco antes habían visto desgarrado por atrocísimas
heridas y ya todo putrefacto, lo veían alegre y totalmente incólume.
Dirigiéndose a ellos el que había recuperado la salud, les dijo: «No temáis y
no creáis que es falso lo que veis, porque San Francisco acaba de salir de este
lugar y con el contacto de sus sagradas manos me ha curado totalmente de mis
heridas».
A medida que crece la fama del milagro, va
acudiendo presuroso el pueblo entero que, comprobando en un prodigio tan
evidente el poder de las llagas de San Francisco, se llena de admiración y gozo
a un tiempo y glorifica con grandes alabanzas al portador de las señales de
Cristo.
Justo era, en verdad, que el bienaventurado
Padre, muerto ya a la carne y viviendo con Cristo, diera la salud a aquel
hombre mortalmente herido con la admirable manifestación de su presencia y con
el suave contacto de sus manos sagradas, ya que llevaba en su cuerpo las llagas
de Aquel que, muriendo por misericordia y resucitando maravillosamente, sanó,
por el poder de sus llagas, al género humano, que estaba herido, y medio muerto
yacía abandonado.”