MI SUEÑO SOBRE NORBERTO
A continuación voy a relatar un sueño que tuve ayer noche.
El sueño se divide en tres partes.
PRIMERA PARTE
Aparecemos Norberto y yo sentados
en dos mesas adyacentes de un bar. Extrañamente, comparto mi mesa con una niña
rubia de cinco años. Norberto está ausente, no me presta atención. La niña en
cambio se interesa por mí, me mira, y como intentando apaciguar mi inquietud,
empieza a conversar conmigo. A partir de ese momento, se inicia entre los dos
un diálogo centrado en Norberto. La niña me informa de que el argentino tiene
entre 7 y 8 hermanos, lo cual me deja perplejo, porque según él me ha
confirmado en otras ocasiones son 4 en total. A partir de esta primera
información, empiezo a dudar sobre todo lo que me ha contado el argentino, por lo
cual continúo interrogando a la niña para que me dé más datos sobre el
argentino. Todas las explicaciones de la niña contradicen lo que yo creía saber
sobre el argentino. Al final, me formo una imagen sobre él diametralmente
opuesta a la que tenía antes de conocer a la niña. Me quedo con la inquietante
sensación de que el argentino es un farsante, que es alguien que se ha creado
una máscara para encubrir su vida verdadera.
SEGUNDA PARTE
Es la más confusa de las tres y,
la verdad, es de la que menos me acuerdo. Solo podría aportar que en ella
aparecen imágenes de lo vivido con el argentino antes de que iniciáramos la
convivencia. Son recuerdos placenteros, pero enturbiados por la oposición entre
lo que es permanente y lo que es fugaz.
Cuando se proyectan esos recuerdos, me embarga la angustiosa sensación de que
mientras que yo deseo algo pasajero, el argentino prefiere algo duradero, lo
cual me hace pensar en mi vida de una forma muy turbadora, muy alarmante.
Siento el futuro como una amenaza. De repente, mi consciencia se transforma en
un tribunal que tiene que decidir sobre la conveniencia o no del argentino.
TERCERA PARTE
Los dos nos dirigimos a un bar,
pero, no sabría decir por qué, llego solo. Con la molesta sensación de
encontrarme en un sitio raro e inhóspito, me siento en una silla de hierro. Las
mesas de alrededor están ocupadas por gente que habla animadamente. Solamente
yo estoy solo, sentado, muy intranquilo, sin entender nada de lo que me ocurre,
desorientado, con ganas de echar a correr.
Antes de sentarme en la mesa, me
embarga la angustiosa sensación de que esa mesa ya está ocupada, pues sobre
ella hay una pequeña rebanada de pan untada con algo, quizás aceite. Las personas
para las cuales se ha preparado ese aperitivo deben estar en el lavabo. En cualquier
momento regresaran y entonces me encontraran ocupando su mesa, lo cual me crea
una gran ansiedad. Como el tiempo pasa y nadie viene, me convenzo de que ha
sido Norberto quien ha preparado para mí esa rebanada. Él, por su parte, se ha
ido a reunirse con alguna persona con la que se encuentra mucho más a gusto que
conmigo. Me ha, pues, dejado tirado en ese bar, y para que no me sienta del
todo abandonado, me ha dejado la rebanada, como diciendo: · no digas Carles que
no pienso en ti”. Así, sentado solo, esperando como un tonto en un bar, mirando
con recelo la rebanada, se acaba el sueño.
INTERPRETACIÓN DEL SUEÑO.
Realmente, hay que reconocer la
capacidad de síntesis de nuestro INCONSCIENTE. No se puede decir más con menos.
No se puede expresar con mayor elocuencia las sensaciones conscientes. Al mismo
tiempo, hay que reconocer que esa sensación de angustia que siempre sentí
mientras conviví con el argentino, venía propiciada por mi inconsciente, quien,
a su manera, nunca se cansó de sugerir lo antinatural, lo absurdo, lo ridículo
de esa convivencia. Más aún, fue probablemente él quien me indujo a poner fin a todo aquel despropósito. Guiado, pues, por él, le escribí
al argentino el mail que acaba con el tango: Fuimos …”.
Sin lugar a dudas, el bar es el
Bar de Sants donde me reuní con el argentino para acordar la convivencia.
Sin lugar a dudas, la niña es
como el desdoblamiento de mi persona. Sirve para expresar mi total ingenuidad y
mi desconfianza ante el argentino.
Todo lo que dio el argentino se
puede resumir en ese trocito de pan untado de aceite. No me merecía más y con
eso me tenía que contentar.
La verdad es que yo ya estaba
preparado para resignarme ante eso, porque el argentino me dijo que “ no tengo
ánimos para dar”, pues el arquitecto catalán le había destruido los ánimos, así
que me correspondía hacer una obra de caridad. Entendí que al igual que mi
padre, no podía hacer vida normal. Sin embargo, el argentino podía llevar una
vida perfectamente normal, lo que pasa es que conmigo no estaba dispuesto a
llevarla. De mí solo quería las comodidades de mi piso, todas gratuitamente,
para poder rehacer su vida en Lleida. Se aprovechó de mi buena fe el que se
llena la boca de Cristo, de Dios, del Poverello. Cualquier persona llegaría a
mi misma conclusión, porque aunque parezca increíble, el argentino solo quiso
darme un trocito de pan a cambio de las muchas cosas que recibió de mí, y no
porque no pudiera dar más, sino porque no le daba la real gana de darme Nada
como castigo por lo que supuestamente le había hecho, o peor aún, como castigo
por mi manera de ser. Hay que tener mucho MORRO para hacer algo así, sin sentir
el menor remordimiento. Pero todo se ve más claro si se entiende que cuando
piensa en Dios o en Cristo, piensa en sí mismo.
Sin lugar a dudas, el argentino
ha creado a Dios a su imagen y semejanza. Por eso, haga lo que haga, siempre se
acaba absolviendo, y no porque el perdón de Dios sea infinito, sino porqué como
no soporta la menor autocrítica, el dios que se ha inventado, nunca le reprocha
NADA: siempre lo bendice. Muy reveladoramente, ese falso dios siempre acusa a
los demás: que si son unos AUTISTAS EMOCIONALES, que si son unos hijos de puta
( la madre), que si son unos psicópatas (yo mismo), que si son unos amargados
quisquillosos ( el arquitecto), unas incoherentes ( Eulalia), unos aprovechados
( el hermano), una familia afuncional, etc. etc. Es su dios un narcisista yo
lleno de cólera hacia los que no le adoran. Un dios, en fin, con los mismos
malos rollos que su creador.