STATCOUNTER


jueves, 7 de diciembre de 2017

UN ANGEL EN EL VALLÉS





Quedé con él en una plaza del Vallés, justo cuando el crepúsculo se cernía sobre la ciudad. Con el corazón henchido de júbilo, me adentré con ese ángel en un parque oscuro. Era muy joven y muy bello, y también muy decidido. Yo cojeaba, y él me dejaba que me sostuviera en su hombro. Así, entre vacilantes pasos nos adentramos hacia lo más oscuro de la noche, para consumar el deseo que brillaba en el interior de nuestros emocionados ojos. Tan sobrecogedor fue todo lo vivido, que tuve la sensación de estar atrapado en el más maravilloso de los sueños.

NORBERTO CICIARO, EL DEMONIO REVIVIDO

NORBERTO CICIARO, EL DEMONIO REVIVIDO

Probablemente el diablo no exista, y sea simplemente una manera con la que los humanos nos referimos  a los sucesos más terribles que han amargado nuestras vidas. De vez en cuando, y de la forma más inesperada, nos salen al encuentro personas que  dejarán una huella de lo más desagradable en nuestras memorias.
Eso mismo me ocurrió con el argentino. Sin lugar a dudas, mi vivencia con él está entre las peores que guardo. Su persona la comparo a una bestia que se ha infiltrado en los abismos de mi inconsciente, y que desde allí  muerde, con toda la rabia de que es capaz, mi corazón. Una bestia mala, sin sentido de lo humano ni de lo cívico; así se me representa la atormentada figura del Norberto. Ese fantasma orgulloso y hostil que recorre mis recuerdos, como una estrella fugaz que nunca encuentra un hogar donde reposar.
Es obvio, al menos para mí, que Norberto se comportó como una mala persona conmigo. Incapaz de pensar en otra cosa que no fuera él mismo, no tuvo el menor miramiento hacia mí, creyendo que yo no era nada más que un auxilio económico, sin sentimientos ni dignidad. Algo de lo que uno puede prescindir, después de haberlo exprimido bien; una especie de cacahuete, del cual se arroja la cáscara tras haber ingerido el fruto.
Prefirió dejar el peor recuerdo en mí sin entender que ese recuerdo también acabaría alcanzándole a él. Ciertamente ha usado toda clase de estrategias pseudomísticas para exterminar cualquier sentimiento de culpa que pudiera albergar su alma. Pero ha fracasado, nunca podrá absolverse de su atroz falta de gratitud y de su mezquina forma de obrar.
Su huida hacia adelante, solo sirve para que la sombra que dejó tras de él, en esa tan patética abdicación de sus deberes humanos, vaya atrofiándose más y más, adquiriendo una forma diabólica, muy parecida a la que dejaría cualquier ángel caído. Eso es lo que Norberto es para mí, un ángel que ha sido arrojado del mundo del bien para convertirse en un diablo obsesionado consigo mismo. Eso sí, el insignificante argentino se debe conformar con ser un pobre diablo¡¡¡