Esta semana ha ocurrido un caso en mi instituto que me ha hecho evocar lo
vivido con el argentino.
Una madre presentó una queja contra una profesora de mi centro, porque un
día su hijo le contó que por algo ocurrido en la clase de esa profesora se
quería tirar por la ventana. Al cabo de unos días, el mismo chico fue agredido
por sus propios compañeros, y,
finalmente, esta semana, fue castigado sin recreo por no hacer los deberes por
la misma profesora, pero el alumno se le enfrentó llamándola
amargada, además de espetarle que se buscara un novio, esta, ofendida,
lo agarró del brazo y no le permitió salir al patio. Hasta aquí los hechos
contados con la mayor objetividad posible.
El principal interés de la madre era hablar con la profesora, pero la
reunión que tenía concertada con ella fue anulada por la dirección del centro con el propósito de evitar males mayores.
Previamente, la madre y la dirección se habían visto las caras en una muy tensa
reunión.
El cabreo de la madre por no poder hablar con la profesora fue monumental,
hasta tal punto que decidió relatar los hechos en un diario local que se
publica por Facebook y que tiene una gran audiencia. Hizo una carta exponiendo
los hechos. Y respondió a todos los comentarios que los muchos internautas
formularon. La madre insistía una y otra vez: si le hubieran dejado hablar con
la profesora no habría publicado nada en dicho diario. Pero como se sintió
ignorada, despreciada e impotente no le quedó más remedio que sacar a la luz
todo lo sucedido. Sin el menor recato, difundió el nombre de la profe a los 4
vientos. La llamó amargada y maltratadora. Así mismo, llamó harpía a la jefa de
estudios y otras lindezas. Dejó bien claro que había denunciado los hechos ante
la policía y el instituto.
Cualquiera que tenga algo de
lucidez, se dará cuenta de que le importaba más lo que en su opinión había
padecido ella, que no lo sufrido por su hijo. La profesora dijo de esta madre
que no “estaba bien de la cabeza”. Seguramente debió pensar que era una
“psicópata”.
Hoy todo el instituto y parte de la ciudad sabe lo ocurrido. En mi opinión,
creo que se debía de haber amortiguado el golpe. Había que haber “desactivado”
a la madre. Utilizar la diplomacia y evitar en todo caso que se pudiera sentir
despreciada o desatendida. La palabra tiene un poder casi milagroso.
Es evidente que el equipo directivo actuó de la misma manera que Norberto.
Nunca se le llegó a pasar por la cabeza que la mujer llegaría tan lejos. La
verdad es que los hechos son irrelevantes, pero también es cierto que la madre
no los vive como irrelevantes, sino como muy graves. Esa es su percepción y hay
que respetarla. El centro no la respeta: tan es así que le niega el derecho a ver
a la profesora, aumentando su desesperación. Y ahora se encuentran con todo
este desaguisado de consecuencias imprevisibles. La mujer quiere llegar hasta
el final y no se va a detener hasta que pueda hablar con la profesora. Lo fácil
en este caso es obrar como Norberto y llamar “perturbada” a la madre,
curiosamente lo mismo que ha hecho la profesora.
De todas formas, espero que la profesora no cometa el mismo error que
cometió el argentino y aunque la madre se haya excedido, la docente debería comprender
que, para una madre, la palabra de un hijo es sagrada.
Nunca hay que minusvalorar a nadie, porque una persona herida en su amor propio
es una bomba de relojería que puede estallar en cualquier momento.
El testimonio de esta mujer me retrotrae a lo vivido con Norberto. Vaya
perla el Norberto.
A Norberto bien se le podría aplicar, alterándola un poco, aquella
famosísima frase que dijo la madre del rey Boabdil cuando éste tuvo que
entregar las llaves de Granada a los reyes Católicos:
“ No RECES, como un iluso, por lo que no supiste defender como HOMBRE.”
Menudo elemento el argentino. Solo Recordar la convivencia con él y el alma se me cae al suelo. Pero lo de la
convivencia lo tengo totalmente asimilado. Lo único que digo es que no me
gustó. Norberto no estaba obligado a dar NADA: aunque él se empeñó en dar cosas
negativas. Pero bueno: eso estaba en el guión. Aunque hizo cosas que nunca
jamás en la vida me las hubiera imaginado: pero esas cosas también son
fácilmente asumibles: al fin y al cabo es humano, demasiado humano. Pero cuando me negó la palabra, sobrepasó todas las
líneas rojas. Allí se equivocó infinitamente. Se equivocó porque subestimó la
fuerza de alguien humillado. Son innumerables los casos de personas que por
resentimiento han perpetrado los mayores disparates. Porque el pobre no
entendió que si él pasaba todas las líneas rojas, también las podía pasar yo.
Porque le hubiera sido tan fácil arreglar mínimamente las cosas, a él que vivió
bajo mi caridad a cambio de NADA. Pero
el desdichado del argentino pensó aquello de : agua pasada no mueve molino,
desgraciadamente, y a los hechos me remito, se equivocó. Vaya si se equivocó¡¡ Por supuesto, un
narcisista enfermizo nunca asumirá que se equivocó. Aunque si él cree que se equivocó o no, ya no
importa. Que rece o que no rece, tampoco importa mucho: porque rezar y no hacer
nada viene a ser lo mismo, o sino que se lo pregunten a los niños que en el
mundo mueren de hambre o de malos tratos. De qué les ha servido que alguien
haya orado por ellos: pues de nada. Están muertos y bien muertos. A lo mejor
ahora que están muertos, sí que sirvan de algo las oraciones, pero mientras
vivieron, no les sirvieron de nada. En fin, un alma humillada, llena de
resentimiento, necesita algo real a lo que agarrarse para, como el hijo de
aquella madre, no tirarse por la ventana, algo que la alivie. Justamente lo que
me ha dado este blog y nunca me dio Norberto, quien, infeliz entre los infelices, consideró que no
dándome nada, ni siquiera la palabra, se vengaba de mí por los supuestos
desaires que le había ocasionado con anterioridad. Es difícil encontrar en el
mundo una persona capaz de tener menos afecto y empatía por el prójimo del que él tuvo por mí y que
luego, con toda esa milonga del rezo, presuma de lo contrario.
Porque sabe que eso del rezo no es nada, por eso reza por mí. Es un puro
ejercicio solipsista.
Me parece muy feo lo que
hizo, y más feo que por contar lo que él me hizo, me llame psicópata, pero ya
se sabe: a Dios ROGANDO y con el MAZO dando.