“Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo” Lc 17, 1-6 (TODO PARECIDO CON LA REALIDAD ES PURA COINCIDENCIA)
STATCOUNTER
viernes, 30 de noviembre de 2012
FERRAN Y EL HIJO DE NELLY ( SEGUNDA PARTE)
FERRAN Y EL ARGENTINO
PESADILLA ERÓTICA CON CUCARACHA DE UN ARGENTINO ( SEGUNDA PARTE)
Y mientras, indulgentemente le
atusaba los cabellos con su mano izquierda, como si se imaginara estar en el
pellejo de un verdugo que hubiera perdonado a un reo treinta de los cien
latigazos acordados, le gritó:
Molt bé, catalanet, molt bé… Así,
echando toda la CARNE en el asador, es como se complace a Norberto¡¡ Ahora quiero que digas:
--Soy un inmigrante que no encuentra trabajo en su jodido
país, por eso vengo al tuyo, para suplicarte un trabajo de lo que sea. Vamos,
quiero oírte cómo me imploras un puesto de trabajo¡¡ vinga, catalanet, implóramelo
con vocecita de lameculos¡¡
El argentino, con el corazón casi resquebrajado por el
placer que le estrujaba la sangre, rió
abiertamente, como si la risa se le encaramara por todo el rostro. Sin lugar a
dudas la humillación a la que sometía a su presa lo había convertido en una
criatura sumamente dichosa. Esa alegría, segregada con descaro contagioso, serpenteó hasta lo más hondo del catalán, y
allí, junto a los recuerdos más estremecedores, empezó a acumularse, llenando
los vastos vacíos de éste, haciendo que se sintiera menos sólo, más a gusto
con sus miserias, menos reacio a dejar emerger lo más turbio de sus fauces.
Gracias a la adorable sensación de plenitud que se estaba apoderando de él, presintió que el argentino sólo buscaba jugar con él,
por eso se afanó en seguir mansamente sus instrucciones, con la esperanza de
que el juego resultara lo más gozoso posible para ambos cuerpos.
--Soy un pobre catalanet que en
su país no tiene donde caerse muerto, por eso he venido al tuyo, a ver si tengo
la potra de dar con algún curro… por favor, échame una mano, anda, enróllate …
¿no tendrías algún trabajillo para mí?
El argentino, totalmente empinado
por la complicidad con que el catalán le seguía el juego, respondió:
-- Obvio que sí. Tengo un trabajo
perfecto para vos. Quiero que hagas de cucaracha. Que et sembla, catalanet, la
meva oferta? Es un laburo de puta madre para vos. Y vas a empezar ya mismo a
ser mi cucarachita. Vinga, catalanet, ponete a cuatro patas, y andá alrededor de
mí.
Un servicial catalán esperó a que
el argentino dejara de agarrarle el cuello con su brazo, para ponerse a gatear
por el suelo. Sobra decir que éste babeó de felicidad al ver, a
cuatro patas, al mismo tipo que no hacía ni diez minutos se le había encarado en
un tono arrogante, con intención de subírsele a la chepa. Un escalofrío de
placer frenético recorrió cada
sinuosidad de su hipertrofiado Ego. Entonces fue cuando el argentino tuvo la electrizante sensación de
que el yo del catalán menguaba, mientras que
el suyo se desbordaba a raudales, como
un río deseoso de invadir las tierras colindantes, lo cual le reportó una tromba de autoestima verdaderamente épica.
Cuánto más chico sentía al catalán, más inmenso se sentía él y más ganas le
entraban de convertirse en una mole inexpugnable. La idea de abalanzarse contra
ese escuchimizado organismo de su lado, para aplastarlo, lo hizo temblar de
gozo. Pero más que la vejación presente a la que sometía al catalán, le
excitaba la corazonada de que lo que
había gozado hasta entonces, no sería nada en comparación con lo que aún estaba
por venir. Así que el argentino,
mientras tramaba nuevas vejaciones para su víctima, le decía a ésta:
--Buenísimo, cucarachita, rebuenísimo---
y mientras lo felicitaba por su mansedumbre, le propinaba, medio enloquecido de
placer, ligeros puntapiés a su trasero
para que se moviera con mayor rapidez.
De repente, el argentino agarró
al catalán de los cabellos para que se parara, tras lo cual, se puso de
rodillas delante de éste.
--Ahora, cucarachita, te voy a
limpiar tu apestosa boca. Se te llenó de mierda al insultarme. Sabes que no
está nada bien lo que me dijiste. No soy ningún sudaca mierdoso¡¡ YO soy un
argentino macanudo mientras que vos sos un catalán marrano, remarrano, que pone
a parir a los sudamericanos, eso no se
hace, niño malo, no hay que insultar a los que son más machotes que uno, caca,
niño malo, eso es caca, caquita, tenés toda la boca llena de caquita, niño recochino,
sos un guarrete, pero no te preocupes, petiso, que el buenazo del Norberto te
va a quitar la caquita de la boca, venga, diablillo, abrí bien la boquita, que
te voy a hacer una limpieza de la hostia.
Tan pronto como el catalán entreabrió
la boca, el argentino se desabrochó los pantalones, se bajó la cremallera, se
sacó su gruesa y dura pinga, y sin
mediar explicación alguna, la arrimó a los labios del catalán, quien la
lamió con gusto.
--Venga, cucarachita, abrí a tope
la boquita para que te meta mi palo hasta el mango, vamos, abríla a tope,
catalanet gorrino, que te la voy a cepillar bien cepillada con mi escobillón, sabes que es un fenómeno mi
escobillón, vamos, cerdito, abrí la boca, que lo vas a comprobar en primera
persona porque es un fenómeno, así, así, abierta a tope, para que te lo meta hasta el
fondo, así, así, que bien lo hacés catalanet mío, sos un mamón de primera, así,
así, es como le molas a Norberto, así, así, desviviéndote por mí, perdiendo el
culo para que yo me sienta en la gloria, así, así, dejá que el buenazo del
Norberto te saque toda la caquita… Así, así… De puta madre, catalanet, de puta madre¡¡¡ Te
voy a dejar una garganta más limpia que los chorros del oro, vas a flashear de
lo lindo cuando acabe… así… así… la madre que te parió: qué gozada¡¡… ya está…
sí… ya está… me he marcado una faena bárbara con vos,
ni rastro de caquita, ahora la boquita te huele a rosas… Ahora, catalanet meu, ya
estás lo suficiente purificado como para pronunciar mi nombre, vamos, agradecé al puto amo del Norberto lo
que ha hecho por vos, dale, cucarachita, dime: te adoro, Norberto, te adoro
porque sos el puto amo¡¡ ,vamos, cucarachita, adorame, adorame¡¡
Él catalán, embriagado por un fértil deseo que echaba
raíces en todos los surcos de su anatomía,
con voz trémula, balbuceó:
Te adoro, Norberto, porque sos el
puto amo¡¡
El argentino, sumido en un éxtasis
estratosférico, sintiéndose casi desgarrado por dentro, rió a carcajada limpia, mientras exclamaba:
--Rebuenísimo, mi cucarachita,
rebuenísimo. Por ser tan buena, Norberto te va a dar un premio que lo vas a recordar toda tu vida. Querés el premio,
cucarachita? Vinga, catalanet, respon, vinga:
--Sií´´iíí´-- respondió
tímidamente el catalán…
--Obvio que sí, catalanet, no la
saps llarga ni res, pillín, vinga, vamos a por el premio, lo tenés en tu
habitación, vamos a por él, sólo con verlo te vas a fundir de gusto, ya verás
catalanet, como vas a flipar de lo lindo… ahora aguántame acá un momentín que vuelvo al
toque.
El argentino desapareció, dejando
solo al catalán, quien, en su estado de ebullición sensual, cedió a las
elucubraciones sobre qué clase de premio recibiría. Al cabo de un minuto
escaso, el otro regresó con una cuerda, esbozando una sonrisa febril. Sin
remilgos la ató alrededor del cuello del
catalán, y una vez estrechó el nudo, tiró del extremo de ella con fuerza, sugiriéndole
así al catalán que debía seguirle. Mientras
andaba, el argentino decía:
--Vení, cucarachita mía, vení
tras de mí, yo marco el camino y vos me seguís, como un gatito fiel. Sos mi
mascota, mi cucarachita, siempre me
gustaron los animales de compañía… vení, cucarachita mía, vení con tu Norberto, me encanta sentirte amarrado a
mí, como si hubieras nacido para ser mi sombra…
El Catalán, dócilmente, a cuatro patas, seguía
al argentino quien andaba muy erguido, mostrando una mirada pletórica,
reveladora del majestuoso sentimiento de plenitud que lo embargaba por dentro. Sin lugar a dudas se sentía muy complacido de
ser lo que era, de hacer lo que hacía, de ir hacia donde quería ir. A cada paso
que estampaba, con la mayor convicción, sobre el suelo, agradecía a Dios que lo
hubiera creado con la personalidad con que lo creó y que lo hubiera colmado de
tantos momentos gloriosos como el que, en esos mismos momentos, estaba viviendo
junto al catalán.
Una vez llegaron a la habitación
de éste último, entraron y tras abrir la luz, el argentino preguntó:
--Dónde carajo está la cucaracha
que tanto te enojaba, catalanet, dónde carajo está? Vinga, catalanet, no te
andes con rodeos, díselo a Norberto.
No hizo falta que aquél dijera nada, porque el argentino, muy rápido de reflejos, se percató cómo una minúscula sombra se arrastraba, raudamente, hacia el cuarto de baño. Al galope, fue a su caza. Entró en el lavabo, y tras unos breves minutos de rastreo, volvió a salir con algo en su puño. Ante la mirada atónita del catalán, soltó, tras abrir teatralmente su mano, la cucaracha sobre la cama. El insecto, en posición invertida, intentó enderezarse, pero tras unos torpes bamboleos, se acurrucó a la vera de una arruga de la manta, agitando nerviosamente sus patitas. Entonces, el argentino, sin mediar palabra, empezó a desnudar al catalán, y cuando lo tuvo en pelota picada, le ordenó que se colocara de rodillas, mirando a la cucaracha. De alguna forma, le estaba dando a entender que su destino sería el mismo que el del escarabajo. Acto seguido, el argentino también se arrodilló, colocándose justo detrás del catalán. Improvisadamente lo abrazó, al mismo tiempo que acercado sus mejillas a las sienes de aquél, empezó a lamerle su oreja derecha, causándole una deliciosa excitación. De repente, y sin dejar de repartir lametones, cogió la cucaracha con una mano y, de una manotada, la estampó contra la boca del catalán. Sin mucha delicadeza, la frotó sobre sus labios resecos durante unos pocos segundos, ocasionando en aquél un placentero cosquilleo
que fue interrumpido cuando los dedos de su mano derecha, después de separarle los labios, empezaron a presionar contra la lengua, con la clara intención de meterse dentro de la boca del catalán, lo que lograron tras un brusco forcejeo; entonces fue cuando con la otra mano le introdujo, sin el menor titubeo, el insecto. Tan pronto como consiguió metérselo todo entero en la cavidad bucal, le tapó furiosamente la boca para que no pudiera arrojarlo. El catalán, espoleado por el asco de acoger en su garganta semejante bicho repelente, luchó por echarlo fuera, pero sólo consiguió que su captor apretujara con mayor saña sus dos manos contra la boca de aquél, como si quisiera amordazarlo. Mientras el catalán forcejeaba con el argentino, éste, en tono de guasa, se puso a imitarlo, reproduciendo el diálogo que ambos habían mantenido escasos minutos antes:
--Acabo de ver una cucaracha en mi habitación. ( Sólo una?). Acabo de ver una cucaracha en mi habitación. ( sólo una) Cómo sólo es una, no vas a hacer nada? ¡¡ Pues vaya hostal tercermundista en que me he metido? Acabo de ver una cucaracha en mi habitación… Cómo sólo es una, no vas a hacer nada? ¡¡ Pues vaya hostal tercermundista en que me he metido? así que si en tu país es normal que haya bichos en las habitaciones, en Cataluña, no lo es. Acabo de ver una cucaracha en mi habitación… así que si en tu país es normal que haya bichos en las habitaciones, en catalunya, no lo es. Che, catalán, no te pases de listo conmigo, porque si me hinchas las pelotas te voy a hacer comer la cucaracha. La tenés clara, gilipollas? Cómo sólo es una no vas a hacer nada? Che, catalán, no te pases de listo conmigo, porque si me hinchas las pelotas te voy a hacer comer la cucaracha. La tenés clara, gilipollas? Pues ahora cométela toda, toda… Verdad que está rica, catalanet? Verdad que está rica? Cométela toda, toda enterita… Primero el catalanet se va a comer la cucarachita, y luego yo me voy a comer al catalanet, todo, te voy a morfar todo, me muero de ganas por hincarte el diente, catalanet, primero te comés la cucarachita y luego NORBERTO te come enterito, te parece bien el trato? Pues si no te parece bien te aguantas, porque acá, en mi territorio, se hace lo que yo quiero… Así que ya estás comiéndotela toda entera… toda¡¡¡ toda¡¡¡ Toda¡¡¡ TODA¡¡¡¡ Me oís, catalanet, TOOOOOOOOOOOOOOOOOODDDDDDAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
Y tras los desmesurados gritos,
Norberto esperó pacientemente a que su presa se tragara el insecto, lo que ésta
hizo con inesperada diligencia. Una vez se lo hubo engullido, un triumfal argentino empezó a repartir
mordiscos cariñosos por el cuello y la espalda de su presa. Con movimientos
torpes e inquietos, que delataban la pasión que lo dominaba, el argentino empezó
a desabrocharse los pantalones, mientras sometía a su presa al siguiente interrogatorio:
Cómo te llamás? -- preguntó, autoritáriamente, el argentino.
Jordi -- le contestó, con voz nerviosa, el otro.
Jordi -- le contestó, con voz nerviosa, el otro.
NOOOOOOOOOO¡¡ -- Aulló el
argentino—Vos te llamás Ferran¡ FERRAN¡¡¡ FERRAN¡¡¡-- el nombre lo pronunció como si, tras haberlo mascado un buen rato con asco, lo hubiera escupido contra el rostro de su interlocutor.
Pero si mi nombre es… -- replicó, tartamudeando, el catalán.
Tu nombre, catalanet—le
interrumpió el argentino— va a ser el que me salga de los huevos. No te va a
servir de nada hacerte la víctima conmigo. Norberto nunca se apiada de los que no tienen huevos para salir del armario¡¡ Ahora, pues, quieras o no, Vas a hacer lo que yo te diga y como te lo diga,
entendido, catalanet? Ferran, te vas a llamar Ferran. No es el nombre que más
te va, obvio que no, porque sería más correcto llamarte mamacallos, pichi cometrocha, trolo cagón, catalán pedorro,
balín huevón, etc. Pero como voy de tío legal te pongo Ferran… verdad,
catalanet, que soy buen tío? Te merecerías que te espachurrara de un mamporrazo y
en cambio te permito existir, te doy un nombre y te hago a mi imagen y
semejanza… Hoy es tu día de suerte, catalanet… Anda, no seas desagradecido y da
las gracias al buenazo del Norberto… vamos, catalanet, dame las gracias…-- y
mientras repetía las anteriores palabras, el argentino agarró de los hombros al
catalán, y empezó a presionarlos hacia abajo, obligándolo a agacharse
contra su voluntad… Al final, el catalán se quedó sentado en el suelo, con la
cabeza levantada hacia el argentino, mientras éste, algo inclinado, seguía
amarrándolo por los hombros. Se miraban fijamente, como si quisieran rasguñarse mutuamente las pupilas. La mirada del argentino traslucía
un brillo de sol en su punto más álgido, que reflejaba nítidamente la alegría de éste por poder
mirar a su presa desde las alturas, desde una posición que mostraba tan a las
claras que era él quien repartía, a su antojo, el bacalao. Dicha alegría alcanzó su clímax, cuando
un obediente catalán dijo, con voz algo entrecortada:
--gracias… Sin embargo, el
argentino, intuyendo que esa alegría podía enconarse aún más, le ordenó que dijera: Gracias, patrón… -- con estas dos palabras quería hacer recordar al
catalán que ahora trabajaba para él, por lo que debía cumplir, a pies juntillas, si no quería perder el puesto de cucaracha, su santa voluntad.
Gracias, patrón—repitió más
decididamente que antes el catalán, causando el éxtasis de su captor, quien,
desde su posición dominante, se sintió casi un dios capaz, según lo requiriera el caso, de un amor y una cólera infinitos. Fue tan gloriosa la
sensación de bienestar experimentada por éste, que no pudo resistirse a la
tentación de prolongarla más en el tiempo, para lo cual ordenó al catalán: dilo
otra vez¡¡
--Gracias, Patrón…
--Otra vez¡¡
--Gracias, Patrón…
--Otra vez¡¡
--Gracias, Patrón…
--Otra vez¡¡
--Gracias, Patrón…
--Otra vez¡¡
Una vez el
argentino se convenció de que el catalán había interiorizado su nueva condición de
empleado suyo, le preguntó, con la voz erizada de gozo: ¿Cómo te llamás?
--
Ferran… -- respondió sin vacilación el catalán.
Ese nombre
resonó como un trueno en la consciencia del argentino, haciéndole acariciar, con renovada
ilusión, la idea de consumar en ese
cuerpo lo que no había sabido materializar en el del "verdadero" Ferran, aquel enclenque pardillo que conoció entre las penumbras de Montjuich y al que no dudó, al no sentirse adorado por él, a embutirle sobre la cabeza, con toda la mala sombra que el argentino gasta para estas cosas, una sensacional corona de cuernos.
FIN DE LA SEGUNDA PARTE
FIN DE LA SEGUNDA PARTE
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