EL GRAN ENGAÑO DE LA SABIDURÍA TOLTECA
Una nueva estafa de la llamada pretenciosamente New Age, y ya van muchas,
para mencionar unas pocas, el Reiki, los pleyadianos, el feing shu, los cursos
de milagros, etc. Santo Dios, los engendros de estos nuevos
aprendices de brujos no tienen fin.
En esta ocasión un tal Miguel Ruiz, que se autoproclama descendiente de los
chamanes toltecas, pretende hacernos creer que él solito ha descubierto los secretos
de la sabiduría tolteca. Lo que podría haber sido un hallazgo digno de admiración, resulta ser en el fondo tan solo
una lista de obviedades, tomadas en préstamo mayoritariamente de los griegos o del
sentido común y aunque formuladas de una manera seductora, no tienen
ninguna originalidad.
La pregunta del millón es como este señor ha llegado a descubrir tan grandes
verdades, que de ser ciertas revolucionarían el mundo de la antropología
mesoamericana. Desengáñense, si creen que este señor ha descubierto un códice
milenario donde los toltecas hubieran escrito los acuerdos que él les supone,
tampoco esperen que les presente ninguna estela ni ningún glifo donde tales verdades hubieran sido grabadas. Nada.
Absolutamente nada. Tan eximio pensador no
nos da ni una sola prueba de que esos acuerdos provengan de los sabios toltecas
y no de su imaginación calenturienta.
El muy pillo nos dice que esos acuerdos han pasado de generación en
generación hasta llegar a él. Que si bien durante siglos se mantuvieron en
secreto debido a la represión de los conquistadores españoles, ahora por fin
han salido a la luz, gracias a su propia tenacidad espiritual. Sin embargo, no
cita ningún chaman del cual haya extraído semejantes consejos, ni mucho menos
nos remite a la transcripción del texto de donde los hubiera sacado. No lo hace
porque no lo puede hacer. No existen ni esas transcripciones ni esos consejos.
Si hubiera sido honesto, hubiera dicho que tales acuerdos son fruto de su
especulación filosófica, pero por cuestiones de marketing le ha interesado
atribuirlas a los toltecas, porque recurrir a los sabios orientales resulta a estas alturas ya
muy poco rentable. Sea como sea, es evidente que si hubiera sido un zulú o un pigmeo se los
hubiera atribuido a los zulúes o a los pigmeos o incluso a los caníbales. Con
tal de vender libros, da igual una cosa que la otra.
Lo verdaderamente cierto según todos los estudiosos es que los toltecas, debido a su innovadora forma de combinar lo religioso con lo militar, practicaron los sacrificios humanos a una escala mucho más amplia y generalizada de lo que nunca lo habían sido antes.
Lo verdaderamente cierto según todos los estudiosos es que los toltecas, debido a su innovadora forma de combinar lo religioso con lo militar, practicaron los sacrificios humanos a una escala mucho más amplia y generalizada de lo que nunca lo habían sido antes.
Lo verdaderamente cierto es que los toltecas destacaron por enseñar a los
aztecas la atroz práctica de los sacrificios humanos. Sin ir más lejos, en
Tula, capital de los toltecas, se encontraron restos de dos docenas de niños,
de cinco a quince años, enterrados con
figurillas de Tláloc.
Los niños habían sido decapitados.
En Tuly, los toltecas
asociaban la práctica de sacrificios humanos a la veneración de Tezcatlipoca.
En la mitología mexica, a partir de las reformas de Tlacaélel
el sacrificio era el recurso humano para salvar al universo de su destrucción,
asegurando la supervivencia del sol, y con ello la vida misma. Un ciclo de 18,980 días se
repetía cada 52 años, al término del cual el «Quinto Sol» (Nahui Ollin) corría
el riesgo de extinguirse para siempre, y la tierra de ser dominada por seres de
la noche. Un enemigo debía entonces ser sacrificado en el monte Huixachtépetl
para hacer brotar el fuego nuevo, después de lo cual sangre y corazones
humanos debían, periódicamente, nutrir al dios en los siguientes 52
años. La práctica servía también a una estrategia de dominación: garantizar los
privilegios de las clases dominantes.
Los toltecas destacaron más que por su fervor místico, por sus grandes dotes
guerreras que les permitieron crear un imperio para someter de la forma más implacable a los pueblos vecinos. En efecto, una casta militar reemplazó a los religiosos
en la administración formándose un gobierno militarista.
La sociedad tolteca se dividió en dos clases:
El grupo privilegiado: Integrado por jerarcas, militares, funcionarios, el
supremo gobernante y los sacerdotes, quienes estuvieron al servicio de la casta
militar y se encargaban de atender el culto, los calendarios y la cuenta del
tiempo. Los jefes guerreros subordinaron todas las actividades a sus intereses
particulares; conquistaron grandes extensiones territoriales para formar un
gran imperio cuyas fronteras fueron sólo superadas por los aztecas.
Finalmente decir que según este señor la felicidad solo depende de nosotros
mismos ( “la única razón por la cual eres feliz es porque eliges serlo”). Luego
si solo depende de nosotros, de nuestra elección, no depende para nada de DIOS,
por lo tanto, uno puede ser feliz sin la ayuda de DIOS. ¿Pero si no hay Dios,
si todo depende solo de nuestro propio
yo, puede haber espiritualidad?