STATCOUNTER


lunes, 27 de enero de 2014

ECHANDO DE MENOS A DAVID


TRES SEMANAS SIN DAVID

Por cuestiones de trabajo, voy a estar casi 3 semanas sin ver a David. Qué largas van a ser¡¡¡

Dice David que está muy loco, como una cabra, y yo le doy la razón porque hay que estar algo pirado para estar con un tipo como yo. Pero qué se le va a hacer. El destino a veces es tan caprichoso.

Ahora David pasa por momento bajos, esa clase de momentos en que da la espalda al mundo y deja que las malas ideas inunden su cabeza. Se siente como desarraigado del mundo y todo le da igual. Es una sensación de malestar, de irritabilidad que lo inunda, y entonces la emprende con todo lo que encuentra, hasta que de nuevo el sosiego lo vuelve a invadir y de nuevo se convierte en esa criatura dulce y buena que tiene tanto que dar.

Son temporadas. Todos más o menos las tenemos y hay que saberlas torearlas para que no se nos lleven por delante.

Pero pronto llegará el día en que estaremos juntos. Mirando el cielo, soñando con el futuro. Llenos de esperanza. Mirándonos a los ojos, mientras suspiramos por algo que nos inquieta, pero que a la vez nos alegra.

Hay quienes están mejor que nosotros, pero también los hay que están peor, mucho peor. Por eso mismo no hay que tirar la toalla antes de tiempo. Hay que esperar con paciencia a que vuelvan los tiempos felices, y nos tendamos sobre la hierba, juntos, mirando el cielo, como esa preciosa tarde en Siguenza.











EL INSOLITO MAIL DEL ARGENTINO

EL MAIL DESANGELADO 

Entre los mails que me mandó el argentino, hay uno que ahora me viene a la memoria, sobre todo por la sensación de desorientación que me causó tras leerlo.

Ese mail me llamó la atención no tanto por lo que decía, sino por cómo lo decía.

Aunque, la verdad sea dicha, tampoco sabía muy bien por qué ese mail me produjo esa sensación de indiferencia, de frialdad, de distanciamiento, de rutinario, de forzado, de desganado, de prescindible, de vacuo, etc.

Hoy, sin embargo, tras recibir un nuevo mail de Simone, no sabría decir por qué, he recordado ese mail, y lo que es más importante, he comprendido por qué me desilusionó tanto.

EL NUEVO MAIL DE SIMONE

He aquí el comienzo del mail de Simone:

Hola Carles!!


com sempre trigo en dir res, perque per escriure't a tu cal un moment de calma i tenir les idees una mica clares, jeje, encara que sempre que m'escrius m'agradaria rebre'n mes sovint, pues em sento afalagat de que una persona com tu noti que existeixo i em faci cas :) “

Lo más relevante de este pequeño texto es el final, cuando Simone dice para qué sirven los mails, para que uno sienta que exista y para que uno sienta que otra persona está pendiente de él, justo para lo que no servían los mails del Norberto, por eso asocié automáticamente ambos mails.

EL MAIL DEL ARGENTINO

Todo lo que digo no se entenderá si antes no expongo el raro, raro y raro mail que el argentino me envió.

No voy a reproducir el mail del ARGENTINO, me lo voy a inventar, porque lo que me interesa no es lo que dice sino cómo lo dice.
  He aquí LA RECREACIÓN del mail 


“ Saps, crec que vas tenir una molt mala experiència amb aquell, perquè tu vas donar molt i ell en canvi, no et va correspondre.

Sí, es verdad, fue una persona que no valió la pena, no me extraña que esté tan solo en la vida. Perdí el tiempo, compartiendo mi vida con él…

En tot cas, a hores d’ara, has d’intentar oblidar els mals rollos i encarar el futur amb optimisme. No és bo tenir rencor…

Yo rencor no le guardo, me hirió profundamente, pero no merece que le guarde odio, no merece ni que le rece una oración…

Repito que el contenido me lo he inventado. Sin embargo, cualquier persona se sorprenderá por la forma del mail. En castellano y en catalán. En rojo y en negro. Parece algo disparatado.
Habrá que explicarlo pues. La parte en catalán y en negro( aquí en blanco) era la mía. La roja y en castellano, la del argentino.

Lo que hizo el argentino fue coger el mail que previamente le había escrito e intercalar en él sus comentarios en rojo.

NORBERTO HABLANDO CONSIGO MISMO.

Ayer  me vino a la cabeza que el mail del argentino se parece mucho a las notas que uno escribe en un libro, a pie de página, o al lado de un poema. Cuando uno hace eso, lo que en realidad está haciendo es hablar consigo mismo. Por ejemplo, imaginemos un libro de poemas:


Pero el hombre se agita en todas direcciones,
sueña con libertades, compite con el viento,
hasta que un día la quemadura se borra,
volviendo a ser piedra en el camino de nadie. ( es verdad comparto ese sentimiento de ser despreciado, lo he vivido dolorosamente)

Yo, que no soy piedra, sino camino
que cruzan al pasar los pies desnudos, ( yo también he sentido en la oscuridad el roce de muchos cuerpos)
muero de amor por todos ellos;
les doy mi cuerpo para que lo pisen,
aunque les lleve a una ambición o a una nube,
sin que ninguno comprenda
que ambiciones o nubes
no valen un amor que se entrega.”


Las anotaciones que he hecho al poema, me las he hecho para mi mismo. No me quiero comunicar ni con el poeta ni con nadie, solo conmigo mismo. Es un ejercicio autista, egocéntrico… en fin, me estoy comunicando con mi yo y ya está.
Pues bien, eso es justo lo que hizo el argentino al responder a mi mail, comunicarse con él y no conmigo. No tenía ninguna intención de comunicarse conmigo. En verdad no quería comunicarse conmigo. No le interesaba nada de mí. Absolutamente NADA. En el mail que hizo solo había comentarios sobre él mismo, sobre sus sentimientos, sobre sus vivencias, y nada más. Era un mail EXCLUYENTE. No me incluía. Me rechazaba. En él solo se interesa por su persona. Ahora eso me queda clarísimo, meridianamente claro.

POR QUÉ ESCRIBIÓ UN MAIL ASÍ

Según él, porque tenía mucho trabajo. No tenía tiempo. Estaba muy agotado. Por lo tanto ideó una manera de responder a mi mail de la forma más rápida posible, que le permitiera olvidarse de él lo antes posible. Así gastaba la menor cantidad de su tiempo haciendo algo que no le gustaba y que le parecía absurdo.  No tenía ganas de responder. No tenía ganas de perder su tiempo respondiendo. No tenía ganas de gastar su energía respondiendo, pensando que debía poner y que no. Le parecía una idiotez mostrar algún interés por mi persona, por mis intereses o mis sentimientos. En fin, le fastidió un montón tener que escribir ese mail.

El TRABAJO DEL ARGENTINO

Su trabajo consistía en estar delante de un ordenador  casi toda la noche. Es decir, tenía que estar despierto toda la noche, controlando la salida y entrada de clientes, y para hacer  más llevadero las largas horas de espera, se conectaba a INTERNET y chateaba con sus conocidos de la Argentina, o miraba videos de youtube, etc, qué iba a hacer sino. Yo pude ver algunas de esas conversaciones, y creo que no eran muy espirituales.

LA MENTIRA DEL ARGENTINO

Es absolutamente falso que no tuviera tiempo para escribirme un mail. De hecho, tenía demasiado tiempo. Me mintió, como en  otras cosas, también en eso. Aunque me prometió ser lo más sincero, no cumplió su palabra.

LA DESGANA DEL ARGENTINO

El motivo por el cual tardó tanto en responder fue la desgana. No tenía ganas de responderme. Por eso, no le dio la gana de escribirme un mail normal. Cogió el mío, y añadió 4 comentarios, y en un momento acabó con esa tarea que tanto le fastidiaba. No creo que consumiera más de 5 minutos respondiendo. Así, con desgana y malas artes, se sacó de encima una tarea que le disgustaba profundamente.

POR QUÉ RESPONDIO AL MAIL

Evidentemente, no por mí, sino por lo que le ofrecía. Como demuestra el mail, al argentino no le interesaba lo más mínimo mi persona, pero en cambio sí que le importaba poder estar en mi piso, poder trabajar en Lleida, usar mi agua, mi cocina, etc… para no disgustarme, y poner en peligro algo que le parecía necesario para enderezar su futuro, decidió, a regañadientes, responder mi mail.

QUE OPINION LE MERECIÓ MI MAIL?

El argentino dijo que mi mail le pareció “ delicioso”. Lo cual me recuerda a ese perrito que tras darle un hueso, agita la colita en señal de gratitud. Pero no se trataba de eso. Eramos los dos personas. Y debíamos obrar como personas civilizadas.

MI SENSACION

Tras leer el mail me quedé frío, ni alegre ni triste, ni contento ni enfadado, ni ilusionado ni desilusionado, me quedé en standby, como muerto, desorientado.
No sabía si merecía la pena escribirle otro mail o no. No sabía qué hacer ni cómo reaccionar. Por qué esa frialdad?
Por qué no mostraba ningún interés por la persona que le ofrecía su ayuda? Qué le hubiera costado mostrar un poco de atención hacia a mí. Por lo visto un esfuerzo tremendo.

Si tan mal le caía, porque vino a mi piso?

Por qué no usó ese mail para comunicarse conmigo, en lugar de hablar solo de sí mismo¡¡¡¡ Porque no hace ninguna referencia a mi persona, por que no abre nuevos temas…

LA INSEGURIDAD DEL ARGENTINO

Un mail tan desangelado demuestra bien a las claras una tremenda inseguridad que el argentino intenta camuflar torpemente con su frialdad  e indiferencia. Sin lugar a dudas, es muy inseguro, porque si no lo fuera, no hubiera respondido el mail, y me hubiera dicho que no me soportaba. Pero el argentino también es, cuando le interesa,  muy calculador, aunque ahora vaya presumiendo de ser un hombre de LUZ  y de conocer los secretos más profundos del universo, etc. lo cierto es que entonces no le producía mucho remordimiento aprovecharse de una alma ingenua para conseguir sus fines.

LA CONTRADICCION DEL ARGENTINO

El argentino siempre es una caja de sorpresas, y un día me dijo “ tengo ganas de escribir sobre lo que siento mientras estoy en Lleida y algo sobre ti para enseñártelo”… Tal cual¡¡¡¡ Obviamente, nunca me escribió nada sobre el particular. Él nunca gastaba su tiempo conmigo. Quien sabe si sus ganas de apaciguar su mala consciencia le hizo decir esa frase. En todo caso, cuando tuvo la oportunidad de hacerlo, no lo hizo, prefirió hacer un mail tan desangelado como el que me envió.

MI CONCLUSION

Ha pasado mucho tiempo desde ese mail. A mi manera he madurado y creo que en la vida hay veces que las cosas salen bien y otras mal. Es verdad que recibí ese desafortunado mail, pero también es cierto que ahora he recibido ese maravilloso mail de Simone. Lo uno va por lo otro. En la vida las cosas se suelen compensar. No siempre, claro. Pero esta vez , sí, lo cual me hace muy feliz.


Sobre las intenciones de Norberto, pues prefiero CREER que no obró por maldad, ni por interés, ni por indiferencia, ni por desprecio, sino por TORPEZA. Fue un torpe rematado escribiendo algo tan anormal como ese mail… de todas maneras, cuánta FE hay que tener para creer en una cosa así¡¡¡¡¡¡

POSDATA

Ni que decir tiene que, al igual que Simone, me hubiera gustado sentir  que otra persona me hacía notar que existía, que me hacía caso, desgraciadamente con el MAIL del argentino no pude sentir NADA  de eso. más bien lo contrario.

jueves, 16 de enero de 2014

CUENTO ( PESADILLA EROTICA DE UN ARGENTINO PARTE IV Y ULTIMA) LA APARICIÓN DE NELLY

LA APARICIÓN DE NELLY


La turbulenta excitación  que se había apoderado del cerebro del argentino  aflojó los lazos con la realidad. A partir de entonces, los estímulos exteriores se deformaban según las directrices de su subconsciente. Las pulsiones más turbias se hicieron con el control de su consciencia,  sumergiéndola en una dimensión donde  lo reprimido imponía sus leyes. El mundo exterior fue moldeado según patrones desequilibrados. Cualquier percepción, por elemental que fuera, a partir de entonces desencadenaría una catarata de asociaciones excéntricas, férreamente  gobernadas por sus miedos infantiles, por sus obsesiones paranoicas, por sus disfunciones afectivas, etc. Su pensamiento se había vuelto un órgano autónomo, deseoso de transformar toda la realidad de su entorno en algo hecho a su imagen y semejanza.
Ese estado era al que tendía de forma natural, siempre que conseguía superar un obstáculo, siempre que lograba dar un merecido escarmiento a alguien que había osado reprocharle su forma de vida o sus ideales. Exactamente lo que estaba haciendo entonces con el catalán. Desde el primer momento en que éste se le encaró en un tono prepotente, sintió la necesidad de hacerle tragar sus palabras, de demostrarle con la mayor rotundidad lo mucho que valía como hombre, de hacerle bailar al son que deseara, de mostrarle la mala uva que podía gastar cuando lo cabreaban, de hacerle sentir  un bicho desamparado, de verlo tembloroso y cabizbajo, de hacerle sentir la bravura de su carácter, la afilada virulencia de sus palabras, de verlo, en fin, arrodillado ante el poder de su cuerpo y de su alma… Muchas veces había experimentado esos mismos sentimientos, pero muy pocas  se había atrevido a dejarlos aflorar. 
Ese día, sea por la anuencia de los astros o de los dioses, los elementos se habían confabulado para que el argentino pudiera conocer en primera persona la turbulencia, y sobretodo la dulzura, de todas esas pulsiones que solía reprimir. Sentía una euforia salvaje al presentir al catalán como un gusano que lo adoraba a pesar de los muchos pisotones que, sin la menor compasión, le propinaba. Sentía ganas de aplastarlo con su miembro erecto, y mientras lo culeaba vigorosamente, le parecía oír su vocecita implorándole que no lo aplastara. La vertiginosa sensación de sentir que la vida de otra persona dependía de su voluntad, le sumió en una verdadera apoteosis egocéntrica.


La alucinante excitación a la que se abandonaron ambos hombres, les impidió percatarse del alboroto que estaban armando. Sus gritos y sus gemidos  resonaron por todo el hostal, a pesar de lo cual nadie se animó a salir de sus habitaciones para intentar poner fin, por las buenas o por las malas, a semejante barullo.
Inesperadamente, una mujer abrió con mucha brusquedad la puerta. Era Olga, la encargada del hostal, quien tenía que reemplazar al argentino en el siguiente turno. Aún faltaban dos horas para el relevo, pero la diligente chilena se había adelantado para tener listas las cuentas para el siguiente día, el último del mes. Aunque la mujer, una chilena de cincuenta años, se extrañó de no encontrar al argentino en su puesto,  rápidamente comprendió  que éste debía de haberse ausentado para esclarecer el motivo del estruendo que venía del piso superior. La chilena no tuvo la menor duda, al oír con tanta claridad los gritos, que éstos procedían de alguna habitación del hostal. Muy alarmada, se  precipitó hacia las escaleras. La subió a oscuras, y tras abrir la puerta que daba acceso a la planta de arriba, se detuvo unos instantes para localizar el lugar del barullo. Guiándose por su afinado oído, dio con la habitación 23.  No le hizo falta a la chilena ninguna comprobación para tener la completa convicción de que de allí dentro emergía todo el infernal alboroto que rompía la santa paz del hostal. De una manotada, abrió la puerta. Se quedó descompuesta, casi sin poder respirar, al ver con sus propios ojos como su empleado, completamente en bolas, sodomizaba al catalán. 

Justo en el momento de entrar la mujer, el argentino había levantado en volandas a aquél. Uno estaba de espaldas al otro, realizando un sensual juego de equilibrios. El argentino bajaba y subía, alternativamente, con magistral sincronía, el cuerpo del catalán para que  su hinchado  pene  acertara el trasero de éste, el cual avistaba las estrellas cada vez que el duro pene alcanzaba el punto más alto de sus entrañas. Los dos hombres, acarameladamente enzarzados el uno en el otro, se afanaban por mantener el prodigioso equilibrio. El placer los convertía en expertos funámbulos, entregados ciegamente a la pasión que lo hacía flotar en medio del delirio erótico. A cada gemido del catalán, seguía un mordisco en su hombro por parte del argentino. Ambos estaban tan absortos en sus piruetas circenses que no se dieron cuenta de la aparición, a solamente unos metros de sus nalgas, de la chilena. Tras el asombro inicial, la mujer, haciendo una mueca de repulsión, se dispuso a acabar lo más pronto posible con semejante despropósito. Ni corta ni perezosa, con voz agria y enojada, exclamo: ¿Qué diablos estás haciendo?
El argentino, al saberse descubierto, soltó al catalán, quien se dio de bruces contra el suelo. Sin mover el pescuezo, intentó deslizar sus ojos en todas las direcciones para localizar a la persona que le estaba hablando, pero por más que los forcejeó no fue capaz de dar con nadie. Entonces, visiblemente nervioso, torció su cuello hacia atrás. Allí, echándole una mirada colérica, estaba la chilena. Aunque sintió la necesidad de tomar la palabra para justificarse, un temor reverencial a su patrona le impidió articular palabra alguna. Tan aturdido se quedó que no tuvo ni el tino de cubrirse las vergüenzas con sus manos. El silencio del recepcionista, lejos de aplacar la ira de la chilena, la sublevó todavía más.
¿ Así me pagas los favores, desgraciado? ¿No te da vergüenza, maricón, dar por el culo a los clientes? ¿No te das cuenta de que esto es un negocio y no uno de esos clubes de maricones que tan bien conoces? Será cabrón el argentino este, pero que quieres, hijo de tu madre, que me cierren el negocio?  Tanto alboroto, si quieres follar, al menos folla como Dios manda, en tu cuartucho, y sin armar tanto follón. No, no, el salido de la hostia éste quiere que todo el mundo se entere de los polvos que echa. Pues por mí, ojala hubieras reventado de gusto. Qué ganas tengo, joder, de perderte de vista. Lo descansada que debió quedar tu madre cuando se libró de ti.
El argentino seguía impávido, sin mover ni una pestaña, aguantando el chaparrón con la mayor de las resignaciones. Sin embargo, y como se suele decir en estos casos, la procesión iba por dentro. Si su cuerpo permanecía hierático, su mente se desbordaba como un río salido de madre. La fenomenal bronca por haber sido cogido en falta, le hizo sentirse muy vulnerable. Se sentía exactamente igual que cuando su madre le pegaba un solemne rapapolvo por cualquier chiquillería sin importancia. Se sentía mal, muy mal, y cuánto más mal  se sentía, con mayor intensidad sentía un cargo de consciencia por lo que acababa de hacer.
Y cuánto más culpable se sentía, más pequeño se veía a sí mismo. De repente, experimentó la angustiosa sensación de estar empequeñeciendo. Él cada vez se hacía más diminuto, mientras la furiosa mujer se agigantaba en la misma proporción  en que él menguaba. Tras unos vertiginosos instantes de encogimiento anatómico, alcanzó el mismo tamaño de un insecto. Con los ojos dilatados por el pavor, levantó la vista. Ante él, se erguía, indiscutiblemente poderosa, la mole de la chilena.
Sus brazos se agitaban violentamente, engendrando corrientes de aires que despeinaban los cabellos del argentino. De repente, unos crujidos procedentes de la esquina de la habitación, alarmaron a éste. Se trataba de una cucaracha que, asustada por los alaridos de la mujer, se apresuraba a esconderse en algún agujero. Justo al pasar el bicho por el lado del argentino, éste se dio cuenta de la magnitud de su pequeñez. Aunque sintió como el instinto de  supervivencia le inducía a    ponerse a salvo, siguiendo el ejemplo de la cucaracha, una fuerza casi irresistible, de mucha mayor entidad que la anterior, proveniente de sus más turbias profundidades, lo mantuvo paralizado. Su alucinada mente escuchó, con una nitidez escalofriante, cómo la giganta le reprendía:
n     Beto, sos un diablillo.  Mamá está muy enojada con vos, y cuando mamá se enoja ya sabés lo que te toca… Mamá te va enseñar, a zapatazo limpio, a no volverla a enojar…

n     mamà, mamà, por favor, no me des con el zapato, no volveré a portarme mal, mamà, mamà…
n     no hay mamà que valga, niño malo, ahora mamá, tu mamá,  te va a dar una buena tanda de zapatazos, vas a ver de lo que es capaz mamá cuando está enojada…


Incluso cuando la gigantesca figura de delante de él alzó el pie para aplastarlo, el argentino, como hechizado por las palabras que acababa de oír, permaneció insólitamente inmóvil, como si deseara ser exterminado.

Tras un aterrador golpe, el silencio volvió a apoderarse del hostal.

lunes, 6 de enero de 2014

COMPARTINT, FELIÇ, LA VIDA AMB EL DAVID













CANVI DE LOOK




EPIFANIA A GUIMERÀ




CAVALCADA DELS REIS D'ORIENT A LLEIDA









NORBERTO, MI MUERTE Y EL JARRÓN AMARILLO

NORBERTO, MI MUERTE Y EL JARRÓN AMARILLO


Aunque hace ya tiempo que deseaba contar una anécdota ocurrida durante mi convivencia con el argentino, ya sea por una cosa o por la otra, lo cierto es que lo he ido posponiendo. Finalmente, ha llegado el momento de narrarla.

MI ASFIXIA

Justo cuando hacía muy poco tiempo que convivía con el argentino, noté un gran dolor en la muela del juicio. Tras acudir al médico, éste me recetó unos antibióticos y unos analgésicos para que sobrellevara las molestias bucales. Desgraciadamente, justo entonces contraje un resfriado. La suma de las dos cosas me causó una especie de baba pegajosa que me obstruía, cuando estaba recostado, la garganta.

EL GRAN SOBRESALTO

Una noche, tras tomarme las medicinas correspondientes, me quedé dormido en la cama. Deberían ser las tres de la madrugada cuando me desperté sobresaltado. Sentí como una capa babosa y muy densa me taponaba la garganta, impidiéndome respirar. Aterrorizado, y con la sensación de que me estaba muriendo, me levanté de un salto de la cama. Abrí con furia la puerta de mi cuarto, y entonces surgieron ante mí tres caminos. Uno, llevaba a la habitación del Norberto. El otro, a la puerta de salida, y el tercero, a la gran terraza cubierta.

LA GRAN DECISIÓN.

El corazón me latía con gran violencia, la sensación de asfixia me hacía sentir muy agobiado. Tenía que decidir, lo antes posible, qué camino tomaba. Aunque ahora lo cuento como si todo hubiera ocurrido durante un prolongado período de tiempo, lo cierto es que todo pasó en una fracción de segundo. Es bien sabido que en momentos de especial peligrosidad o angustia, la sangre afluye de forma automática, dirigida por el sistema nervioso autónomo, hacia el cerebro.
Pues bien, durante esa fracción de segundo, se me pasó por la cabeza entrar en la habitación del argentino y pedirle ayuda. Mi cerebro sabía perfectamente que Norberto había sido enfermero. Sin embargo, algo proveniente de lo más profundo de mi yo, algo que no podía controlar, y que me controlaba, desechó tal posibilidad, precipitándome, en cambio, hacia la gran terraza, donde tras varios movimientos convulsos, tras tirarme por el suelo, conseguí librarme del tapón que me obstruía las vías respiratorias, logrando al fin respirar  cómodamente. A causa de mis agitados meneos, tiré al suelo diversos objetos, entre ellos un jarrón amarillo.

Al día siguiente, fui sin decir nada a mi trabajo. Norberto, al ver el jarrón roto, intentó recomponerlo. Pero, tras hacerse varios cortes en los dedos, desistió, dejando el jarrón sin arreglar .

POR QUÉ NO PEDÍ AYUDA A NORBERTO.

En primer lugar, quiero aclarar de que no tengo la menor duda que si hubiera entrado en la habitación del argentino, éste se hubiera desvivido por ayudarme, y hubiera hecho todo lo necesario para quitarme ese tapón de la garganta. Estoy absolutamente convencido de ello. Sin embargo, no entré. Por qué?

La verdad es que nunca sabré la respuesta. Porque en esos momentos de vida o muerte, el sistema nervioso autónomo suele tomar las riendas de la situación. El cerebro, de alguna manera, y a causa de la enorme tensión, actúa de forma muy distinta a cómo actuaría normalmente. La parte inconsciente de nuestro yo también interviene, aunque, lógicamente, sin que nos apercibamos de ella.

Sentía que me estaba muriendo, y cuando en esa fracción de segundo mi cerebro consideró la posibilidad de pedir ayuda a Norberto, algo, no sabría decir qué, una pulsión, una señal de desacuerdo, un instinto, no sé, algo poderoso y muy persuasivo, me impidió hacerlo. Ese algo me dirigía con una fuerza irresistible hacia la terraza y hacia allí fui.

Sólo recuerdo que una voz interior me susurró, por decirlo de alguna manera, : “ no molestes a Norberto. Déjalo dormir”. Esa sensación de que si entraba en el cuarto del argentino, éste se disgustaría la recuerdo perfectamente. En condiciones normales, yo nunca hubiera pensado algo así, pero entonces, en ese estado de desesperación, algo, inconscientemente, me inducía a pensar así.

Siempre que recuerdo la anécdota, un escalofrío me recorre la piel. Sobre todo al recordar la sensación de irrefrenable angustia que se apoderó de mí. Casi me atrevería a sugerir que hubiera preferido morir antes que pedir ayuda al argentino. O para decirlo más objetivamente, había algo en mis profundidades cerebrales, que se negaba a aceptar la ayuda del argentino. Usando el lenguaje de Freud, bien se podría decir que esa noche, y en lo tocante al argentino, las pulsiones de muerte dominaron sobre las pulsiones de vida.


Sin lugar a dudas, el argentino levantó desde el primer día de la convivencia, un muro entre él y yo. Las normas, el tono con que me hablaba, los comentarios que dejaba caer, etc.  levantaron un muro entre los dos. Al menos yo sentí desde el principio una sensación de rechazo latente en él. Creo que fue ese muro, o la percepción que mi inconsciente tenía de él, lo que me impidió entrar en su habitación. Esa es mi interpretación. Quizás esté equivocado, pero no le sé encontrar otra explicación a lo sucedido. 
Tuve la sobrecogedora sensación de que Norberto me ayudaría, no porque me tuviera ningún afecto, sino por la misma razón de que en una situación como esa hubiera ayudado a cualquier otra persona, aunque no la conociera de nada. Algo profundo en mí se negaba a aceptar nada del argentino. Todas estas sensaciones me vienen ahora a la cabeza, entonces, en esa decisiva fracción de segundo, solo experimenté una sensación de repulsión, quizás de hostilidad. Era como si dentro de esa habitación habitara algo desconocido, extraño, distante, por lo cual uno prefiere no turbarlo. Presentía al argentino de la misma forma como un hombre presiente a la Muerte. Por eso, si quería precisamente librarme de la muerte, no tenía ningún sentido que acudiera a Norberto quien, para mí, representaba otra clase de muerte, más turbadora que la muerte física.  Por eso mismo decidí correr hacia la terraza, donde intuía, con una convicción casi sobrehumana, que se hallaba la VIDA.

(ACLARACIÓN:  a lo largo de la narración he usado un lenguaje más bien poético para describir esa sensación vertiginosa que me embargó durante esos angustiosos momentos y que me resultaría difícil describir con un lenguaje más científico).