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domingo, 3 de julio de 2011

NORBERTO Y PABLO ARRAMBARIA: DOS ARGENTINOS OPUESTOS COMO EL SOL Y LA LUNA



Norberto  y Pablo Arrambaria: dos argentinos opuestos como el sol y la luna.


tanto tiempo amigo! Como andas?!!!
[i][c=55]Pablo[/c][/i] dijo (ayer a las 22:20)
Sabes que me gustaria hablar con vos, pero entre solo unos minutos. Espero que nos veamos otra vez por este medio. Me gustaria saber de vos. Yo aqui en la buenos aires helada. Te dejo un beso grande.


Esta mañana, al encender mi ordenador, se me ha abierto una ventana del Messenger con el mensaje transcrito más arriba. Para mi sorpresa correspondía a Pablo, el argentino Pablo. Al leerlo he sentido una emoción profunda y mágica a la vez, que me recorría cada poro del alma. Lo más maravilloso de todo, sin embargo, ha sido que ese sentimiento tan memorable surgía en mí a causa de alguien a quien nunca he visto en persona. Nuestros contactos siempre se redujeron al Messenger, a los mails y a algún mensaje de Móvil. Si bien esos contactos menudearon durante el 2009. Sólo nos comunicamos una vez durante el 2010. y ni una sola vez durante el 2011, hasta el día de hoy, en que se ha roto afortunadamente ese silencio tan perseverante.
Mi historia con Pablo es curiosa y también, por qué no decirlo, algo infeliz. Empezó con una ilusión que no traicionaría si la definiera como cándida. Antes de describirla, creo que sería más lógico explicar cómo surgió. Ha corrido tanto tiempo desde ese primer encuentro que no sé si voy a lograr ser razonablemente fidedigno. A pesar de las inevitables limitaciones de mi intento, voy a esforzarme para superarlo con la máxima honestidad posible. Todo surgió a partir de un anuncio que publicó Pablo en una web para encontrar amigos. Ese web aún está en servicio y su anuncio aún puede leerse allí. Di con ese anuncio, porque yo buscaba personas con mis mismas tendencias, y me pareció de lo más natural del mundo acudir a ella. Con cierta excitación repasé cada uno de los anuncios allí expuestos. La mayoría no encajaban en el perfil que buscaba. Sólo 4 o 5 de ellos consiguieron superar mi “severo” nivel de exigencia. Finalmente me decanté por Pablo porque su anuncio, así como su rostro, desprendían una sinceridad y una nobleza que me encandilaron. Sin embargo, tenía un defecto casi insalvable: era argentino. Tras mi convulsa convivencia con Norberto, argentino también él, me hice la solemne promesa de no relacionarme nunca jamás con otro hombre de esa nacionalidad. Ciertamente un prejuicio del todo infumable, lo reconozco, pero el paso de Norberto por mi vida dejó secuelas tan dolorosas que de alguna forma disculparan la arbitrariedad de mi exclusión. En todo caso, yo mismo, después de cavilar mucho, decidí que era del todo improcedente hacer pagar a justos por pecadores. Así que armado de valor, contesté a ese anuncio. La respuesta de Pablo me llegó mientras visitaba Estambul(esa fabulosa ciudad donde convergen Oriente y Occidente), justo en el día en que me disponía a emprender un crucero que me llevaría hasta Asia. Una vez allí, mirando fijamente el Mar Negro, sentí un estremecimiento tan memorable que necesité comunicárselo a alguien. Elegí, en mi incurable ingenuidad, a Norberto. Más o menos mi sms decía lo siguiente: “Aquí, en Asia, la belleza es tan inmensa que mis ojos son mi mayor posesión”. Al redactarlo me había inspirado en un mail que Norberto había enviado a todos sus conocidos y que más o menos decía: “a todos los que alguna vez habéis compartido la vida conmigo, gracias, los que estuvisteis, los que estáis, y los que estaréis, a todos agradezco vuestras palabras y vuestros gestos para conmigo, con los cuales me he enriquecido tanto, gracias por todo lo que me habéis dado, por haberme formado tal como soy, y es que YO SOY MI MAYOR POSESIÓN”. Lástima que un mail que empezaba de forma tan prometedora quede irreversiblemente estropeado por ese final tan patéticamente ególatra, pero Norberto es como es. Su respuesta a mi mail fue la siguiente: “me alegro. Que lo disfrutes”. Ese sería su último sms, nunca más recibiría otro de él. El último de Norberto y el primero de Pablo, parecía que se hubieran puesto de acuerdo para que uno tomara el relevo al otro.
Al llegar a mi hotel, de nuevo en Europa, consulté mi cuenta de correo, y para mi sorpresa en ella figuraba un mail de Pablo, quien me hacía saber de su interés por conocerme a través del Messenger. Transcurridos tres o cuatro días de mi regreso a Lleida, decidí contactar con Pablo. En su anuncio comentaba que era licenciado en Filología inglesa, que ejercía de profesor de inglés y que le interesaba el arte: sin embargo, no serían sus aficiones o sus datos laborales lo que más me impactaría, sino su complicada situación existencial. En efecto, se encontraba sin trabajo, viviendo más mal que bien en casa de su hermano, por aquel entonces casado con una catalana. Sin lugar a dudas no pasaba por sus mejores momentos. Quedé sobrecogido al comprobar que la historia se me repetía. Sí, de nada me valdría negarlo: estaba ante un caso bastante similar al de Norberto. Mi intención sólo había sido trabar amistad con alguien, y no zozobrar en las turbias aguas de un drama personal. Exactamente lo mismo que en el caso de Norberto, a quien sólo pretendía felicitar por su cumpleaños, sin tener la más mínima sospecha sobre su comprometida situación personal, la cual acabó por estallarme en plena cara.
Con la perspectiva que imprime el paso del tiempo a las cosas, creo que recibí por parte de Norberto una serie de batacazos que no me merecía. Pero el argentino quería a toda costa lograr unos sueños, y por ellos estaba dispuesto a sacrificar hasta lo más sagrado de este mundo: su prójimo.
Su egoísmo me hizo comprender que una ayuda demasiado ingenua puede dar lugar a una avalancha de malos entendidos, de expectativas infundadas o de sentimientos encontrados que acaba por sepultar todo buen propósito, por muy noble y honesto que este sea. Una vez sufrí la embestida devastadora de esa avalancha, y no quería sufrirla de nuevo. Con tales precauciones, será fácil deducir que mi margen de maniobra para ayudar a Pablo había de ser francamente exiguo. Aún así, obré con toda la buena fe de que fui capaz. En primer lugar, no rechacé su amistad a causa de su situación personal. Otros lo hubieran hecho. En segundo lugar, intenté, a través de la palabra, consolarle. Más no podía. Y a `pesar de todas las limitaciones mencionadas, recuerdo gratamente que tuvimos largas y cordiales conversaciones. A veces, supongo, tuvimos nuestros recelos, pero creo que el balance final es satisfactorio, al menos, por mi parte. Y creo, y el mensaje trascrito al principio es una prueba de ello, por la parte de Pablo también.
Cuando supe que ya había conseguido reunir el dinero para el boleto a Buenos Aires, le propuse invitarle al Museu Dalí de Figueras. No sé muy bien por qué no aceptó la propuesta. Hubiera sido mi regalo de despedida, pero no cuajó. En verdad creo que ese museo le hubiera gustado, es único en el mundo, con todos esos cachivaches estrafalarios del genial Dalí, con ese psicodélico salón que simula el rostro de Mae West, memorable el sofá rojo que imita unos labios, el Cadillac en cuyo interior llueve, o los huevos gigantes que coronan las torres del museo, y otras excentricidades por el estilo… Pero no cuajó y no hay que darle más vueltas.
Más cerca, en cambio, estuvimos de quedar un viernes en Barcelona. Me pareció realmente ridículo y sin sentido que no nos viéramos siquiera una vez en persona. De verdad creí que ese viernes nos veríamos las caras. Pero tampoco cuajó. De habernos encontrado, seguramente hubiésemos acabado en alguna disco, aunque eso quizás sea especular por especular, y en realidad con un café y una breve charla hubiésemos despachado el asunto. Eso nunca se sabrá porque nunca nos reunimos ese viernes. Ese día el destino me tenía deparada otra de sus sorpresas escabrosas. Como no vino Pablo, me fui solo a una disco barcelonesa, y allí pasó lo que parecía una confabulación de espíritus desalmados contra mi persona. Aún lo recuerdo como si lo viviese ahora mismo: mientras me recostaba sobre la pared de un rincón oscuro de la disco, oí a lo lejos una voz familiar que se acercaba hacia mí ¿De quién era esa voz? Por los santos clavos de Cristo, pertenecía a Norberto. Estaba a mi lado, a pocos centímetros de mi piel, hablando entre risas con Diego, quien permanecía callado, algo incómodo. Me quedé agarrotado, con el pensamiento en blanco. Cuando me reincorporé, Norberto y su acompañante ya se habían marchado. El argentino, a causa de la oscuridad, no se percató de mi presencia. Eso da igual, porque seguramente tampoco me hubiese dirigido la palabra, estaba demasiado pendiente de Diego como para ocuparse de mí.
Meses más tarde, se lo comenté a Pablo por el Messenger y he aquí lo que nos dijimos:
tau diu:
pues bueno, al final no nos pudimos ver en persona¡
Pablo diu:
es verdad
lo cual me dio mucha pena
ni siquiera hablamos por telefono
jaja
tau diu:
si, es verdad, y el dia en ke mas o menos kedamos para vernos en Barcelona, pasó algo curioso.
Pablo diu:
que habia pasado?
tau diu:
no, ke nos mandamos mensajes por telefono y mails, y al final o por trabajo o por lo ke sea no pudiste venir.
yo fui a Barcelona, y a la noche fui a una disco solo
y como si el destino moviera los hilos, a kien no sabes quien se puso a mi lado?
Pablo diu:
Norberto?
tau diu:
Pues si, entro riendo con Diego, se pusieron a mi lado y salieron otra vez
no le dije nada, pero fue algo tan raro y extraño¡¡
solo lo he visto esa vez.
Pablo diu:
y te has sentido para la mierda no?
tau diu:
si y no.
es verdad ke tenia un horror tremendo en mi alma por todo lo ke vivi con el


Ahora, después de tanto tiempo todavía siento escalofríos al recordar ese episodio. Realmente me desequilibró. Sí, lo reconozco, acabé algo tocado. E hice cosas de las que me arrepiento. Pero me enfadé de verdad, porque ese día contemplé cara a cara el verdadero rostro de Norberto. Ya lo dicen que una imagen vale más que mil palabras. Lo cierto es que me afectó mucho. ¿Por qué? En primer lugar porque me pareció excesiva esa coincidencia tan desafortunada. Me sentí como un muñeco en manos de un destino de lo más cabrón. Es verdad que en mi convivencia con Norberto tales coincidencias abundaban de forma sospechosa, pero lo de aquel viernes supero mi capacidad de asombró. Sin lugar a dudas ese encuentro casual cambió radicalmente mi opinión sobre Norberto.
En segundo lugar, porque yo hubiese entendido que Norberto no me hubiese dado las gracias por mi caridad o incluso no se hubiese dignado a despedirse de mí, si se hubiese encontrado mal, pero mis ojos no vieron a un ser sufriente, desamparado, sino todo lo contrario. Contemplaron, estupefactos, a alguien que sólo vive el momento presente y se despreocupa de todo lo demás. Alguien a quien le daba absolutamente igual mis penas o mis necesidades, alguien que solo se ocupaba de las cosas más vanas de la existencia.
En tercer lugar, porque sentí un cierto resentimiento hacia Pablo por no estar junto a mí, por supuesto tal resentimiento no tenía ninguna razón de ser, porque Pablo a diferencia de Norberto, sí que pasaba por malos momentos, y esa precariedad existencial le eximia de toda culpa. A pesar de ello, ya no nos volvimos a comunicar más durante ese año.
Por Navidad, sentí, en lo más hondo de mí, la necesidad de enviarle una felicitación navideña, para consolarle si es que necesitaba de consuelo, o simplemente para notificarle que aún me acordaba de él, si es que eso tenía algún sentido. He aquí la felicitación que le envié:

Como estás, Pablo?

Hace mucho tiempo que no sé nada de ti. Dios sabe done estarás. En Barcelona, en Buenos Aires o quizás en algún otro rincón remoto de nuestro planeta. Estés donde estés,
espero que seas feliz y que encuentres tu camino en la vida. Encara el futuro con esperanza y persevera en lo que te propones. Te deseo que pases una FELIZ NAVIDAD
y que el próximo año sea un año de bendiciones para ti.


FELICES FIESTAS Y UN PRÓSPERO AÑO 2010¡¡¡


UN BESO ENORME, CARLES.


Pablo no respondió a la felicitación, pero un día, al cabo de unos cuantos meses, mientras me conectaba al Messenger para hablar con David, alguien me requería desde la lejanía. Era Pablo y estas son algunas de sus palabras:

Pablo diu:
jaja
ante todo perdon por no contestarte el mail de navidad, fueron tiempos dificiles
lo tengo guardado para contestarte
de noviembre a esta fecha me conecte solo dos veces
tau diu:
si, me imagino, que debian ser tiempos dificiles.
pero ahora a lo mejor las cosas ya te van bien¡
Pablo diu:
bueno, son diferentes
estoy en buenos aires
volvi los primeros dias de diciembre
tau diu:
si, me lo imaginaba¡
con tu familia y tus amigos, ahora debes estar bien, a gusto¡¡
cuando llegaste a Buenos Aires?
Pablo diu:
llegue para las fiestas
mi salida de barcelona fue bastante dificil y dolorosa
me costo muchisimo
en muchos sentidos
sabes que no tenia ganas de venir, pero tampoco podia seguir mas alli de esa manera


Leyendo las palabras de Pablo, una idea bella, estremecedoramente bella, se vuelve incandescente y me ilumina todo el pensamiento. ¿Por qué di consuelo a Pablo cuando no iba a sacar ningún provecho de ello? ¿Por que felicité a Pablo las Navidades cuando a lo mejor no obtenía ninguna respuesta? ¿Por qué quedé con él en Barcelona cuando lo más previsible es que no acudiera a la cita? Solamente una respuesta es viable: para guardar un bello recuerdo de él. Porque podía no haber contestado a la felicitación, porque podía no haberse mostrado agradecido hacia mí, o mostrarse del todo indiferente, y entonces de él sólo me hubiese quedado un recuerdo residual, como el de esas aguas fecales que fluyen por las cloacas, pero si por el contrario atendía a mis requerimientos, se mostraba agradecido a mis ánimos, se sentía culpable por no haber estado a la altura de lo que se esperaba de él, entonces, sin lugar a dudas, dejaría un bello recuerdo en mí, que me acompañaría siempre, como un fiel animal de compañía que se acurrucara, en pleno invierno, en mi regazo y me hiciera sentir menos solo.

LA PROVIDENCIA, NORBERTO Y PABLO ARRAMBARIA

LA DIVINA PROVIDENCIA, NORBERTO  Y PABLO ARRAMBARIA


"Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro
Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de
vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido,
¿porqué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan;
pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos. Y si la
hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará
mucho más a vosotros, hombre de poca fe? No afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o
qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero
vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad
primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas." (Mateo
6:26-33).

Una vez Norberto hizo mención del anterior texto. Desgraciadamente no recuerdo muy bien por qué lo trajo a colación, pero no estaría muy desencaminado si afirmara que tuvo que ver con la ayuda que le presté a cambio de nada en momentos difíciles para él. A su manera quería expresar que tal ayuda provenía del mismo Dios, quien, en su magnanimidad, nunca se olvida de socorrer a sus criaturas, y para ilustrar sus palabras recitó el anterior pasaje. Como de costumbre, Norberto no comprendió el mensaje último de dicho texto, o peor aún, lo malinterpretó para adaptarlo a su filosofía de vida. El texto es muy poético y la comprensión de su significado requiere ir más allá de esa belleza lírica para acceder a su verdadero núcleo. Si la interpretación de Norberto fuera correcta, los banqueros serían los seres más socorridos por Dios, las criaturas más mimadas de la creación, mientras que los niños fallecidos en África por causa del hambre serían seres abandonados por la Divina Providencia, tanto lo uno como lo otro repugna a cualquier mente mínimamente sensata.

Si esa interpretación fuera la correcta, habría que convenir que la Divina Providencia ha favorecido a Norberto y, en cambio, ha perjudicado a Pablo. Porque el primero se ha quedado en España, en una ciudad lejana y pequeña, organizando sorteos anodinos entre risas previsibles, mientras que el segundo ha tenido que regresar, contra su voluntad, a la Argentina.

De lo anterior se deduce que la Divina Providencia ha privilegiado a Norberto porque éste ha buscado primeramente el reino de Dios y su justicia, mientras que Pablo lo ha desatendido. Porque Norberto ha sido leal a Dios, es premiado, en cambio el otro, por hacer lo contrario, es castigado a regresar sin cumplir sus sueños.
¿Pero se puede afirmar, sin temor a equivocarse, que Norberto, mientras ha permanecido en España, y antes de llegar a esa pequeña ciudad donde reside ahora, ha buscado primeramente el reino de Dios?

Ni aunque tuvieras una felicidad infinitamente mayor que la de ahora, eso no significaría que Dios te bendice ni que has encontrado el reino de Dios.

Pero aún así te deseo que lo encuentres, que arraigues en esa pequeña ciudad, que dejes un bello recuerdo en los habitantes de esa ciudad, que defiendas los derechos de los que acuden a tu organización sin pisar los de los demás, que ayudes a los que buscan consuelo sin despreciarlos como hiciste conmigo, que moderes tu afán de protagonismo, que aprendas de Diego, que pienses menos en tí mismo y en tus sueños y más en los demás y en sus necesidades, que hagas, pues, el bien y te portes bien con tu prójimo, quizás entonces también tú acabes encontrando el reino de Dios y su justicia.

“ decir que Dios rige el mundo por su Providencia es, pues, sencillamente decir que ordena todas las cosas en vista de sí mismo por su ciencia y por su voluntad. Los seres humanos están llamados al más noble de los fines, pero a su cargo queda alcanzarlo. Ellos son capaces de concebir un fin, que es el bien, y de ordenar los medios necesarios para conseguirlo”.
" Puesto que Dios sondea los riñones y los corazones y los más secretos pensamientos de los hombres: nada se le escapa, todo lo gobierna. Y como el hombre es racional, puede saber cómo la Providencia de Dios lo gobierna, y sabiendo cómo lo gobierna, aprenderá de qué manera debe gobernarse a sí mismo".

Afortunadamente, la Divina Providencia ha confabulado a todos los elementos para que alguien proclame que Pablo dejó un bello recuerdo, que da igual que esté allí o aquí, que lo pase bien o mal, que sea rico o pobre, bello o feo, porque ahora y aquí, alguien se acuerda de él por su bondad y honestidad, porque ahora y aquí alguien levanta su palabra hacia los cielos, hacia el sol, hacia las estrellas, para que esa palabra de fe ante todos los humildes de corazón de que Pablo existe y de que su alma es bella.