“Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo” Lc 17, 1-6 (TODO PARECIDO CON LA REALIDAD ES PURA COINCIDENCIA)
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viernes, 2 de agosto de 2013
NORBERTO Y EL AMOR DE DIOS EN CRISTO
NORBERTO Y EL AMOR DE
DIOS EN CRISTO
25 DE JULIO DE 2013
Anécdota espiritual vivida en la
iglesia del Sagrado Corazón de Bruselas ( Basilique de Koelkeberg)
Era jueves y en Bruselas, capital administrativa
de Europa, reinaba un sol de justicia. Ese día, por la mañana, había decidido
tomar el tranvía para ir al parque de Laeken, donde se halla uno de los símbolos
de la ciudad, el Atomium, de fama mundial. De camino hacia allí, sentado en el
tranvía, pude ver de refilón la imponente silueta de la iglesia del Sagrado
Corazón. No estaba en mis planes visitarla, pero al ver que me venía de paso,
decidí que me acercaría a ella a la vuelta.
Era aproximadamente la una del
mediodía cuando di por concluida mi visita al parque de Laeken. Aunque quizás
hubiera sido lo más recomendable ir a algún restaurante para comer, preferí
desplazarme, tal como tenía previsto, a la iglesia del sagrado Corazón. Cogí un
mapa, y al descubrir que no había aparentemente demasiado trecho entre el parque
de Laeken y dicha iglesia, me decanté por ir andando allí. Dios mío, cómo engañan las
distancias sobre los mapas¡¡ Más de una hora, bajo el calor de un sol de
justicia, me tiré andando. Finalmente, a lo lejos divisé la mole gigantesca de
dicha iglesia, no en vano es la sexta iglesia más grande del mundo. Cansado,
sediento y algo mareado por el exceso de calor, seguramente se debían rozar los
35 grados, entré en dicho templo.
Tan sólo traspasar el umbral, un
poderoso olor a incienso me inundó todos los pulmones, comunicándome una sensación
de paz inolvidable, que pronto se vio intensificada por los sonidos de unos
cantos jubilosos. Tanto la bellísima música como el incienso me transportaron a
un estado de felicidad maravillosa, que me hizo olvidar mi sed, mi cansancio,
mi desgana, y me predispuso a atender cuidadosamente todo lo que ocurriera
dentro de la iglesia. Para mi sorpresa, el interior del templo estaba lleno de
fieles, todos levantados, agitando los brazos, mientras cantaban, en francés: “Te
amamos Dios…”. Totalmente maravillado por esa profesión de amor tan emotiva al
sumo Creador, me deslicé por el interior del templo, hasta situarme en una
posición privilegiada para poder contemplar mejor todo el bellísimo espectáculo
de mi alrededor. Detrás de mí, dos viejecitas fijaron su mirada en mí, y tras
hablar la una con la otra unos instantes, una de ellas se me acercó para
entregarme un folleto. Le di las gracias, y algo desubicado por todo lo que
estaba viviendo, decidí darle un vistazo al papel que me acababa de entregar la simpática viejecita. Las palabras
escritas en él me sobrecogieron. En la portada de ese folleto se podía leer:
RIEN, JAMAIS, NE NOUS SEPARERA DE L’AMOUR DE DIEU¡ ( nada, nunca, nos separará
del amor de Dios). Ese era el lema bajo el cual todas esas personas reunidas allí celebraban unas jornadas de renovación carismática, en las cuales tendrían lugar cantos, testimonios, celebraciones, animaciones, etc.
FOLLETO QUE ME ENTREGÓ LA VIEJECITA |
Junto al público general, había unas personas vestidas con camisetas rojas, sobre las cuales, estampadas en blanco, se podían leer las palabras “ rien nous separera de l’amour de Dieu”. Eran, sin lugar a dudas, los organizadores del acto. Las viejecitas que se fijaron en mí también llevaban esas camisetas.
Rápidamente, por asociación de
ideas, relacioné dichas palabras con Norberto.
En efecto, el argentino me dedicó
esas mismas palabras unos años atrás.
Fue a finales de agosto de hace
unos años, cuando envié un sms al argentino para ver si quería hablar conmigo. Ese
sms nunca tuvo una respuesta, porque Norberto decidió negarme la PALABRA. Muy disgustado
por ese acto tan feo le envié otro sms diciéndole que no me parecía de buen cristiano
negar la palabra al prójimo, cuando éste la solicita.
Unas semanas más tarde, Norberto
en su Facebook escribió, refiriéndose a mi reproche, que “Nada, ni nadie, nos
separará del amor de Cristo”. Sin lugar a dudas, al decir ese “nadie”, que es de su cosecha pues no figura en la cita original de San Pablo, se refería a mí. La verdad sea dicha, no pude entender
porque me dedicaba esas palabras. No pude entender, ni creo que a estas alturas
lo entienda tampoco él, porque no respondió mi sms, por qué no me escribió algo tan simple como: “sí,
Carles, claro que quiero hablar contigo. Cuando quieras llámame.”. Tan difícil
es mandar un sms como el anterior. En lugar de eso, decidió corresponder a toda
mi caridad, a toda mi ayuda, con ese gesto de desamor que es NEGAR LA PALABRA. Desde
luego, quien obra así, no obra movido por el Amor, sino más bien por el
orgullo, entonces a qué viene eso de referirse al AMOR de CRISTO? No tiene ni
pies ni cabeza.
Entiendo que quien habla del Amor
de Cristo tiene a su vez que propagar ese Amor hacia los demás. Tiene que
realizar actos de amor hacia el prójimo, porque esos actos proclaman que su
corazón quiere ser digno del Amor de Cristo, del cual no quiere separarse nunca.
QUÉ SENTIDO TENÍA EL AMOR DE DIOS
PARA ESAS PERSONAS REUNIDAS EN LA IGLESIA DEL SAGRADO CORAZÓN DE BRUSELAS.
Quizás yo no entendiera esas
palabras de “nada nos separará del Amor de Dios”, quizás Norberto las
comprendiera mucho mejor que yo. La verdad es que siempre me quedé un poco en
la duda de si entendía o no su significado. Pero ese jueves, en Bruselas, en la Iglesia del Sagrado Corazón, todas
mis dudas se desvanecieron. Entonces entendí a la perfección el sentido de esas
palabras. Fue, sin lugar a dudas, una hermosa coincidencia. Siguiendo el juego
a Norberto, si la Divina Providencia confabula a los elementos para ayudarle a
sobrevivir en las distintas ciudades por las que ha pasado, de la misma manera,
esa Divina Providencia confabuló los elementos para que ese día me quedara
claro lo que significan las palabras “nada nos separará del amor de Cristo”. Ese
día de verano, en Bruselas, en la Basílica del Sagrado Corazón, que mejor lugar
para hablar del Amor de Cristo que una iglesia con ese nombre, levantada
justamente para conmemorar dicho Amor, ese día, pues, vi con mis propios ojos cómo
debía entenderse ese Amor de Cristo.
Fue, y espero que no se malinterpreten mis palabras, como si el mismo Jesucristo me susurrara al oído el significado de esas palabras de San Pablo ( Nada nos separará del Amor de Cristo).
Fue, y espero que no se malinterpreten mis palabras, como si el mismo Jesucristo me susurrara al oído el significado de esas palabras de San Pablo ( Nada nos separará del Amor de Cristo).
Allí, en esa iglesia, pude
contemplar como había personas llorando y como esas personas eran consoladas
por otras, allí pude contemplar como el Amor de cristo se desparramaba de unos
a otros, henchía los corazones, rebosaba y se esparcía sobre los corazones de
los demás. Unos ayudaban a los otros,
unos escuchaban a los que sufrían y los confortaban, unos sonreían a los más débiles,
y todos levantaban la voz para bendecir ese inmenso amor que llenaba sus
corazones y del cual nunca se separarían,
porque ese Amor provenía del mismo Dios, y por eso, en lugar de quedárselo egoístamente
para ellos, debían repartirlo entre los demás. Es absolutamente imposible que
nadie de allí me hubiera negado la palabra, porque eso hubiera significado una
falta de amor imperdonable en aquellos que justamente se habían reunido para
exaltar el Amor de Cristo, porque negar la palabra hubiera sido una forma de
apartarse de ese Amor.
LA FALTA DE AMOR DE NORBERTO.
Sinceramente, yo no sé ni nadie
puede saber si Dios ama o no a Norberto. Cuando dije que no era de buen cristiano negar
la palabra al prójimo, lo que quise es evidenciar el desacuerdo existente entre
la consciencia del argentino y su voluntad, porque un hombre de buena voluntad
no puede negar la palabra a otro, y no se la puede negar porque su consciencia,
o mejor, su corazón, donde está escrita la Ley de Dios, le constata que no la
puede negar. Luego, si la niega, es porque pone a su voluntad por encima de su
corazón, es decir, porque obra movido por el orgullo y no por el amor. Yo no sé
si Dios ama o no ama a Norberto, ni lo sabré nunca, lo que sí que sé es que el
día en que decidió negarme la palabra, su corazón no estuvo a la altura de las
circunstancias. Y no lo estuvo, porque en esos momentos no había en él ningún
amor hacia mí, y esa falta de amor fue lo que impidió que Norberto me dirigiera
la palabra. No me puedo creer que si el Amor de Cristo hubiera llenado el corazón
del argentino, éste hubiera negado la palabra a nadie, porque no puede haber
mayor prueba de amor que una palabra dicha con buena voluntad.
El acto de negar la palabra
dependía sólo de él y no de Cristo. Es más,
estoy totalmente convencido que en el mismo Norberto había algo que lo impulsaba a responder a
mi sms, algo que se entristeció cuando decidió negarme la palabra, ese algo,
que vive en su corazón, es el amor, su amor, del cual, y por orgullo, se separó en esa ocasión. Antes, pues, que
decir que Nada, ni nadie, nos separará del Amor de Cristo; uno debería decir,
con toda humildad y con toda alegría, que nada nos separará de nuestro amor
hacia los demás, porque ese amor ha sido creado a imagen y semejanza del otro,
y sin el uno, el otro no puede existir. Norberto se equivocó, y se equivocó simplemente porque no siguió el impulso de su propio corazón.
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