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domingo, 8 de enero de 2012

EL "BESO DE JUDAS" DE BAYONA A JESÚS DE NAZARET

FERNANDO BAYONA, LO HOMOSEXUAL Y EL ARTE TRAMPOSO




En plena época postmodernista, no se respeta ninguna jerarquía de valores. Lo que antes se consideraba excelso, hoy se arrastra por el polvo y viceversa. Abunda, en estos tiempos de aturdimiento, una adoración de todo lo vulgar, lo feo y lo inmoral. Se confunde la libertad con la anarquía y se pretende deslegitimar a la ley, y a los encargados de aplicarla, como represores de los instintos más “naturales”. En medio de un ambiente tan propenso al “todo vale” como el descrito, no debería extrañarnos que proliferen “engendros” como el del señor Bayona, cuyo último fin es conseguir la notoriedad a costa del dolor del prójimo. No sabemos si pasará o no, el artista granadino, a la posteridad. De momento, ha pasado a las crónicas de sucesos por su polémica “exposición”. Más que centrarme sobre si es o no arte su serie de 14 fotos titulada “Circus Christi”, prefiero explayarme sobre el doble rasero de medir el sufrimiento ajeno exhibido, a raíz de las protestas que suscitó la obre del señor Fernando Bayona, por los adalides de la Libertad de Expresión. Imagínense que en lugar de elegir como tema “ La Vida de Cristo” , se hubiera decantado por el tema “ La Enfermedad Humana”, y a lo largo de 14 fotos hubiera retratado a personas enfermas:  un leproso, un esquizofrénico, un tuberculoso, etc. Hasta aquí nada que objetar. Pero qué hubiera pasado, si en una de esas fotos se mostraran dos hombres besándose entre sí, sugiriendo bien a las claras que la homosexualidad es una enfermedad más. Cuántos de los que aplauden entusiastamente su actual obra no se hubieran rasgado las vestiduras. Es decir, es razonable atacar las creencias de los cristianos, pero no se puede polemizar sobre la naturaleza de los deseos homosexuales. ¿Es eso justo? Me temo que no, y sin embargo, para un tanto por ciento considerable de la población, lo anterior es juzgado no sólo como razonable, sino como lo más correcto. Pero en los tiempos que corren, ¿qué otro objeto tendría presentar a la homosexualidad como una enfermedad sino la de herir a los homosexuales? Si convenimos, pues, en mostrar nuestra repulsa hacia los que afirman que los gays son unos enfermos, ¿por qué no la mostramos hacia los que, para hacerse a cualquier precio un nombre en los círculos artísticos, no dudan en denigrar las creencias cristianas? Se podría responder porque no es comparable una cosa con la otra. Pero eso no parece muy fundamentado, porque el dolor, la humillación, la mofa, el desprecio, son sentidos tanto por los gays como por los cristianos, luego si todos debemos convivir conjuntamente no sería lo más lógico establecer unas reglas de juego que permitieran el respeto mutuo. No tengo la menor duda de que el señor Bayona conoce esas reglas, pero en él puede más la vanidad de atraer la atención de sus semejantes que no la tolerancia hacia las creencias de los otros. Las conoce tan bien que nunca se hubiera atrevido a parodiar, con tanta mala uva como la que gasta para Cristo, la vida de Mahoma, o la violencia de género, o la pederastia, etc. Ataca, curiosamente, a lo que sabe débil y sin mucha capacidad de respuesta. Si en este caso se atreve es porque sabe que así hace la rosca a sus mecenas, a los que le han subvencionado la carrera artística. Es por tanto, su exposición, una genuflexión ante sus patrones. Una reverencia babosa ante el poder que lo sustenta. No hay nada de valentía en sus fotos, nada de arrojo, sino una sumisión total a los gustos imperantes entre determinados círculos intelectuales, un sometimiento absoluto a unas determinadas reglas de juego muy en boga en nuestra sociedad. No hay ninguna voluntad de innovación, de riesgo, todo está muy calculado para provocar el efecto deseado, para complacer a los que reparten los carnets de “genio”. Es, por lo tanto, el arte de Bayona un arte muy académico y servil, y también, como no, muy acomodado, que, en el fondo, busca más que el potencial público gay que contemple la exposición se haga una paja que no otra cosa. A la vez que transmite la imagen, al conjunto de la sociedad, de lo muy “calientapollas” que son “esos maricones”. ¡Qué oportunidad perdida, Dios mío, de dignificar lo homosexual, de otorgarle carta de naturaleza, de hacerlo compatible con el amor cristiano, de dotarle de rango espiritual¡¡ No, no, el pobre Bayona se limita a ahondar en el tópico. Si los gays ya son vistos por el imaginario hetero como unos “ frívolos cachondos mentales”, el aún magnifica más esa tendenciosa percepción, como si deseara sancionarla de una vez por todas.
Por supuesto no somos tan ingenuos como para no saber que una de las formas de ser admirado es la de ejercer de “enfant terrible” o de “transgresor sin escrúpulos”. Pero, entonces me pregunto si en nombre del arte todo vale. La respuesta es evidentemente No, pues de lo contrario, nos devoraríamos los unos a los otros. Ya se sabe, como dijo Hobbes, que el hombre es un lobo para el hombre. Se puede, con ánimo provocador, exhibir un inodoro embadurnado con mierda fresca, y proclamar a los 4 vientos que eso es arte. Se podría, claro que sí. Pero habría que advertirse que si todo es arte, nada es arte. Luego para que algo sea arte se deberían establecer unas leyes estéticas para decidir lo que es o no arte. Sin esas leyes, y ya sé que a muchos les repatean los hígados toda clase de prescripción, el arte se convertirá en un caos que por no ser, no será ni bello. Las leyes siempre han existido, en el ámbito estético, moral, etc. Aunque sólo sea para derogarlas y promulgar otras de nuevas, esas leyes deben existir. Porque el arte nunca es un fenómeno individual, si no que siempre tiende hacia el reconocimiento de un público. Al menos lo es en el caso de Bayona, por eso lo expone al ojo del prójimo. El arte es un hecho social, y como tal, debe regirse por unas normas para no ser fuente de conflictos entre quienes lo admiran. En él lo individual nunca debe excluir o ningunear a lo social. Porque si se socavan los cimientos de un edificio, éste se desploma. Así, si bien era legítimo parodiar o cuestionar a la inquisición o a las altas jerarquías de la iglesia cuando éstas ejercían un poder despótico sobre la sociedad, imponiendo sus dogmas sobre todo individuo de la forma más sanguinaria, debe reconocerse que es de lo más incívico atacar, por el placer de atacar, a los que nada imponen a los demás, a los que se limitan a hacer oír su voz respetando las reglas democráticas. El derecho al honor está protegido en la Constitución española y es evidente que Bayona, al presentar a Cristo como un “maricón salido” defeca sobre el Mesías y sobre todos los creyentes que lo aman. ¿Por qué, en justa correspondencia, los cristianos no pueden tildar a la madre del granadino de asesina, de psicópata, de prostituta? ¿ Por qué no pueden decir de él que  induce a la mala vida a los jóvenes? Porque igual que ataca por frivolidad valores muy asentados en muchas consciencias de sus conciudadanos, también estos podrían atacarle a él a través del insulto o del escarnio. Sin duda, esa espiral de odio no es deseable y debemos fomentar el respeto, justo lo que su obra no promueve. Y no lo promueve por la sencilla razón de que no tiene la capacidad de hacerlo. Bayona quiere ocultar tras el " premeditado escándalo" su mediocridad artística.

RAINER RILKE Y FERNANDO BAYONA. LO PROFUNDO VERSUS LO FRÍVOLO.

RILKE Y BAYONA. LO PROFUNDO VERSUS LO FRÍVOLO.



A veces, una comparación nos puede servir para percibir algo que de otra manera se nos escaparía irremediablemente. Por aquellas imprevisibles asociaciones de la memoria, la torpe y frívola interpretación de la Vida de Cristo por parte de Bayona me ha evocado la  que propuso Rilke, en un memorable poema titulado Piedad, sobre la relación entre Jesús y María Magdalena.

A continuación reproduzco unos fragmentos del poema integrado en la colección de los Nuevos Poemas.

Así veo tus miembros nunca amados
Por primera vez en esta noche de amor.
Nunca nos acostamos juntos
Y ahora sólo se admira y se vela.

Pero, mira, tus manos están desgarradas…
Amado, no por mí, ni por mis mordiscos,.
Tu corazón está abierto y se puede entrar;
Esta entrada debiera haber sido sólo mía.

(Traducción de Federico Bermúdez Cañete.)

En esta maravillosa Piedad de Rilke, la figura tradicional de la Virgen ha sido substituida por la de María Magdalena. Semejante alteración se debe exclusivamente a la imaginación del poeta checo, pues en los evangelios no se nos informa de que tal cosa sucediera. Sin duda, Rilke ha optado por esa substitución  para subrayar, de la forma  más plástica posible, sus críticas a la visión asexual del Mesías sostenida por el dogma católico. Rilke, que no era un mojigato, y tenía unos puntos de vista muy desfavorables hacia la fe cristiana, pretende, con talento y con tacto, cuestionar la ausencia de una figura erótica en la vida de Jesús. En ningún caso afirma que Jesús y Magdalena se entregarán a la pasión carnal. Prefiere mostrarnos a una Magdalena desolada por no haber podido ser la amante de Jesús. Su evocación del Redentor es absolutamente humana, muy humana. Lo percibe como aquel que hubiera podido ser su compañero íntimo, el hombre de su vida. Más que la muerte del Cristo, lamenta no haberlo podido amar. Amar sexualmente desde el corazón. No como una perra, no como la prostituta que fue. Jesús la ha transformado, su mensaje de amor ha calado en ella, y precisamente bajo el influjo de ese mensaje ella se lamenta de no haber amado a Jesús como una esposa fiel, por eso dice lo de “esa entrada debiera haber sido sólo mía”. En el desespero de su dolor, sosteniendo el cuerpo sin vida de Cristo, Magdalena habla como mujer de carne y huesos, y se desespera por no haber podido amar a Cristo en tanto que mujer, y ser amada por él en tanto que hombre. No intuye, con su corazón inflamado por el amor, ningún mal en querer amar a Jesús, en querer entregarse a aquel que la ha arrancado de la perdición y ha elevado su alma al verdadero amor. El amor cristiano que fluye entre dos esposos cristianos. Sin lugar a dudas, esa visión tan humana sobre el amor a Cristo contrasta con la visión más pacata de los teólogos. Pero es un contraste enriquecedor, que invita al debate sano, al diálogo entre contrarios, siempre desde el respeto a las posiciones del adversario. Nunca desde el desprecio, desde la burla o desde la degradación. Qué maravillosa lección nos da Rilke, sobre todo comparada con esa frivolidad cutre y barriobajera del granadino. Hay una distancia infinita entre la profundidad con que Rilke expone sus ideas y la frivolidad con que Bayona escupe las suyas. La misma infinitud que separa al Cristo gay de Bayona del verdadero Cristo. Lo infinito es Cristo.

Se podrá objetar que una foto no das las mismas posibilidades de expresión que la palabra. Eso no es cierto, y para ello nos basta reproducir las certeras palabras del mismo Rilke acerca de las esculturas de Rodin:

Sus esculturas consistían en innumerables efectos de luz cayendo sobre el objeto. Daba la sensación que cada uno de esos efectos era diferente y a la vez sobresaliente. En un lugar determinado, la luz parecía que fuera absorbida, en otro como si diera un saludo que se demora, y en un tercero como si pasara de largo fríamente… el arte de Rodin es un arte de superficies vivas.

LO FRÍVOLO COMO ICONO DEL MUNDO GAY




La muestra fotográfica del señor Bayona se complace en presentarnos unas estampas que todo el mundo, al primer vistazo, relacionaría con el “mundo gay”. Aunque el colectivo gay no se reduce a una sola forma de ser, como estamos considerando la obra del fotógrafo granadino, podríamos preguntarnos lícitamente qué imagen le interesa a él dar de ese mundo. La primera respuesta que se me viene a la cabeza es la de la frivolidad. Para demostrar mi intuición, enumeraré algunas de las acciones que se representan en las fotos.

ANUNCIACIÓN

Dos prostitutas esperan frente a una casa en ruinas a sus futuros clientes. Un hombre porta un cartel que anuncia un espectáculo porno. Un posible cliente escruta la mercancía. Una niña vestida de hada se muestra como un posible reclamo para los pederastas.

NACIMIENTO

Un médico y una comadrona ayudan a dar a luz a una mujer en el desordenado interior de una casa destartalada.

PRESENTACIÓN EN EL TEMPLO

Una prostituta sujeta un recién nacido en el interior de un prostíbulo. Alrededor de ella, se disponen otras compañeras de oficio en posturas provocativas. En la parte izquierda se observa un hombre casi en cueros, a 4 patas, con la cabeza cubierta de una máscara negra, su cuello está atado a una cuerda de la que tira una ama del sado

JESÚS Y MARÍA MAGDALENA

Un hombre joven copula con una prostituta en un cuchitril.

BAUTISMO

En el interior de una casa en llamas, se sitúan dos hombres juntos. Uno, encima de una silla, posa su brazo sobre el hombro del otro, que está de pie, vestido como un harapiento, mirando fijamente a su compañero mientras le rodea las piernas con su brazo, con intenciones claramente libidinosas.

JESÚS PREDICANDO

Un cantante de rock canta ante un público entusiasta. En el escenario, a parte de los componentes del grupo musical, hay una serie de personas que se abandonan al goce sexual.

ULTIMA CENA

En el centro de una mesa alargada, un hombre levanta una copa. A su alrededor, tirados, de pie, o sentados, se distribuyen personas en un evidente estado de embriaguez.

BESO DE JUDAS

En un túnel, una especie de darkroom al aire libre, dos hombres que no se conocen de nada se acarician. Un poco más atrás, un joven practica una mamada a un desconocido.

CRUCIFIXIÓN

Un hombre muerto yace en el suelo, a su alrededor dos mujeres, quizás unas prostitutas, lloran su muerte. Detrás de él, un coche con las luces encendidas y una de las puertas delanteras abierta, rodeado de papeles y bultos.


No hay duda de que el fotógrafo nos quiere narrar una historia y de que esa historia es la de Jesús. Un Jesús obsesionado por el sexo, a quien lo único que le interesa en la vida es follar con cualquiera, emborracharse, drogarse y cantar. Es un Jesús sin inquietudes intelectuales, sin intereses artísticos, sin ambiciones profesionales. Es una especie de carne entregada a lo “primario”. Un Jesús sin profundidad, totalmente plano. Totalmente aferrado a lo material, a lo más animalmente material. Un cuerpo sin apenas alma. Una persona desprovista de toda dignidad personal. Un promiscuo, un borrachín, un holgazán, un farfullero, en fin, “un desgraciado” sin ninguna virtud apreciable. ¿Qué tiene que ver este hombre con el Cristo de los Evangelios? Nada, absolutamente nada. Uno está en las antípodas del otro. Sin embargo, el opuesto de Cristo tiene un nombre conocido de todo el mundo. En efecto, el diablo. Cualquier seguidor de Cristo percibiría la huella del Mal en cada una de las escenas retratadas por Bayona. En ellas no se ensalza ni la castidad, ni la contenencia ni la austeridad, sino todo lo contrario. Se exalta una especie de Carpe diem exterminador que acaba con la vida de quien goza del momento sin preocuparse de nada más. No vemos ningún gesto, por parte del protagonista de la historia, de desinterés hacia los otros. No lo mueve ni la compasión, ni el afecto, ni la humildad, ni la responsabilidad. Para él, el prójimo sólo es una fuente de placer y nada más. Aún podríamos decir más, el otro sólo representa una cosa más. Un coche, una cazadora de piel, unos jeans Dolce Gabbana, y, como un objeto más, un cuerpo humano. No vemos amor. Sólo deseo. Vemos que el único sentido de la vida es el placer. Es un hedonismo ciego e insaciable. Todo lo dicho basta para demostrar que el muchacho de las fotos encarna todo lo contrario de Cristo. Entonces, ¿por qué Bayona lo identifica con Cristo? Podríamos ensayar muchas respuestas, pero la más probable sea por frivolidad.

LA FALACIA DE LA FALSA ANALOGÍA

Entre las falacias, hay una bien conocida, que es la llamada de falsa analogía. Se comete tal falacia cuando se argumenta haciendo comparaciones indebidas. A veces, las comparaciones nos orientan, nos ayudan a razonar, pero para que eso sea así, es necesario que las dos cosas que se comparan guarden una semejanza razonable, de lo contrario no aportan nada, nos confunden, nos desorientan. En fin, nos engañan.
Cada una de las escenas retratadas por Bayona carece de lógica. En cada una de ellas, se violan las leyes del pensamiento. Pero ¿para qué se violan? La respuesta vuelve a ser la misma: por frivolidad. La comparación entre ese joven superficial y hedonista y el Cristo no nos aporta nada, no nos da más luz sobre el sentido del universo, ni vemos tanpoco ninguna fusión de los contrarios, pues el joven homosexual no asume ni uno sólo de los rasgos de Cristo. Ni uno sólo. Si el señor Bayona no hubiese usado el nombre de Cristo para titular a su serie fotográfica, muchos no hubiesen visto ningún parecido. Ni nadie se hubiese escandalizado. Pero ¿por qué usa el nombre de Cristo? ¿Por qué a sus fotografías las llama circo de Cristo? Otra vez, la misma respuesta, por frivolidad. No vemos ningún nexo espiritual que una la vida del chico gay con la de Cristo. No hay nada de profundo que los una. Sólo las poses. Sólo la superficie.
La frivolidad da mucha importancia a las cosas vanas, fútiles. No le interesa ni la reflexión ni lo profundo. Se deja llevar por los instintos, por la ley del mínimo esfuerzo, por la banalidad, por lo fácil. Visto lo visto, Bayona es un artista frívolo.


NO ES HUMANO.

El verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. No parece que el chico gay propuesto por Bayona habite entre nosotros. ¿Por qué no hay tipos feos en las fotos? ¿Por qué todos son tan guaperas o están tan cachas? ¿Por qué todos se preocupan tanto por su imagen exterior? ¿Por qué ninguno de ellos se preocupa por enriquecer su alma? ¿Por qué el mundo fotografiado por el granadino nos parece tan poco real? ¿Tan poco cercano? ¿ Tan estilizado? ¿Tan amanerado? En fin, ¿tan poco natural? Los hombres fotografiados no son los que se ven normalmente por la calle, en la tienda de frutas, en las oficinas de desempleo, etc. Son hombres casi ideales. Son arquetipos. Se han seleccionado precisamente para que no representen al hombre medio. Cada fotografía está hecha para que el señor Bayona se excite o para que los futuros espectadores se exciten. Hay muy poca diferencia entre esas fotos y las que aparecen en una revista pornográfica gay. En los anuncios de publicidad o en las páginas porno de Internet también aparecen esa clase de tipos. Curiosa coincidencia. Casi podríamos decir que las fotos del granadino serían muy idóneas para confeccionar un calendario para camioneros gays.

PORNO GAY.

En muchas de las fotos se presienten las ganas de los cuerpos retratados de entregarse a una orgía. Nadie espera una resurrección o un sermón de la montaña o una oración o una parábola o un milagro. Lo único que espera quien contempla esas fotos es que sus protagonistas se acaben de despelotar para dar licencia a sus instintos sexuales. Y nada más que eso. No hay ningún mensaje político, ni social, ni mucho menos ético o filosófico. No hay nada de eso, por la sencilla razón que en esas fotos no hay personas, sólo hay cuerpos, cuerpos dominados por los instintos más básicos. Son cuerpos que nacen, fornican y mueren. Sin lugar a dudas, cada carne de esas es la banalización de lo humano. No esperamos que ninguno de esos cuerpos se ponga a pintar, a redactar un poema, a escribir un discurso político, a preparar una clase. Lo único que esperamos es que se desnuden para dar por el culo o para dejarse dar por el culo.

LO PREVISIBLE.

A lo mejor el señor Bayona nos quiere mostrar el lado oscuro de lo humano. Pues si es así que poco original. ¿El lado oscuro se reduce sólo al sexo? Esa es una asociación de conceptos muy manida. No nos sorprende en lo más mínimo. Al contrario, nos deja indiferentes. Todas las imágenes son anodinas, previsibles, aburridas, banales, estereotipadas, como si surgieran de una producción en serie. Parecen salidas más de una fábrica que no de una mente humana. Si no llevarán gravadas la palabra Cristo, nadie, salvo los que se quieren hacer una paja, les prestarían la menor atención.

EL ÉXITO FÁCIL

Para triunfar en el arte de nuestros días hay que ser moderno, Bayona lo sabe. En nuestra época ser moderno se reduce a gustar a los modernos. Para ello hay que alabar a sus mitos y denigrar a sus “bestias negras”. Bayona lo sabe y por ello se pliega sumisamente a las consignas de los modernos. No crea nada de original, no crea nada de relevante, sencillamente imita un estereotipo para que los modernos lo identifiquen como uno de los suyos. Es el suyo un arte que pretende complacer a los jerifaltes culturales de nuestro tiempo. Por eso mismo no es nada transgresor. En la mayoría de diarios, su obra ha recibido críticas más o menos elogiosas, lo cual no fue nunca el caso de Schiele, de Van Gogh o de Cezánne, genios que sí que crearon algo nuevo. Bayona busca sobre todo la publicidad, por eso utiliza la trasgresión no como lo hacían los artistas acabados de nombrar, sino como la utilizan a veces los anuncios publicitarios. A los publicistas no les interesa profundizar en el ser de las cosas, sino vender más. Lo mismo busca el señor Bayona a través de sus fotos gratuitas. No quiere hacernos reflexionar o emocionar, solo quiere que le prestemos atención, que nos quedemos con su nombre, que lo difundamos por todos los cuatro rincones del mundo. Sólo quiere la felación narcisista y la rentabilidad a corto plazo.

LA IMAGEN DEL COLECTIVO GAY

Son muchos los que afirman que los gays gastan su tiempo diciendo frivolidades, follando, bailoteando y cosas por el estilo. De alguna forma, las fotos de Bayona vienen a confirmar tan lamentable impresión. Lo gay se hermana en ellas con lo frívolo. Los cuerpos que pueblan sus fotos parece sólo preocupados de cuidar su imagen y de buscar cuerpos con los que copular. Y como el día es muy largo, después del orgasmo, se dedican a bailotear y a emborracharse, a conducir enloquecidamente un coche o a cosas peores. Nada en ese mundo de los gay nos da la sensación de ser profundo, respetable o espiritual. Se afanan en ser cuerpos bellos ante otros cuerpos bellos. Son partículas que chocan las unas con las otras, sin preguntarse nunca por el sentido de sus choques, se dejan llevar y les da igual que algún día acaben por desaparecer. De hecho, nunca piensan en su muerte. Sólo les importa divertirse. Son frívolos y sólo frívolos. No piensan, sólo viven. Y viven como una hierba o una oruga.

LA FALSEDAD DE BAYONA

Su obra es hortera y muda. No nos comunica nada, salvo sus ganas de excitar y de agredir. No tiene talento para convocarnos a la reflexión. Su estética decadentista ya está más que superada. No nos convence cuando nos dice que pretende criticar a la sociedad actual más que a la iglesia católica. Cada una de sus fotos traduce una fascinación hacia lo que fotografía. Le encanta esta sociedad que él dice criticar. No hay ninguna mueca de incomodidad o de asco o de tristeza en los rostros de los seres que pueblan su obra. Cada uno de ellos está absolutamente complacido ante su vida frívola. Miente a sabiendas cuando dice que si Cristo viniera hoy al mundo sería “gay” o rockero o promiscuo. ¿Y él que sabe? ¿Si en los Evangelios criticaba la fornicación, por qué ahora no la iba a criticar? ¿ Si antes fue un hombre casto por qué ahora sería una “ sarasa salida”? ¿ Si antes proclamaba que su reino no era de este mundo, por qué ahora se enlodaría en él? ¿ Si antes animaba a las putas a arrepentirse de sus pecados por qué ahora las incitaría a la depravación? ¿ Si antes no se entregaba a las borracheras ni a las fiestas, por qué ahora lo haría? ¿ Por qué, en fin, ahora Cristo no haría de Cristo? ¿ Quiere acaso hacernos creer Bayona que antes no había personas entregadas a las orgías, a las borracheras, etc? Pues las había igual que las hay ahora, o incluso más. Entonces, ¿por qué elige mostrar a Cristo como lo contrario de lo que fue?. Que nadie se estruje las meninges, porque sería una esfuerzo en vano. La respuesta es por frivolidad. Jesús no fue un hombre frívolo, sino alguien muy profundo, que proclamó la transformación interior para conseguir la perfección humana. Pero es evidente que a Bayona le gusta todo lo que huela a frívolo, por lo tanto, su Jesús debía ser también frívolo. Da igual que con eso rompa toda conexión entre el mamarracho que en sus fotos representa a Cristo y el auténtico Cristo. Le da igual que ese mamarracho no tenga ningún interés por mejorar el mundo. Le importa un bledo lo que dicen los Evangelios sobre Cristo. Porque todo lo que es profundo le importa un bledo. Del cristo evangélico sólo retiene las poses. Porque Cristo celebró una santa cena, en sus fotos hay una mesa con comensales. Porqué la virgen abrazó el cuerpo muerto de Cristo, en sus fotos hay una mujer que sostiene un cuerpo inerme, y así sucesivamente. No le interesa el significado de cada una de esas escenas, sólo la superficie. Pero, y en eso consiste su mentira, él quiere hacernos creer que su arte es reflexivo, nos solicita para que reflexionemos sobre la sociedad actual. Eso es falso. Su arte repele todo lo que es profundo y serio. Es un arte falso, porque se aprovecha de la buena fe de aquellos que creen que en el fondo de todo artista siempre hay una voluntad de reflexión. Aquí no la hay, por más que Bayona insista en que la hay. Y si la hubiere, sería tan irreal como un espejismo. Sólo hay un culto irracional hacia la imagen, una imagen muy artificial.

LA FALTA DE AMBICIÓN ARTÍSTICA

Bayona no se ha entregado a su obra como un artista sino como un comerciante o, peor aún, como un consumidor de videos porno. Si quería vender su obra, como si fuera un champú, mejor le hubiera valido montar una franquicia, si quería ponerse cachondo con ella, más le hubiera valido hojear un video porno. Nada de lo anterior es malo en sí mismo, pero sí que lo es cuando una obra de arte sólo provoca en nosotros la sensación de no estar ante una obra de arte, sino ante un objeto de consumo rápido. Sin lugar a dudas, hay obras de arte que nos excitan y que se venden, pero que también nos abren un universo nuevo en el que vemos reflejado lo más profundo de la existencia humana. En las fotos de Bayona no contemplamos sino una voluntad ciega de ser frívolo a toda costa, porque, en su miseria intelectual, cree que la frivolidad es la auténtica alma del mundo, lo único que le da sentido.

NORBERTO Y EL NIVEL CERO DEL MAR

NORBERTO  Y EL NIVEL CERO DEL MAR
Una vez Norberto, hablando acerca de mí, dijo:

Creo que en nuestra vida todos en algún momento conocemos a nuestro alter ego, nuestro enemigo íntimo, nuestra sombra…

La frase está revestida de la aureola de autoridad que desprenden las sentencias de los hombres más sabios, de aquellos que después de haber pasado por muchas calamidades y alegrías, sopesan con imparcialidad todo lo vivido para extraer de ello consejos beneficiosos para los demás, así como proverbios con los cuales quieren compartir sus profundos conocimientos sobre el mundo que pronto abandonarán. Sin embargo, en el caso de Norberto su observación sólo guarda la forma, pero no el fondo, de las palabras de los susodichos hombres sabios. Para empezar ya duda de su afirmación, pues emplea el “creo” como si no acabara de tener fe en aquello que dice. Y es natural que no la tenga, pues estoy convencido de que en su mismo entorno conoce de muchas personas que a lo largo de su vida no han encontrado nada parecido a lo que el argentino define como su”alter ego”, su “enemigo íntimo” o su “sombra”. De la misma forma que muchas personas jamás se habrán topado con alguien que, a pesar de haberlo acogido en su hogar de la mejor manera posible, les haya negado el adiós, las gracias y hasta la palabra. Tanto lo uno como lo otro no suele ser muy habitual, y sólo se dan en casos muy excepcionales. El argentino, consciente de ello, no afirma taxativamente lo que dice, sólo lo cree probable. Es más, en sus adentros, no cree en lo que dice, pero necesita decirlo para no sentirse distinto a los demás, para pertenecer, con todo derecho, a su amada Comunidad. No quiere ser un excluido, siente como si ya lo hubiese sido durante mucho tiempo, y ahora no quiere volver a pasar por esa perturbadora experiencia. Así que él mismo ha concebido su propia teoría para explicar a los demás lo insólito de su situación. Según él, todo ocurre porque esa “sombra”, “ese alter ego”, es un psicópata. Así de sencillo. Él, por supuesto, no se siente para nada responsable del comportamiento de ese “psicópata”. Su relación con él debe ser juzgada como impecable. Él es el normal; el otro,  sea quien sea, en cambio, es el enfermo mental.


¿SOY SU SOMBRA?

No. Sencillamente NO. Nadie que lea mi blog sabrá qué hace en estos momentos el argentino, de qué trabaja, en qué ciudad vive, con que personas interactúa, etc. Nada de eso, ni veladamente ni abiertamente, aparece en mis escritos. No es relevante. Sí que que me interesa, en cambio,  entender mi convivencia con él. Cuando se esfumó, me hice las siguientes preguntas:

¿Por qué he convivido con él?

¿Para qué he convivido con él?

¿Quién es el argentino?


No tenía respuestas a ninguna de esas preguntas. Estaba totalmente desorientado, incluso perdido. Debía volver a enderezar mi vida desde esa convivencia que percibía como algo oscuro, extraño, incomprensible. Porque no sólo se fue sin aclararme las anteriores preguntas, sino sin decir adiós, sin dar las gracias y negando toda palabra. Esta actitud de no dar ni lo más mínimo, me sumió en una perplejidad absoluta. Su decisión de irse como un extraño me hizo sentir toda la convivencia como algo horroroso. Para librarme de ese horror( que es mío y sólo mío), decidí hacerlo público, manifestarlo a los 4 vientos. Quise anunciar a todo el mundo que me sentía horrorizado por lo que había vivido. Eso en parte me tranquilizó bastante, y si el argentino hubiera tenido la suficiente hombría de bien para llamarme e intentar arreglar civilizadamente las cosas, pues lo más seguro es que todo hubiera acabado ahí. Pero actuó como si prefiriera ahondar en el desprecio al prójimo, en la consciente ignorancia del dolor ajeno, agravando las cosas. Por mi parte, ante el vacío que me hacía, decidí dar algún sentido a mi convivencia con él, caso de que fuera posible hallarlo. Quería entenderla. Quería escribir sobre ella, pero con conocimiento de causa, no a lo loco. De la misma manera que si me propusiera escribir sobre Cristóbal Colón, me documentaría debidamente. Así busqué en Internet información sobre el argentino, información pública, al alcance de todos los internautas. Y la encontré y a partir de ella me hice una idea más completa de quién es el argentino, de sus pautas de conducta y de sus valores. Y de rebote, aclaré algo mis ideas sobre esa convivencia.

En este blog sólo se expone la punta del iceberg. Nunca se profundiza, nunca se describen las intimidades más hirientes, lo realmente sobrecogedor, etc. Eso lo dejo para más adelante, para cuando encuentre la manera de contarlo sin herir ( de forma simbólica, quizás usando la técnica de los "alters egos") y para cuando haya sido capaz de contestar a las siguientes preguntas:

¿Con qué intenciones el argentino aceptó mi propuesta? (él dijo que meditó mucho acerca de ella antes de aceptarla. Cuál fue el fruto de esas meditaciones)

¿Por qué razón creía que yo le ofrecía mi ayuda?
(nunca me preguntó por qué le ayudaba)

Estoy muy cerca de contestar, de forma bastante certera, a las dos preguntas anteriores.

La tercera pregunta:

¿Cuál es la verdadera actitud del argentino ante el hecho cristiano?

La respuesta la encontré el otro día, en un comentario del argentino ante una exposición fotográfica en la que se presentaba a Cristo como a un “gay promiscuo, borracho y frívolo”. Él opinó que no le parecía IRREVERENTE ( es decir, lo cristiano siempre se subordina a los intereses de su Comunidad, que es lo realmente importante; lo obviamnte  verdadero; lo cristiano se usa sólo, siguiendo a la logoterapia, para dar un poco de sentido a la vidade cada cual, como una especie de máscara que uno se pone o se quita según convenga, ignorando todo lo referente a la moral cristiana, a la cual se considera anacrónica y retrógrada; sin embargo, hoy no se obliga a nadie a ser cristiano, si uno no tiene las aptitudes necesarias para serlo, que no lo sea y, sobre todo,  que no engañe a los otros diciendo que es cristiano, cuando no lo es). Seguro que tampoco debe ser irreverente afirmar que los gays son unos enfermos. Pero vamos a ver, los gays aman a los hombres, pues entonces a qué carajo sirve que alguien diga que a los gays les gustan las mujeres. Lo mismo con Cristo. Si no era partidario de la promiscuidad, ni de lo frívolo ni de las borracheras,  a qué carajo sirve que alguien lo quiera presentar como un “hedonista  sexual”. Ganas sólo de herir las sensibilidades ajenas a costa de ganarse un supuesto hueco en la historia del arte.

¿SOY SU ENEMIGO ÍNTIMO?

No se puede detectar ni un solo insulto en todo el blog. Ni uno sólo. Es más, si alguien se adentrara de improviso en mi mente nunca, ni ahora ni antes, podría percibir ni un solo insulto hacia el argentino. No siento odio ni rabia ni rencor por lo vivido junto a él. Siento sobre todo tristeza. Una inmensa TRISTEZA y algo de frustración. Es más, si mi firma fuera necesaria para algo importante para su vida, como conseguir una convalidación, un permiso de residencia o la misma nacionalidad, nunca se la denegaría.

¿SOY SU ALTER EGO?

Eso es una estupidez y demuestra un escaso conocimiento sobre psicología y literatura. No entiende lo que es esa figura literaria ni cómo se aplica en el campo de la psicología.

EL NIVEL CERO DEL MAR

De la misma manera que la altura de las ciudades se mide con respecto al nivel del mar, que se considera, por convención, a una altura cero, yo mido algunos de mis progresos en la vida respecto a ese nivel cero que fue mi convivencia con el argentino. Así,,y de la misma forma que cada ciudad tiene su altura. Una está a 3000 metros, otras a 450, otras a 34 sobre el nivel del mar. Mis vivencias también tienen su "altura" o valor. Los números cambian, pero todos ellos presuponen el cero desde el cual se miden, sin ese cero, sin ese nivel de referencia no tendrían ningún sentido las alturas de las ciudades ni el valoe que otorgo a mis vivencias. No se podría determinar la posición de una respecto a la otra. Siempre hace falta un valor referencial respecto al cual referir los demás valores. Mi nivel cero es mi convivencia con Norberto

STEPHANO Y NORBERTO

Hace unos días intercambié unos mails con un arquitecto italiano. Mails maravillosos que dejarán para siempre un muy bello recuerdo en mí. Da igual que ya no me envíe ninguno más. Los habidos hasta ahora son más que suficientes.

Mi mente, y de forma inconsciente, compara esos mails con los intercambiados con el argentino. Los refiere, pues, al nivel cero que representan para mí los mails del argentino y a partir de él da un valor a los de Stephano.

LAS COINCIDENCIAS Y LOS MAILS.

Los mails que Norberto me envió son correctos, pero sólo correctos. No tiene nada de extraordinario ni en ellos se vislumbra ningún afecto especial hacia mi persona (siempre consideré que a mi me trataba con mayor brusquedad que a los demás). Son distantes y muy flemáticos. Así como las coincidencias que precedieron la convivencia con Norberto son extraordinarias, los mails son anodinos. Sin lugar a dudas me dejé deslumbrar por esas coincidencias y no supe entender que alguien que envía unos mails como esos nunca será un amigo ni nada que deje un bello recuerdo.

LO MÁS TERRIBLE

Lo terrible de la convivencia no fue que yo me sintiera incómodo con Norberto, sino que el argentino me hiciera sentir incómodo conmigo mismo.