un NORBERTO EN 7 PASOS ( perdón por el chiste, pero el argentino, que es tan incorregiblemente errático en sus planteamientos, me lo sirve en bandeja de plata...)
“Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo” Lc 17, 1-6 (TODO PARECIDO CON LA REALIDAD ES PURA COINCIDENCIA)
STATCOUNTER
jueves, 21 de febrero de 2013
EL ARGENTINO ( PESADILLA EROTICA CON CUCARACHA DE UN ARGENTINO III PARTE) LA BOA GAUCHA
LA BOA GAUCHA
El argentino interpretó las
palabras del catalán como un himno de alabanza a su persona. Esa clase de
himnos que los fieles de todo el mundo dedican, cuando se sienten bendecidos
por algún afortunado suceso capaz de deslumbrarles los corazones, a sus dioses preferidos. Tras recrearse unos minutos en la anterior
beatitud, el argentino retomó, con mayor confianza en sí mismo, el
interrogatorio:
--De dónde Sos? – preguntó con
seguridad pasmosa.
--Catalán—respondió el otro sin
demasiado entusiasmo.
--Cómo me llamo Yo? – interpeló el
argentino, pronunciando con manifiesta fruición la palabra yo.
--Norberto-- contestó
algo nerviosamente el catalán.
--De dónde soy Yo? – inquirió
entusiastamente el argentino, muy complacido de observar cómo el otro se le
entregaba, sin rechistar, tan deseoso de satisfacerle con babosa docilidad.
Argentino.—respondió el catalán,
mirando con temor cándido a su captor.
--Qué sos?... (debes decir una
marica reprimida – susurró en un tono jocoso al oído del catalán--)… vamos,
respondé: qué sos? – preguntó el argentino, apretando bruscamente el hombro del
catalán, mientras sentía cómo un escalofrío lujurioso recorría su convulso corazón.
--Una marica reprimida—respondió el
catalán, repitiendo sumisamente las palabras que le había ordenado el argentino.
--Otra vez, catalanet, decí a
Norberto qué sos? --Volvió a preguntar un eufórico argentino, sobrehumanamente feliz por poder humillar con
tanta impunidad (y sobre todo cooperación) a otro ser de su misma especie.
--Una marica reprimida…-- volvió a responder el catalán, agitado por el placer que le
causaba ser humillado con tanta desenvoltura y maestría. Realmente había que
reconocer que el argentino se manejaba como un excelente profesional en el arte
de humillar al prójimo.
A partir del momento en que ambos
constataron su buena sintonía, las preguntas y las respuestas amañadas fluyeron
con la mayor naturalidad del mundo. Daba la sensación que tanto el catalán como
el argentino hubieran estado toda su vida juntos, humillando y dejándose
humillar respectivamente, participando en un siniestro e interminable juego de
rol.
--Qué soy YO? (Decí: un puto con un
par de huevos)—cuchicheó sin el menor rubor al oído del catalán-- … Qué soy YO?
– preguntó enérgicamente el argentino.
--Un puto con un par de
huevos—respondió el catalán con su habitual diligencia.
--Qué sos? (Decí: una cucaracha
catalana) – murmuró con la voz quebrada por la dicha que le causaba degradar a
su presa.
— Qué sos, catalanet? --preguntó el argentino con voz más quebrada que antes, como si a medida que vejaba con mayor crudeza al catalán, se turbara él mismo cada vez más.
— Qué sos, catalanet? --preguntó el argentino con voz más quebrada que antes, como si a medida que vejaba con mayor crudeza al catalán, se turbara él mismo cada vez más.
--Una cucaracha catalana… --
respondió el catalán con una voz igualmente quebrada por la excitación.
--Qué soy YO? (Decí: un Gaucho
argentino—susurró con sólida fe en sus propias palabras.—). ¿ Qué soy YO? --
volvió a la carga de nuevo el argentino con sus preguntas y
sus respuestas claramente
dirigidas a ensalzarse a sí mismo y, cómo no, a
ningunear al catalán…
--Un Gaucho argentino… -- pronunció
el catalán con un cierto deje de admiración, que sin lugar a dudas complació
mucho a su interlocutor.
--Cómo quién querés ser, Fernandito? (decí: Como Norberto¡¡)—bramó el argentino, mientras pronunciaba su nombre
con innegable delectación, como si lo
estuviera saboreando.
--Como Norberto…-- respondió el
catalán, mirando recelosamente el rostro exultante del argentino.
--Cómo quién quiero ser YOOOOOOO? (decí: como Norberto…-- murmuró un exultante argentino al sentir tan a las
claras, en lo más hondo de su YO, su
incuestionable superioridad sobre el catalán)—. Cómo quién quiero ser YOOOOOO? --
volvió a contraatacar el argentino, encantado de poder volver a escuchar su
nombre.
--Como Norberto… -- dijo
resueltamente el catalán. Con tanta firmeza lo dijo, que el argentino casi se
corrió de gusto al escucharlo. Tan satisfecho se quedó de la manera como el catalán lo había pronunciado que, medio aturdido por el chute de felicidad que
acababa de estremecerlo, exigió a éste que lo repitiera:
--Como Norberto¡ -- gritó sin
vergüenza el catalán…
--Dilo otra vez¡¡ …
--Como Norberto¡
--Otra vez…
--Como Norberto’¡¡
--Otra¡¡
--Como Norberto¡¡¡
Así,
absortos en esta especie de reflujo verbal, se estuvieron unos cuantos
minutos, hasta que un endiosado argentino exclamó:
--Obvio, Fernandito, que querés
ser como yo¡ Obvio, catalanet, que querés ser norbertizado… Todo el mundo lo
quiere ser… Obvio, por lo tanto, que vos también lo querés ser… ¿cómo carajo un
ceporro como vos no lo va a querer ser? sí, ceporro, obvio que sos un ceporro,
y un cenutrio, y un lechuguino, y un tonto lava, y un cara de estreñido, y un
beocio, y un bobotonto, y un pelele, y un desecho, y un piojo, y un carapollo,
y un calientapollas, y una nenaza, y un pichacorta, y un cagón, como me mola
insultarte, polaco mamón, polaquito … verdad que tengo razón, Fernandito, en
todo lo que te digo? Obvio que la tengo, pero si vos pensás lo mismo que yo,
obvio que sí, vamos, polaquito, insúltate a vos mismo, vamos, pero en catalán,
vamos que el Norberto quiere oír como te insultas a vos mismo, vamos, decí: sóc
un cagamandúrries—y tras semejante ocurrencia el argentino estalló en una
carcajada delirante, que se prolongó más allá de lo previsible, cuando
nuevamente se reincorporó, ordenó al catalán que se insultase en voz alta, a lo
cual éste obedeció raudamente:
--Sóc un burro de set soles, sóc
un cagacalces, un cap de fava – y mientras el catalán soltaba con desparpajo
toda esta sarta de insultos, el argentino se cagaba de risa, agitándose
espasmódicamente—sóc un ceballot, un cul d’olla, un escalfacigales, sóc un
escagarrat, un gallimarsot, sóc un mitjafiga, un pixorro, un figaflor, un pet de llufa, un tapatroles, sóc
un torracollons…
El argentino, quien lloró de la
risa, tras secarse los ojos, bramó lo siguiente: vos sí que sabés, Fernandito,
sos la hostia, claro que sos todo eso, obvio que sí, sabés por que el Norberto
sabe que sos todo eso, porque es justo lo que no soy yo, por eso lo sé, yo soy
lo contrario de lo que sos vos, yo soy un tío cojonudo, vamos, catalanet, decí
elogios del Norberto, vamos decídlos ya mismo, decí el Norberto es un semental
de la hostia:… --- el catalán no se hizo rogar, y tan pronto como el argentino
se calló, empezó a soltar elogios..
-- El Norberto es un semental de
la hostia, un guaperas, un tío superenrollado,
un echao palante, un currante de tres pares de huevos, un ligón de primera, un
cachondo mental, un cachas, un fenómeno,
un máquina, un as, --- y mientras el
catalán lo elogiaba servilmente, la cara del otro se descompuso de felicidad, como si
alguien le mamara la pija con extrema habilidad. Tan pronto como el catalán
cesó de alabarle, el argentino, cambiando de tema, le preguntó:
--Che, catalanet, querés que YOOOOOOO te norbertize?
EHHH, cucarachita, cosita, caquita, bichito,
polaquito, querés que EL NORBERTO TE NORBERTICE? Preguntó, entre risas
espasmódicas, mientras sus manos se
deslizaban por las mejillas del catalán, pellizcándoselas vigorosamente.
--Verdad que lo querés, Ferranet?—volvió a
preguntar con mayor excitación que antes.
Entonces, sin esperar ninguna
respuesta, convencido del todo que su presa se moría de ganas por ser
“norbertizada”, el argentino, sumido en una sublime sensación de bienestar, se
bajó los eslips negros, se sacó su
empinada pija y, tras unas rudas maniobras, ayudándose de sus experimentados
dedos, consiguió metérsela, hasta lo más
hondo, a su presa. Una vez lo tuvo bien ensamblado, bamboleó frenéticamente su
cadera para hacer sentir al catalán la potencia de su miembro, a la vez que
envolviéndolo con sus brazos, lo estrujaba fuerte contra su carne, como si fuera
una garrapata gigantesca deseosa de aferrarse con toda su fuerza al otro para
chuparle toda el alma, como si así quisiera que las fronteras entre ambos,
hasta las más insignificantes, desaparecieran eternamente. Tras una serie de apretones salvajes, el
argentino ya no sintió más al catalán como a un ser autónomo. Lo había convertido
en una porción más de su organismo, en una más de sus infinitas células. Lo había, por fin, incorporado a su naturaleza,
como uno de esos ganchos, o incluso esas patas de palo, que los
piratas suelen llevar en las películas de época. Emocionado, con voluntad de comprobar si éste había dejado de existir
como ser autónomo, preguntó a aquel bulto al que estrujaba sin miramientos:
--Quién sos vos? (Decí:
Norberto)—ordenó excitadísimo el argentino, hundiendo su trompa hasta las
entrañas del catalán, mientras pronunciaba extasiadamente su propio nombre.
--Norbertooo—susurró, balbuceante,
el catalán, medio descompuesto por las feroces sacudidas anales a que lo sometía el argentino.
--Quién Soy YYOO¡¡? – preguntó,
jadeante, el argentino.
--NORBERTO¡ -- respondió
rápidamente el catalán, mientras recibía otro rotundo asalto viril.
--Qué nacionalidad tenés?-- Preguntó uno.
--Argentino.—respondió el otro.
--Qué nacionalidad tengo YOOOO?
Preguntó uno.
--Argentino—respondió el otro.
--Que sos? (Decí: Un gaucho
con un par de huevos).—ordenó el argentino, mientras se sentía al borde
del orgasmo.
--Un gaucho con un par de huevos¡
-- respondió el catalán, entre gemido y gemido.
--Qué soy YYYYYYOOOOOOOOO? –
inquirió, arrebatadamente, el argentino, presintiendo el atroz placer que
le provocaría la respuesta.
--Un gaucho con un par de
huevos—respondió el catalán, muy excitado por la adorable sensación de saberse
absorbido por la personalidad del argentino. No le importaba perder sus propios
rasgos temperamentales, sus costumbres, sus manías, y sustituirlos por los de Norberto. Deseaba
disolver su pequeñez en la inmensidad del argentino. Entonces, mientras éste le
anulaba su consciencia, se sentía como una gota de vino a punto de disolverse
en la vastedad de un océano. Se estremecía de gozo al imaginar como la gotita rosa que él formaba desaparecería lentamente,
aspirada por la fuerza irresistible de la inmensidad azul de su alrededor. Deseaba
de todo corazón extinguirse. En esos momentos percibía al argentino como a un
Nirvana dulcísimo.
La misma sensación, pero al
revés, que embargaba al argentino, quien estaba a punto de estallar a causa de
la sensacional felicidad que le provocaba el haber sido capaz de hacer morder
el polvo, con tanta facilidad, a aquel pobre desgraciado que había osado
ningunearle, así como el haber sido capaz de transformarlo en una especie de
doble de sí mismo, que reflejaba lo mejor de sí mismo. Celebrando esa gloriosa
sensación de tener entre sus brazos a alguien que lo deseaba, que se dejaba
humillar para complacerlo, que lo adoraba hasta límites irrazonables, el
argentino, sintiéndose una de esas enormes anacondas que se tragan a mamíferos
enteros, se dispuso a fagocitar espiritualmente, sin la menor compasión, a su
“víctima”, y mientras la sodomizaba ferozmente, se decía a sí mismo: que cachondo me pone,
Dios mío, norbertizar a mi prójimo, que
cachondo me pone… , voy a reventar de placer… Ahora mismo, mientras te
norbertizo, me siento una descomunal BOA, una esplendorosa BOA CONSTRICTOR
ARGENTINA, sí, catalanet, te norbertizo,
YYYYYYYYYYYOOOOOOOOOOOOOOOOO te norbertizo… UAAAAAAAAAAAAAAAAA….
YYYYYYOOOOOOOOOOOO, NORBERTOOOOOOOOOOOOO, Te norbertizOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
LA BOA NORBERTO
TE NORBERTIZAAAAAAAAAAA, JAJAJAJAJAJAJAJAJ, YO, LA BOA NORBERTOOOOOOOOOOOOO,
ME TRAGOO TODO ENTERITO AL CATALANET, TODOOOOOOOO ENTERITOOOOOOOO, TODO PARA
MÍIIII, PARA MI SÓLO, TODO EL CATALANET PARA MIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII
YYYYYYYYYYYYYYYYYOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
OEOEOEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE…. NORBERTO TE NORBERTIZA,
NORBERTOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO TE NORBERTIZAAAAAAAA… YYYYYYYYYYOOOOOOOOOOOOO
YOOOOOOOOOOOO TEEEEEEEEEEEEE NORBERTIZOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
YYYYYYYYYOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
Así,
abandonándose a una excitación rayana en
la locura, desbocadamente eufórico por la metamorfosis del catalán y la suya propia, el argentino dejó aflorar todas las pulsiones
más oscuras que normalmente estaban encerradas a cal y canto en su
subconsciente.
En el momento que presintió que
iba a eyacular, sumido en un placer delirante, exigió al catalán que gritara:
somos Norberto¡¡
Y mientras el semen fluyó por el
rabo del argentino los dos gritaron, con toda su alma, atronadoramente:
Somos NORBERTO… SOMOS NORBERTO…
SOMOS NORBERTOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO¡¡¡¡¡¡¡¡¡ SOMOSSSSSSS YOOOOOOOOOOOOOOOO
SOMOSSSSSSSSSSSS
NORBERTOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
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