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miércoles, 29 de agosto de 2012

VACANCES D'ESTIU 2012: CUENCA, BAEZA, UBEDA, JAÉN, GRANADA.












































UN ARGENTINO, MADRID Y EL DESARRAIGO



Cuando, dentro de algunos años, vierta en forma novelada mi convivencia con el argentino, unos de los enigmas que tendré que esclarecer, para definir bien al personaje, será el motivo por el cual éste decidió venir a España. Se podrían proponer muchas razones para dicha venida. De momento, y aún a riesgo de equivocarme, sugiero que la razón más creíble es el desarraigo, entendido éste como aquel sentimiento del alma por el cual ésta no es capaz de echar raíces sólidas  en ninguna persona ni tampoco en ningún territorio.  Sólo sabe arraigarse de forma fugaz y superficial, porque para ella lo real y verdadero es ella misma, mientras que lo demás tan sólo es un espejismo frágil y hostil. Para darse cuenta de que el desarraigo es algo esencial para el argentino basta recurrir a sus propias palabras, en concreto a unas que dirigió a todos sus conocidos, que rezaban lo siguiente: YO SOY MI MAYOR POSESIÓN”, aún  guardo el mail. De esas palabras se deduce inmediatamente que para el argentino su Yo es lo más importante, mientras que todo lo demás es relativo, de ahí que, más allá de si mismo, no sea capaz de establecer verdaderas relaciones, duraderas y consistentes, con el resto de la realidad. Como hijo de Narciso que es, sólo mantiene relaciones con los lugares o las personas que reflejan la imagen que él quiere de si mismo, es decir, aquellos que refuerzan su propia imagen, o incluso la magnifican. Ese refuerzo de su yo, para alguien que en el fondo es tan inseguro, lo siente como una bendición. Pero el reflejo, y por su propia naturaleza, es efímero, de manera que cuando su efecto se apaga, no devolviendo al argentino la imagen de sí mismo que éste espera con tanto anhelo, aquel, el argentino, cesa toda relación, todo vinculo con su propio reflejo. Entonces, huye, parte lejos, hasta que encuentra otra persona, otro lugar que de nuevo le ofrezca la clase de reflejo que le hace sentir bien consigo mismo, es decir, aquel que le devuelva una imagen idealizada de si mismo, sin defectos ni mellas, la única que alguien tan inseguro como él soporta.


 UNA VIDA EN MADRID


Es difícil saber lo que busca allí. En todo caso, eso es lo de menos. Lo relevante, y sin entrar en detalles íntimos, es que en esa ciudad hace exactamente lo mismo que hacía en Barcelona, lo mismo que hacía en Lleida, lo mismo que hacía en la ciudad de Diego( cuando no convivía con él), y muy probablemente lo mismo que hacía en Buenos Aires. Por lo tanto, no representa ninguna sorpresa, sin embargo, una cosa es tener, por mi parte, una vaga idea de lo que hace, y otra, muy distinta, ser testigo casi en primera persona de ello como esta última vez en Madrid. Decir también que esa clase de vida es la que  le hace sentirse realizado, que eso es así se demuestra apelando a unas palabras que me dijo: "Hoy he recibido una llamada de un conocido argentino que me ha dicho que en Barcelona estoy  llevando la clase de vida que siempre había querido llevar”. Palabras que demuestran con la mayor elocuencia que esa clase de vida, la de Barcelona y también la de Madrid, es la que él desea vivir.


MIS VIAJES A MADRID.


Curiosamente, esa vida que lleva en Madrid, y salvando las grandes distancias que  a buen seguro hay entre los dos, es, y sin entrar en detalles íntimos, casi la misma que llevaba yo cuando acudía a la capital de España. Durante más de dos años, me desplacé cada mes a Madrid, donde pasaba tres o más días, buscando probablemente lo mismo que busca el argentino en su reciente visita a esa ciudad, que tanto le recuerda a Buenos Aires.

Más aún, bien sabe el argentino que el día después de nuestro encuentro en un bar de Sants, tenía que viajar a Madrid, tal como consta en el mail que le envié. Desgraciadamente, no pude ir debido a una infección bucal.

Rizando el rizo, añadiré que esa es la ciudad a la que hubiera ido, y no a Bilbao, si no hubiera estado conviviendo con el argentino. Pero como se trataba de buscar un sitio que pudiera seducir al argentino, que fuera económico e interesante, en mala hora elegí la ciudad vasca. Parafraseando al hermano del argentino, diré, para describir la impresión que me dejó ese triste viaje, que los dos fuimos como dos hermanos que se comportan como dos hijos únicos, cada uno iba a lo suyo. No hay duda que para el argentino el punto culminante de la visita fue durante la noche, cuando pudo consumar lo mismo que consuma con tanto ahínco en Madrid.


LO ABSURDO DE LAS LÁGRIMAS DE SEMEN


Es verdad que hay personas que cuando salen de una desgracia, se abandonan a la bebida, a las drogas, al juego, etc. Pero nadie, en su sano juicio, se abandona al sexo regular, por la elemental razón que no hace falta pasar por ninguna vivencia dolorosa para tener necesidad de copular. Las hormigas, los perros, los pájaros, copulan sin necesidad de sufrir ningún desengaño. El sexo es un instinto, por lo cual basta con estar vivo para tener deseo de él. Afirmar que uno tiene ganas de sexo diario para olvidar no sé que trauma, lo único que indica es que semejante individuo tiene la “picha hecha un lío” y nunca mejor dicho. De la misma manera, cuando uno bebe, no hace falta que anteriormente haya sufrido una experiencia terrible, lo único que hace falta es que tenga sed. Así de sencillo.


EL DISCUTIBLE ENCANTO DE MADRID.


Madrid es una de las capitales europeas menos agraciadas. Apenas cuenta con un “casco viejo” comparable al de la mayoría de las ciudades de su entorno. De hecho, cuando los turistas quieren ver algo antiguo, se les aconseja que se trasladen a Toledo o a Segovia, porque de lo contrario  van a quedar decepcionados con la pobreza monumental de Madrid, a pesar de ser dicha ciudad la capital de un Imperio donde no se ponía el sol. De esa grandeza, sólo quedan las pinturas del Museo del Prado, sin lugar a dudas una de las mejores pinacotecas del mundo. La mayoría de los edificios madrileños son o bien pastiches de la peor especie, que quieren desesperadamente hacer creer al visitante que se encuentra en una gran metrópoli, o bien ejemplos de una arquitectura vulgar y cursi, como la fuente de la Cibeles, o el Monumento a Alfonso XIII en el parque del Retiro. Se podría continuar indefinidamente ampliando la lista, pero sólo diré que no hay en Europa una catedral más fea, torpe y absurda, que la Almudena madrileña. Casi cualquiera de las muchas iglesias que uno puede encontrar en Ávila o Segovia es superior en belleza artística a la mejor que se pueda encontrar en Madrid.
Pero, en cambio, su oferta de discotecas, cines, saunas, darks rooms, bares, puticlubs, parques donde practicar el sexo, etc., casi no tiene rival en toda Europa.



EL ARGENTINO NO VINO A ESPAÑA EN BÚSQUEDA DE PIEDRAS VIEJAS.


No le interesan mucho, al argentino, los monumentos. Creo que le falta sensibilidad, y si muestra alguna consideración hacia ellos no es por su belleza, sino por la época a la cual estos le remiten. Así, el destartalado e insignificante castillo templario de Gardeny, en Lleida, le interesó relativamente porque le transportó al siglo XII, su favorito.

Que no le gustan especialmente los monumentos se puede demostrar recurriendo a dos anécdotas.

La primera ocurrió en Barcelona. Una vez el argentino comentó que una de sus mejores experiencias en Barcelona, quizás la mejor, fue cuando asistió a un concierto de Barbazul, un grupo a quien Dios no ha dotado del don de la inspiración musical, como fácilmente se percibe escuchando alguna de sus sosas canciones, que se olvidan al poco de escucharlas. Creo que ese entusiasmo del argentino hacia una música tan adocenada quizás se deba a algún tipo de “contacto” entre él y el líder del grupo. En todo caso, nunca comentó que una de sus mejores vivencias fuera ver tal o cual monumento.



EL CATALÁN Y EL MONASTERIO DE PEDRALBES


La otra anécdota, y muy reveladora, ocurrió en Barcelona, junto al catalán, una tarde éste había sugerido al argentino de visitar dicho monasterio. No es pertinente contar lo que ocurrió entre ellos dos, sobre todo porque sólo dispongo de la versión del argentino, que aunque yo creo que no falta a la verdad, no es toda la verdad. Baste decir que ese día se abrió una brecha irreversible entre lo dos. El argentino no le apetecía para nada ver ese monumento, y torpedeó todos los intentos del catalán por hacer agradable la visita. No hay duda de que ese día humilló, con sus mordaces comentarios, al catalán. Ni que decir tiene que si el catalán le hubiera propuesto ir a ver un concierto de Barbazul, el argentino, empedernido chico de discoteca, hubiera sido el hombre más feliz. Cada loco con su tema.


LE CORBUSIER Y PEDRALBES.


Una vez un grupo de catalanes invitaron a Le Corbusier, considerado por muchos como el más importante arquitecto de todos los tiempos, a visitar el Monestir de Pedralbes. El francés quedó fascinado, absolutamente rendido ante la maravilla del cenobio, tanto que llegó a escribir más tarde: el monasterio de Pedralbes es la obra más equilibrada y perfecta del gótico europeo.  Unos tantos, y los otros, tan poco. Así son las cosas.


EN BÚSQUEDA DEL HOMBRE DE SU VIDA.


Hoy no me cabe la menor duda que la razón última por la cual vino el argentino a España es para buscar a su media naranja. Me da igual si es consciente o no de ello. Pero en lo más profundo de él anida la esperanza de que aquí encontrará esa criatura que no pudo encontrar en su país natal. Esa alma gemela con la que, noche tras noche, sueña su despechado corazón. No hay duda que tiene que producir una sensación de incerteza angustiosa el haber tenido tantas parejas y, a pesar de ello, no haber podido encontrar el verdadero amor. Una de las claves de semejante fracaso probablemente sea la obsesión con que el argentino se empeña en confundir el amor con el deseo sexual. Son dos cosas distintas, el deseo, es un instinto, al alcance de cualquier bicho; el amor, es una pasión del alma, exclusiva del género humano. Pero mientras siga creyendo en esa falacia del "amor que enseña la carne", insostenible tanto desde el punto de vista científico como teológico,   tendrá que apechugar con nuevos desengaños.


EL POLVO COMO ÚNICO GUÍA ESPIRITUAL.


Resulta muy sorprendente que aquel que invoca, sin conocimiento de causa, las enseñanzas de San Francisco de Asís, de Santa Teresita, o incluso del mismísimo Jesús, busque con tanto afán el polvo. Sabe perfectamente que cualquiera de los tres santos antes mencionados censurarían con la mayor severidad sus flaquezas sensuales. Pero él sigue con lo suyo, cayendo en una incoherencia atroz. Aquel que me dijo aquello de “la cosa más bella del mundo es la caridad”, como dando a entender el asco que le causaría que yo le pudiera ofrecer mi ayuda por razones sexuales, resulta que se ha pasado varias semanas en Madrid, donde hacía un calor casi diabólico, no admirando precisamente las obras maestras de Velázquez o de Goya en el Prado, sino practicando la "Caridad al Prójimo", sin lugar a dudas, "la cosa más bella del mundo".



CONSEJOS PARA EL CARTUJO.


Ya sé que le importa una mierda lo que le aconseje, pero como creo honestamente que en su interior resiste, a pesar de los escupitajos que cada día le lanza, una pequeña llama divina, (sólo así me explico que, tal como él mismo menciona en Internet,  se alistara en una cartuja), le voy a sugerir que cuando vuelva, si es que vuelve, a la ciudad de Diego, se pase por la maravillosa Cartuja de Miraflores, en Burgos, capital que se encuentra a mitad de camino entre Madrid y esa ciudad del norte, que una vez allí, acceda  al interior de la iglesia, donde verá una de las maravillas del arte universal, el retablo mayor de Gil de Siloé, con ese sobrecogedor Cristo rodeado por un círculo de ángeles, que simbolizan la hostia sagrada, y coronado por un pelícano, símbolo del amor cristiano más puro. Una vez situado ante esa maravilla, que la contemple atentamente, mientras haga un sincero examen de consciencia, que se arrodille, si tiene ganas de ello, y que susurre ante ese magnífico Cristo de la Redención, lo mismo que le susurran, año tras año, los callados cartujos que moran allí: TÚ ERES MI MAYOR POSESIÓN: quizás entonces su alma consiga arraigar de forma permanente en alguna alma y en algún sitio.

martes, 14 de agosto de 2012

A LA GRAN SINAGOGA DE BUDAPEST: Agost de 2012


























EL BESO ARGENTINO A SAN FRANCISCO, ( SEXTA ENTREGA) USANDO EL LUNFARDO)


Justo lo que deseaba hacer con ese español que se le quería subir a la chepa. Ese tipo, que aparte de tener seis años menos que su oponente, medía 13 centímetros menos y pesaba 11 kilos menos, emulando  el lenguaje soez del argentino, le endiñó: eso te crees tú, mamón, pero al final os va a salir el tiro por la culata, y cuando nadie invierta ni un puto euro en vuestro país, os vais a tener que bajar los pantalones y devolvernos hasta el ultimo euro de Repsol que nos habéis mangado. Si en el fondo, sois unos giñados. Muy gallitos al principio, pero luego el culito se os encoge, como con las Malvinas, los ingleses os follaron bien follados, no me extraña que os jodieran vivos… pero si sois  unos putos pringados.

El Chongo, inflamado de fervor patriótico, a la vez que irritado por la desfachatez del español, sintió ganas de dar una solemne mamporro a su oponente, pero se contuvo, limitándose a reír a carcajada limpia. El español, que no se inmutó ante la reacción del argentino, levantando el dedo medio, hizo un gesto obsceno, mientras sonreía burlonamente.

Esa sonrisa tan guasona, a pesar de su candor inofensivo, y sobre todo, ese gesto tan “farolero” pusieron de tan mala uva al Chongo que sintió una irreprimible necesidad  de hacer morder el polvo  a ese fanfarrón. Unas cuantas ideas siniestras cruzaron su mente, y, mientras se complacía en ellas,   miró a su adversario, desafiadoramente, con aires de suficiencia. Seguramente se esperaba que el otro bajara la mirada, pero como el español la mantuvo, el Chongo interpretó semejante gesto como un desafío y, subiendo el tono de la voz, le encasquetó, en un marcado acento argentino: ¡¡la puta que te parió¡¡, ¿¡ pero de qué te las das, puto del orto?¡¡ sólo largais boludeces, te vas de boca, sos un pelotudo fanfa, !!vós no existís¡¡¡  si de verdad tenés huevos vení para la darkroom y vas a ver como los argentinos culeamos a los gaitas, poné huevos, si es que los tenés y vení. ”. Tras decir estas palabras, el Chongo le dio dos leves palmaditas sobre la barbilla y, andando muy erguido, se dirigió hacia la darkroom. Antes de entrar, se giró, y acariciándose provocativamente los testículos,  increpó al español de la siguiente forma: así que los ingleses nos jodieron vivos, mirá lo que opino (y reprodujo el mismo gesto que le había dirigido antes el español) y vós, ¿también me vais a follar bien follado?, mirá lo que opino (y volvió a repetir el mismo gesto de antes). che, galleguito, sabés que sos vos? un fantasma, eso sos vos¡¡ un fantasma que necesita ya mismo una descojonante cepillada, no te va a salir gratis, gilibocón, bardear a los argentos, prometo por mi pijón que te voy a hacer cagar tinta china¡

El Chongo, muy cómodo en su papel de perdonavidas, se adentró en la oscuridad. Desde siempre le había gustado el teatro. De hecho, durante dos años formó parte de una compañía de aficionados. Le encantaba meterse en la piel de otro. Entonces, mientras interpretaba a un tipo bravucón y malote, sintió que de alguna forma estaba dando rienda suelta a las pulsiones más oscuras de su inconsciente, que normalmente siempre solía reprimir, pero que en entonces, y debido al tono de broma encubierta del contexto, podía hacer aflorar sin temer nada malo. Siempre las solía sentir, pero ese día osó abandonarse a ellas. Y es que aunque tenía muchas más ganas de montar al lindo puto que no de discutir con él, el tono despectivo de éste, le hizo venir ganas de darle una buena lección. No le gustaba, para nada, sentirse ninguneado y ese carcamal se había pasado unos cuantos pueblos. Así que mataría dos pájaros de un tiro: lo escarmentaría y se lo pasaría por la piedra. Las dos cosas las haría, por supuesto, de muy buen rollo.  En el fondo sería un juego aceptado de buen grado por ambas partes, pues ya se había percatado que al español le iba la marcha. Por cierto que la idea de dar cuerpo a su inconsciente, de dejarlo fluir sin cortapisas, de interpretarlo como si interpretara un personaje de Shakespeare, hizo que se le disparara la adrenalina por toda la sangre, nublándole la mente.

El español, que desde el principio se sintió  atraído por el argentino, no tuvo la menor duda sobre cómo debía obrar. Sabía perfectamente lo que el argentino esperaba de él. Así que, imaginando turbias fantasías, se levantó y se dirigió raudamente hacia el interior de la oscuridad, con ganas de participar en ese juego teatral que con tanta convicción le proponía el argentino, aunque ello le comportara tenerse que degradar más de la cuenta.

Era un miércoles, un día de escasa afluencia de gente, por lo que en la darkroom  sólo se encontraban ellos dos.

Un desorientado español se desplazó a ciegas  hacia el centro de la sala oscura, y allí se detuvo, esperando que una vez sus ojos se adaptaran a la luz, pudieran distinguir alguna sombra. El argentino, agazapado en una esquina, contempló divertidamente los torpes movimientos de su adversario y cuando se percató de que éste se detenía en el centro, empezó a susurrar, en una voz burlona: mirá lo que tenemos acá, un españolito, un lindo españolito que quiere poner en caja a los argentinos, hay que ser un taura para tumbar a los argentos, y vós, que sos  un gaita chuchi, ¿ me vas a dar el pesto?. Che, me cago de risa. Sos un merlo del orto, pero yo tengo mucha cancha y muchos huevos. Así que te voy a morfar crudo. Con que los argentinos somos unos chorros, será chingolo el gaita éste. El petróleo es nuestro, sólo nuestro, la tenés clara, conchudo del orto? Expropiamos Repsol porque nos salió de las bolas. Y porque recién me sale de las bolas,  te voy a expropiar la cola… ¿la tenés clara, chantapufi? Qué vas a tenerla clara, si vivís en un pedo de colores¡¡¡ vení para acá, gaita caído del catre, que voy a hacerte una macanuda expropiación anal, vení para acá, españolito, chchchchch (con la anterior interjeción, el Chongo reproducía el sonido que se dirige a los caballos para que se muevan…”)… vení para acá… chchchchch…. ¿no venís porque no me creés?, me tomás para la joda? ah, piolín, con que esas tenemos¡¡ vení para acá, jodido moscón, no me hagás ensillar el picazo, vení para acá ya mismo, galleguito.  No me hagás embroncar más, jodido guarango, que si al Chongo  se le hinchan las pelotas,  te va a pelar la cola, tu relinda colita. Vení para acá, hinchabolas, que se me está calentando la pava y babeo por llenarte hasta el mango de mi petróleo”.  Y tras soltar semejante ocurrencia, echó una sonora carcajada.

El español, siguiéndole el juego, le replicó: perro ladrador, poco mordedor. Que me vas a expropiar? Estás flipando, colega. Tú, y cuántos colgados más como tú¡¡ Si tienes una caca de paquete y además te pirras por abrirte de piernas. Das pena, picha corta¡¡ Ya va siendo hora de que los fantasmones de los argentinos  volváis a ser una colonia española,  pero si no sabéis ni hablar, panda de mongolas¡¡ No sois más tontos porque no entrenáis, pero  si sois más inútiles que la polla del PAPA¡¡

El argentino, totalmente puesto en su papel de “patotero”, disfrutaba como un enano. Siempre le había gustado interpretar a los personajes malos. Daban mucho más juego y, como no,  lo llenaban más. Entonces, cuando el destino le brindaba la oportunidad de soltarse la melena interpretando un “Chongo camorrista”, estaba dispuesto a poner toda la carne en el asador. Consciente de que tenía todas las de ganar, espetó al español: ahora vas de piola, galleguito? Abrirme de piernas yo? Estás mamao o qué, loco? Obvio que aquí  yo soy  el capo, no tenés polenta ni para despeinarme, vení acá, te digo¡¡ vení, chchchchchch, vení, chchchchch…Si no venís acá, gaita cagón, te chapo por el naso y te traigo de prepo… chchchchchch, (al Chongo le encantaba azuzar a su petiso como si fuera un animal de carga, porque al hacerlo le parecía  que la  carne de éste fuera más carne).

Así que, excitado por esos azuzamientos, volvió a repetirlos sólo por el placer de excitarse aún más a causa de ellos. Chchchchch… chchchchch … chchchcchchch…

El Chongo, cada vez con más ganas de dejar claro quien de los dos era el que tenía la sartén por el mango, se acercó sigilosamente, en cuclillas, por detrás del otro, hasta que se colocó a unos palmos de la espalda del español. Entonces se agachó y sin que el otro se diera cuenta de su presencia, con un movimiento abrupto de sus manos agarró los tobillos de éste, arrastrándolos lateralmente para despatarrarlo. Una vez que el argentino consiguió separar lo suficiente las piernas de su oponente, inclinó la cabeza, pasándola por la entrepierna del español, para posteriormente levantarse bruscamente, alzando a hombros al español, a quien semejante artimaña lo cogió totalmente desprevenido. Su primera reacción fue rogar al Chongo que lo volviera a dejar en el suelo, pero éste, envalentonado por la facilidad con la que se había salido con la suya, y haciendo caso omiso a los ruegos de su víctima, empezó a girar sobre sí mismo, a gran velocidad, mientras gritaba: che, españolito, quien va a expropiar a quién? dale, españolito,  respóndeme, no te hacías recién el chonguito, dale, españolito, si tenés pelotas, volvé a basurearme, dale, volvé a bardearme, dale, por qué no me toreás ahora, maula, chancleta? ya viste que no me ando con chicas, así que por tu bien, más te vale estar calladito, entendés? Calladito… chcvhchchchchhc… calladito.. chchchchch…  porque sino te alzo por las cuarenta, mulita, picha floja, pocasangre, apichonado… que chanta te quedaste¡ pero no me vas a ablandar, galleguito,  te voy a dar tabaco a bocha y cuando te haya fajado bien, te voy a tener de felpudo. Chchchchchc, de felpudo, chchchcch…

Tras dar más de treinta vueltas, el Chongo se paró, y, dirigiéndose a la puerta de entrada de la darkroom, donde llegaba el tenue resplandor de la luz exterior, apeó al español, quien, al poner sus pies en el suelo empezó a tambalearse cómicamente. Estaba completamente mareado, lo que provocó la risa estridente del argentino, quien sin esperar a que aquél recuperara el equilibrio, lo dejó en pelota picada. Una vez lo tuvo desnudo, lo agarró del pescuezo,  arrastrándolo sin miramientos de nuevo a la oscuridad. Al desnudarlo, no sólo lo había despojado de ropa, sino también de toda dignidad humana. Lo había reducido a un simple cuerpo dependiente de él, que, de alguna forma, lo completaba.



El Chongo, abusando de su mayor corpulencia, agarró a su presa por detrás, embutiendo la espalda de ésta  contra su pecho, mientras que con una mano le tapaba los ojos y con la otra, pasándole el brazo derecho sobre el vientre, lo asía bien fuerte de la cadera,   arrimándolo contra sus carnes. Así, con el español bien amarrado, el argentino se desplazó hacia la puerta de emergencia situada en el fondo de un ancho pasillo. Andaba con pasos rápidos y rotundos, sin mostrar el menor signo de vacilación. Le gustaba imaginarse como un depredador que transportaba, entre sus colmillos, a un  pequeño herbívoro recién cazado para llevarlo a un claro del bosque, donde procedería, con implacable determinación, a zampárselo. Mientras lo arrastraba contra su voluntad hasta el fondo del pasillo, el Chongo susurraba al oído de su presa; che, españolito, ahora no parecés tan chonguito como antes. Viste, loco, necesitabas que alguien te bajara de la moto. Los argentinos sabemos cagar a pedos a los gallegos que van de gallitos como vós. Nos sobran huevos  para bardearles. Y a mí, me pone al palo pinchar el globo a los chabones como vós que cagan más alto de lo que les da el culo. Te pensaste, pelotudo pajero, que me iba a arrugar. Aquí el único que tiene la cola pequeña sos vos. Te voy a dar un correctivo para que sepas como la gastamos los argentinos. Verdad, galleguito, que estás cagado de miedo? Pero será forro el coso éste de venirnos a decir lo que tenemos que hacer con nuestro petróleo. Hacemos lo que nos sale de las pelotas. Lo entendés, chabón. Lo entendés de una puta vez? Qué vas a entender¡ No cazan one, los galleguitos rehuevones, aún se creen que somos sus siervos. La gran Argentina, una colonia vuestra, andá a cagar, gallegos, que sos delirantes¡¡ Necesitan  que les corramos a palos de vez en cuando para que sepan quien es el capo  en la Argentina. Vos, galleguito, también necesitás que un argentino te ponga a tragar leche, para que nunca más volvás a cuestionar las decisiones soberanas de la Argentina, ya te voy a dar yo masa, resalame, vas a ver como te bailo de lo lindo … así que arreando, galleguito, chchchchc,, arre, potrillo, chchchcch, arre, chchchch, chchchch… ( y a la vez que le jaleaba, le  atizaba palmadas en sus nalgas para espolearlo aún más).

El español, por su parte, y aunque sabía que el argentino estaba jugando con él, sentía que llevaba el juego demasiado lejos, porque a pesar de que nunca se había considerado un defensor a ultranza de su nación, el tono burlón del Chongo le había herido su amor propio. Así que picado por las puyas del argentino, replicó, con ganas de sacarlo de sus casillas: nuestros soldados os conquistaron una vez, y ahora nuestras empresas os vuelven a conquistar otra vez, somos el principal inversor extranjero en la Argentina… así que volvéis a ser una colonia nuestra. Chúpate esa¡¡¡… pero antes de que pudiera pronunciar la siguiente frase, el Chongo le gritó: Callate la boca, carajo¡¡¡ el español intentó continuar su frase, pero de nuevo un grito furibundo del argentino se lo impidió. Callate, cállate, cerrá el culo, si no querés que me ponga de mala onda … exlamó el argentino, cada vez gritando con mayor vigor. El español, algo asustado, se calló. Silencio que fue celebrado por el Chongo como un triunfo  sensacional. Se sintió muy eufórico por la sumisión del español. Le encantaba ese sentimiento de dominio sobre otra persona. Le hacía subir su autoestima sobremanera, lo cual le ponía de muy buen humor, porque esa subida era lo que más amaba a la vida, después, claro, de él mismo. Entonces, para hacer más obvio ese dominio, puso la palma de su mano sobre la cabeza del español, empujándosela hacia abajo, hasta conseguir que el mentón tocara la parte superior del tórax. Así, con la cabeza bien gacha, le hizo dar tres vueltas alrededor de él. Fue una especie de paseo triunfal que lo sumió en un delirio casi psicodélico. El Chongo en el centro, con la cabeza bien erguida, articulando las interjecciones que tanto lo erotizaban: chchchchchchc… chchchcch… chchchcch…; el español, dando vueltas, con la cabeza inclinada, completamente en silencio. No pudo el Chongo reprimir los recuerdos de la infancia que le inundaban el pensamiento. Recordaba las broncas y los castigos de su madre. Recordaba el sentimiento de nulidad que tan mal le hacía sentir. Recordó las muchas veces que se sintió como un deshecho humano, como alguien que no merecía ninguna atención ni ningún elogio. Cuántas veces se sintió sin autoestima, sin voluntad de ser algo. Una nada sin futuro alguno. En cambio entonces, imponiendo su voluntad sobre otro cuerpo se sentía alguien importante. Alguien a quien se debía respetar. Se sentía un hombre, y se daba cuenta de lo mucho que su situación había mejorado en la vida. De lo mucho que había logrado gracias a su voluntad de superación. Y eso hacía que su autoestima se le desbordara. Tan envanecido se sintió de sí mismo que no pudo reprimir unas palabras de reproche a su madre: vés, mamá, cómo me hago respetar. Ya no me dejo basurear por nadie ni me quedo parado cuando me baten la justa. He aprendido a hacerme valer. Ya no soy aquel güevon aturdido de antes. Ahora tengo un par de huevos y si alguien me torea, como hacías vós, hija de …, lo cago a pedos.”

“Mirá, mamá, cómo me felpeo a este galleguito. Se creía, el muy farolero, que me iba a pasar la mano por la cara y ahora, mirálo, el pobre baila al ritmo que le marco yo. Escuchá, mamá, escuchá, cómo me lo bailo: Así me gusta galleguito, así es como estás relindo de verdad, con la bocha gacha, trompa cerrada y los huevos encogidos, listo para entregarme el marrón… Entonces el Chongo empezó a reírse locamente, mientras volvía a tapar los ojos del español con su mano, empujándolo hacia la puerta de emergencia. Una vez allí, la abrió y sacó al español a fuera del local.

Delante de ellos había una acera más bien estrecha, en el borde de la cual estaban aparcados una hilera de coches. Se hallaban en plena  calle, a la vista de los pocos viandantes que a esas horas circulaban. Justo entonces, el Chongo retiró su mano de los ojos del español, para que éste viera donde se encontrara. Muy contrariado, éste intentó liberarse del control de su captor, a la vez que intentaba gritar, pero el Chongo le tapó la boca con su mano, mientras lo empujó contra el capot de un coche, allí, con gran habilidad se sacó la pija para metérsela a su presa, mientras entre risas cómplices, decía: … vení acá, galleguito, que voy a echar al pelado a la zanja, vení acá, Españolito, chchchchch… vení, chchchch, que te la voy a hacer pasar bomba... Una vez lo tuvo bien ensartado, empezó a agitarla sin contemplaciones, mientras le decía: che, españolito, viste que  lo de la expropiación no era ninguna joda…  cuando los argentinos nos proponemos algo, no paramos hasta que lo ligamos… y ahora, españolito, tomá, tomá de mi pijazo, chchchchchh, arrreee, chchchchch, arreee, chchchcch, arre, españolito  chchchc, me curte un mambo lo de expropiarte. Entregate, galleguito, entregate, dale, dejate expropiar, dale, dejate expropiar por el Chongo Jodón, el más groso de todos los argentos… No te me amotines, te tengo bien amarrado, voy a hincarte hasta el mango mi sorongo Querés rajarte, cagón? … por qué no pedís ayuda a tus compatriotas? Pero si Todos pasan de largo¡ No tienen huevos¡¡ Que alguno se atreva a hincharme las pelotas¡ Que me lo culeo como a vós¡¡¡ dónde están españolitos?, carajo qué  cagones son, vengan acá, no se rajen , carajo, vengan acá que se la voy a hacer comer doblada … dale, gaita, aguantame la bocha, verdad que la estás  pasando joya? Chchchchcch, arrreee, chchchch, arreee, potrillo, mi potrillo, sos mi potrillo, arrreeerere, chchchch, arrrererer, cjhchch… El español, que se estaba corriendo de placer, respondió: estoy gozando como un cabrón, follas de puta madre¡¡.

No, galleguito, quiero que me lo digás en  lunfardo, dale, en argentino lunfardo, vós podés, dale, chchchchc, chchchchch…  Tras unos momentos de vacilación, el petiso, muy gustoso de complacer al Chongo en todo lo que éste le solicitara, balbuceó: Che, pibe… sos un chabón macanudo … que sabés culear … como los mismos dioses.  Sin lugar a dudas, el español se había rendido a los encantos del Chongo, y éste, al sentirse adorado, aulló de felicidad, redoblando, con un vigor entusiasta, sus asaltos anales, mientras se enfervorizaba escuchando los gemidos de su “españolito”, porque los interpretaba como una prueba inequívoca de que éste lo adoraba ciegamente, y exultante por esa maravillosa sensación de saberse adorado, embistió los bajos de su presa  con más saña, para hacerla gemir así con mayor brío. Dios mío, cómo se arrebataba al sentir tan nítidamente el poder de su falo. Ya no lo percibía, a su “españolito”, como a un  objeto. Sino como a “algo” más de si mismo.

Dale, galleguito, decí que el Chongo Jodón es el capo, dale, decídlo, chchchch, decídlo, chchchch¡¡-- gritó un crecido argentino.

Sos el capo, Chongo Jodón-- balbuceó, turbado por el placer, el español.

Rebueníssimo, y ahora decí que soy un piola bárbaro, chchchch¡¡¡ ordenó, con voz autoritaria, seguro de ser obedecido, el Chongo.

Sos un piola bárbaro-- susurró el Español.

Genial, galleguito, Qué choncho me ponés, galleguito. Decí ahora que soy una masa¡¡¡-- bramó el argentino.

El Chongo es una masa… dijo sumisamente el español, mientras sentía como sus nalgas casi se descoyuntaban por las salvajes envestidas a que lo sometía el cipote del Chongo.



Bravo, galleguito, bravo, lo ven como ustedes, los gaitas, necesitan que los argentos les tengamos con el culo al norte para que den lo mejor de sí mismos. Lo vés, mamà, como no soy la mierda que vos pensabas. Mirá cómo este galleguito me adora, mirá, hija de puta … Dale, pichoncito, decí que soy el más re groso de España… voceó un delirante argentino, ferozmente contento de saberse adorado.

sos re groso… pronunció un entregado español, mientras oía las carcajadas estruendosas del Chongo, quien ya preparándose para la gloriosa estocada final, canturreaba, a viva voz, sintiéndose el ser más dichoso de la tierra,  El Chongo, El Chongo es cojonudo, como el Chongo no hay ninguno¡¡¡


jueves, 9 de agosto de 2012

AL REICHSTAG DE BERLIN: Agost de 2012












































¿EL AUTISMO DEL NORBERTO?


EL AUTISMO DEL ARGENTINO

NORBERTO: ESA MATRIOSKA RUSA



La personalidad del argentino me recuerda a una de esas muñecas rusas llamadas matrioskas.  Están huecas por dentro, y, al abrirlas por la mitad, encontramos en su interior otras muñecas  iguales pero de tamaño cada vez más pequeño.

Sin lugar a dudas, en el caso de Norberto, la muñeca más grande correspondería a su orgullo, dentro de ésta, encontraríamos otra que representaría el egoísmo. Si siguiéramos jugando,  descubríamos una muñeca cruel, que disfruta humillando. Y dentro de la anterior, hallaríamos una muñeca autista. Sobre ésta última, que, por supuesto, no agota todas las muñecas contenidas en la principal, voy a explayarme a continuación.



EL AUTISMO LATENTE



Me sería imposible entender mi convivencia con el argentino, sin recorrer al autismo, entendido éste como la tendencia de algunos humanos a desentenderse del mundo y a ensimismarse. Es bien sabido que esa necesidad de aislarse del entorno más próximo puede llevarse a cabo de una forma mental o física. En el caso del argentino se desarrolló de las dos maneras. Hoy no me referiré a la segunda de ellas, la física, por lo cual no me extenderé sobre cuando el argentino se recluyó en su habitación en pleno verano, no sólo cerrando la puerta, sino también la ventana, sudando como un pollo, para que yo no pudiera verle. (Hasta tal extremo llegaban sus obsesiones morbosas)



EL ARQUITECTO CATALÁN Y SU TENDENCIA AL AUTISMO.



Él mismo me contó que durante su convivencia con el arquitecto catalán se encerró mucho en sí mismo, reconociendo así su tendencia a ensimismarse. En general, bien se podría afirmar que en el seno de su persona conviven dos tendencias antagónicas, una que busca aislarlo de su entorno; otra que se esfuerza por involucrarlo en él. Normalmente, prevalece ésta última, pero cuando la primera consigue imponerse, el argentino se abandona a ella sin especial oposición. Hay que reconocer de todas maneras, la firme voluntad del argentino de querer ser una persona sociable, para lo cual no escatima esfuerzos. Así lo primero que hace al llegar a una ciudad nueva es acudir a los bares, ya sean de ligue o de evasión, y sobre todo, apuntarse a alguna asociación para sentirse integrado en su entorno.


 
CÓMO DESCUBRÍ SU AUTISMO.


 
Lo descubrí en un triste viaje a Bilbao con él. Nuestra estancia en la ciudad vizcaína coincidió con el santo del argentino, razón por la cual decidí hacerle un regalo. Así al entrar en una tienda de souvenirs, le  pregunté si le gustaría que le regalara algo de allí, a lo cual respondió, en un tono francamente brusco: NO QUIERO QUE ME REGALES NADA. Ignorando su advertencia, volví a insistir si le apetecería que le obsequiara con una camiseta estampada, a lo cual respondió, visiblemente irritado, NO ME LA REGALES, PORQUE NO ME LA VOY A PONER. NO QUIERO QUE ME REGALES NADA. Tras estas últimas palabras, se hizo entre nosotros dos un turbador silencio que de alguna manera incomodó al argentino, quien molesto consigo mismo por ser tan “borde”, intentó a su manera remediar su metedura de pata, diciendo, en un tono algo reconciliador, SI QUIERES REGARLARME ALGO, ME REGALAS UN POEMA TUYO ENMARCADO. No hay duda que tal rectificación se debía a su inseguridad, que, con tanto afán, intenta ocultar.


 
LA INEVITABLE CONCLUSIÓN DE LA ANÉCDOTA  



Quien conoce al argentino, sabe muy bien su afición por los regalos. Le gusta hacerlos y, sobre todo, le gusta que se los hagan. Él mismo se complació en explicarme los muchos y buenos regalos que hizo al arquitecto catalán y lo mucho que se irritó porque éste no le correspondió. Luego si los regalos le gustaban mucho, pero no quería que le regalara nada, es obvio que lo que le molestaba en mi caso, es que yo le hiciera regalos, porque si esa camiseta se la hubiera regalado cualquier otra persona, la hubiera aceptado de mil amores, pero como se la regalaba yo, la rechazaba. Que eso es así, se demuestra porque también rechazó el poema que le regalé siguiendo sus indicaciones. Así de coherente es el argentino. No quería nada de mí, de hecho, no quería ni verme ni incluso hablarme. Entre los dos había levantado un muro que hacía inviable toda forma de relación. El argentino, al menos mientras estaba conmigo, se ensimismaba, pensando sólo en sus objetivos y sus sueños. Yo no existía para él. 

Es evidente que si no quería que le hiciera regalos, era para que él NO TUVIERA QUE DARME LAS GRACIAS. Porque él no me quería DAR NADA. ABSOLUTAMENTE NADA. Hoy en día ya no me cabe la menor duda sobre el componente patológico que anidaba en esa VOLUNTAD DE NO DAR NADA. Lo triste es que ese no dar NADA le hacía sentirse bien consigo mismo, y eso era así, porque no le importaba en lo más mínimo ni mi bienestar ni mi felicidad.


 
LA TRISTEZA DE MI CORAZÓN



Si no le hubiera regalado nada, ni que decir tiene que el argentino se hubiera molestado mucho conmigo. Pero si le regalaba algo, lo despreciaba. Qué hacer en un caso similar. Nada, todo lo que se haga va a volverse contra uno. Sólo queda pasar en silencio ese desprecio inmerecido. Encerrarse en uno mismo, imaginando cómo todo podría haber sucedido de otra manera. Entristeciéndome cada vez más por convivir con un ser que no es capaz ni de darme una migaja de felicidad. NADA¡


 
                        EL CORAZÓN AUTISTA.

Es evidente que el argentino debía de haber aceptado mis regalos, porque si yo acepté de buen grado su ropa vieja y fea, con más motivo tenía que aceptar la ropa nueva que le regalaba. ¿Por qué diablos se cree ese NORBERTO que yo acepté sus camisas viejas, sus jerseys usados, sino para hacerle feliz? No eran de mi talla, ni de mi gusto, pero eso me daba igual. Hoy en día, sin embargo, veo algo de morboso en regalar ropa de uno mismo a otro, como dando a entender lo siguiente:  sé que eres un fetichista, por eso te regalo mi ropa, para que masturbes con ella, porque sé que me adoras. Esta interpretación, aunque muy retorcida, no la descarto. En todo caso, tan pronto el argentino se fue de mi piso, me deshice de toda su ropa. No era de mi talla y no me gustaba.


El autismo, pues, rigió toda nuestra convivencia. Mi gesto de caridad fue despreciado de la peor manera. El argentino se encerró en sí mismo, ignorándome desde el primer día. Con lo fácil que le hubiera sido abrir su corazón, en lugar de replegarlo sobre sí mismo como un erizo. Pero quizás, a pesar de lo que él crea, nunca lo haya abierto. Su corazón nunca ha visto la luz del día. Vive en las tinieblas del egoísmo. Porque amarse a uno mismo o a alguien igual a uno mismo es no amar a NADIE.  Y a pesar de ello, su capacidad para amar está hecha a imagen y semejanza de la de DIOS.



SÓLO A ALGUIEN QUE NO HA AMADO NUNCA DE VERDAD SE LE PODRÍA HABER OCURRIDO PROPONER UNA CONVIVENCIA TAN ABSURDA Y TRISTE COMO LA QUE EL ARGENTINO ME IMPUSO.