“Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo” Lc 17, 1-6 (TODO PARECIDO CON LA REALIDAD ES PURA COINCIDENCIA)
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jueves, 28 de agosto de 2014
LA NIÑA PRODIGIO QUE DESMONTÓ LA TERAPIA DEL REIKI CON UN TRABAJO ESCOLAR
LA NIÑA QUE DEMOSTRÓ LAS TRAMPAS DEL REIKI
A continuación reproduzco el artículo aparecido en el diario ABC.
Con once años logró un reto que a muchos investigadores les cuesta años de esfuerzo: publicar en una revista científica. Emily Rosa está en la Historia de la Ciencia por ser la persona más joven en llevar una de sus investigaciones a las páginas de una publicación. Y lo hizo con un trabajo que desmontó a la supuesta medicina alternativa del toque terapéutico, una técnica de sanación relacionada con el reiki.
El toque terapéutico y el reiki parten de una premisa: el ser humano tiene un «campo energético» que si se desequilibra causa enfermedades. El terapeuta, a modo de guía, puede imponer las manos para cambiar el flujo del chi (para los chinos la energía espiritual del universo) –o prana, en su versión india– que hace mejorar la salud del enfermo. Un tratamiento que la ciencia nunca ha aceptado.
Esta técnica asegura que puede llevar a la sanación con la imposición de manos
En pocos años hubo un crecimiento
exponencial de seguidores de esta técnica. Incluyendo a miles de médicos
que en Estados Unidos la aprendieron con todo el halo místico que le
trataron de insuflar pese a que estaba recién creada. Luis Alfonso Gámez, que lleva una vida desmontando «magufos» desde su tribuna de El Correo, cifra en más de 43.000 los sanitarios que practicaban el toque terapéutico en un artículo que también cuenta la historia de Emily Rosa.
Un trabajo de 4º curso
Con estos antecedentes, una de esas
niñas que no paran de cuestionárselo todo se lanzó a descubrir qué había
detrás del toque terapéutico. Emily Rosa, entonces una estudiante de cuarto grado en un colegio normal del estado de Colorado, diseñó un sencillo experimento
para determinar si los «terapeutas» pueden o no sentir el «campo
energético» de los seres humanos. El resultado no pudo ser más claro:
apenas sentían nada.
El proceso era simple: Emily Rosa se sentaba frente al terapeuta.
Entre ellos una mampara de cartón impedía poder verse cara a cara. Solo
había dos huecos en la pantalla por donde el experto en toque
terapéutico introducía sus manos. En ese momento Emily elegía acercar su
mano (y con ella su supuesta energía vital)
a una de las dos extremidades del terapeuta, que debía «sentir» sobre
cuál de ellas se situaba (sin aproximarse demasiado para que no
sintieran el calor corporal, algo realmente constatable sin ningún poder
místico).
Los sanadores sintieron la energía el mismo porcentaje de veces que dicta la probabilidad
Sin embargo Dolores Krieger, la fundadora de esta medicina, no se prestó al experimento. «La vi y estaba muy asustada», contaba la niña en una entrevista.
Una entrevista en la que también sorprende descubrir su «mente
científica», siempre buscando que otros refutaran su experimento,
esperando que otras personas repitieran su prueba para poder afirmar con
seguridad su verdad: la verdad de la ciencia contrastada.
El resultado de tanto esfuerzo llegó en 1998 con la publicación de su trabajo en la revista Journal of the American Medical Association. Un logro épico para el trabajo escolar de una niña de 11 años.
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