STATCOUNTER


sábado, 21 de noviembre de 2020

MARTIN LUTHER KING Y LA INGRATITUD DE NORBERTO CICIARO

 

Decía el gran Martin Luther King que la peor persona es la que está lleno de odio. Yo no estoy de acuerdo con él. La peor persona es la que no es capaz de agradecer NADA.

NORBERTO CICIARO Y SU RECUERDO LAMENTABLE

 

Ya hace mucho tiempo que no pienso en ninguno de los episodios vividos junto al argentino. Solamente, cuando me toca enfrentarme con experiencias negativas, por una ley inevitable de asociación, esas sensaciones negativas me hacen recordar a Norberto. No lo puedo remediar. El argentino se ha grabado en mi mente como un patrón de lo negativo y desagradable, y siempre que algo malo me ocurre, su recuerdo golpea mi memoria. Sin embargo, esa súbita aparición no me hace recordar nada en concreto, simplemente me impregna de un sentimiento feo y repelente, que se mezcla con su nombre, y ya está.


La semana passada, en cambio, sí que pude recordar con detalle uno de los momentos más detestables de los vividos junto a él. Una chica me pidió que le diera clases de repaso sobre electrónica digital y mecanismos. Me dijo si podía ir a su casa, pero le dije que me hacía falta una pizarra. Entonces me comentó que un compañero suyo era propietario de una academia. Después de hablar con él, consiguió que éste nos dejara una de las aulas. Casualmente, la academia estaba en la calle de Picos, la misma calle donde Norberto iba a trabajar. Fue inevitable recordar todo lo que sucedió el último día de mi convivencia con el argentino.


Yo acabava de llegar de Estanbul, y cansado del viaje decidí reposar en la casa de campo de mis padres, però un terrible presentimiento me hizo creer que el argentino estaba en Lleida. Impulsado por esa intuición cogí el coche y empecé a dar vueltas por la ciudad, recuerdo perfectamente que recorrí la calle de Picos por si lograva verlo. No lo ví. Sin embargo, otro sentimiento me asaltó. Debía estar en mi piso. Allí fui, me senté en en el sofá, sin nada que hacer, y me puse a esperar. Nunca podré expresar con palabras la brutal sensación que me embargó cuando alguien llamó a la puerta. Era él. El presentimiento se había cumplido.

Por supuesto, no se esperaba encontrarme allí. Había ido a Lleida sin decirme absolutamente nada. Después de unas breves y gélidas palabras, me devolvió la llave del piso. Era evidente que su intención era no volver nunca más a Lleida, salvo que algo muy grave le ocurriera y no le quedara más remedio. No fue capaz de decir adiós, de despedirse dignamente de la persona que más le había ayudado. Absolutamente nada. No fue capaz de agradecer NADA ni dejar un un recuerdo más o menos benigno en mí. Con una frialdad inhumana se fue de mi piso. Había convivido con la NADA durante unos meses y esa NADA hizo honor a su nombre. Se fue sin agradecer NADA. No puedo concebir una persona más monstruosamente desagradecida que el argentino.


martes, 2 de junio de 2020

LA TRAMPOSA DE LA dass

HH PROXIMAMENTE

NORBERTO CICIARO.EL VIRUS VUELVE

Hubo un virus en mi vida, de origen argentino, que causó graves estragos, cuyas secuelas aún duran hoy. El portador de ese virus ya no me importa lo más mínimo, por lo cual no sé ni cuál es su situación ni cuál es su domicilio ni absolutamente nada relacionado nada con él.
Sin embargo, no está dentro de mis capacidades olvidarme del recuerdo que dejó en mi, recuerdo por supuesto nefasto, que no solo no se desdibuja, con el paso del tiempo, sino que se vuelve mas virulento.
Ese recuerdo siempre está allí, pero, como es natural, hay sucesos que lo agudizan.
Esta semana concedí una ayuda a alguien necesitado, y todos los antiguos fantasmas volvieron a salir. Los mismos fantasmas que surgieron cuando el argentino despreció de la peor manera posible la ayuda que le proporcioné.
Sin lugar a dudas, cuando aceptó mi ayuda estaba en una situación muy comprometida, pero al cabo de poco tiempo recibió ayuda de un hostal, por lo que ya no necesitaba más la mía. Pero era tan avaricioso y presuntuosos, que creyó que el destino lo llevaba a Lleida para algo maravilloso. No hubo ninguna maravilla, sino más bien algo catastrófico. Lo más razonable hubiera sido que como yo no era de su gusto, renunciase a sus intenciones de quedarse en Lleida, pero no renunció, sinó que me uso como medio para lograr sus fines: conocer a alguien que le garantizara un futuro magnífico.
Espero que la persona que acaba de recibir mi ayuda esté a la altura moral de tal ayuda. Yo no pido gran cosa, pero que no se me dé ni lo más mínimo, es decir, las gracias, me rebelo contra tan colosal ingratitud.
Ya veremos lo que sucede en esta nueva ocasión.
En todo caso, me reafirmo que no fue capaz de darme las gracias, se fue sin decir nada. Siempre recordaré la última vez. Vino a mi piso pensando que no me encontraría allí. Me dio las llaves y me dijo que ya hablaríamos. Sabía perfectamente que ya no volvería más, y a pesar de eso, disimuló y continuó con sus planes, con toda la frialdad del mundo en su corazón.
Una decepción total. Se fue, pero dejó en mí un recuerdo viral, más que un recuerdo me dejó un virus que parasita mi memoria. Sin lugar a dudas, ese recuerdo esta a la altura de su propietario….