“Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo” Lc 17, 1-6 (TODO PARECIDO CON LA REALIDAD ES PURA COINCIDENCIA)
STATCOUNTER
domingo, 20 de mayo de 2018
QUE NORBERTO CICIARO SEA INDIGNO, NO SIGNIFICA QUE LO SEAN LOS DEMAS ARGENTINOS
Norberto
Ciciaro la excepción que confirma la regla
Estos
meses, por aquellas veleidades del destino, han surgido en mi vida
unos cuantos argentinos que han modificado mi concepción sobre los
oriundos de ese país.
Norberto
fue por decirlo de forma rápida el segundo argentino con quien había
topado. Previamente, y dejando de lado el descendiente de unos
catalanes que habían emigrado allí, solo había conocido a la madre
de una alumna, casada con un escultor también argentino él. Esa
madre dejó una huella de lo más desagradable en mi consciencia. No
es este el momento de explicarla, baste decir que esa mujer
protagonizó uno de los episodios que peor recuerdo me han dejado de
cuantos he vivido como profesor.
Pues
bien, más o menos en el momento en que se produjo el tormentoso
incidente con esa madre argentina, se estaba fraguando el odioso
desenlace de mi convivencia con el Norberto, uno de los tipos con
menos valores morales que he conocido. Quien, por su cuenta y riesgo,
decidió dejar el peor recuerdo en mí, sin preocuparse por las
consecuencias de un acto tan reprobable. No había nada que nos
ligara, por lo tanto era lógico el cese de nuestra convivencia, por
llamarlo de alguna manera. No se podía ir dejando las llaves, como
si hubiera convivido con un animal o un demente, debía despedirse de
la forma más humana de la que hubiera sido capaz. No podía ser que
pagase conmigo el malentendido que tuvo con la señora que lo había
contratado, la cual se lo sacó de encima de la forma más
diplomática que supo, porque igual que yo se dio cuenta de que,
además de un orgulloso convulsivo, era un aprovechado, alguien que
tenía una jeta morrocotuda. Era, sin duda, preceptiva, una
despedida algo decente. Era su deber, al cual no podía sustraerse,
so pena de pasar como la bestia más desagradecida que se pueda
imaginar. Él, por motivos que solo él sabrá, optó por comportarse
como una alimaña desagradecida.
Inolvidable,
y tremendamente perturbador fue el momento en que el argentino me
enseñó una foto de una escultura de caballos de hierro, que había
hecho ese mismo día. Esa escultura pertenecía al marido de la
argentina con quien había mantenido un grave conflicto. Entonces se
cruzaron, maldita coincidencia, dos seres que dejarían una huella de
lo más amarga en mi memoria. Ni que decir tiene que tal coincidencia
me turbó enormemente, pero coincidencias como esa abundaron desde
que conocí al argentino, y por culpa de ellas medio perdí la
cabeza, haciendo cosas que en mi sano juicio nunca hubiera hecho,
como la de abrir las puertas de mi piso a un ruin desalmado como el
Norberto Ciciaro.
Fácilmente
se comprenderá que la idea que me forjé de los argentinos fue de lo
más nefasta que se pueda concebir. Me parecieron todos unos egoístas
paranoicos de la peor calaña. Pagaron justos por pecadores.
Afortunadamente,
estos días me he reconciliado con los argentinos, pues he conocido
unos 5 o 6 que han dejado en mi uno de los más dulces recuerdos que
poseo. Que simpáticos y considerados, qué contraste con ese lobo
orgulloso y mentiroso del Norberto, cuyo único fin era aprovecharse
de mi buena fe, pero le salió cara la jugada. Lo que parecía uno de
sus mayores éxitos, haber timado a un ingenuo catalán fácilmente,
se acabó convirtiendo en su mayor fracaso. Se lo tiene bien
merecido, por fatuo y deshonesto, por aprovechado y mezquino. En fin, se
lo tiene merecido, por poco persona.
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