LA GRAN SORPRESA DE DAVID
El domingo David reveló que el problema que había tenido en los últimos
meses, no tenía nada que ver conmigo, lo cual, la verdad sea dicha me dejó
bastante desconcertado. Yo, por supuesto, no estoy de acuerdo, porque en
nosotros hay una parte inconsciente que no controlamos, y que, de alguna
manera, habla por nosotros. Lo queramos o no.
Un problema como el de David siempre está relacionado con las vivencias más
personales, más que con motivos más neutros que el adelgazarse o el dejar de
fumar. Por eso la doctora le hizo las preguntas que le hizo.
A mí me pasó algo similar y rápidamente supe ver las causas del por qué.
Bien entendido que la mayoría de las cosas no tienen una sola causa, sino
muchas. Pero también resulta muy revelador que David niegue alguna de esas
causas. Debe creer que así le será más fácil emprender un nuevo rumbo en la
vida.
Engañarse uno mismo no es la mejor manera de emprender ningún rumbo nuevo,
aunque en este caso el engaño no sea consciente.
Sin lugar a dudas, lo que le pasa a David es lo que Freud definió como un
mecanismo de defensa para no asumir determinadas frustraciones.
En concreto, y en el caso de David, se trata de un mecanismo de defensa
llamado de racionalización, aunque el nombre parece muy complicado, es muy
fácil de entender.
MECANISMO DE DEFENSA DE RACIONALIZACIÓN
El mecanismo de
defensa de la racionalización consiste en la construcción de una narrativa que
oculta la verdadera motivación que llevó a la persona a realizar un acto, o
sirve como tapadera para no conectar con sentimientos o deseos que la persona
no se quiere confesar a sí misma. En muchos casos el racionalizador se carga de
razón para no reconocer algo que para los demás es obvio. El problema es que
esta explicación que la persona se cuenta a sí misma o a los demás es solo un
argumento periférico que sirve de justificación tranquilizante, pero que no
explica los motivos profundos de la conducta. Un ejemplo de este mecanismo de
defensa puede ser el de aquel hombre que aseguraba con extensos argumentos no
necesitar relaciones de pareja, cuando en realidad se ponía a temblar cada vez
que alguna mujer se le acercaba.
Otro ejemplo es el
caso de una persona que emplea humor cáustico en una relación interpersonal, y
lo justifica interpretándolo como "juego" o "diversión", y
no como una crítica o actitud agresiva. Es
importante hacer notar que, para ser considerada racionalización, el sujeto
debe creer en la solidez de su argumento, no empleándolo como simple excusa
o engaño consciente.
En algunas
ocasiones lidiar con la vida cotidiana puede ser tensionante e incluso algunas
realidades pueden desbordar nuestros recursos psicológicos a nivel consciente.
Ante estas situaciones (que nos resultan particularmente amenazantes para
nuestro yo) ponemos en juego los mecanismos de defensa en aras de mantener
nuestro equilibrio psicológico y evitar cualquier tipo de perturbación.
Los mecanismos
de defensa son muy variados, entre ellos me atrevería a asegurar
que uno de los más extendidos es la racionalización.
La racionalización
no es sino una forma de negación que nos permite evitar el conflicto y la
frustración que éste genera. ¿Cómo hacemos esto? Sencillamente nos brindamos
razones (aparentemente lógicas) que justifican o encubren los errores o las
contrariedades.
Mediante la
racionalización la persona intenta defenderse del efecto frustrante y trata de
autoconvencerse de que, en el fondo, no deseaba aquello que no ha conseguido.
Un ejemplo clásico en la literatura de racionalización es el de la zorra que
después de varios saltos no logra alcanzar las uvas y exclama: "¡Ah, están
verdes!". O quizás el del joven que va a una fiesta y aduce que no baila
porque se suda pero realmente no sabe bailar y teme hacer el ridículo.
Vale puntualizar
que en muchas ocasiones los argumentos que las personas se muestran a sí mismas
son reales. Por ejemplo, en los casos anteriores en verdad las uvas estaban
verdes y al bailar las personas se sudan pero en esencia, estos no son los
motivos reales por los cuales no logramos la meta o no exhibimos un
comportamiento determinado. Como los argumentos que nos brindamos son
perfectamente racionales, estos logran convencernos y así no debemos reconocer
nuestra incapacidad para lograr algún objetivo en específico.
La racionalización
es un mecanismo que transcurre por vericuetos que se alejan de nuestra conciencia;
es decir, la persona no se autoengaña conscientemente. Cuando el terapeuta u
otra persona les pone frente a la realidad, en muchas ocasiones ésta suele
negarse. Una negación que será más o menos intensa y duradera en el tiempo
según se perciba la realidad como más o menos amenazante para el yo.
La racionalización
funciona sobre un mecanismo de disociación donde la persona determina una
distancia ideal entre lo “bueno” y lo “malo” en aras de eliminar una fuente de
inseguridad, peligro o tensión emocional. De esta manera, la persona se adapta
al medio pero no logra resolver realmente sus conflictos ya que no enfrenta la
realidad y sus causas verdaderas.