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viernes, 26 de octubre de 2012

CAÍN, ABEL Y SIGMUND FREUD


EL MITO DE CAÍN Y ABEL  ENTENDIDO A LA MANERA DE FREUD


La mente humana la podríamos concebir, siguiendo a Freud quien se servía de  mitos griegos para ilustrar sus teorías,  como poblada por las siguientes entidades:

DIOS ( El Superyo)

El YO formado por dos fuerzas antagónicas representadas por Abel y Caín

El PECADO que equivaldría al Ello.

Caín representa la parte del Yo a merced del inconsciente, incapaz de regirse por las leyes de Dios, impulsado siempre hacia el Mal hasta el punto de cometer un crimen o una afrenta o un desprecio al prójimo.

Abel representa la parte del Yo que da la espalda al pecado y que, por lo tanto, se solidariza con Dios, obedeciendo sus leyes, observando la senda del Bien.

“ Cada persona es un escenario donde se representa la misma tragedia: en nuestro interior siempre hay un Caín (=lo que somos)  contrapuesto a un Abel ( =lo que queremos ser). Y entre ambos no suelen faltar altercados, donde se revive el mito bíblico: nuestro “Cain” asesina a nuestro “Abel”. Eso ocurre cuantas veces damos la espalda a esa voz divina  -- ¿quién no la ha escuchado más de una vez?--  que nos invita a situarnos más allá de la soberbia. Sólo rompiendo tal malla nos adentraremos en ese horizonte de paz  donde nuestro “Abel” pueda solazarse con Dios. No obstante, la experiencia atestigua que de ordinario sacrificamos a nuestro “Abel” para que campee a gusto nuestro Caín.”

EL CRIMEN DE  CAIN


Caín, lleno de rencor porque Dios se ha complacido en las ofrendas de Abel y no en las suyas, decide cometer un crimen fratricida, matando a su hermano. Eso, a nivel metafórico, es lo que pasa en la mente del ser humano: cuando alguien no refleja la imagen de sí mismo que él quiere, lo “sacrifica”. En dicha mente,  el Yo ha sido reducido a uno sólo de sus componentes, el que se entrega al Ello, el que adora a las pulsiones más turbias, el que se somete a los dictados del Inconsciente; la otra parte, ha sido exterminada o reprimida, reducida a la mínima expresión, sojuzgada.

“El hombre jamás suele confesar, en primera instancia, los motivos de su comportamiento inicuo. Tampoco acostumbra a justificarse. ¿Qué hace? : escucharse con evasivas ¡Con ellas pretende acallar la voz de su consciencia. ¿Lo logra? En absoluto¡¡¡"


CAIN EL ERRANTE,  


Caín, sin embargo, carece de la fuerza para vivir de espaldas a Dios. Es tal su desvalimiento que cualquier poder cósmico podría acabar con él. Ha perdido su puesto dentro de la Creación. ¿Qué hacer? Recuperarlo¡¡¡ Y mientras no lo consiga? Su destino será vagar errante. Por ello Caín se convierte en un fugitivo. ¿De quién huye? Nadie le persigue¡¡ Da igual. El motivo de su inseguridad radica en él.

“Por eso maldito serás y expulsado de la tierra…. Cuando cultives la tierra ya no te dará sus frutos. Y serás un  vagabundo errante por la tierra”. Génesis 4, 12-13

Caín, tras haber matado a Abel, se ve precisado a vagar errante, pues nadie le brinda hospitalidad. No en vano el homicida era ignorado por sus propios allegados. su vida se sumía en la angustia, al ser la soledad la única acompañante. “

EL HOMBRE y la Muerte Simbólica de SU PRÓJIMO.

“ Y el hombre descubre en cada uno de sus hermanos o bien un aliado ( Caín) o bien un rival ( Abel). Quizás no matemos a nuestros rivales atravesándolos con un puñal. Pero, ¿dudamos en borrarlos de nuestro mundo personal?... “

Cuando alguien abandona a una persona a la cual había estado unido por alguna clase de vínculo hasta entonces, en realidad está perpetrando, de forma simbólica, una especie de exterminación. Està aniquilando a esa persona para que ya no forme más parte de su vida. Lo está relegando al recuerdo, como se suele hacer con los seres amados que han fallecido,  y a nada más que a eso.

“En la práctica tras cada persona se oculta un “Caín”. Y es que  el ser humano en vez de agradecer lo que posee, lamenta lo que le falta. Ello se traduce en la envidia que nos impulsa a matar a ese Abel que todos desearíamos ser. Perpetrado el crimen, quisiéramos rectificar. Pero es demasiado tarde, pues ya hemos atentado contra el orden de Dios. “

El acto cainita del ser humano contra su prójimo revela su incapacidad para el amor, entendido éste a la manera de San Francisco de Asís, es decir, como un darse al prójimo para mayor gloria de Dios.

El ser humano narcisista sólo se ama a sí mismo y a los que  adoran o  reflejan, sin mejorarla, su propia imagen.

Su corazón, pues, late al son del de Caín.













,EL ARGENTINO  CAÍN, ABEL Y SIGMUND FREUD

Creo haber dado ya con los mecanismos de la personalidad que regulan el comportamiento del argentino. Al menos, no quiero pecar de pretencioso, he encontrado un modelo, que puede ser cierto o falso, pero que en todo caso me permite explicar de forma relativamente convincente pautas actitudinales que hasta hace poco me resultaban de lo más ilógicas.

Hace unos meses definí al argentino como un Hijo de Narciso, incapacitado para la empatía más elemental, obsesionado con reforzar a costa de los demás su propia imagen, con serias deficiencias a la hora de establecer vínculos afectivos y muy proclive a ocultar su inseguridad tras una máscara de persona alegre, algo “alocada”, muy segura de sí misma, con las ideas muy claras, etc.

Sin lugar a dudas, el narcisismo ayuda a explicar muchos aspectos de su personalidad, pero no todos. Sin ir más lejos, no puede explicar por qué el argentino escribió en su Facebook, refiriéndose a mí, aquello del “único ser querido en este mundo”. 

En primer lugar, no todo puede ser explicado racionalmente. Siempre existirán lagunas inasequibles al conocimiento humano. Mi humilde objetivo es esbozar los rasgos temperamentales así como los mecanismos que rigen su comportamiento para poder así configurar un personaje literario “mínimamente convincente” con el que poder elaborar una especie de novela acerca de mi convivencia con el argentino.

La teoría psicoanalítica de Freud me sirve para entender comportamientos del argentino que no obedecen aparentemente a ninguna lógica y que lo sitúan más allá de las más elementales normas de civismo.

Freud recurre a tres entidades para explicar el comportamiento humano. El Ello, que es el inconsciente, donde laten las pulsiones más oscuras del individuo, tales como el sexo y la violencia. El Superyo, que de alguna forma representa la consciencia moral, donde están absorbidas las normas que rigen a la sociedad. Y el Yo, que actúa a manera de árbitro entre las dos fuerzas antagónicas que son el Ello y el Superyo, intentando equilibrarlas, lo cual pocas veces consigue. Pues bien, en el caso del argentino su Yo se podría definir como un árbitro parcial, tendencioso, fatalmente sobornado por el Ello, el cual casi siempre consigue llevarlo, por la fuerza, a su territorio. El argentino suele ser una especie de marioneta de su Inconsciente, quien casi siempre mueve, con mayor o menor eficacia, los hilos de su personalidad.
Es evidente que su Superyo le exigía que se despidiera de mí, que me diera las gracias. Su conciencia moral le dictaba un comportamiento que es el universalmente aceptado entre las personas de bien, pero, por el contrario, su Ello le impulsaba a obrar de la forma más incívica posible, siguiendo a rajatabla el principio del placer, que establece como único fin la satisfacción más inmediata de los instintos, evitando cualquier actividad que resulte dolorosa o desagradable, y como para el orgulloso argentino resultaba molesto, incluso irritante, despedirse de mí, pues, obedeciendo a los impulsos más primarios de su Inconscientes, me negó el adiós. Su Yo se limitó a redactar esa nota del “único ser querido en este mundo” para intentar congraciarse algo  con  su Superyo.

Las “lágrimas de semen” son otro ejemplo clarísimo de quien lleva la batuta, de quien lleva los pantalones, de quien manda y ordena en la mente del argentino.

El “sexo en plena calle” es otro ejemplo clarísimo de quien domina la consciencia del argentino.

La obsesión de no “DAR NADA” revela pulsiones agresivas subyacentes.

Los “juegos de rol” son otro ejemplo de cómo lo oscuro consigue emerger de una forma más o menos aceptada por su Yo.

La facilidad de echar broncas a los demás.

La brusquedad con que trata a los que no le son afines.

Los “juegos de amo esclavo” otro ejemplo.

La “humillación “como forma de obtener placer sexual otro ejemplo  y así podríamos seguir indefinidamente para demostrar la sumisión del Yo del argentino a su Ello.