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domingo, 1 de abril de 2012

DAVID, EL PSICÓPATA, SE CORTA EL PELO













EL ARGENTINO Y MI PIEDAD HACIA ÉL

 

EL ARGENTINO Y MI PIEDAD HAC IA ÉL


Hoy me tocaría presentar la tercera entrega de “Desmontando las inexactitudes del argentino”, pero teniendo en cuenta que entramos en la Semana Santa y que dentro de muy poco, partiré, junto a mis padres, rumbo a Andalucía para presenciar las soberbias procesiones malagueñas y sevillanas, me permito hacer una especie de moratoria cuaresmal. Ya retomaré, de aquí a unas semanas, la redacción del tercer capítulo.
Ya en pleno Domingo de Ramos, me parece más conveniente abordar el recuerdo de mi triste convivencia con el argentino desde un sentimiento más acorde con la contención imperante en estos días. Ciertamente, para muchos, son días sin ninguna significación especial. Simples jornadas de asueto para poder tomar el sol o para emborracharse o para coleccionar unos cuantos “polvos” más… En fin, que cada uno se las apañe como mejor pueda.

MI ESCAPADA A BARCELONA

Ya he contado en alguna ocasión anterior, mi encuentro fortuito ( hubo, por cierto, unos cuantos) con el argentino en una discoteca de Barcelona. Era, curiosamente, la noche de un domingo de hace unos TRES años o algo así. Aún no es el momento de contar por qué fui ese día, y no, como era mi costumbre, el viernes o el sábado. Baste decir que la razón de elegir ese día, venía impuesta por una tarea.  Dediqué  toda la  tarde del viernes, así como todo el sábado a concluir dicho trabajo. El domingo por la mañana, tras un arduo esfuerzo, acabé la tarea. Necesitaba solazarme y, como en otras ocasiones, decidí acudir a una discoteca de Barcelona para explayarme un poco. Mi escapada a la capital catalana fue posible porque al día siguiente no empezaba a trabajar hasta las doce y cuarto. Ese día mi jornada de trabajo se limitaba a dos horas. La tarde la tenía libre. Realmente una coincidencia porque  los lunes siempre suelo empezar a las nueve de la mañana (al menos en mis 16 años de historial laboral, eso, empezar tan tarde, tan sólo habrá ocurrido en dos ocasiones más). Pero ese curso mi horario era así, por lo cual me fue posible acudir a la discoteca un domingo por la noche, de lo contrario hubiera sido una temeridad por mi parte desplazarme a Barcelona ese día.

MI ENCUENTRO CON EL ARGENTINO.

Aunque ahora no puedo detallarlo, agregaré que el trabajo que me tuvo entretenido el viernes y el sábado estaba relacionado, indirectamente, con el argentino. Tal vinculación no es una creencia mía sin nexo alguno con la realidad. Es decir, no es ningún delirio, porque ese trabajo existe, tan es así que guardo una copia de él. Asimismo debía entregar dicho trabajo a una institución cultural en un determinado plazo. No era la primera vez que hacía una tarea de ese tipo,  de lo cual son testimonios algunos periódicos de Barcelona (y el argentino sabe perfectamente de lo que estoy hablando). Pero más allá de todas las anteriores coincidencias, si decidí ir fue porque algo en mí, una fuerza interior, llámesele como se quiera, me incitaba a ello. Ya me imagino al argentino, ese gran “psicólogo de nuestro tiempo”, saltando de la silla para exclamar: “ya os lo decía yo que ese tipo es un paranoico rematado”. A mí, sus diagnósticos psicológicos me la sudan. Si sus conocimientos teológicos son deficientes, como ya he demostrado en otra entrada de este blog, los psicológicos no le van a la zaga. Baste decir, que haciendo un mal uso de sus conocimientos llegó a afirmar que yo era una persona muy ordenada, obsesionada con realizar unas costumbres a una determinada hora. Eso es una mamarrachada tan grande como si yo afirmara que él no es orgulloso.

LAS CORAZONADAS DEL ARGENTINO.

Si se le pregunta aL ARGENTINO por qué vino a España, él responderá: “no fue ni por dinero, ni por trabajo, fue porque ALGO me decía que tenía que ir. Una especie de voz interior, de intuición, yo que sé... “
En mi caso, cuando afirmo que si fui a la discoteca ese domingo fue porque algo interior me predisponía a ir, se trataría de un DELIRIO. En el caso del argentino, de una CORAZONADA. Lo que vale para uno, si queremos ser ecuánimes, debería  valer para todos.

EL ARGENTINO Y JAVIER BARDEM

Recuerdo que ese domingo por la noche, más bien lunes por la madrugada, se le dio su primer Oscar a Javier Bardem. En una de las pantallas de la disco, se retransmitía la ceremonia desde Los Ángeles. EL ARGENTINO se enganchó a la pantalla, contemplando muy atento como el actor español recibía el premio y tras esbozar una mueca de alegría en su rostro, se reincorporó a la pista de baile. Al argentino le gustaba creer que había un parecido más que razonable entre él y el actor español. En mi opinión tal semejanza es más bien escasa. Pero cada cual es libre de creer lo que quiera.

 LAS VUELTAS DEL ARGENTINO

Ni que decir tiene que el corazón me dio un vuelco cuando me apercibí de la presencia en la disco del argentino. Hoy no es el momento de contar lo que allí aconteció. Sólo decir que tras unos momentos de vacilación y de incertidumbre, me agarré a una barra que separaba la zona del bar de la pista de baile, y allí me estuve más de una hora, casi inmóvil, mirando como bailaban algunas personas.  El argentino, mientras tanto, empezó a dar vueltas alrededor mío. Pasaba por la zona de bares, ingresaba en la zona oscura de la disco, salía por una puerta, recorría la zona de bares, bordeando la pista de baile, y otra vez ingresaba en la zona oscura. Así se estuvo, dando vueltas alrededor mío, como una peonza, un buen rato, hasta que cansado de vagar entorno de mí, abandonó la discoteca. No es hoy el día para desvelar lo que pasó por mi alma, mientras el argentino giraba entorno mío, sólo decir que tuve clarísimo que  permanecería en la zona de luz de la disco. Por nada del mundo ingresaría en la zona oscura.

MI PIEDAD HACIA EL ARGENTINO

Antes de las vueltas, el argentino bailó un poco. Desde las sombras, lo observé con cierta atención. Me desconcertó un poco que estuviera solo. Esa soledad, no sabría decir muy bien por qué, me hizo pensar en la crisis que se avecinaba. Entonces empecé a imaginar los efectos que, en el caso de que no tuviera suerte,  podían causarle las inclemencias económicas. Me lo imaginé como un ser abandonado, muy lejos de sus seres queridos. Lo sentí como desvalido, como muy vulnerable y, entristecido por esos sentimientos, me apiadé de él. Sentí, pues, piedad hacia él. Piedad no en el sentido de temor a Dios, obediencia a unas reglas religiosas, sino en el de misericordia.
No sentí lástima, sentí misericordia, es decir, afecto entrañable por una persona que se encara a un futuro incierto. Salvando las distancias, casi infinitas por cierto, mi sentimiento hacia él fue parecido al que sentía Jesús por los hombres de buena voluntad que estaban embarrancados en las redes del pecado.

MI MENSAJE AL ARGENTINO

Cuando salí de la disco, envié un mensaje por móvil al argentino expresándole de alguna manera ese sentimiento que había experimentado hacia él. No utilicé la palabra piedad por miedo a que la interpretara como lástima. Preferí usar la palabra ternura. Me pareció muy triste no decirnos nada, y si el ORGULLO del argentino le impidió dirigirme ni una sola palabra, yo al menos, venciendo en parte al mío, fui capaz de redactar cuatro frases. Acabé mi mensaje deseándole: “Toda la Suerte del Mundo”. Por supuesto, el orgulloso argentino no contestó el mensaje. ¿Para qué lo iba a contestar?  Pues para corresponder, para qué va a ser, infeliz¡¡ Para quedar como un hombre, y no como un “adolescente inmaduro” que sólo se guía por las vanidades del mundo.

EL TRABAJO ACTUAL DEL ARGENTINO

No sé si trabaja o no.  No sé, en el caso de que tenga "curro", si lo ha obtenido por méritos propios o por enchufe. Lo que sí  sé es que tener un “trabajito”, un “parejita” o un “pisito”: no es signo de NADA. La prueba de ello es que la mayoría de personas poseen esas cosas. NO todo el mundo tiene enchufe, eso es verdad. Pero en el caso de que lo tengan, la mayoría son lo suficiente lúcidos como para no atribuírselo a la PROVIDENCIA.

LA FALTA DE PIEDAD DEL ARGENTINO HACIA MI PERSONA

¿Cómo puede ser, me pregunto ingenuamente, que alguien que se llena la boca hablando de San Francisco de Asís, de Santa Teresa de Jesús, de Dios, etc, no sea capaz de mostrar tan poca piedad  hacia su prójimo?
¿No es una persona así alguien digno de lástima? No, esa persona es merecedora de nuestra piedad, nunca de nuestro odio o desprecio.
Quien llama a su prójimo “MUERTO VIVIENTE”  demuestra una falta de decencia humana realmente censurable. Pero ya se sabe que son muchos los que, cegados por las vanidades del mundo, sólo se adoran a sí mismos.


EL NARCISISMO DEL ARGENTINO




Sobre el narcisismo se pueden dar muchas definiciones, pero hay una que es mi preferida. Es la siguiente:
EL NARCISISTA NO ELIGE AL OBJETO POR SU COMPLEMENTARIEDAD CON EL SUJETO, POR SU DIFERENCIA, SINO, POR EL CONTRARIO, POR SU SEMEJANZA, POR SU IDENTIDAD.

EL OBJETIVO del argentino.


Una vez el argentino me dijo: Sé que en el mundo existe otro igual que yo; y lo voy a encontrar.

No es posible expresarse en términos  más NARCISISTAS.

Estoy convencido de que fue por culpa de esa incapacidad de eligir algo por su complementariedad que el argentino cometió gestos tan poco nobles como irse sin decir adiós, sin dar las gracias, a quien, en momentos difíciles, le tendió una mano. Eso no es NORMAL, y solamente una mente con tendencias narcisistas cometería esos actos sin sentir remordimientos o sin tener necesidad de repararlos o de excusarse por causa de ellos.

A pesar de todo, siento piedad por aquel que:

  1. 1.- Cree que es "especial" y único y que sólo puede ser comprendido por, o sólo puede relacionarse con otras  personas que  son afines a él .

  1. 2.- Es interpersonalmente explotador, por ejemplo, saca provecho de los demás para alcanzar sus propias metas.

  1. 3.- Carece de empatia: es reacio a reconocer o identificarse con los sentimientos y necesidades de los demás.

  1. 4.- Presenta comportamientos o actitudes arrogantes o soberbios.

  1. 5.- Tiene una gran necesidad de sentirse aprobado  por los demás. Siente que merece admiración y respeto por parte de los demás, de quienes espera que deseen de buena gana satisfacer  sus deseos y darle un trato especial (como perdonar sus deudas).

  1. 6.- Piensa que debe sentirse querido      por los demás sin necesidad de corresponderles. Considera a su prójimo de forma negativa y pesimista.