“Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo” Lc 17, 1-6 (TODO PARECIDO CON LA REALIDAD ES PURA COINCIDENCIA)
STATCOUNTER
lunes, 10 de abril de 2017
NORBERTO CICIARO O COMO HACER EL RIDÍCULO SIN MORIR EN EL INTENTO
El
otro día, se me ocurrió qué pensamientos pasarían por la cabeza
del argentino, si éste volviera a venir a Lleida de visita, invitado
por algún organismo de dudosos fines, para dar una de sus
“inefables” charlas o conferencias. En Lleida, como en todo el
mundo, hay muchos ingenuos e ilusos, así que no tendría nada de
raro que algunos pobres de espíritu se tragaran las patrañas del
argentino.
Imagino
a Norberto tras la conferencia, dando un paseo por el centro de
Lleida, por esas mismas calles que tantas veces recorrió en busca de
más vale no decir qué. Cuando, por aquellas ironías del destino,
estuviera cerca de mi piso: ¿ qué diablos se le cruzaría por la
cabeza? Es difícil decir. Quién sabe lo que barruntaría una mente
tan soberbia como la suya. Si bien no puedo asegurar lo que en
realidad pensaría el argentino, sí que puedo decir lo que yo creo
que pensaría. Por supuesto, no se arrepentiría de nada, porque
según su forma de pensar tan esperpénticamente narcisista, toda la
culpa fue mía y sólo mía. Ël fue una víctima de un acosador sin
escrúpulos, que ha creado un blog donde explica que el argentino se
fue de su piso sin dar las gracias, sin decir adiós, tras estar en
él unos cuantos meses a cambio de nada. Realmente, a mi lado, Jack
el Destripador es un corderito angelical.
Morrocotuda
fue la sorpresa cuando no hace ni un año, el argentino afirmó que
vino a mi piso por razones laborales. NO, vino por CARIDAD, así lo
quiso él y así lo acepté yo. Por lo tanto, si entonces ya faltó a
la verdad de forma tan vergonzosa, qué no haría si volviera a
recorrer las calles de mi ciudad. Echaría, no lo duden, pestes
sobre mí. Aquél que no se dignó a decir adiós a quien más le
ayudó, cómo va a ser capaz de reconocer el mínimo defecto en
su forma de obrar.
Carece
de grandeza moral para hacer la mínima reflexión constructiva sobre
lo ocurrido. Que si el libre albedrío, que si no podía hacer otra
cosa, etc. Cualquier excusa es buena para quien no tiene un poco de
decencia humana. Así que el argentino recorrería las calles de
Lleida haciendo gala de su congénito autismo moral, sin la menor
pesadumbre por su comportamiento pasado. Seguro de sí mismo, con la
consciencia tranquila, incapaz de reconocer el daño causado,
mirando, como de costumbre, con desdén cualquier intento de
rectificar, ahogándose en su propio EGO, feliz de haberse conocido.
El
tiempo pasa, pero la mente del argentino se petrifica, convirtiéndose
en un juego de espejos que refleja, hasta el infinito, a su vanidoso
Yo, ante el cual se postra como si fuera un ídolo de masas. Un ídolo
no, pero un fantasma que anda a la deriva, sí.
Seguramente,
andaría por las calles de Lleida como si conociera el sentido de la
vida, qué vas a conocer tú, embaucador de almas desesperadas. Por
no conocer, no conoces ni el mínimo sentido de la gratitud, ese
mismo sentido que lleva a los gatos a mirar con ojos agradecidos a
quien les ofrece una cola de sardina. Tu alma no conoce ni siquiera
ese instinto que pervive incluso en las bestias más salvajes. Eres
lo peor que he conocido, y por eso de ti no espero más que
pensamientos pésimos y llenos de desprecio, exactamente el mismo
desprecio que me mostraste cuando convivíamos juntos. El mismo
desprecio que me mostrarías aunque volvieras a nacer mil veces más.
Un desprecio que si mi alma fuera inmortal, viviría eternamente en
mí, como un recuerdo que mordiera sin compasión mis entrañas.
EL TESTIGO DE JEHOVA Y EL PAPEL
El
otro día, cuando el estudiante de inglés abrió la puerta de su
piso, encontró un papel que alguien había deslizado por debajo de
la puerta. Era un folleto publicitario sobre los testigos de Jehová.
Al instante, el estudiante de inglés pensó en el testigo de Jehová.
No era nada probable que éste le hubiera dejado dicho papel, pero a
pesar de todo, un escalofrío le cruzó el corazón al imaginarse que
hubiera podido ser así.
Es
difícil encontrar a un pájaro que desee vivir en una jaula, pero,
en cambio, hay muchos humanos que lo anhelan, por desesperación o
por falta de lucidez, qué más da, las rejas aprisionan de igual
forma.
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