La solicitud de amistad del
argentino me ha recordado un episodio que en su momento, unos tres años atrás,
me incomodó especialmente. Se trata, curiosamente, de un suceso en el que yo
fui quien, involuntariamente, envié una curiosa
solicitud de amistad a Norberto.
EL RUMANO QUE VIVIÓ EN ISRAEL
Tras la marcha del argentino de
mi piso, empecé a conocer a muchos chicos en Lleida y en otros sitios. Uno de
ellos era un enfermero rumano, de unos 40 años, más o menos bien proporcionado,
yo añadiría menos que más, pero que a pesar de todo, tenía la autoestima por
las nubes, razón por la cual presumía de su aspecto y de su forma de ser. Era,
en general, un parlanchín muy risueño, que tras cada tres carcajadas le
encantaba resaltar que no le gustaban los afeminados y que él mismo era un
ejemplo de virilidad. Me atrevería a insinuar que yo le gusté, desgraciadamente
él a mí no. Sin embargo, estoy convencido de que hubiera hecho las delicias del
argentino, tanto en el plano físico como en el temperamental, y que de haberse
conocido hubieran vivido momentos de una felicidad delirante.
LA SOLICITUD DE AMISTAD DEL
RUMANO
Al día siguiente de conocernos, el
rumano me envió un mail que decía, más o menos, así: Alexandru, te ha enviado
un TEDDY. Yo me quedé algo desconcertado, y picado por la curiosidad, lo abrí.
Para mi sorpresa, me encontré con la imagen de un osito, bajo el cual se podía
leer una inscripción que decía: para aceptar el regalo ve al siguiente enlace.
Ni corto ni perezoso cliqué en dicho link, y al acto fui transportado a una
página donde se me pedían una serie de datos. Con la imprudencia del que se
mueve por la ilusión, rellené todas las casillas, introduje mi dirección de
correo y, tras unos segundos eternos, empezaron a abrirse páginas sin mi
consentimiento. Dios mío la que he
liado, me dije a mi mismo.
Al día siguiente, para mi total
sonrojo, recibo el mail de un chico que me da las gracias por el osito que le
he regalado. Yo, totalmente patidifuso, me digo, pero si yo no le he regalado
nada a ese tío. En un gesto de desesperación voy a otra de mis cuentas de
correo, pues tengo tres, y me quedo muerto al ver que allí también había otro
mail del osito TEDDY. Rápidamente ato cabos, al activar el enlace del mail del
rumano, sin saberlo, di la orden de enviar otro osito teddy de regalo a todas
las personas cuyas direcciones de mail constaban en mi correo. Qué vergüenza
sentí¡¡¡¡
MI OSITO TEDDY PARA NORBERTO
Una sensación de terrible
embarazo se apoderó de mí al pensar que una de las personas que había recibido
dicho osito era Norberto. En principio, eso no tendría nada de malo, si no
fuera porque por aquel entonces vivíamos momentos de tirantez muy agria, por lo
cual me pareció que el argentino interpretaría tal “regalito” como una
capitulación por mi parte.
LA PROBABLE INTERPRETACIÓN DE
NORBERTO AL RECIBIR EL OSITO
Creo que Norberto al ver el mail
del osito TEDDY en su lista de correos debió de pensar algo parecido a lo
siguiente: pero con que coño me sale
ahora ese chiflado de poeta. Está el pobre para que lo internen. Un osito
teddy, será gilipollas el amargado ese. Pero si de lo único que tengo ganas es
de perderlo de vista para siempre. Ojalá me olvide de una puta vez el autista
emocional ese. Dios mío, mira que relacionarme con un muerto viviente así, la
verdad es que yo también soy un caso sin solución. Pero quien coño me mandará
juntarme con chalados sin sangre como
ese. Con los huevos que tengo yo¡¡ Madita sea¡¡
MI GRAN DILEMA
La convivencia con el argentino
se había enfriado drásticamente. Era evidente que estábamos en un callejón sin
salida. No se podía ir más allá, por lo cual lo más razonable era, si no
queríamos continuar haciéndonos daño mutuo, o peor aún, haciéndonos el vacío, coger el toro por los cuernos. Como el
argentino no parecía muy predispuesto a cogerlo, no me quedó más remedio que
cogerlo yo. Y un día, cuando el
argentino ya había pasado todas las líneas rojas, le propuse, a través de un
mail, un civilizado final para nuestra convivencia, lo que, inesperadamente,
disgustó mucho a Norberto.
EL TENSO ALEJAMIENTO
La contestación del argentino a
mi propuesta de zanjar civilizadamente la convivencia fue la siguiente: es un jarro de agua fría para mí… y si
tienes algo que decirme, llámame por teléfono.
LA TORPEZA DEL ARGENTINO Y SU
INEFICAZ EXPERIENCIA
Me quedé patidifuso. Sin entender
nada de nada. Pero cómo que si tenía algo que decirle. Si leyó mi mail, que lo
leyó, bien sabía que tenía algo que decirle. Pero, en mi buena fe, interpreté
ese “ si tienes algo que decirme,
llámame”, de tres maneras:
1.- Lo que me estaba en realidad
diciendo el argentino era que; Yo, por
supuesto, no tengo nada que decirte, porque me importas vos y tu convivencia
una mierda, pero si vos necesitáis desesperadamente decirme algo, decídmelo de
una puta vez.”. Pero, si el argentino no tenía nada que decirme, para qué
coño le iba a llamar? Hubiera sido una absurdidad colosal. Vaya estafa de
convivencia esa en el que uno tiene ganas de decir cosas y el otro, no.
2.- Como el argentino tenía mucha
más experiencia en convivir con otras personas, lo que estaba haciendo era
darme un sabio consejo para resolver de la mejor manera posible los problemas: Mira, Carles, yo sé cómo resolver estas
cosas, porque sé mucho más de la vida que vos, así que hazme caso, dejá de
hacer el pelotudo, y llámame.
3.- El orgullo del argentino no
toleraba que yo tomara la iniciativa y que le marcara, de forma razonable, el
camino a seguir. Quería ser él quien impusiera las condiciones, quien llevara
la voz cantante. El orgullo sobre todo, y quizás también el placer de imponer
su voluntad sobre otro.
Hoy, pasado el tiempo, me doy
perfectamente cuenta que el argentino “No sabía hacer las cosas”, que eso de su
“gran experiencia” es un falso mito, una leyenda urbana sin fundamento y
totalmente desacreditada por los hechos, que no sabe organizarse y que cuando
no siente el afecto del otro, huye a toda prisa, como si no tuviera huevos para
afrontar, como un hombre, los problemas.
Lo que tenía que hacer el
argentino era decir las cosas de la forma que le gustaría que se las dijeran a
él. Así, si en lugar de escupir aquello de: ha sido un jarro de agua fría, si tienes algo que decirme, llámame”.
Hubiera dicho algo como: “ mira,
Carles, creo que los dos tenemos que hablar, que tal si me llamas por teléfono
y nos decimos lo que nos tengamos que decir, yo también tengo algo que decirte,
si no quieres, no me llames y ya intentaré responder a tus dudas, pero a mi me
gustaría que me llamaras, me parece que lo del mail es muy frío, venga, hombre,
llámame, que no te cuesta nada… “
Ni que decir tiene que si hubiera
expresado las cosas de la forma anterior, me hubiera lanzado al teléfono.
EL CALAMITOSO DESENLACE FINAL
Como me pareció humillante tener
que responder a una petición tan arrogante como la de Norberto, decidí no
hacerlo, o al menos dejar pasar un buen tiempo para reflexionar antes de dar
una respuesta, porque ya había hecho bastante el “gilipollas” aceptando una
convivencia sin pies ni cabeza como para hacerlo más todavía. Sin embargo,
contra el orgullo que me impedía llamar al argentino, crecía en mi interior el
sentido del deber. Me decía a mí mismo, “porque
Norberto no sepa hacer bien las cosas, por su incorregible soberbia, eso no
quiere decir que yo también tenga que hacerlas mal”. Consideré que me
sentiría mucho mejor si le llamaba para poner punto final a la convivencia,
porque a esas alturas de la película, ya sólo se podía esperar eso. ¿Qué otra
cosa se podía esperar de aquél que había hecho del “NO DAR NADA” su principal
obsesión? Pues Nada de Nada. Pero aún así me imaginaba que un simple adiós sí
que sería capaz de darlo. Me equivoqué de cabo a rabo.
EL OSITO TEDDY.
Había en mí un 50% que quería
llamarle y otro 50% que no. No sabía qué hacer. Pero inesperadamente, como
hecho expreso para desequilibrar la balanza, ocurrió lo del osito Teddy.
Entonces me dije: ahora ya no tienes
alternativa, si involuntariamente le has enviado ese regalito, vas a quedar
como “el culo”, si no eres capaz de llamarle por orgullo. Porque seguro que
ahora mismo se debe descojonar de la risa. Llámalo, y tanto si te coge el
teléfono como si no, podrás ir con la cabeza bien alta. Y si no lo coge, el que
va a quedar como el culo va a ser él. Porque hay que ser “un buen cabroncete” para decir que llames y cuando llamas no contestar.
MI DECISIÓN FINAL
Mi decisión fue una especie de
apaño circunstancial que me permitía a
la vez llamarle y no sentirme humillado. Antes de telefonearle, le envié un
mensaje de móvil para saber si quería hablar conmigo o si le iba bien que en
ese momento le llamara. El INFELIZ no respondió nada. NADA DE NADA.
Me pareció que lo correcto es que habláramos siempre y cuando a él le apeteciera hablar conmigo, porque de lo contrario, qué sentido tiene hablar con alguien que no desea comunicarse.
Me pareció que lo correcto es que habláramos siempre y cuando a él le apeteciera hablar conmigo, porque de lo contrario, qué sentido tiene hablar con alguien que no desea comunicarse.
MI DESOLADORA SENSACIÓN
La sensación que me invadió al comprobar como el argentino me negaba la palabra fue la de una vertiginosa
impresión de vacío. Me sentí completamente vacío. Me sentí un incurable
gilipollas por haber creído en Norberto. Me sentí estafado moralmente y
también me sentí miserablemente
derrotado. Pensé que el argentino se había comportado como un impostor desalmado.
Lo concebí como un tipo sin principios ni moral. Un ser silvestre que satisface sus necesidades a la manera de los tomates, sin tener en cuenta los sentimientos de los demás. Me pareció un monstruo egoísta. Sentí además que había pagado un precio exageradamente alto por mi inexperiencia y que tras haber dado tanto a Norberto no me merecía un desprecio tan escalofriante como el suyo. Sin lugar a dudas, era un perdedor, mientras que Norberto, que se había aprovechado sin escrúpulos de mí, había salido vencedor. No le había bastado abusar de mi inexperiencia, sino que además se había complacido en humillarme.
Lo concebí como un tipo sin principios ni moral. Un ser silvestre que satisface sus necesidades a la manera de los tomates, sin tener en cuenta los sentimientos de los demás. Me pareció un monstruo egoísta. Sentí además que había pagado un precio exageradamente alto por mi inexperiencia y que tras haber dado tanto a Norberto no me merecía un desprecio tan escalofriante como el suyo. Sin lugar a dudas, era un perdedor, mientras que Norberto, que se había aprovechado sin escrúpulos de mí, había salido vencedor. No le había bastado abusar de mi inexperiencia, sino que además se había complacido en humillarme.
LAS TORNAS HAN CAMBIADO
Cuando hace unos días vi en mi
correo el mail del argentino, me dije, pasmado, “la historia se vuelve a
repetir”. Pero ya no soy el que era y lo primero que decidí fue no responder esa
solicitud de amistad de forma directa. Porque había un riesgo altísimo de que
el argentino no la aceptara. De la misma manera como cuando, tras insistir varias veces en que le llamara, me negó la palabra una vez que le llamé. Bravo por su coherencia y
por su buen hacer.
Como no quería quedarme con la
cara de gilipollas de la otra vez, decidí no responder como él esperaba que
respondiera. En lugar de eso, determiné responder indirectamente en mi blog a
través de una entrada que considero de las más logradas de todas.
MI HUMILDE VICTORIA
Si en la vez anterior, cuando el
argentino me negó la palabra, me sentí un triste perdedor, en esta, en cambio
me siento un vencedor moral. Y no me refiero a una victoria respecto al
argentino, sino respecto a mi mismo. Esta vez la respuesta que he ofrecido al
Norberto me ha llenado de alegría. Ahora mismo me siento feliz. Incluso podría
repetir las palabras del argentino cuando afirmaba de sí mismo, en tono muy
pomposo: “ cuando pienso quien fui y
quien soy, me recompongo”.
LA REACCIÓN DEL ARGENTINO Y SU
LAPSUS
Fue casi inmediata. No pasaron ni
quince horas que el argentino cambió su foto de portada. En la nueva imagen se
le ve haciendo una cara de bobo feliz, más bien forzada, como diciendo:
1.- Soy un Piantao y no tengo
solución.
(Norberto no tiene nada que ver
con el Piantao de Astor Piazzola, porque mientras uno llena el corazón de su
amada de LIBERTAD, el otro va por ahí llenando algunos agujeros humanos de
“líquidos”. Mientras uno lleva alegría a los solitarios que están tristes, el
otro lleva MÁS tristeza a los tristes. La grandeza moral del Piantao de Piazzola está
a años luz del egoísmo del argentino. El
Piantao de Piazzola es un loco de amor, que no hace payasadas, sino que se
abandona al amor, y por los efectos maravillosos que el amor crea en él, siente
que lleva medio melón en la cabeza, aunque en realidad no lo lleva, por eso
afirma que sólo su amada ve el medio melón. Está hablando, en todo momento, de
vivencias interiores. De la misma manera cuando afirma que “provoca campanarios
con la risa”, no hay que entender que él se crea que los engendra, sino que es su forma de expresar la gloriosa felicidad que le provoca el estar enamorado.
El Piantao de Piazzola preferiría morirse antes que practicar algo tan
contrario a su forma de entender el Amor como “las lágrimas de semen” del Norberto. El Piantao de
Piazzola es un ser ingenuamente cristiano, lleno de valores, admirablemente
noble, dotado de una maravillosa belleza interior, infinitamente generoso con
los demás.”)
2.- Me siento feliz a más no
poder y me da igual lo que me digas. (No es verdad, si le diera igual no
hubiera cambiado la foto ni me hubiera enviado la solicitud de amistad).
3.- Uy, Dios mío, la que he
liado. Soy incorregible.
4.- la foto no tiene nada que ver
con tu blog y la he puesto por otros motivos que no tienen nada que ver con los
que vos te imaginás. ( jajajajajaj y
ja¡¡¡)
Aunque la foto fue tomada con
anterioridad a que yo escribiera mi
entrada en el blog, de alguna manera revela,
inconscientemente, la cara de “gilipollas” que se le debió de quedar al
argentino al leer mi entrada del blog. Freud lo definiría como un LAPSUS, es
decir, la manifestación del inconsciente en forma de un equívoco que
aparece en la expresión consciente.
Ya sé que como de costumbre no era su intención mostrar nada, pero su
inconsciente le ha jugada una mala pasada, dejando a la vista lo que pretendía
ocultar.
EL TIEMPO PERDIDO.
Realmente la respuesta que le dí
a Norberto por su solicitud de amistad es provechosa tanto para mí como para él,
porque al afirmar lo de “Si con esa solicitud no pretendes dejar buen recuerdo
en mí, mejor que no la hagas”, en realidad le daba a entender que no me hiciera perder
más tiempo ni que lo perdiera tampoco él, pues ya perdimos bastante con nuestra absurda convivencia.
Mejor le será que dedique su tiempo a buscar una pareja, o
en el caso de que la tenga que lo dedique a cuidarla, o si no la
tiene ni tampoco la desea, que lo dedique a ir tras los cuerpos que tan feliz le hacen.
CADA LOCO CON SU TEMA
Ya sé que al argentino le
parecerá una gilipollez que escriba sobre nuestra convivencia. Pero a mi me
gusta escribir.
Por cierto, que a mi me parecen fraudes espirituales ( por no decir mamarrachadas pseudotrascendentales) todo eso de las flores de Bach, de las constelaciones familiares, de los viajes astrales, de la risoterapia, que tanto le "interesan" a él.
Por cierto, que a mi me parecen fraudes espirituales ( por no decir mamarrachadas pseudotrascendentales) todo eso de las flores de Bach, de las constelaciones familiares, de los viajes astrales, de la risoterapia, que tanto le "interesan" a él.
MI INOFENSIVA ALEGRÍA INFANTIL
Estoy alegre por la la honesta lucidez de mi última entrada en el blog, por haber sabido estar, esta
vez sí, a la altura de los acontecimientos, por haber dejado con un palmo de
narices a ese narcisista y por los efectos eufóricos que la entrada de mi blog ha despertado en mí y quizás también en él. Creo que la foto que el argentino ha puesto en su
Facebook revela el sentido del humor con que se ha tomado mi último escrito, el mismo sentido del humor con que yo me tomé su solicitud de amistad. Y ese buen rollo indica bien a las claras que ha comprendido las buenas intenciones de mi entrada.
Me siento feliz como un niño, y necesito bailar, bailar como el chico de la película Billy Elliot, quien ante la cara de Gilipollas de su padre, baila frenéticamente. Ese padre, que no daba ni un duro por su hijo, ahora contempla con estupefacción insólita las proesas coreográficas de su hijo.
Ahora mismo bailo y sonrío, sonrío como un recién nacido que ríe entusiastamente tras sentir los primeros latidos de su corazón. Bailo y sonrío ante la cara de gilipollas que se la ha quedado al hijo de Narciso.
Me siento feliz como un niño, y necesito bailar, bailar como el chico de la película Billy Elliot, quien ante la cara de Gilipollas de su padre, baila frenéticamente. Ese padre, que no daba ni un duro por su hijo, ahora contempla con estupefacción insólita las proesas coreográficas de su hijo.
Ahora mismo bailo y sonrío, sonrío como un recién nacido que ríe entusiastamente tras sentir los primeros latidos de su corazón. Bailo y sonrío ante la cara de gilipollas que se la ha quedado al hijo de Narciso.
En este video se puede
ver el vertiginoso baile del pequeño Billy.
EL LAPSUS SEGÚN FREUD
La explicación dada por
Freud (y por el psicoanálisis en general) radica en el afloramiento de lo
reprimido (generalmente producido en momentos de estrés, ansiedad, angustia, o déficits de atención) cuando se relajan las represiones conscientes.
En muchos casos lo
reprimido es del orden de la mentira, en otros es principalmente un deseo (sea consciente o sea inconsciente)
reprimido en el inconsciente por imperativos morales (en este caso ha sido el superyó el
factor que ha mantenido reprimido al deseo en lo inconsciente). Sin embargo la
represión continuada, si el deseo reprimido posee la suficiente intensidad, se
relaja en algún momento por fatiga y es entonces cuando ocurre el lapsus.