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lunes, 14 de enero de 2013

EL ARGENTINO Y EL RESTAURANTE HINDÚ


El restaurante hindú

Cuando conocí al argentino, éste trabajaba en un restaurante de comida india regentado por dos paquistaníes. La dirección de dicho restaurante figuraba en una tarjeta que el argentino me introdujo clandestinamente en el bolsillo trasero de mis vaqueros. Curiosamente, en el dorso de esa tarjeta había el número de teléfono del argentino.
Lo normal es que lo hubiera llamado al día siguiente, así al menos se lo esperaba él; de lo contrario, no me explico su gran extrañeza porque hubiera tardado tanto en llamarle. Y es que en verdad tardé más de tres semanas antes de hacerle una llamada.


Si tardé tanto tiempo fue por la sencilla razón de que no lo veía muy claro. No sabía si el argentino compartiría mis objetivos. Si lo que yo buscaba coincidía con lo que él buscaba. Hoy ya puedo decir que no. No hubo coincidencia de intenciones.
En todo caso, aprovechando de que el restaurante donde trabajaba el argentino se ubicaba justo en la zona por la que me solía mover cada vez que me trasladaba a Barcelona, no pude resistir la tentación de pasar por delante de dicho restaurante y echar una ojeada a su interior. Al menos lo hice en tres o 4 ocasiones antes de decidirme a telefonear al argentino.
En efecto, casi cada vez que me desplazaba a Barcelona mi ruta solía ser: primero ir a los cines Verdi, situados en la calle del mismo nombre, donde se proyectaban películas en versión original, y luego dirigirme a una discoteca ubicada más abajo del restaurante hindú.

POR QUÉ NUNCA ENTRÉ EN EL RESTAURANTE A SALUDAR AL ARGENTINO?

En la parte delantera del restaurante, justo tras la puerta de entrada, toda ella de cristal por lo cual se podía vislumbrar el interior, había una barra, tras la cual estaba el argentino, esperando a posibles clientes. La verdad sea dicha: nunca vi entrar a nadie en ese restaurante, ni tampoco vi nunca a nadie sentado en uno de los taburetes, tomándose una copa. Creo que  esa falta de afluencia de clientes fue la razón por la cual el restaurante cerraría, unos meses después, sus puertas.
Nunca entré en ese restaurante porque, según mi forma de juzgar las cosas, eso hubiera significado una clara voluntad de compromiso por mi parte, lo cual   estaba muy lejos de mis intenciones.  No había ninguna intención por mi parte de establecer lazos sentimentales. A lo sumo buscaba una fugacidad placentera, por decirlo de una manera eufemística. Esa es la verdad pura y dura. Entonces, para no causar en el argentino la impresión de que yo quería fundar con él algo sólido nunca entré en ese restaurante.

LA LLAMADA AL ARGENTINO

Finalmente, le llamé. Quedamos en una disco, y allí se manifestó palmariamente la disparidad de objetivos entre los dos. Aunque hubo, en algunos aspectos, una evidente compatibilidad de acoplamiento, también es verdad que en otros  se evidenció un claro desencuentro en cómo encarar el futuro. Hubo una confrontación entre lo fugaz y lo permanente, entre lo superficial y lo profundo. A mí me hubiera gustado más establecer unos vínculos superficiales y fugaces, mientras que a él, al menos esa es la impresión que dejó traslucir, le hubiera gustado lo contrario. Sólo así soy capaz de entender los reproches que me dirigió tras la primera cita que tuvimos.

LA FALTA DE FRANQUEZA DEL ARGENTINO

El argentino siempre presume de ser muy directo, de no hablar a medias tintas, pero eso en general no es verdad. Es una persona muy insegura, y muchas veces le cuesta tomar una decisión. Muchas otras no sabe lo que quiere, y va errante de un sitio a otro, de una idea a otra, de un amor a otro, incluso de una religión a otra. Nada le convence. Su inseguridad lo tiene atenazado, impidiéndole un harmonioso desarrollo de sus potencialidades.
Tras unas semanas de no vernos, y con la incómoda sensación de que  la última cita quedó como “inacabada”, le envié un sms para preguntarle si quería verme otra vez. El hombre que presume de ser tan claro, tan directo, con las ideas tan bien establecidas, no fue capaz de decir sí o no. Con lo fácil que es, y no fue capaz. Me respondió que fuera libre y feliz, pero eso qué respuesta es. Además eso lo dijo por  que yo le había escrito que mi superYo dominaba a mi Yo, pero eso lo escribí como un gesto de complicidad con él, pues me había dicho que había estudiado psicoanálisis. De la misma manera que en el sms introduje algunos argentinismos como guiños. Eso del superyó, desgraciadamente no se dio cuenta, ERA UN GUIÑO. Lo cual no quiere decir que no sea verdad, pero en ese momento no lo dije pensando en si era verdad o no, sino solo para hacer un guiño. Me dio mucha rabia que no fuera capaz de darme  una respuesta. Simplemente: sí o no. Pues no le dio la gana.

POR QUÉ NO ME DIO UNA RESPUESTA?

Porque su soberbia no soportó que yo le hiciera semejante pregunta, como si me diera igual que me respondiera sí o no. En cambio, si yo le hubiera escrito: … me encantaría volverte a ver otra vez, porque eres un ser extraordinario, entonces seguro que me hubiera dado una respuesta. Quería sentirse idolatrado por mí, y como ese no fue el caso, pues por eso ignoró mi pregunta.

Por qué yo quería una respuesta?

Porque somos dos personas, no dos perros. Porque el argentino me confesó su gran admiración por las enseñanzas de Cristo y de San Francisco, y por lo tanto esa especie de relación no se podía acabar como si yo hubiera sido un objeto para él, o al revés. Debía acabarse civilizadamente. Es decir, despidiéndonos, como dos buenos cristianos.
Además había una gran posibilidad de que volviéramos a coincidir en una disco, como así pasó. Y entonces qué? Quedaríamos como dos imbéciles. Porque es que la verdad es que el argentino no contestó a la pregunta no porque no quisiera nada conmigo, sino porque quería que yo me lo hubiera “trabajado” más. Que eso es así se demuestra porque cuando coincidimos otra vez en una discoteca, en lugar de ignorarme, empezó a dar vueltas alrededor de mí. Es evidente que si no le hubiera interesado ni me habría dirigido una mirada.

POR QUÉ HE VUELTO A PASAR POR DELANTE DEL RESTAURANTE HINDÚ?

LA CASA DEL PINTOR NONELL
DIBUJO DE UN MENDIGO de NONELL
En primer lugar, me resulta muy fácil localizar la calle donde estaba el restaurante, porque justo al inicio de dicha calle, aún permanece en pie la casa donde vivió el gran pintor Nonell, en quien se inspiró el mismísimo Picasso para pintar alguno de sus cuadros. Este pintor catalán se especializó en pintar a marginados: enfermos, gitanos, viejos. Y desde hacía unos años llamó poderosamente mi atención. Unos cuantos años antes de conocer al argentino, me enteré de que en esa calle estaba el taller de Nonell, y desde entonces cada vez que pasaba por delante levantaba la cabeza para contemplar la terraza donde algunas gitanas posaban para el pintor. Me paraba unos segundos, dejando volar mi imaginación.
POBRES ESPERANDO LA SOPA de NONELL
Pues bien, este viernes quedé con un señor para comprar un libro sobre las ciudades de Úbeda y Baeza. Quedamos frente a la estación de metro de Joanic. Más o menos un poco más arriba del Passeig de Sant Joan. Pues bien, me di cuenta de que podía llegar allí desde  donde me dejaba el tren, si pasaba por la calle donde estaba el restaurante hindú, porque justo al final de esa calle, que va cambiando de nombre a lo largo de su recorrido, se localiza la estación de metro Joanic.  
Como hace casi más de dos años que no merodeaba por el barrio de Gracia, por los  mismos rincones que frecuenté  tantas veces durante mi juventud, me pareció una oportunidad de oro ir andando hasta la parada de Joanic. Una oportunidad que no debía desaprovechar. Quería volver a pasar por esos mismos sitios; quería dejarme embriagar por las sensaciones que  esos mismos sitios me evocaran. Así que volví a pasear por la Calle Verdi, por la casa del pintor Nonell, por la calle donde estaba el restaurante del argentino, etc.


La vida actual del argentino
UNA GITANA DE NONELL
Aunque no puedo entrar en detalles, porque no tienen ninguna relevancia para lo que quiero contar, sólo diré que en estos momentos su situación es muy parecida a la que tenía cuando le envié el mail para felicitarlo por su cumpleaños. 

MIS SENSACIONES AL PASAR POR DELANTE DEL RESTAURANTE HINDÚ

Si las primeras veces que pasé por delante de ese restaurante sentí una cierta excitación, ahora, muchos meses después, sentí una indiferencia decepcionante, como si pasara por delante de un montón de hojas muertas o de bichos espachurrados sobre el pavimento. Hasta podría decir que no sentí NADA.
NADA
NADA…
QUÉ TRISTE, DIOS MÍO¡¡¡
PROSTITUTA DESNUDA DE NONELL


EL RESTAURANTE HINDÚ ES AHORA