“Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo” Lc 17, 1-6 (TODO PARECIDO CON LA REALIDAD ES PURA COINCIDENCIA)
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sábado, 30 de diciembre de 2017
¿DICE LA VERDAD NORBERTO CICIARO SOBRE SU TÍTULO DE PSICOLOGIA?
¿DICE LA VERDAD
NORBERTO CICIARO SOBRE SU TÍTULO DE PSICOLOGIA?
Justo
antes de que se acabe el año me viene a visitar el recuerdo de ese
humano tan pobre de espíritu llamado Norberto Ciciaro. Es un
recuerdo feo, incluso deleznable, que representa en mí el polo de la
negatividad y de la deshonestidad. Por comparación a él, sé si las
cosas o las personas que se cruzan por mi vida son más o menos
honestas, porque sé perfectamente que nunca jamás volveré a darme
de bruces con un tipo tan deshonesto y sin escrúpulos como él. Al
menos para algo me ha servido tener la desgracia de haberlo conocido.
Quien no se consuela es porque no quiere.
Hoy,
no sé por qué, resuenan en mi memoria las palabras de aquel chico
de Pamplona que me dijo que el argentino mentía cuando afirmaba ser
psicólogo. La verdad es que no sé si se sacó o no el título. Y en
realidad me da igual que estudiara o no en la universidad. Pero me
llama la atención que alguien lo cuestione. A la vez me consuela,
porque no solo a mi me dejó un recuerdo nauseabundo. A muchos otros
también. La sensación que yo tengo es que fue a la universidad pero
no se sacó dicho título, sino alguna especie de sucedáneo. Debió
hacer algún curso o algo parecido sobre psicoanálisis y va que
chuta. No creo que se sacara el bachillerato cuando tocaba, y
seguramente lo obtuvo de mayor, lo cual no es ninguna deshonra.
Cuando estaba en Barcelona también acudía a la universidad para
asistir a alguna conferencia o cursillo.
Siempre
me llamó la atención que no utilizara los acentos, y que cometiera
otras faltas de ortografía imperdonables. Lo cual significa o que no
sabía o que era descuidado o incluso vago. Lo que sí que me consta
es que quería saber, quería tener un título, más por vanidad que
por interés. Leía de vez en cuando libros y se sabía algunas cosas
de memoria. Pero no era un hombre culto. Eso, su incultura, me quedó
meridianamente clara. Algunos rudimentos sí que tenía. Pero de
cultura general, siempre algo muy superficial. Cuando se trataba de
profundizar en algo, el pobre se dispersaba, cayendo con frecuencia
en el disparate. Alguna cosita sabía, pero de poca enjundia.
Inolvidables sus errores garrafales. Yo tampoco es que sepa gran
cosa, pero sí lo suficiente como para saber cuando alguien me está
tomando el pelo. Nunca olvidaré las atrocidades que dijo sobre
Nietszche, Heidegger, San Agustín, los Toltecas, ay, los toltecas,
los instauradores de los sacrificios de guerra, que necesitaban
arrancar los corazones de sus prisioneros, y para tener un buen botín
de corazones hacían la guerra. Pues bien, según el argentino, los
toltecas predicaban la Paz¡¡¡¡ Madre mía, que atrevida es la
ignorancia.
Allá
él con su consciencia sobre si tiene su título o no, pero la verdad
es que aquél que se me presentó como: “ De mí vas a obtener la
máxima sinceridad”, ha acabado convirtiéndose en el ejemplo
máximo, al menos para mí, de la INSINCERIDAD.
jueves, 7 de diciembre de 2017
UN ANGEL EN EL VALLÉS
Quedé con él en
una plaza del Vallés, justo cuando el crepúsculo se cernía sobre
la ciudad. Con el corazón henchido de júbilo, me adentré con ese
ángel en un parque oscuro. Era muy joven y muy bello, y también muy
decidido. Yo cojeaba, y él me dejaba que me sostuviera en su hombro.
Así, entre vacilantes pasos nos adentramos hacia lo más oscuro de
la noche, para consumar el deseo que brillaba en el interior de
nuestros emocionados ojos. Tan sobrecogedor fue todo lo vivido, que
tuve la sensación de estar atrapado en el más maravilloso de los
sueños.
NORBERTO CICIARO, EL DEMONIO REVIVIDO
NORBERTO CICIARO, EL
DEMONIO REVIVIDO
Probablemente el
diablo no exista, y sea simplemente una manera con la que los humanos nos referimos a los
sucesos más terribles que han amargado nuestras vidas. De vez en cuando,
y de la forma más inesperada, nos salen al encuentro personas que dejarán una huella de lo más desagradable en nuestras memorias.
Eso mismo me ocurrió
con el argentino. Sin lugar a dudas, mi vivencia con él está entre
las peores que guardo. Su persona la comparo a una bestia que
se ha infiltrado en los abismos de mi inconsciente, y que desde allí muerde, con toda la rabia de que es capaz, mi corazón. Una bestia mala, sin
sentido de lo humano ni de lo cívico; así se me representa la atormentada figura del Norberto. Ese fantasma orgulloso y hostil que
recorre mis recuerdos, como una estrella fugaz que nunca encuentra un
hogar donde reposar.
Es obvio, al menos
para mí, que Norberto se comportó como una mala persona conmigo.
Incapaz de pensar en otra cosa que no fuera él mismo, no tuvo el
menor miramiento hacia mí, creyendo que yo no era nada más que un
auxilio económico, sin sentimientos ni dignidad. Algo de lo que uno
puede prescindir, después de haberlo exprimido bien; una especie de
cacahuete, del cual se arroja la cáscara tras haber ingerido el
fruto.
Prefirió dejar el
peor recuerdo en mí sin entender que ese recuerdo también acabaría
alcanzándole a él. Ciertamente ha usado toda clase de estrategias
pseudomísticas para exterminar cualquier sentimiento de culpa que
pudiera albergar su alma. Pero ha fracasado, nunca podrá absolverse
de su atroz falta de gratitud y de su mezquina forma de obrar.
Su huida hacia
adelante, solo sirve para que la sombra que dejó tras de él, en esa
tan patética abdicación de sus deberes humanos, vaya atrofiándose más y más, adquiriendo una forma diabólica, muy parecida a la que dejaría
cualquier ángel caído. Eso es lo que Norberto es para mí, un ángel que ha
sido arrojado del mundo del bien para convertirse en un diablo obsesionado consigo mismo. Eso
sí, el insignificante argentino se debe conformar con ser un
pobre diablo¡¡¡
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