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domingo, 2 de octubre de 2011

NORBERTO, DAVID : POEMAS DEL SER Y LA NADA

LO ESTÉRIL

A Norberto

Estercolas la nada porque la amas;
La riegas con el jugo del orujo.
La orinas y la sorbes. Te la empapas.
La das a los meollos de tus sesos.
Se la das y no piensan nada; se ajan
Sin dejar tras de sí ningún rastrojo.


No hay pájaros ni ajos en tus surcos.
No hay ni una sola flor de cardo.
Tu tierra está vacía como el sueño
De tus ojos sin luz. Ni tan siquiera
Te la mojan las heces de los cuervos.

Está vacía y no la escarban ni pollos
Ni comadrejas: no te la quiere nadie.
No hay nada de nada; ni el aliento
De Dios quiere cebar a tus semillas.
Están muertas y no crecerán nunca.


Sin estiércol ni lluvia nada medra.
Sin el prójimo nada rinde flor.
No germinas ni dejas germinar.
No das fruto ni amor: ¡!Estás vacío¡¡
¿Dónde guardas mi tierra? Te la di
Para que la labraras. ¿Dónde está?

¿Me la devuelves sin nada? ¿Sin coles,
Sin alcachofas, sin moras, sin apios?
Nunca conmigo empleaste tus útiles:
Ni arado ni hoz ni azadón.
No me devuelves NADA: ¡Ni el polvo¡



LO FÉRTIL

A David

Nombras la tierra y toda ella mana
Sobre mi cuerpo: es un río y me quiero
Zambullir en sus aguas. Es la tierra
De los dos. Te chorrea y me chorrea.
Es la fuente que abreva nuestras almas.
Bebo del chorro y me siento preñado.
Quiero, pues, que me labres, que me riegues,
Que me arranques los hierbajos de los márgenes.
Todo mi suelo es cauce para el don
De tus manos labriegas. Conréame
Con el arado de tu boca. Dame
Abono y agua, araña mis entrañas.
Lámelas. Rásgalas con sol y escarcha.
Quiero elevarme hasta el borde del viento.
Sorbo a sorbo, te bebo y me bebes.
Ponemos en común el corazón
Sobre los surcos. No tenemos sed.
Nos demoramos, sin miedo, en la flor
Y cada instante grana, como un fruto,
En nosotros. Nos sentimos ser: ¡ Somos¡
Soy tu col, tu cebolla y tu sandía.
Eres mi tallo, mi raíz y mi hoja.
Somos y somos porque somos uno.
Te doy mis tierras y me las rebosas
De savia, me las cuajas de verdor.

Cuando me muera, que pongan mis huesos
Bajo tu tierra para que te encargues
De ellos: los nutres y me los remojas
Con tu saliva, con tus excrementos,
Para que vuelva a posarse el rocío
Sobre mis ascendentes hojas vivas.