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lunes, 21 de mayo de 2012

NORBERTO Y EL HONOR SEGÚN MADAME BUTTERFLY.


NORBERTO Y EL HONOR SEGÚN MADAME BUTTERFLY.


Norberto me recuerda al protagonista masculino de la opera de Puccini, el americano Pinkerton. De él, se dice en la enciclopedia Orbis de la Ópera lo siguiente:


“Pinkerton expone al cónsul su superficial  y hedonista filosofía de la vida: gozar de los placeres allí donde los encuentre, cualquiera que sea la forma en que se le ofrezcan.”


“El frágil mundo oriental de la tímida y delicada Madame Butterfly se encuentra con el Occidente del arrogante y brusco Pinkerton, convencido de su superioridad”.



“Pinkerton es un personaje repelente, pero en el primer acto Puccini  tenía que mostrarlo bajo una luz romántica, para que los sentimientos de Madame Butterfly resultaran creíbles.”


NORBERTO Y MADAME BUTTERFLY: UNA DISTANCIA CASI INFINITA

Según la misma enciclopedia de antes,


“El cónsul dice a Pinkerton que sería una pena destrozar las alas de esta mariposa y herir su generoso corazón.  El americano considera inútil esta advertencia y brinda con el cónsul para que un día encuentre una “verdadera” esposa americana”…”.


“Sin embargo, Suzuki, que tiene mayor experiencia de la vida que la inocente Madame Butterfly, le hace notar que nadie ha oído que un extranjero regresara para unirse con una japonesa”.


De los anteriores párrafos se deduce que Pinkerton considera a la japonesa como un juguete, como un objeto del cual obtendrá un placer o un provecho momentáne y que, más tarde, dejará tirado para unirse a una “verdadera” mujer. La falta de empatía del americano es palmaria.


UNOS CONSEJOS DE PUCCINI PARA NORBERTO Y SU EVANGELIO FÁCIL


PINKERTON
(continuando)
Echa el ancla al azar
hasta que una ráfaga le destroza
la nave, los aparejos, la arboladura...
La vida no le satisface si no se apropia
de las flores de cada lugar...
 
SHARPLESS 
Es un evangelio fácil...
 
PINKERTON
(Continuando)
... y del amor de las mujeres bellas.
 
SHARPLESS 
....es un evangelio fácil 
que hace agradable la vida pero 
que entristece el corazón....
 
PINKERTON
Si lo vencen prueba suerte otra vez.
Sigue sus impulsos allí donde esté. 
Así pues, me caso al uso japonés, por
novecientos noventa y nueve años.
Dejando libre la posibilidad
de eximirme de ello cada mes.


NORBERTO Y EL SENTIDO DEL HONOR.


Para los japoneses el honor, al menos en la época de los samurais, estaba por encima del amor. Pero qué se entiende por honor. He aquí las dos principales acepciones de dicha palabra:


1. m. Cualidad moral que, de acuerdo con las normas sociales y morales que se consideran apropiadas, lleva al cumplimiento de los propios deberes respecto del prójimo y de uno mismo.

2. m. Gloria o buena reputación que sigue a la virtud, al mérito o a las acciones heroicas, la cual trasciende a las familias, personas y acciones mismas de quien se la granjea.


Es difícil no ver un deshonor en el hecho de que alguien a quien se ha dado sustento en momentos difíciles, no sea capaz, por las mezquindades del orgullo, de agradecer ese sustento con un simple “gracias”.

Es difícil no ver un deshonor en el hecho de que alguien no sea capaz de devolver una felicitación, sobre todo, cuando gracias a una felicitación de cumpleaños  a esa persona se le abrieron las puertas de una casa.

Es difícil no ver un deshonor en el hecho de que alguien, por su brusquedad, no sea capaz de devolver alguna palabra bella a quien lo acoge a cambio de nada y prefiera, llevado por impulsos oscuros, desahogarse soltando palabras de desprecio.

Es difícil no ver un deshonor en el hecho de llamar “frío, sin corazón, muerto viviente” a la persona que te ha tendido la mano para que te levantes.

Es difícil no ver un deshonor en el hecho de negar la palabra, incluso el “adiós, a quien te ha abierto las puertas de su hogar.

 Es difícil no ver un deshonor en el hecho de acusar de “ocultamiento o de mentiroso o de raro” a quien por timidez, o por inexperiencia, no supo muy bien cómo reaccionar.


En fin, mi honor no se engrandeció en lo más mínimo por ayudar al argentino, sino más bien lo contrario. De alguna forma, sentí que había perdido el honor ante mí mismo y ante los demás. ¿Cómo podría evitar, a partir de entonces, que los demás no se rieran de mí cuando les contara que ayudé a un argentino que no me dio ni el adiós por la ayuda recibida? ¿Un argentino que nunca dudó lo más mínimo en lastimarme la autoestima, insinuando, con toda la brusquedad del mundo, que  “yo no sabía convivir, que no tenía corazón, que no sabía vivir la vida, que no sabía dormir, que no sabía explicarme, etc.”?  ¿Cómo podría volverme a subir la autoestima, después de un desplante tan inmerecido? Quizás purgando, a través de la escritura, todo lo vivido, lo tristemente vivido.

NORBERTO Y LA DEMENTE MADAME BUTTERFLY


Probablemente, la reacción de Norberto ante el suicidio de Madame Butterfly sería el de considerarla una persona desequilibrada, quizás una demente, una imbécil masoquista, una enferma presa de delirios y paranoias. Una pobre desgraciada que no sabía vivir la vida, que se encerró en un mundo que la acabaría llevando a la destrucción. Quizás la considerara una infeliz que sólo merecía la compasión de los demás. Alguien que no merecía ser ni admirada ni, mucho menos, amada. Pero, a pesar de todo lo que piense, Madame Butterfly sigue emocionando, año tras año, en los rincones más remotos del mundo, a miles de personas. Sus corazones vibran de sentimiento ante la desgracia de la japonesa. Y en cambio, sienten un rechazo hacia el egoísmo frívolo de Pinkerton. Sin lugar a dudas, y gracias al suicidio, Madame Butterfly se convierte, ante los ojos atónitos de los espectadores, en una heroína de auténtica estatura trágica.