Quedé con él en
una plaza del Vallés, justo cuando el crepúsculo se cernía sobre
la ciudad. Con el corazón henchido de júbilo, me adentré con ese
ángel en un parque oscuro. Era muy joven y muy bello, y también muy
decidido. Yo cojeaba, y él me dejaba que me sostuviera en su hombro.
Así, entre vacilantes pasos nos adentramos hacia lo más oscuro de
la noche, para consumar el deseo que brillaba en el interior de
nuestros emocionados ojos. Tan sobrecogedor fue todo lo vivido, que
tuve la sensación de estar atrapado en el más maravilloso de los
sueños.