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miércoles, 17 de agosto de 2011

MI NACIMIENTO

En brazos de mi abuela, en el primer año de mi vida.


Regresa agosto, ese mes que, parafraseando al gran poeta inglés T. S. Eliot, será para mí (y ahora no viene al caso el por qué) el mes más cruel del año. Un mes como ese, de hace algo más de 40 años, vine al mundo. Un 17 de agosto resonó mi primer latido. Eso al menos afirman las fuentes bautismales de mi ciudad. Nadie había puesto en duda semejante dato hasta que Norberto  lo rebatió con toda su habitual brusquedad. Según el argentino, a quien tendí mi mano a cambio de nada, yo soy un " muerto viviente". Presuntamente con ello quería significar que nunca nací, que nunca sentí la belleza de este mundo, que nunca olí las lilas de los campos, que nunca rocé los pelajes de las cabras, que nunca oteé en la lontananza los remolinos de las olas, que jamás degusté el sabor de una manzana, etc. No creo que ese tipo insinuara semejantes falacias. Conociéndolo bien, creo que no se refería a eso. ¿A qué aludía, pues, el argentino? Conociendo su amor por la psicología ( en virtud de la cual a veces sondea y juzga a su prójimo) y por las cosas de este mundo, no me cabe la menor duda de que aludía a mi poca propensión a los jolgorios y a todo lo que los envuelve. Según tal criterio, san Francisco de Asís hubiera sido otro muerto viviente, pues no le interesaban nada las borracheras ni la promiscuidad desenfrenada ni otra clases de pasiones que representan, para muchos individuos, lo único por lo cual vale la pena vivir.
Por supuesto que Norberto  tiene todo el derecho del mundo a que le gusten esas fiestas y ese ambiente, por supuesto que sí, pero pierde toda la razón cuando desprecia a los demás, y especialmente a mí mismo, por no interesarnos por tales fiestas. Cada uno, por ser único, tiene el derecho inalienable de elegir sus distracciones y sus objetivos.
En fin, recordar las fabulosas palabras de san Francisco de Asís: " me bastan, como a las alondras, unas pocas fresas y un sorbo de agua, para elevarme a los cielos."
Habría que ser realmente un pobre desgraciado, y sobretodo un pobre de espíritu, para llamar "muerto viviente" al poverello de Asís. Quien así obrara no ha entendido nada, absolutamente nada, de lo que son la vida y la muerte. A pesar de todo, no sintamos rencor hacia los que obran así, apiadémonos de ellos. De ellos y de nosotros. También de mí, claro que sí, de ese iluso incurable que fui al creer que Norberto  sería como una de esas alondras descritas por San Francisco de Asís. Me equivoqué, para desolación mía me equivoqué. Sin embargo, todavía existen las fresas y el agua, todavía me es posible soñar en nuevas alondras que se eleven, llevándome con ellas, hacia a los cielos.