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martes, 13 de diciembre de 2011

SANTA TERESA DE JESÚS Y EL ATEÍSMO

 SANTA TERESA DE JESÚS Y EL ATEÍSMO

NADA TE TURBE ( poema de Santa Teresa de Jesús)

Nada te turbe,
Nada te espante,
Todo se pasa,
Dios no se muda
La paciencia
Todo lo alcanza;
Quien a Dios tiene
Nada le falta:
Sólo Dios basta.

Eleva el pensamiento,
al cielo sube,
por nada te acongojes,
Nada te turbe.

A Jesucristo sigue
con pecho grande,
y, venga lo que venga,
Nada te espante.

¿Ves la gloria del mundo?
Es gloria vana;
nada tiene de estable,
Todo se pasa.

Aspira a lo celeste,
que siempre dura;
fiel y rico en promesas,
Dios no se muda.

Ámala cual merece
Bondad inmensa;
pero no hay amor fino
Sin la paciencia.

Confianza y fe viva
mantenga el alma,
que quien cree y espera
Todo lo alcanza.

Del infierno acosado
aunque se viere,
burlará sus furores
Quien a Dios tiene.

Vénganle desamparos,
cruces, desgracias;
siendo Dios su tesoro,
Nada le falta.

Id, pues, bienes del mundo;
id, dichas vanas,
aunque todo lo pierda,
Sólo Dios basta.

SIGNIFICADO DEL POEMA


La primera estrofa ya nos revela, en su conjunto, el contenido de todo el poema. Hasta tal punto es así, que el resto de los versos sólo sirven para consolidar las ideas que en ella se exponen. ¿Cuáles son esas ideas? La primera y más esencial es que Dios no se muda, es decir, que el Ser Supremo es eterno e incorruptible, y por lo tanto se mantiene igual a sí mismo, sin experimentar pasión o cambio. La segunda, también importante, que todas las cosas de este mundo se pasan, es decir, experimentan la corrupción de su ser, a causa de la cual acabarán por desaparecer. De lo anterior se deduce que existen dos realidades diametralmente opuestas, a saber, una representada por Dios, símbolo de lo imperecedero y la otra materializada en ese “todo” que comprende a la integridad de las cosas, las cuales, por ser criaturas, están condenadas a perecer. Entre esas cosas perecederas se halla el ser humano quien, por su misma naturaleza mortal, acabará por corromperse, es decir, por morir. Aunque su suerte sea la misma que la del resto de criaturas, una trascendental diferencia le separa de éstas: el hombre tiene consciencia de su propia muerte; las cosas, no. La percepción de su propio fin sume al hombre (pues toda cosa tiende a conservar su ser) en una turbación dolorosa, incluso en un terror inquietante. La muerte lo turba, lo espanta. Su alma ansia perpetuarse en el ser, pero por la experiencia sabe que eso no es posible, y sin embargo, no quiere, bajo ningún aspecto, dejar de vivir. Afortunadamente, la razón humana no sólo sirve para conocer la irreversibilidad de la muerte, sino también para concebir la existencia de un Ser creador de todo cuanto es, infinitamente perfecto e inmutable. La Revelación (el Nuevo Testamento), además, nos informa de que ese Ser, a quien llamamos Dios, es Amor, Bondad y Justicia. Se ama, pues, a sí mismo y amándose a sí mismo, ama, en conformidad con su propia esencia, a todas las criaturas creadas por él mismo. La misma Revelación nos informa también de que Dios, encarnado en Cristo, ha prometido la vida eterna a todo ser humano que obedezca su voluntad. Toda alma piadosa será promocionada a un nuevo estado, donde reemplazará su naturaleza corruptible por otra de inmutable. Luego si el hombre estuviera libre de toda corrupción, de toda fugacidad, de toda enfermedad y de toda pasión, en fin, de toda muerte, su turbación, su miedo, ya no tendrían razón de ser. Nada, por lo tanto, lo turbaría ni lo espantaría. El hombre con fe y esperanza vive la vida terrenal como un puro trámite. Sabe bien que, tras la muerte, su alma acabará desembocando en algo más verdadero y estable, la bienaventuranza. Para alcanzar ese estado glorioso le basta Dios, es decir, creer en él. Si cree, se salvará, se hará inmortal, imperturbable. Dios es la garantía de la transmutación de su esencia. Gracias a Él dejará de ser algo pasajero para ser algo perdurable. Ahora bien, mientras tanto, mientras habite en este valle de lágrimas, tendrá que hacer frente a todas las incomodidades de lo que es corruptible, a saber, la enfermedad, la frustración, la indigencia, el daño causado por el prójimo, etc. ¿Cómo soportará todas esas penalidades? Gracias a la paciencia. Por la anterior virtud sabrá soportar resignadamente toda clase de desgracias, pues conoce que todos los males ( y también los deleites) de este mundo son pasajeros, razón por la cual no vale la pena turbarse ni espantarse a causa de ellos, mayormente cuando su destino está llamado a converger en el Ser Supremo, eterno e invariable. El poema proclama, a los cuatro vientos, el desprecio por todas las vanidades mundanales y el amor absoluto por todo lo permanente, simbolizado, en último término, por Dios.

¿Por qué sé que Norberto no entiende el poema?


Porque supuestamente al servirse de él para aconsejar a uno de sus compatriotas, eliminó la parte esencial de éste, aniquilando así todo su sentido. El consejo que dio fue el siguiente:
Nada te turbe, nada te espante, TODO PASA.( Norberto cambió el TODO SE PASA original, por el TODO PASA, distorsionando gravemente el genuino sentido del verso, ignorando, así mismo, que el verbo "pasarse" significa pudrirse, descomponerse, marchitarse, etc., en cambio, "pasar", tal como lo usa el argentino, quiere decir, más bien, no tener importancia, no dejar huella en la mente. "Todo pasa" significaría, pues, todo se olvida, todo es superfluo. TODO SE PASA significaría,más bien, todo se descompone, todo se muere. La diferencia es radical.)

Sólo citó esos tres versos, olvidándose del cuarto (Dios no se muda), sin duda la Llave Maestra de todo el poema. Se olvidó ni más ni menos que de Dios. Ahí es nada. Pero Dios es como el alimento espiritual del que se nutre todo el poema. Sin él, éste se muere, se vuelve incomprensible y vacío. Si todo se pasa, si todo muere, y, si además Dios no existe, es natural que el ser humano se turbe y se espante, pues se da cuenta de que él también pasará, que también él se extinguirá, que su cuerpo será pasto de los gusanos. Pero como su propio ser lo impulsa a la vida, él quiere permanecer vivo, no quiere morir, y por ello mismo se horroriza ante la posibilidad de su propia muerte, se turba ante la posibilidad de dejar de existir. Norberto, omitiendo el cuarto verso( Dios no se muda), trivializa hasta límites insospechables el verdadero significado del poema. Lo trivializa y además lo daña en sus mismos cimientos. Si el hombre tiene la capacidad de perturbarse: ¿cómo diablos no se va a perturbar ante las desgracias que lo golpean? Según la lógica peregrina de Norberto, como algún día esas desgracias dejarán de existir, por eso mismo ahora no debe perturbarse a causa de ellas. ¡¡Pero qué absurdidad es esa¡¡ ¡¡menuda coartada para los asesinos y para los malhechores¡¡ como mañana ya no existirás, te mato hoy, que más te da vivir unos días de más que de menos. Como algún día tu casa y tu coche dejarán de existir, hoy te los robo. Como algún día todo lo que existe dejará de existir, hoy hago lo que me da la gana. Como algún día mis remordimientos pasarán, hoy violo a la primera persona con la que me tope. Solamente si existiera algo que no pasase, que fuera eterno, y hacia lo cual estuviésemos destinados, tendría un sentido ignorar las cosas pasajeras para centrase en aquello que es imperecedero. De lo contrario, el hombre está condenado a perturbarse, a espantarse ante esa fugacidad de las cosas, pues, en el fondo, esa fugacidad le anuncia su propia fugacidad. Le hace presentir, con la mayor elocuencia, que su destino será igual de fugaz que el de esas cosas.
En fin, el hombre no debe turbarse ni espantarse, no porque todo se pasa, SINO PORQUE DIOS NO MUDA.

¿Cómo interpreta Norberto el poema?


La trascendencia del poema radica en la presencia, en él, de Dios, si se elimina esta presencia, todo el poema se reduce a pura verborrea insubstancial. Eso es lo que hace Norberto. A su manera, cree que el “ todo se pasa” se refiere ( no a la muerte del hombre) sino a las trivialidades de la vida, como por ejemplo, la pérdida del trabajo, un fracaso sentimental, una enfermedad, una crisis matrimonial, un desengaño, una bronca familiar, un atraco, etc. Según el argentino, no hay que preocuparse por semejantes banalidades, porque pasarán, porque acabarán por diluirse en la NADA. Pero no se da cuenta de que esto no en ningún consuelo para quien las padece, ya que también el que las sufre acabará desapareciendo. Al revés, justo al revés, la fugacidad de las cosas recuerda al hombre que él también es fugaz. Si las cosas pasaran, pero el hombre permaneciera, entonces sí que tendría sentido el consejo de Norberto. Pero no es así, porque como sabe todo el mundo el hombre pasa y las cosas también. Mientras el ser humano existe, la memoria le recuerda los malos momentos, así como los buenos. Pero si los recuerda, ello significa que no pasan. Están en él, en su cerebro, en su memoria. Otra cosa es que les de su justo valor, que no los sobredimensiones, que se resigne, o, incluso, y esto ya es más difícil, que los olvide. Norberto, en su ingenuidad, cree que el paso del tiempo acabará borrando los malos recuerdos. No, no los borra, como máximo, los amortigua. En todo caso, no es de eso de lo que va el poema de Santa Teresa. Su meta es Dios, y todo el poema tiene como fin enseñar a las almas cómo llegar a Él. Según la autora, el hombre debe reconocer su propia finitud y, a la vez, darse cuenta de la inmutabilidad de Dios. Debe, pues, trascender lo fugaz para llegar, con paciencia, soportando todas las inclemencias terrenales, hasta lo celeste, lo eternamente celeste. Norberto se ha olvidado de que Santa Teresa no es una vulgar psicóloga que intentara curar el desasosiego de sus pacientes, sino una santa que busca, apasionadamente, a Dios.

EL ATEÍSMO

Aunque resulta sugerente que Norberto se valga de los versos de Santa Teresa para expresar su pensamiento o sus inquietudes existenciales, hay que constatar que son dos personas muy distintas la una de la otra. Baste citar unos versos de la Santa para visualizar esa casi insalvable diferencia entre ambos:

¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros!
¡Esta cárcel, estos hierros
En que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
Me causa dolor tan fiero,
Que muero porque no muero.

El absoluto desprecio por la vida terrenal expresado en los anteriores versos, estoy seguro de que no sería compartido, en lo más mínimo, por el argentino, siempre tan dispuesto a “alborotarla”. Sin lugar a dudas, Norberto  y Santa Teresa de Jesús son dos seres antagónicos, con necesidades muy distintas, con objetivos incompatibles. Pero la diferencia entre ambos no está tanto en la perfección con que logran sus objetivos, sino en la misma naturaleza de sus objetivos. Una aspira, apasionadamente, a lo espiritual, a lo eterno e inmutable, y el otro, pues aspira a lo que aspira, que no vamos ahora a explicitarlo.

La diferencia, casi colosal, entre los dos se podría también mostrar citando unos versos que reflejan sus respectivos pensamientos y su forma de encarar la vida:


VIVO SIN VIVIR EN MÍ (poema escrito por Santa Teresa)


Aquella vida de arriba,
Que es la vida verdadera,
Hasta que esta vida muera,
No se goza estando viva:
Muerte, no me seas esquiva;
Viva muriendo primero,
Que muero porque no muero.

TODO PASA ( poema escrito por Norberto  en setiembre de 2009, y recreado, manteniéndose fiel al "espíritu" del original, por Carles Soler)

Todo pasa; todo nos pasa:
La vida se enciende y se apaga,
nos humedece,nos agosta,
nos da la luz, nos da la noche,
nos ensalza, nos arrincona.

Si hoy te alcanzara con mi aliento,
proclamaría el fin de las tinieblas.
Tu mano ardería en la mía.
y todo el deseo de mi alma,
empapando de vida mis entrañas,
se haría una semilla errante
en lo más hondo de tu carne.

Si hoy te alcanzara con mi aliento,
cruzaríamos los cauces de los ríos,
sonreiríamos antes las flores
y nos daríamos las manos por los prados,
Si hoy te alcanzara, volveríamos
a ser felices, aún sabiendo
que todo pasa, que todo nos pasa.

Más allá de la oceánica desigualdad en el arte de escribir versos, en el poema de Norberto, éste usa los versos de la Santa para traicionarlos. Manipula el piadoso pensamiento de la santa para adaptarlo a un ideal, claramente ateo, del goce sexual del instante( desde luego "el deseo del alma" ( "el yo más simple" en el original) representa la porción más primaria del individuo, la que se guía por las pulsiones más lujuriosas). No se puede desfigurar más el verdadero sentido del poema de Santa Teresa. Cualquier ateo podría suscribir los versos de Norberto. Sólo un hombre de fe inconmovible se adheriría a los de Santa Teresa.

No es malo querer disfrutar de la vida ni apasionarse por las cosas más fugaces ni adorar los placeres sexuales ni entregarse a la alegría más alocada. No es malo nada de eso, pero resulta de una grosería repulsiva utilizar los versos de santa Teresa para ensalzar todo eso, y aún resulta más deplorable aconsejar a alguien lo que debe de hacer en la vida, manipulando las ideas de la Santa. Hay tantos poetas que bendicen el sexo y el amor por la vida terrenal, que uno no entiende por qué el argentino ha tenido que servirse de la devota poetisa abulense para expresar su fervor por todo lo “carnal”.

Recordemos, para finalizar, unos versos del argentino ( escritos en setiembre de 2009 y recreados por Carles Soler):



Tan sólo buscaba unos brazos
y me ofreciste un " Te Amo".
No te autorizo a usar esas palabras,
No te permito tales sentimientos.
y sin embargo, tu voz me silencia.

Entre las sombras de la noche,
rodeado de cuerpos tórridos,
presiento el celo de tus ojos,
el temblor de tu corazón,
y,conmovido, te deseo aún más.




En ellos hay un ilegítimo salto de lo carnal a lo espiritual. Dos cuerpos casi desconocidos se encuentran para follar en algún rincón oscuro, y de repente uno de ellos, confundiendo el goce sexual con el amor, le dice al otro “ Te Amo”. Cómo diablos lo puede ya amar si apenas lo conoce. A lo sumo lo deseará, pero no lo amará. Uno de ellos solamente “busca unos brazos”, es decir, un cuerpo a quien montar. Además, y desgraciadamente, el supuesto amor de uno, sólo causa excitación en el otro. Qué sacrilegio, Dios mío, contra el amor. Quien así se expresa no sabe absolutamente nada de lo que es el amor. El amor se da entre las almas y si alguien ama a otra persona la amará independientemente de que tenga sexo o no con ella. En el amor, el sexo, aunque conveniente a veces, es secundario. En la prostitución o en el deseo, en cambio, es esencial.

Que distancia, Dios mío, separa los anteriores versos lascivos de los siguientes versos de amor de Santa Teresa:

Vivo ya fuera de mí,
Después que muero de amor;
Porque vivo en el Señor,
Que me quiso para sí:
Cuando el corazón le di
Puso en él este letrero,
Que muero porque no muero.

Todo en ellos se desarrolla sin la presencia de la carne, y sin embargo, qué amor más inmenso hay en ellos.

Santa Teresa fue casta toda su vida, pero si, por los imponderables del destino, hubiese colgado los hábitos para entregarse, en santo matrimonio, a algún hombre, éste hubiese sido amado por ella de la forma más bella imaginable.

POST DATA: La convivencia de Carles y Norberto y la penitencia.


De la misma forma que Norberto se sirvió de los versos de Santa Teresa para aconsejar a un compatriota suyo, no me cabe la menor duda de que también los usó para minimizar los posibles remordimientos que su convivencia conmigo le pudiera causar. Apelando a la autoridad de la Santa, no tenía que sentirse culpable de nada, porque como todo pasa, también pasarían esos remordimientos, demostrándose así que en realidad no tenían importancia y que tampoco servía de nada agobiarse por ellos. Más aún, hay que tomarse con paciencia todas las secuelas negativas que surjan de tal convivencia. Pero al proceder de esta forma, el argentino se equivoca y mucho. Porque Santa Teresa de Jesús exhorta a mostrar paciencia ante las contingencias del destino, es decir, ante las catástrofes o los reveses de la vida que no dependen de nosotros. Pero no dice, de ninguna manera, que debamos tener paciencia ante los malos actos cometidos por nosotros mismos. Ante nuestras faltas no vale la paciencia, sino la penitencia. No debemos, pues, resignarnos, sino arrepentirnos. Esos actos se quedan gravados en lo más profundo del alma, y por ser ésta inmortal, nunca se pasarán, sino que seguirán en ella hasta que los limpiemos a través de nuestro arrepentimiento. Eso en el caso de que seamos cristianos. Si por el contrario, obramos sin ningún tipo de rectitud ética, entonces sí que, como Norberto, nos podremos absolver de nuestras culpas diciéndonos: nada te turbe, nada te espante, todo se pasa.”