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lunes, 6 de octubre de 2014

LA GRAN SORPRESA DE DAVID



LA GRAN SORPRESA DE DAVID

El domingo David reveló que el problema que había tenido en los últimos meses, no tenía nada que ver conmigo, lo cual, la verdad sea dicha me dejó bastante desconcertado. Yo, por supuesto, no estoy de acuerdo, porque en nosotros hay una parte inconsciente que no controlamos, y que, de alguna manera, habla por nosotros. Lo queramos o no.
Un problema como el de David siempre está relacionado con las vivencias más personales, más que con motivos más neutros que el adelgazarse o el dejar de fumar. Por eso la doctora le hizo las preguntas que le hizo.
A mí me pasó algo similar y rápidamente supe ver las causas del por qué. Bien entendido que la mayoría de las cosas no tienen una sola causa, sino muchas. Pero también resulta muy revelador que David niegue alguna de esas causas. Debe creer que así le será más fácil emprender un nuevo rumbo en la vida.
Engañarse uno mismo no es la mejor manera de emprender ningún rumbo nuevo, aunque en este caso el engaño no sea consciente.

Sin lugar a dudas, lo que le pasa a David es lo que Freud definió como un mecanismo de defensa para no asumir determinadas frustraciones.

En concreto, y en el caso de David, se trata de un mecanismo de defensa llamado de racionalización, aunque el nombre parece muy complicado, es muy fácil de entender.


MECANISMO DE DEFENSA DE RACIONALIZACIÓN

El mecanismo de defensa de la racionalización consiste en la construcción de una narrativa que oculta la verdadera motivación que llevó a la persona a realizar un acto, o sirve como tapadera para no conectar con sentimientos o deseos que la persona no se quiere confesar a sí misma. En muchos casos el racionalizador se carga de razón para no reconocer algo que para los demás es obvio. El problema es que esta explicación que la persona se cuenta a sí misma o a los demás es solo un argumento periférico que sirve de justificación tranquilizante, pero que no explica los motivos profundos de la conducta. Un ejemplo de este mecanismo de defensa puede ser el de aquel hombre que aseguraba con extensos argumentos no necesitar relaciones de pareja, cuando en realidad se ponía a temblar cada vez que alguna mujer se le acercaba.

Otro ejemplo es el caso de una persona que emplea humor cáustico en una relación interpersonal, y lo justifica interpretándolo como "juego" o "diversión", y no como una crítica o actitud agresiva. Es importante hacer notar que, para ser considerada racionalización, el sujeto debe creer en la solidez de su argumento, no empleándolo como simple excusa o engaño consciente.

En algunas ocasiones lidiar con la vida cotidiana puede ser tensionante e incluso algunas realidades pueden desbordar nuestros recursos psicológicos a nivel consciente. Ante estas situaciones (que nos resultan particularmente amenazantes para nuestro yo) ponemos en juego los mecanismos de defensa en aras de mantener nuestro equilibrio psicológico y evitar cualquier tipo de perturbación.

Los mecanismos de defensa son muy variados, entre ellos me atrevería a asegurar que uno de los más extendidos es la racionalización.

La racionalización no es sino una forma de negación que nos permite evitar el conflicto y la frustración que éste genera. ¿Cómo hacemos esto? Sencillamente nos brindamos razones (aparentemente lógicas) que justifican o encubren los errores o las contrariedades.

Mediante la racionalización la persona intenta defenderse del efecto frustrante y trata de autoconvencerse de que, en el fondo, no deseaba aquello que no ha conseguido. Un ejemplo clásico en la literatura de racionalización es el de la zorra que después de varios saltos no logra alcanzar las uvas y exclama: "¡Ah, están verdes!". O quizás el del joven que va a una fiesta y aduce que no baila porque se suda pero realmente no sabe bailar y teme hacer el ridículo.

Vale puntualizar que en muchas ocasiones los argumentos que las personas se muestran a sí mismas son reales. Por ejemplo, en los casos anteriores en verdad las uvas estaban verdes y al bailar las personas se sudan pero en esencia, estos no son los motivos reales por los cuales no logramos la meta o no exhibimos un comportamiento determinado. Como los argumentos que nos brindamos son perfectamente racionales, estos logran convencernos y así no debemos reconocer nuestra incapacidad para lograr algún objetivo en específico.

La racionalización es un mecanismo que transcurre por vericuetos que se alejan de nuestra conciencia; es decir, la persona no se autoengaña conscientemente. Cuando el terapeuta u otra persona les pone frente a la realidad, en muchas ocasiones ésta suele negarse. Una negación que será más o menos intensa y duradera en el tiempo según se perciba la realidad como más o menos amenazante para el yo.

La racionalización funciona sobre un mecanismo de disociación donde la persona determina una distancia ideal entre lo “bueno” y lo “malo” en aras de eliminar una fuente de inseguridad, peligro o tensión emocional. De esta manera, la persona se adapta al medio pero no logra resolver realmente sus conflictos ya que no enfrenta la realidad y sus causas verdaderas.