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lunes, 6 de octubre de 2014

NORBERTO Y EL TIEMPO DE LA CONVIVENCIA



NORBERTO Y EL TIEMPO DE LA CONVIVENCIA



Hace más de 8 meses, el argentino interpuso una denuncia para que me quitaran el BLOG. Por supuesto no lo logró, cosa lógica teniendo en cuenta la absoluta inconsistencia jurídica de dicha denuncia.



En esa denuncia, se podía leer lo siguiente: Es creado por el señor carles que conoci hace 4 años y con el que comparti 2 meses.



Parece que su principal argumento fuera el escaso tiempo. De manera que si  se hubiera compartido más tiempo, entonces no hubiera presentado dicha denuncia.



El tiempo, bien debería saberlo el argentino, porque así lo expuso con la mayor elocuencia San Agustín, es subjetivo. Cada uno lo mide a su manera. De todas maneras, también hay un tiempo objetivo. Un día dura 24 horas. En cuanto al tiempo de compartición que nos afectó a él y a mí,  se alargó desde su cumpleaños al mío. Una cosa es el tiempo objetivo y otra el tiempo efectivo, porque si compartimos un piso y a lo largo del día casi no nos vemos, es como si no compartiéramos el tiempo. Bien sabe el argentino que en ese piso estaba la mayor parte del tiempo solo, y más que lo hubiera estado, si él no se hubiera quejado.



En mi opinión, no tiene mucha importancia si el tiempo fue de dos meses, de tres o de cinco años. Porque lo realmente relevante fue el PRINCIPIO y el FINAL, y no el tiempo intermedio.



El tiempo intermedio de la convivencia está compuesto de vivencias muy irrelevantes, que no merecerían ser recordadas. Todas ellas son muy triviales. Por lo tanto, si se recuerdan no es por ellas mismas, sino en función del principio que les dio origen, y del final que les dio fin.



El principio, la causa por la que empezó la convivencia es realmente, para mí, algo muy impactante, que aún hoy, después de tanto tiempo, aun me asombra. Para el argentino también lo fue, al menos por causa de ello le brotaron las lágrimas.



Si el principio fue muy bello, el FINAL, fue realmente desagradable, y por lo feo que fue deja un recuerdo imborrable y muy lamentable. Un final así no se puede olvidar nunca. Ni el principio tampoco.



En cambio, el tiempo que va del principio al final resulta de lo más insubstancial. En él descubrí a un Norberto egoista, que solo se preocupaba de sus propios objetivos. Solo vivía para él mismo, despreciando todo cuanto no le parecía que se ajustaba a esos objetivos.



En el final, reveló su verdadera naturaleza. Y desde entonces, usa a Dios para justificar, mejor aún, se inventa a un Dios, para absolverse a sí mismo de toda culpa. Su DIOS es lo más parecido a una marioneta. Con dioses así, no me extraña que cada vez haya más ateos, muchos de los cuales jamás se hubieran atrevido a cometer un acto tan deplorable como el que Norberto cometío conmigo. Su consciencia( la de los ateos) vale mucho más que ese falso DIOS del argentino, creado a su imagen y semejanza.