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domingo, 23 de noviembre de 2014

DAVID: DONDE DIJE DIGO, DIGO DIEGO



La anterior expresión, donde dije digo digo Diego, creo que define a David. Esta expresión, así mismo, también define a todas las personas de naturaleza titubeante, que suelen vivir en un mar de dudas, y en cierto modo, también yo encajaría dentro de esa definición, porque  a veces también me cuesta tomar decisiones. Por eso, primero digo una cosa, pero luego la cambio, para volverla a cambiar pasados unos pocos instantes.
Pero  David también dice una cosa cuando quiere decir otra, y eso no es ser inseguro, sino ser ambiguo, porque no es que no sepa lo que quiere decir, sino que no se atreve a decirlo.
Enmascara lo que siente para aparentar ante los demás no sé qué. y es natural que lo enmascare porque él y yo hemos recibido una educación que nos empuja a enmascarar eso. Pero la naturaleza de uno mismo siempre acaba imponiéndose, y si uno la reprime, eso solo sirve para que esa misma naturaleza acabe emergiendo de forma turbia y angustiosa, creando en la mente temores e inseguridades, que a la larga desembocaran en tensiones inquietantes y en frustraciones dolorosas.
Primero uno debe conocerse a uno mismo, y ser lo que él es, y no aquello que los otros esperan que sea. Solo así se puede vivir aceptablemente bien, de lo contrario deberá aparentar lo que no es, pero quiere ser para dar gusto a los demás. Y eso por respeto a uno mismo y por respeto a los demás, porque a los demás  tampoco les gusta convivir con alguien que aparenta, no debería admitirse.
¿Cuáles son los verdaderos impulsos del corazón? Esos sí que importan. Hay personas que todo lo expresan y otras que todo se lo guardan, pero no por eso no se expresan, sino que se comunican por gestos y no por palabras. Y esos gestos los delatan.
Al fin y al cabo, entre la amistad y el amor no hay tanta diferencia, y si existe el uno también existe el otro, y al revés.
¿Por qué, entonces, ahogar lo que quiere aflorar?