EL
EFECTO MARIPOSA Y EL ARGENTINO
Otra
vez he ido a Barcelona de visita, y he ido buscando lo mismo que
pensaba que podría encontrar gracias al argentino. Buscando algo que
nada tiene que ver ni con el sexo ni con el amor. He ido al sitio
correspondiente, y allí he depositado lo mismo de siempre, con la
esperanza de que algo maravilloso ocurra en el futuro. Seguramente
nada ocurrirá, pero yo no pierdo la esperanza.
Sin
lugar a dudas, cegado por ese impulso que me empuja hacia ese sitio
donde acabo de ir, abrí las puertas de mi piso a Norberto. Fue un
error trágico en mi vida, porque movido por esa ilusión
arrolladora, no tuve la suficiente lucidez de percatarme de la
verdadera naturaleza del argentino: un tipo egoísta que solo miraba
por su propio interés sin importarle en lo más mínimo las
consecuencias de sus actos. Él mismo es la prueba de que el más
aparentemente insustancial acto puede dar lugar a efectos inmensos.
Pocas veces lo ridículo y lo supuestamente espiritual se dan la mano
de una forma tan absurda como en el caso del argentino. Pocas veces
el poder de la soberbia ha alcanzado un cenit tan elevado como en el
caso del Norberto, el Iluminado con la luz de una linterna.