STATCOUNTER


sábado, 20 de octubre de 2018

NORBERTO CICIARO REAPARECE EN MI VIDA

NORBERTO VUELVE AL ATAQUE



Sin duda, el título de mi entrada es una ironía. No ha vuelto, el argentino, para estropear mi vida, sino que me refiero a un regreso figurado. 


La segunda reaparición es más relevante, porque he conocido por Internet un sudamericano que si yo quisiera, la semana que viene lo tendría en el piso, conviviendo conmigo. Vive en su país, en condiciones económicas no muy favorables, y su sueño es venirse a Europa lo antes posible. Hemos establecido una bella amistad, realmente muy original, que se adapta bastante bien a mi manera de ver las cosas. Por supuesto su sueño sería que yo le pagara el viaje, pero eso no va a poder ser, porque la mala experiencia con Norberto me disuade de cometer dos veces el mismo error.

Me quedó claro que el error principal de mi convivencia con el argentino fue el aceptarla a cambio de nada. Sin duda, esos fueron los términos del acuerdo: Norberto no me tenía que dar NADA. Yo me avine a esa condición, porque yo esperaba que ese encuentro me reportara unos beneficios que nada tenían que ver con el argentino. En mi encendida fantasía, consideré que la venida del argentino a mi piso desencadenaría algo que siempre había deseado, y que repito, no tiene nada que ver ni con el argentino, ni con el amor ni menos con l sexo, tiene que ver con algo mucho más elevado. Lo creí firmemente debido a las muchas coincidencias que se produjeron, que vinieron reforzadas por opiniones de personas importantes, es decir, también por datos empíricos. No me lanzaba al vacío, tenía fundadas razones para creer que esa fantasía acabaría produciéndose. Pero no se produjo. Y entonces, cuando supe que aquello por lo que había permitido al Norberto ingresar en mi piso, no tendría lugar, me embargó la siguiente angustiosa pregunta: ¿ y ahora qué hago con el argentino, sino me sirve de nada convivir con alguien que me desprecia? En un nuevo guiño del destino, el día que me enteré que mi fantasía había sido rechazada, me sacaron la muela del juicio. Además del dolor físico se sumaba el dolor espiritual: fue horroroso. 

Lo más acertado hubiera sido que expulsara a Norberto de mi piso: cuántos sinsabores me hubiera ahorrado. Era mediados de mayo y aún quedaba mucha convivencia por delante. Por inseguridad o por debilidad de carácter, yo que sé, no me atreví a echar al argentino. Y bien caro que pagué mi indeterminación. 

Hacer caridad no es malo, pero hacerla con alguien que te desprecia y que busca cualquier medio para humillarte, sí que lo es y mucho. La lección que aprendí es que convivir con alguien a cambio de nada es lo más aberrante que uno pueda hacer. Aún así estaba dispuesto a asumir semejante absurdidad. Pero lo que no pude soportar y me desequilibró el alma, fue que a pesar de toda mi caridad, de toda mi paciencia con alguien que me despreciaba por ser como yo era, ese individuo sin escrúpulos, que siempre se llenaba la boca de amor y de Dios, acabara saliendo de mi casa sin darme las gracias, sin decirme adiós y negándome la palabra. Jamás pude concebir semejante canallada y miseria moral. Pero se atrevió, y aún, el muy sinvergüenza, no se arrepiente de lo que hizo. 

Ahora sobrevuela mi vida otro sudamericano, en mi opinión mucho más noble que el otro, pero eso no se puede saber hasta que llegue la convivencia, si es que llega. Sea como sea, no podrá ser a cambio de nada. Tiene que haber algo para que en el futuro pueda guardar algún buen recuerdo de él. Porque el recuerdo es lo único que queda de los que desaparece, y no hay peor desgracia que conservar un mal recuerdo de alguien. 

La experiencia del argentino me ha convertido en un ser muy desconfiado. No me fio de nadie ni de nada. Ni de mi propia sombra. Justamente por eso soy muy precavido con mi nuevo amigo. Y desconfío de muchas cosas que me dice, como que por ejemplo un amigo que conoció en Internet, y que vive en Alemania, le ha pagado el viaje a Berlín, ida y vuelta, para que se conozcan. Ese amigo alemán supuestamente tiene pareja y no busca sexo. Lo hace por amistad. Qué difícil de creer es todo eso¡¡ Yo pensé al principio que eso lo hacía para que yo también me animara a hacer lo mismo, y lo invitara a España. No, no lo haría nunca. Invitarlo sí, pero pagarle el viaje, no¡¡


Quien sabe, como hace escala en Madrid, me ha dicho que a lo mejor nos podemos ver en el aeropuerto. No sé cual será el final de todo eso, pero no me hago muchas ilusiones, porque podría acabar siendo otro Norberto. Y, por supuesto, otro Norberto en mi vida sería demoledor para mi salud psíquica¡¡