NORBERTO VUELVE AL ATAQUE
Sin duda, el título de mi entrada es una ironía. No ha vuelto, el argentino, para estropear mi vida, sino que me refiero a un regreso figurado.
La segunda reaparición es más relevante, porque
he conocido por Internet un sudamericano que si yo quisiera, la
semana que viene lo tendría en el piso, conviviendo conmigo. Vive en
su país, en condiciones económicas no muy favorables, y su sueño
es venirse a Europa lo antes posible. Hemos establecido una bella
amistad, realmente muy original, que se adapta bastante bien a mi
manera de ver las cosas. Por supuesto su sueño sería que yo le
pagara el viaje, pero eso no va a poder ser, porque la mala
experiencia con Norberto me disuade de cometer dos veces el mismo
error.
Me quedó claro que el error principal de mi
convivencia con el argentino fue el aceptarla a cambio de nada. Sin
duda, esos fueron los términos del acuerdo: Norberto no me tenía
que dar NADA. Yo me avine a esa condición, porque yo esperaba que
ese encuentro me reportara unos beneficios que nada tenían que ver
con el argentino. En mi encendida fantasía, consideré que la venida
del argentino a mi piso desencadenaría algo que siempre había
deseado, y que repito, no tiene nada que ver ni con el argentino, ni
con el amor ni menos con l sexo, tiene que ver con algo mucho más
elevado. Lo creí firmemente debido a las muchas coincidencias que se
produjeron, que vinieron reforzadas por opiniones de personas
importantes, es decir, también por datos empíricos. No me lanzaba
al vacío, tenía fundadas razones para creer que esa fantasía
acabaría produciéndose. Pero no se produjo. Y entonces, cuando supe
que aquello por lo que había permitido al Norberto ingresar en mi
piso, no tendría lugar, me embargó la siguiente angustiosa
pregunta: ¿ y ahora qué hago con el argentino, sino me sirve de
nada convivir con alguien que me desprecia? En un nuevo guiño del
destino, el día que me enteré que mi fantasía había sido
rechazada, me sacaron la muela del juicio. Además del dolor físico
se sumaba el dolor espiritual: fue horroroso.
Lo más acertado hubiera sido que expulsara a
Norberto de mi piso: cuántos sinsabores me hubiera ahorrado. Era
mediados de mayo y aún quedaba mucha convivencia por delante. Por
inseguridad o por debilidad de carácter, yo que sé, no me atreví a
echar al argentino. Y bien caro que pagué mi indeterminación.
Hacer caridad no es malo, pero hacerla con alguien
que te desprecia y que busca cualquier medio para humillarte, sí que
lo es y mucho. La lección que aprendí es que convivir con alguien a
cambio de nada es lo más aberrante que uno pueda hacer. Aún así
estaba dispuesto a asumir semejante absurdidad. Pero lo que no pude
soportar y me desequilibró el alma, fue que a pesar de toda mi
caridad, de toda mi paciencia con alguien que me despreciaba por ser
como yo era, ese individuo sin escrúpulos, que siempre se llenaba la
boca de amor y de Dios, acabara saliendo de mi casa sin darme las
gracias, sin decirme adiós y negándome la palabra. Jamás pude
concebir semejante canallada y miseria moral. Pero se atrevió, y
aún, el muy sinvergüenza, no se arrepiente de lo que hizo.
Ahora sobrevuela mi vida otro sudamericano, en mi
opinión mucho más noble que el otro, pero eso no se puede saber
hasta que llegue la convivencia, si es que llega. Sea como sea, no
podrá ser a cambio de nada. Tiene que haber algo para que en el
futuro pueda guardar algún buen recuerdo de él. Porque el recuerdo
es lo único que queda de los que desaparece, y no hay peor desgracia
que conservar un mal recuerdo de alguien.
La experiencia del argentino me ha convertido en
un ser muy desconfiado. No me fio de nadie ni de nada. Ni de mi
propia sombra. Justamente por eso soy muy precavido con mi nuevo
amigo. Y desconfío de muchas cosas que me dice, como que por ejemplo
un amigo que conoció en Internet, y que vive en Alemania, le ha
pagado el viaje a Berlín, ida y vuelta, para que se conozcan. Ese
amigo alemán supuestamente tiene pareja y no busca sexo. Lo hace por
amistad. Qué difícil de creer es todo eso¡¡ Yo pensé al
principio que eso lo hacía para que yo también me animara a hacer
lo mismo, y lo invitara a España. No, no lo haría nunca. Invitarlo
sí, pero pagarle el viaje, no¡¡
Quien sabe, como hace escala en Madrid, me ha
dicho que a lo mejor nos podemos ver en el aeropuerto. No sé cual
será el final de todo eso, pero no me hago muchas ilusiones, porque
podría acabar siendo otro Norberto. Y, por supuesto, otro Norberto
en mi vida sería demoledor para mi salud psíquica¡¡