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domingo, 1 de enero de 2012

OTTO GROSS: ENTRE EL ANARQUISMO Y EL PSICOANÁLISIS

 OTTOS GROSS: UN ANARQUISTA EN LA CORTE DE FREUD


¿Quién fue Otto Gross? Ese "fanático cara de pájaro", que "se hizo cargo de todo el dolor del mundo". A este personaje, casi olvidado hoy en día, dedica Giusu Zanasi un   muy completo ensayo (El caso de Gross. El alma expresionista, el psicoanálisis y la utopía de la felicidad, Liguori, pp. 231), lo que  sitúa al psiquiatra austriaco no solo como "una pieza central en el mosaico de la vanguardia histórica alemana", sino también como el espejo en el que se refractan las tensiones más agudas del Zeitgeist (Espíritu del Tiempo) justo en el momento en que tenían lugar el ocaso del Imperio de los Habsburgo  y el adiós al ideal humanista.  

BIOGRAFÍA  Y ANÁLISIS SUSCINTO DE SU OBRA

Nacido en el seno de una familia  de clase alta,  hijo único de un famoso criminólogo de la Universidad de Graz, Gross fue un adolescente prodigio. Su temprana  graduación  en  psiquiatría, le permitió acceder, gracias a la buena relación que su padre mantenía con Freud y Jung,  a la docencia universitaria. Todo parecía apuntar a una vida repleta de éxitos. Sin embargo, en el punto más alto de su prestigio, Otto renuncia a su bien consolidada carrera académica para convertirse  al psicoanálisis: ya en su primera obra de 1907 toma una clara distancia respecto a las posiciones más dogmàticas del psicoanalismo,  con un radicalismo utópico claramente precursor de muchas de las ideas que más tarde dominarían el siglo XX.  Otto concede mucha importancia - por lo que respeta a la enfermedad - al medio ambiente "(al que, Nietzschiano convencido,   acusa con furia anticivilizadora) y a la coacción social, lo cual, a su vez, le lleva a  limitar la trascendencia que Freud otorgaba  al conflicto sexual. Percibe la división entre el "individuo (lo proprio) y el mundo (lo extraño); considera que la  transferencia freudiana  es la base de "lo extraño": lo cual es interpretado, por los psicoanalistas más dogmáticos, como una  herejía. "Somos médicos y queremos seguirlo siéndolo", he aquí  la respuesta de Freud a la transgresión de su seguidor.
  Románticamente, Gross  piensa que los impulsos humanos son buenos y que  la pérdida de equilibrio depende del hecho de  tener que internalizar normas hostiles a la propria  naturaleza: entonces no sirven los mecanismos de sublimaciónhace falta la liberación de la libido; a continuación, aboga por una "inmoralidad de principio" que prefigura exactamente, como  observó su amigo y biógrafo Franz Jung, las teorías sobre el orgasmo de Wilhelm Reich. Con estas ideas, Gross  eliminaba de un plumazo el problema de la civilización, pero se acercaba a la repugnancia existencial que sentían los poetas de su tiempo, siempre sedientos de una ciencia más espiritual.  
Vienen a continuación  los años de Schwabing,   el prestigioso barrio  intelectual de Munich: muchos de los artistas que allí residían se sintieron magnetizados por su  pensamiento a la vez fragmentario y deslumbrante Franz Werfel escribió, "él era grande" y lo era por la intensidad de su persona y por el modelo de vida vagabunda, rebelde e indisciplinada que llevaba
Gross se convierte en un personaje de las novelas de Leonhard Frank, Karl Otten y otros y su pensamiento también influye en el nuevo mito del subproletariado urbano: los desempleados, los delincuentes, las prostitutas, los pervertidos. El mundo de Gross será, de ahora en adelante, el mismo mundo   de los reformadores sociales, de los artistas anarquistas, de los filósofos y de los ociosos; el de los poetas y el de los eternos estudiantesel de las damas de la aristocracia y el de los jóvenes rebeldes; el de los  hippies y el de los santos discípulos  de George". 
En 1910, Gross se trasladó a Asconaen el Lago Maggiore, mítico lugar de encuentro de todos los anarquista disidentes, pero sobre todo - escribe Zanasi - un lugar representativo de la gran necesidad de escapar de la Alemania guillermina: "una variada colonia ético-social-vegetariana-comunista" o "la capital de la ' Internacional Psicópata ". El radicalismo de Gross ofreció el pretexto para un ataque contra el entero horizonte psicoanalítico, sobre todo por la pretensión de éste de pretender ser la representación del mundo. La recurrente defensa  del orden y del   patriarcado conduce a Gross a la vanguardia  del matriarcado: es el turno de Bachofen, a quien apoya, pero con reservas, ya que según Gross no hay que ver en  la ginecocracia de Demeter, vinculada  a la cultura de la tierra, la salvación de la mujer, sino en la "cultura urbana". ¿Cómo decirle que se equivoca? Gross se mueve  en la dirección de Engels, Stirner, Kropotkin: hay que reordenar, según él,  la sociedad para que las mujeres  no deban enfrentarse al dilema de maternidad o  autoafirmación. Si la mujer se le aparece como "la reina del universo de los diferentes" es, por eso mismo, la más cercana al alma de los poetas; Ella representa la promesa de  unión, de amor, de "contacto": Ella es la sola esperanza de superar el vacío. Otra obsesión de Otto
En 1913, en Berlín, Gross fue arrestado a raiz de la denuncia presentada por su padre (que hasta entonces se había esforzado para conservale la buena reputación y para alejarlo del mundo de la droga); posteriormente, Gross fue encerrado en un hospital psiquiátrico; los seguidores  de la vanguardia poética de Berlín se dirigieron al padre para que autorizara a su hijo a retomar la senda de  la ciencia, así como que le permitiera frecuentar a sus antiguos compañeros.  De todas las anteriores presiones,  surgió un movimiento de protesta real que dio fundamento a los temores de una generación entera que señaló el caso como ejemplo. El gran eco  de dicho conflicto llegó a inspirar algunas de las  obras de los jóvenes  escritores expresionistas: entre las cuales bien merece destacarse   la Carta al padre de Kafka (quien apreciaba de corazón a Otto Gross). Pero el verdadero punto de encuentro entre ambos residía en la manera en que Otto  llevaba a cabo el análisis terapéutico: una total dedicación al paciente, basada en la" intensidad del contacto hasta el fallecimiento del mismo. En este sentido, Gross ha sido considerado como un precursor de la anti-psiquiatría moderna. Su forma de razonar siguiendo  contradicciones radicales, su forma de percibir el desarrollo de la civilización en términos de relaciones de género -  remontándose a la Biblia en un gran proyecto antropológico - lo pone en la misma longitud de onda que la conciencia  expresionista de la Kulturkritik. Piénsese en la  incapacidad de comunicación de las parejas en las obras teatrales de Strindberg o en la cándida perversión de la Lulú de Wedekind. Otto también parecía un aliado natural de las demandas revolucionarias del proletariado, pero el paraíso de los ideólogos marxistas no coincidía, desde luego, con el suyo.
La muerte de  su padre fue un golpe durísimo para él. Su amigo Franz Jung sintió que era necesario indagar en su  personal pozo de  soledad. ¿Y por qué, se pregunta Emanuel Hurwitz, a partir de semejante sentimiento de soledad,  su nostalgia  desembocó en el paraíso de un matriarcado absoluto? La obsesión del odio que sentía Otto contra su padre enmascaraba el  trauma más grave de la relación con su madre. De ahí la necesidad de contacto vivida de un modo espasmódico, transformada en  teoría y práctica psicoanalítica. La importancia de la simbiosis emocional del niño con la madre, la voluptuosidad de ser sacudido en el trasero, tan claramente identificada por Gross (en su intenso escrito titulado Sobre la Soledad) se convertiran en años posteriores en el tema central para muchos estudiososdesde la escuela de Budapest a Melanie Klein, desde Teresa Benedex a Winnicott. Pero con respecto a sí mismo, este trauma Otto lo proyectó hacia afuera, hacia "lo extraño". Él en realidad no contemplaba a los demás,  que eran simples figuras " sobre el tablero de sus combinaciones mentales". El  amor que sentía por la mujer se acabó aliando  siempre a estrategias para destruirla.  
Después de la guerra se recluyó en esa soledad de la que había intentado escapar toda su vida: sin hogar, víctima de las drogas y el hambre, vagando harapiento por las calles de Berlín, tal vez cansado de representar el papel de profeta indignado. Volvió a convertirse en niño, con la esperanza de recibir apoyo, una vez que él mismo se había encargado de rechazar cualquier intento de auxilio.  Pero a pesar de su fracaso personal, el caso  Otto Gross  parece volver a poner sobre la mesa el tema de  la  utopía, sus vacilantes recorridos y sus inesperados resurgimientos en las últimas décadas.   Y también parece haber abierto el camino a nuevos horizontes -- que nada tienen de utópicos--   para una lectura más profunda de alma.
VANNA GAZZOLA STACCHIN




" No pases por el oasis sin pararte a beber" Otto Gross


Hace unas pocas semanas vi la película de David Cronemberg Un Método Peligroso. Fue, en cierta medida, una experiencia reveladora. El film se centra en la relación, tanto sentimental como profesional, de Carl Jung, el ilustre psiquiatra suizo, con una de sus pacientes. A la anterior pareja, se suma la omnipresente figura de Sigmund Freud, quien mantiene, a su vez, una intensa relación de amistad con Jung y, en menor medida, con la paciente de éste. Entre los fines de la película está el de ilustrar, de forma concisa y didáctica, el método psicoanalítico.
Una escena me conmovió especialmente. En particular aquella en la que Otto Grosss le dice a Jung lo siguiente: “No pases por el oasis sin detenerte a beber”. La anterior expresión despertó una luz potente en mi interior. En el contexto de la escena, el significado sexual de la frase es muy claro. Otto Gross le está diciendo que no reprima, por convencionalismos morales, sus deseos sexuales hacia su paciente. Al final, Jung, haciendo caso de él, se lía con la paciente, entablando con ella una tormentosa y original relación. Por supuesto, la frase de Gross no se debe limitar al ámbito de lo sexual. Más bien hay que interpretarla como un decidido alegato por favorecer lo natural sobre lo antinatural. Lo instintivo sobre lo reflexivo. Lo genuino sobre lo artificial. Lo inconsciente sobre lo consciente. Lo irracional sobre lo irracional. Lo voluntario sobre lo intelectual. En fin, la naturaleza sobre la civilización.
Otto Gross, a su vez, fue un notable psiquiatra que ha pasado a los anales de la historia de la psicología por sus intentos de fundir el anarquismo y el psicoanálisis. Se le considera el padre de la contracultura y, mientras estuvo en Praga, conoció a Kafka, quien, según algunos biógrafos, se inspiró en él para componer su obra cumbre El Proceso. Otto acabó sus días en un manicomio aquejado, según el diagnóstico de Jung, de neurosis obsesiva.
En mi caso la expresión “no pases por el oasis sin detenerte a beber”, la relacioné con mi convivencia con Norberto. Porque toda esa convivencia podría compararse, sin deformar las cosas, con pasar por un oasis sin beber. Es decir, lo más característico de mi asociación con el argentino es que fue muy antinatural, demasiado antinatural. Lo cual, y teniendo en cuenta sus conocimientos, al menos eso dice él, de psicoanálisis, resulta bastante decepcionante. Porque cuando alguien se asocia con otra persona, lo hace con una intención, sin la cual esa asociación no tendría sentido.

¿Cuál fue en mi caso el fin de mi convivencia con Norberto? El principal fin fue, sin duda, el de la caridad. El argentino me envió un mail, contándome su situación en Barcelona, que predispuso a mi alma a ofrecerle una sólida ayuda. Siempre he sentido un especial afecto por los seres desamparados, un sincero sentimiento de solidaridad hacia ellos, una irrefrenable piedad.
Desgraciadamente, esa intención caritativa estalló en mil pedazos cuando quedé con Norberto, en un bar de Sants, para coordinar esa ayuda. Ahí, sentado en una mesa, encontré un tipo orgulloso, que levantaba la voz más de lo debido, nada caritativo hacia sus congéneres, muy poco humilde, etc. Mi alma dejó de vibrar, se sintió como engañada y sobre todo muy desorientada. No me apetecía nada ayudar a un tipo así, pero me había comprometido, y me parecía muy desleal no cumplir con mi compromiso.

Me horrorizaron sus palabras hacia Ferran. Sus argumentos contra él se basaban, la mayoría de ellos, en la muy conocida falacia ad hominen, que consiste en atacar a la persona que formula el argumento en lugar de atacar al argumento mismo. Pondré unos ejemplos:

Si dijera que Fulano no es bueno como pareja porque no tiene amigos, estaría cometiendo un grave error lógico, porque no tienen nada que ver una cosa con la otra. Las relaciones sentimentales son de naturaleza distinta a las de la amistad.Se niega a una persona la posibilidad de hacer feliz a su pareja porque no tiene amigos. Y aún cometería un error lógico mayor que el anterior, si afirmara que alguien es mala persona porque no tiene amigos.

Así mismo, el argentino también cometió lo que se llama una inducción tramposa. Pondré un ejemplo:

Si afirmara que como Fulano no ha sido buena pareja conmigo, no lo puede ser con nadie, es obvio que estaría cometiendo un verdadero dislate inductivo, porque de un solo caso nunca se pueden sacar consecuencias universales.

También me sentó muy mal que el argentino asegurara que yo había “jugado con su trabajo”. Ahí le faltó muchísimo tacto. Vamos a ver, la Constitución Española garantiza el derecho a la información. Esto significa que si alguien pone un anuncio yo puede solicitar información sobre él, por los motivos que sea, sin comprometerme para nada. Si yo me hubiese comprometido en algo con el argentino, entonces éste me hubiera podido acusar de irresponsabilidad, pero no fue así. Me limité a solicitar información sobre le servicio que ofrecía y nada más. Por lo tanto, sobraban sus malintencionadas insinuaciones.

Ese día Norberto me decepcionó muchísimo, porque yo esperaba encontrarme con alguien que lo pasaba mal. En concreto esperaba ver a alguien que pasaba por la misma situación que mi padre, quien sí que estaba muy deprimido y con los ánimos destruidos. Desgraciadamente, me encontré con un Norberto muy animado, que me miraba por encima del hombro y que no parecía muy proclive a reconocer sus propios defectos.

Sin embargo, a lo largo de esa lamentable cita dijo algo que me gustó. En concreto dijo: CUANDO ME VAYA ME ECHARÁS DE MENOS.

Yo lo entendí en el sentido de que dejaría un bello recuerdo en mí. Por lo tanto, a partir de entonces, el fin de la convivencia no sería la caridad, porque ese argentino tan seguro de sí mismo ya no me la despertaba, sino la esperanza de que tal convivencia dejara en mi un buen recuerdo. Es decir para mi esa frase implicaba exactamente lo mismo que lo expresado por Otto Gross al afirmar éste: ” No pases por el oasis sin detenerte a beber”. Y con esa ilusión, me consagré a ella.

Norberto disponía de los suficientes recursos como para que esa convivencia dejara un bello recuerdo en los dos, pero por sus prejuicios, por sus egoísmos, la convivencia acabó derivando hacia algo muy frustrante.

Pero por qué Norberto no se presentó ante mí como una persona desvalida? Creía que me iba a reír de él, que me iba a provechar de él? Esa convivencia sólo tenía sentido si los dos nos aprovechábamos mutuamente el uno del otro.
Yo no me aproveché de él. Él se aprovechó de mí. Eso le hace sentir orgulloso de sí mismo? Estoy completamente convencido de que no.

Se empieza prohibiendo lo sentimental, lo sexual, y se acaba prohibiendo todo lo humano, hasta que acaba por no quedar NADA. Eso es lo que nos pasó a los dos. Y es lógico que fuera así, porque cuando algo se funda sobre lo ANTINATURAL, se desmorona por su propia imposibilidad de crecer, de darse y de vivir.
Hoy, que conozco mejor a Norberto, no me cabe la menor duda de que sí nuestra convivencia le resultaba tan fastidiosa, era por la misma razón que me lo resultaba a mí. Es decir, porque tenía la irritante sensación de que estaba pasando por un oasis sin detenerse a beber.

La misma sensación que tuvo en una discoteca de Barcelona, cuando empezó a dar vueltas alrededor de mí y no le permití beber en mi oasis.