AL ESPÍRITU SANTO LE REPUGNA LA PROMISCUIDAD
Da igual que el argentino le cambie el nombre y la
llame afectividad. La mona mona se queda aunque se vista de seda, o como dirían
los clásicos, el nombre no hace la cosa. Por más que se esfuerce el argentino,
el amor no es lo mismo que el deseo sexual. Más aún, el amor cristiano, el
enseñado por Cristo, excluye toda sexualidad, lo cual no significa que ésta no
sea deseable y buena en ciertos casos, sino que cuando Cristo habla de AMOR no
se refiere para nada a la sexualidad, de la misma manera que cuando uno habla de
geología no se refiere a la gastronomía. Por eso en los evangelios se usa la
palabra AGAPE y no EROS. Agape, por definición, es una palabra que excluye la
sexualidad, mientras que Eros la incluye. Si Cristo hubiera querido que el amor
cristiano incluyera el deseo sexual, LOS EVANGELISTAS hubieraN usado EROS en lugar de AGAPE. Desgraciadamente, en la palabra castellana
AMOR se confunden las dos palabras griegas, invitando así a la confusión de los
que se quieren confundir, porque basta leer los EVANGELIOS para saber que hay
que interpretar amor en el sentido de AGAPE y no en el de Eros. Y basta
observar la vida de Cristo para saber que nunca practicó coito alguno, luego,
igual que excluyó la sexualidad de su vida, la excluyó de su discurso, así que
cuando habla de amor, habla solamente de un amor espiritual. Por si no fuera suficiente todo lo anterior,
citemos, para rematar el asunto, las palabras de San Pablo: “ Si por el
Espíritu mortificáis las pasiones carnales, viviréis. “ ( Romanos, 8, 13).