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domingo, 8 de enero de 2012

EL "BESO DE JUDAS" DE BAYONA A JESÚS DE NAZARET

FERNANDO BAYONA, LO HOMOSEXUAL Y EL ARTE TRAMPOSO




En plena época postmodernista, no se respeta ninguna jerarquía de valores. Lo que antes se consideraba excelso, hoy se arrastra por el polvo y viceversa. Abunda, en estos tiempos de aturdimiento, una adoración de todo lo vulgar, lo feo y lo inmoral. Se confunde la libertad con la anarquía y se pretende deslegitimar a la ley, y a los encargados de aplicarla, como represores de los instintos más “naturales”. En medio de un ambiente tan propenso al “todo vale” como el descrito, no debería extrañarnos que proliferen “engendros” como el del señor Bayona, cuyo último fin es conseguir la notoriedad a costa del dolor del prójimo. No sabemos si pasará o no, el artista granadino, a la posteridad. De momento, ha pasado a las crónicas de sucesos por su polémica “exposición”. Más que centrarme sobre si es o no arte su serie de 14 fotos titulada “Circus Christi”, prefiero explayarme sobre el doble rasero de medir el sufrimiento ajeno exhibido, a raíz de las protestas que suscitó la obre del señor Fernando Bayona, por los adalides de la Libertad de Expresión. Imagínense que en lugar de elegir como tema “ La Vida de Cristo” , se hubiera decantado por el tema “ La Enfermedad Humana”, y a lo largo de 14 fotos hubiera retratado a personas enfermas:  un leproso, un esquizofrénico, un tuberculoso, etc. Hasta aquí nada que objetar. Pero qué hubiera pasado, si en una de esas fotos se mostraran dos hombres besándose entre sí, sugiriendo bien a las claras que la homosexualidad es una enfermedad más. Cuántos de los que aplauden entusiastamente su actual obra no se hubieran rasgado las vestiduras. Es decir, es razonable atacar las creencias de los cristianos, pero no se puede polemizar sobre la naturaleza de los deseos homosexuales. ¿Es eso justo? Me temo que no, y sin embargo, para un tanto por ciento considerable de la población, lo anterior es juzgado no sólo como razonable, sino como lo más correcto. Pero en los tiempos que corren, ¿qué otro objeto tendría presentar a la homosexualidad como una enfermedad sino la de herir a los homosexuales? Si convenimos, pues, en mostrar nuestra repulsa hacia los que afirman que los gays son unos enfermos, ¿por qué no la mostramos hacia los que, para hacerse a cualquier precio un nombre en los círculos artísticos, no dudan en denigrar las creencias cristianas? Se podría responder porque no es comparable una cosa con la otra. Pero eso no parece muy fundamentado, porque el dolor, la humillación, la mofa, el desprecio, son sentidos tanto por los gays como por los cristianos, luego si todos debemos convivir conjuntamente no sería lo más lógico establecer unas reglas de juego que permitieran el respeto mutuo. No tengo la menor duda de que el señor Bayona conoce esas reglas, pero en él puede más la vanidad de atraer la atención de sus semejantes que no la tolerancia hacia las creencias de los otros. Las conoce tan bien que nunca se hubiera atrevido a parodiar, con tanta mala uva como la que gasta para Cristo, la vida de Mahoma, o la violencia de género, o la pederastia, etc. Ataca, curiosamente, a lo que sabe débil y sin mucha capacidad de respuesta. Si en este caso se atreve es porque sabe que así hace la rosca a sus mecenas, a los que le han subvencionado la carrera artística. Es por tanto, su exposición, una genuflexión ante sus patrones. Una reverencia babosa ante el poder que lo sustenta. No hay nada de valentía en sus fotos, nada de arrojo, sino una sumisión total a los gustos imperantes entre determinados círculos intelectuales, un sometimiento absoluto a unas determinadas reglas de juego muy en boga en nuestra sociedad. No hay ninguna voluntad de innovación, de riesgo, todo está muy calculado para provocar el efecto deseado, para complacer a los que reparten los carnets de “genio”. Es, por lo tanto, el arte de Bayona un arte muy académico y servil, y también, como no, muy acomodado, que, en el fondo, busca más que el potencial público gay que contemple la exposición se haga una paja que no otra cosa. A la vez que transmite la imagen, al conjunto de la sociedad, de lo muy “calientapollas” que son “esos maricones”. ¡Qué oportunidad perdida, Dios mío, de dignificar lo homosexual, de otorgarle carta de naturaleza, de hacerlo compatible con el amor cristiano, de dotarle de rango espiritual¡¡ No, no, el pobre Bayona se limita a ahondar en el tópico. Si los gays ya son vistos por el imaginario hetero como unos “ frívolos cachondos mentales”, el aún magnifica más esa tendenciosa percepción, como si deseara sancionarla de una vez por todas.
Por supuesto no somos tan ingenuos como para no saber que una de las formas de ser admirado es la de ejercer de “enfant terrible” o de “transgresor sin escrúpulos”. Pero, entonces me pregunto si en nombre del arte todo vale. La respuesta es evidentemente No, pues de lo contrario, nos devoraríamos los unos a los otros. Ya se sabe, como dijo Hobbes, que el hombre es un lobo para el hombre. Se puede, con ánimo provocador, exhibir un inodoro embadurnado con mierda fresca, y proclamar a los 4 vientos que eso es arte. Se podría, claro que sí. Pero habría que advertirse que si todo es arte, nada es arte. Luego para que algo sea arte se deberían establecer unas leyes estéticas para decidir lo que es o no arte. Sin esas leyes, y ya sé que a muchos les repatean los hígados toda clase de prescripción, el arte se convertirá en un caos que por no ser, no será ni bello. Las leyes siempre han existido, en el ámbito estético, moral, etc. Aunque sólo sea para derogarlas y promulgar otras de nuevas, esas leyes deben existir. Porque el arte nunca es un fenómeno individual, si no que siempre tiende hacia el reconocimiento de un público. Al menos lo es en el caso de Bayona, por eso lo expone al ojo del prójimo. El arte es un hecho social, y como tal, debe regirse por unas normas para no ser fuente de conflictos entre quienes lo admiran. En él lo individual nunca debe excluir o ningunear a lo social. Porque si se socavan los cimientos de un edificio, éste se desploma. Así, si bien era legítimo parodiar o cuestionar a la inquisición o a las altas jerarquías de la iglesia cuando éstas ejercían un poder despótico sobre la sociedad, imponiendo sus dogmas sobre todo individuo de la forma más sanguinaria, debe reconocerse que es de lo más incívico atacar, por el placer de atacar, a los que nada imponen a los demás, a los que se limitan a hacer oír su voz respetando las reglas democráticas. El derecho al honor está protegido en la Constitución española y es evidente que Bayona, al presentar a Cristo como un “maricón salido” defeca sobre el Mesías y sobre todos los creyentes que lo aman. ¿Por qué, en justa correspondencia, los cristianos no pueden tildar a la madre del granadino de asesina, de psicópata, de prostituta? ¿ Por qué no pueden decir de él que  induce a la mala vida a los jóvenes? Porque igual que ataca por frivolidad valores muy asentados en muchas consciencias de sus conciudadanos, también estos podrían atacarle a él a través del insulto o del escarnio. Sin duda, esa espiral de odio no es deseable y debemos fomentar el respeto, justo lo que su obra no promueve. Y no lo promueve por la sencilla razón de que no tiene la capacidad de hacerlo. Bayona quiere ocultar tras el " premeditado escándalo" su mediocridad artística.