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domingo, 8 de enero de 2012

NORBERTO Y EL NIVEL CERO DEL MAR

NORBERTO  Y EL NIVEL CERO DEL MAR
Una vez Norberto, hablando acerca de mí, dijo:

Creo que en nuestra vida todos en algún momento conocemos a nuestro alter ego, nuestro enemigo íntimo, nuestra sombra…

La frase está revestida de la aureola de autoridad que desprenden las sentencias de los hombres más sabios, de aquellos que después de haber pasado por muchas calamidades y alegrías, sopesan con imparcialidad todo lo vivido para extraer de ello consejos beneficiosos para los demás, así como proverbios con los cuales quieren compartir sus profundos conocimientos sobre el mundo que pronto abandonarán. Sin embargo, en el caso de Norberto su observación sólo guarda la forma, pero no el fondo, de las palabras de los susodichos hombres sabios. Para empezar ya duda de su afirmación, pues emplea el “creo” como si no acabara de tener fe en aquello que dice. Y es natural que no la tenga, pues estoy convencido de que en su mismo entorno conoce de muchas personas que a lo largo de su vida no han encontrado nada parecido a lo que el argentino define como su”alter ego”, su “enemigo íntimo” o su “sombra”. De la misma forma que muchas personas jamás se habrán topado con alguien que, a pesar de haberlo acogido en su hogar de la mejor manera posible, les haya negado el adiós, las gracias y hasta la palabra. Tanto lo uno como lo otro no suele ser muy habitual, y sólo se dan en casos muy excepcionales. El argentino, consciente de ello, no afirma taxativamente lo que dice, sólo lo cree probable. Es más, en sus adentros, no cree en lo que dice, pero necesita decirlo para no sentirse distinto a los demás, para pertenecer, con todo derecho, a su amada Comunidad. No quiere ser un excluido, siente como si ya lo hubiese sido durante mucho tiempo, y ahora no quiere volver a pasar por esa perturbadora experiencia. Así que él mismo ha concebido su propia teoría para explicar a los demás lo insólito de su situación. Según él, todo ocurre porque esa “sombra”, “ese alter ego”, es un psicópata. Así de sencillo. Él, por supuesto, no se siente para nada responsable del comportamiento de ese “psicópata”. Su relación con él debe ser juzgada como impecable. Él es el normal; el otro,  sea quien sea, en cambio, es el enfermo mental.


¿SOY SU SOMBRA?

No. Sencillamente NO. Nadie que lea mi blog sabrá qué hace en estos momentos el argentino, de qué trabaja, en qué ciudad vive, con que personas interactúa, etc. Nada de eso, ni veladamente ni abiertamente, aparece en mis escritos. No es relevante. Sí que que me interesa, en cambio,  entender mi convivencia con él. Cuando se esfumó, me hice las siguientes preguntas:

¿Por qué he convivido con él?

¿Para qué he convivido con él?

¿Quién es el argentino?


No tenía respuestas a ninguna de esas preguntas. Estaba totalmente desorientado, incluso perdido. Debía volver a enderezar mi vida desde esa convivencia que percibía como algo oscuro, extraño, incomprensible. Porque no sólo se fue sin aclararme las anteriores preguntas, sino sin decir adiós, sin dar las gracias y negando toda palabra. Esta actitud de no dar ni lo más mínimo, me sumió en una perplejidad absoluta. Su decisión de irse como un extraño me hizo sentir toda la convivencia como algo horroroso. Para librarme de ese horror( que es mío y sólo mío), decidí hacerlo público, manifestarlo a los 4 vientos. Quise anunciar a todo el mundo que me sentía horrorizado por lo que había vivido. Eso en parte me tranquilizó bastante, y si el argentino hubiera tenido la suficiente hombría de bien para llamarme e intentar arreglar civilizadamente las cosas, pues lo más seguro es que todo hubiera acabado ahí. Pero actuó como si prefiriera ahondar en el desprecio al prójimo, en la consciente ignorancia del dolor ajeno, agravando las cosas. Por mi parte, ante el vacío que me hacía, decidí dar algún sentido a mi convivencia con él, caso de que fuera posible hallarlo. Quería entenderla. Quería escribir sobre ella, pero con conocimiento de causa, no a lo loco. De la misma manera que si me propusiera escribir sobre Cristóbal Colón, me documentaría debidamente. Así busqué en Internet información sobre el argentino, información pública, al alcance de todos los internautas. Y la encontré y a partir de ella me hice una idea más completa de quién es el argentino, de sus pautas de conducta y de sus valores. Y de rebote, aclaré algo mis ideas sobre esa convivencia.

En este blog sólo se expone la punta del iceberg. Nunca se profundiza, nunca se describen las intimidades más hirientes, lo realmente sobrecogedor, etc. Eso lo dejo para más adelante, para cuando encuentre la manera de contarlo sin herir ( de forma simbólica, quizás usando la técnica de los "alters egos") y para cuando haya sido capaz de contestar a las siguientes preguntas:

¿Con qué intenciones el argentino aceptó mi propuesta? (él dijo que meditó mucho acerca de ella antes de aceptarla. Cuál fue el fruto de esas meditaciones)

¿Por qué razón creía que yo le ofrecía mi ayuda?
(nunca me preguntó por qué le ayudaba)

Estoy muy cerca de contestar, de forma bastante certera, a las dos preguntas anteriores.

La tercera pregunta:

¿Cuál es la verdadera actitud del argentino ante el hecho cristiano?

La respuesta la encontré el otro día, en un comentario del argentino ante una exposición fotográfica en la que se presentaba a Cristo como a un “gay promiscuo, borracho y frívolo”. Él opinó que no le parecía IRREVERENTE ( es decir, lo cristiano siempre se subordina a los intereses de su Comunidad, que es lo realmente importante; lo obviamnte  verdadero; lo cristiano se usa sólo, siguiendo a la logoterapia, para dar un poco de sentido a la vidade cada cual, como una especie de máscara que uno se pone o se quita según convenga, ignorando todo lo referente a la moral cristiana, a la cual se considera anacrónica y retrógrada; sin embargo, hoy no se obliga a nadie a ser cristiano, si uno no tiene las aptitudes necesarias para serlo, que no lo sea y, sobre todo,  que no engañe a los otros diciendo que es cristiano, cuando no lo es). Seguro que tampoco debe ser irreverente afirmar que los gays son unos enfermos. Pero vamos a ver, los gays aman a los hombres, pues entonces a qué carajo sirve que alguien diga que a los gays les gustan las mujeres. Lo mismo con Cristo. Si no era partidario de la promiscuidad, ni de lo frívolo ni de las borracheras,  a qué carajo sirve que alguien lo quiera presentar como un “hedonista  sexual”. Ganas sólo de herir las sensibilidades ajenas a costa de ganarse un supuesto hueco en la historia del arte.

¿SOY SU ENEMIGO ÍNTIMO?

No se puede detectar ni un solo insulto en todo el blog. Ni uno sólo. Es más, si alguien se adentrara de improviso en mi mente nunca, ni ahora ni antes, podría percibir ni un solo insulto hacia el argentino. No siento odio ni rabia ni rencor por lo vivido junto a él. Siento sobre todo tristeza. Una inmensa TRISTEZA y algo de frustración. Es más, si mi firma fuera necesaria para algo importante para su vida, como conseguir una convalidación, un permiso de residencia o la misma nacionalidad, nunca se la denegaría.

¿SOY SU ALTER EGO?

Eso es una estupidez y demuestra un escaso conocimiento sobre psicología y literatura. No entiende lo que es esa figura literaria ni cómo se aplica en el campo de la psicología.

EL NIVEL CERO DEL MAR

De la misma manera que la altura de las ciudades se mide con respecto al nivel del mar, que se considera, por convención, a una altura cero, yo mido algunos de mis progresos en la vida respecto a ese nivel cero que fue mi convivencia con el argentino. Así,,y de la misma forma que cada ciudad tiene su altura. Una está a 3000 metros, otras a 450, otras a 34 sobre el nivel del mar. Mis vivencias también tienen su "altura" o valor. Los números cambian, pero todos ellos presuponen el cero desde el cual se miden, sin ese cero, sin ese nivel de referencia no tendrían ningún sentido las alturas de las ciudades ni el valoe que otorgo a mis vivencias. No se podría determinar la posición de una respecto a la otra. Siempre hace falta un valor referencial respecto al cual referir los demás valores. Mi nivel cero es mi convivencia con Norberto

STEPHANO Y NORBERTO

Hace unos días intercambié unos mails con un arquitecto italiano. Mails maravillosos que dejarán para siempre un muy bello recuerdo en mí. Da igual que ya no me envíe ninguno más. Los habidos hasta ahora son más que suficientes.

Mi mente, y de forma inconsciente, compara esos mails con los intercambiados con el argentino. Los refiere, pues, al nivel cero que representan para mí los mails del argentino y a partir de él da un valor a los de Stephano.

LAS COINCIDENCIAS Y LOS MAILS.

Los mails que Norberto me envió son correctos, pero sólo correctos. No tiene nada de extraordinario ni en ellos se vislumbra ningún afecto especial hacia mi persona (siempre consideré que a mi me trataba con mayor brusquedad que a los demás). Son distantes y muy flemáticos. Así como las coincidencias que precedieron la convivencia con Norberto son extraordinarias, los mails son anodinos. Sin lugar a dudas me dejé deslumbrar por esas coincidencias y no supe entender que alguien que envía unos mails como esos nunca será un amigo ni nada que deje un bello recuerdo.

LO MÁS TERRIBLE

Lo terrible de la convivencia no fue que yo me sintiera incómodo con Norberto, sino que el argentino me hiciera sentir incómodo conmigo mismo.