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miércoles, 15 de junio de 2011

EL VERDADERO ESPÍRITU DE NORBERTO

EL VERDADERO ESPIRITU DE NORBERTO


Leyendo el siguiente texto de Norberto,

Me recuerda la multitud de vanidades que soporto sobre mis espaldas y que me rodean por todas partes. Me recuerda que lo finito y lo infinito que considero importante también desaparecerán un día. El tipo de trabajo, el alquiler del piso, los enfados, los vestidos, los bares y las discos, los ideales e incluso la religión, desaparecerán para siempre dejando solamente el verdadero espíritu.

me puse a recordar lo que sentí la primera vez que lo leí. Por aquel entonces, casi no sabía nada de Norberto, del verdadero Norberto, y me debía contentar con imaginármelo a través de las impresiones que las anteriores palabras suscitaban en mí.
¿Qué idea me forjé de él? Aunque ya ha transcurrido mucho tiempo desde esa lejana fecha, aún conservo vagamente la imagen que concebí en mi mente. Me lo imaginé como una persona humilde, que quizás no había tenido mucha suerte en la vida, pero que había sabido ser feliz con lo poco que la fortuna le había concedido. Alguien que antepone siempre lo espiritual a lo material. Alguien, en fin, de naturaleza bondadosa, muy comprensivo con las miserias de los demás y sobretodo alguien nada orgulloso, siempre dispuesto a volcarse con el prójimo.
Sin duda no me ganaría la vida como adivino ni como vidente. De todo lo anterior sólo acerté una cosa: su gran desapego respecto a las comodidades materiales. Puedo dar fe de que mientras convivió conmigo nunca exigió ningún lujo ni se quejó por ninguna incomodidad material. Siempre se conformó con aquello que tenía e incluso me pidió que no le regalase nada, aunque esto último se puede interpretar como un desprecio hacia mí, y en parte lo es, también se puede considerar como una muestra de sobriedad. Sin lugar a dudas la frugalidad en su forma de vida se debía, en gran parte, a la ascendencia sobre él de San Francisco de Asís. En todo caso, en el aspecto material, su humildad no era sólo de palabra, sino que también se demostraba con obras y con hechos, de los cuales yo soy un testigo privilegiado.
En relación a su temperamento, bien sabe Dios que debería rectificar todo lo que preconcebí: tanto erré el tiro. Si mi testimonio merece ser tomado algo en consideración, créaseme cuando afirmo que al menos conmigo Norberto se comportó con orgullo y con poca bondad, que fue muy exigente con mi forma de ser y nada comprensivo con mis miserias. Por supuesto no se volcó nada conmigo.
Una verdadera lástima que su humildad en lo material no se viese correspondida en lo temperamental.
Yo no sé exactamente qué pasó en esa infancia, pero por muy turbia o triste que fuera, nunca podrá ser empleada como disculpa para justificar que Norberto se negara a decirme adiós, simplemente adiós. A tanto llegó su INDIFERENCIA que fue incapaz, seguramente por orgullo, de decir adiós a quien le tendió la mano. Ni adiós ni nada, absolutamente NADA. Negó toda palabra a quien le abrió las puertas de su casa sin pedirle nada a cambio.
Hoy, tras conocer al verdadero Norberto, estoy convencido de que su principal defecto es no comprender que se puede no estar de acuerdo con alguien desde el aprecio,criticar o reprender a alguien desde el afecto. Quizás porque en su infancia fuera duramente amonestado desde el desprecio, crea que no es posible lo contrario, pero lo es. Cualquier leve crítica le hería. Aún recuerdo lo mal que se tomó que lo tildase de ERRANTE. Si tiene buena memoria, que seguro la tiene, recordará que si bien lo motejé como el errante, también es cierto que a mí mismo me llamé el HAMBRIENTO. Nadie en su sano juicio considerará que un calificativo es peor que el otro. Los dos describen a seres que les falta algo, y que por ello están inquietos. Ambos adjetivos se pueden aplicar a personas necesitadas. Sin lugar a dudas mi intención era mostrar que aunque en lo referente a los caracteres Norberto y yo fuéramos diferentes, había algo, más profundo y valioso que nos unía: nuestra búsqueda de afecto. Y como teníamos que convivir juntos, me pareció una buena idea resaltar lo que nos hermanaba en detrimento de lo que nos separaba. En todo caso, lo de ERRANTE lo dije desde el afecto. Si Norberto hubiese sido menos orgulloso, hubiese aceptado de buen grado mi epíteto y él mismo hubiese elegido otro para mí .
En cambio, cuando él dijo aquello de “Tú y yo somos muy distintos y además no somos complementarios”, lo dijo desde el desprecio, con voluntad de dinamitar todos los puentes entre nosotros dos, con la firme intención de convertir toda nuestra convivencia en un montón de escombros inútiles. Hay que ser muy “bruto” para tratar así a quien necesitaba tanto o más afecto que él mismo.
Sin lugar a dudas, la vez que más conocí el verdadero espíritu de Norberto, fue cuando éste no me felicitó por mi cumpleaños, ni incluso después de que se lo recordara a través de un mail( que me devolvió sin contestar), entonces sentí como si vomitara toda su triste Infancia sobre mi corazón.